jueves, 2 de enero de 2025

Valle de los Ingenios, historia viva del oro blanco cubano.

El azúcar fue la principal fuente de riqueza de Cuba en los siglos XVIII y XIX, de la que fue el mayor productor mundial.

Sancti Spiritus es una de las catorce provincias que conforman la República de Cuba desde 1976 con la nueva división política-administrativa creada. Siendo su superficie total de 6744 kilómetros cuadrados, su censo poblacional en 2021 era de 463.844 habitantes, la cuarta más baja de la isla.




En la provincia, a doce kilómetros al noroeste de la ciudad de Trinidad, se encuentra el VALLE DEL INGENIOS, denominación que se da conjuntamente a los interconectados valles de San Luis, Santa Rosa y Meyer, regados por los ríos Arimao, Caracusey y Agabama, que suman una extensión total de 225 kilómetros cuadrados.




Uno de los más grandes y productores del país, fue desde la llegada de los españoles en el siglo XV fuente de riqueza por el asentamiento de ganados y el cultivo de frutos primero, del cultivo de tabaco después y finalmente por el de las grandes plantaciones y e ingenios azucareros.




Caña introducida por los colonos españoles en el siglo XVI viendo el potencial del territorio cubano para su explotación, siendo el principal sector del despegue económico y de la riqueza que se amaso en Cuba. En la segunda mitad del siglo XVIII comienza la dedicación total a la industria azucarera, que duró prácticamente un siglo, en base a sus fértiles tierras regadas por caudalosos ríos y cercanos puertos marinos para su envío a Europa y América.




Plantaciones que llevaban parejos las construcciones de ingenio para producir el azúcar a partir de la caña, y que engloban diferentes edificios y estructuras. Las maquinas triturados, los evaporadores concentradores de jugo, los hornos de cocción y el resto de maquinaría para obtener del azúcar, se complementaban con los barracones para los trabajadores, los de servicios administrativos y en muchos de la casa la vivienda del hacendado.




Cifrándose en más de ciento cincuenta los ingenios azucareros que llegaron a estar en funcionamiento y un censo superior a los doce mil esclavos africanos, mano de obra barata cuya explotación fue una de las bases de la gran rentabilidad obtenida. Y es que las plantaciones de caña, los ingenios y la esclavitud han estado intrínsecamente ligadas. La producción requería una gran cantidad de mano de obra, y ante la escasa existente en la colonia española, los empresarios la obtuvieron con la adquisición de esclavos africanos. Que eran propiedad de sus amos y obligados a trabajar de sol a sol, con mala alimentación, viviendas insalubres y abusos físicos y de todo tipo.




El boom azucarero comenzó a languidecer a mediados del siglo diecinueve, el agotamiento de las tierras, su limitada disponibilidad, la enorme competencia que significo la aparición del cultivo de la remolacha a nivel internacional, la crisis mundial de la década de los cincuenta y la guerra de la independencia del país en 1868 fue el cenit final a una industria que llego a ser la mayor del mundo.




Y por ende, “el oro blanco” que fue el azúcar, convirtió a la ciudad de Trinidad en una de las de mayor florecimiento económico y socio-cultural del país, donde vivían los hacendados adinerados con las fortunas adquiridas de los pingües beneficios reportados por la industria azucarera y la explotación de mano de obra esclava.




Legado industrial que en parte ha llegado hasta nuestros días, convirtiendo el Valle de los Ingenios en un sistema eco-cultura, donde interactúan monumentos, naturaleza y sociedad de alto valor artístico. Las casas de los ingenios Buena Vista, Delicias, Guáimaro, Magua y Manaca-Iznaga; las torres campanario de este y del de San Isidro de los Destiladeros; los restos de obras hidráulicas de los de Santa Elena y San Isidro o el núcleo rural de San Pedro, son testigos vivos de la incesante actividad industrial del proceso agroindustrial.

En su apuesta por recuperar el patrimonio cultural y social que fueron los ingenios, se ha rehabilitado parcialmente uno de los considerados más importantes, el de San Isidro de los Destiladores, que incluye un “museo de sitio” que recrea la historia de la actividad de referencia mundial de la isla. 

Ingenio de San Isidro de los Destiladeros, el museo de la industria azucarera cubana.




Por todo ello, y por reunir elementos diferenciadores de valor universal excepcional, el 8 de diciembre de 1988 el Valle junto al centro histórico de la ciudad de Trinidad, fueron declarados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

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El museo al aire libre que constituye el Valle, con los restos de sus ingenios y haciendas constituyen el recordatorio del esplendor que vivió y referenció mundialmente Cuba en general, y a Trinidad en particular, pero también de la oscura historia de la esclavitud y explotación humana.




Y que en la actualidad forman parte del reclamo turístico de la provincia y del país, con visitas y rutas, que se pueden iniciar en el Mirador de la Loma habilitado a unos siete kilómetros de Trinidad. Desde el que se divisan magníficas vistas del valle y de la sierra de Escambray que lo protege.




 

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“Trinidad debe su nombradía, exclusivamente a la fertilidad de su delicioso Valle. Rodeado de colinas, cruzado por ríos, cubierto de fincas y adornado por palmeras reales, ofrece el más bello paisaje que pueda imaginarse. Mirado desde la altura de la Vigía, el observador queda absorto contemplando aquel extremo panorama, centro de una riqueza inmensa”. Ramón Dionisio José de la Sagra y Peris (1798-1871), economista, político y escritor español.

 

 

 

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