miércoles, 11 de diciembre de 2024

Iglesia Mayor Santísima Trinidad, de Trinidad en Cuba.

Obra del siglo XIX, tardó en realizarse 75 años, alberga seis capillas y un rico imaginario.

En 1514 el adelantado Diego Velázquez de Cuéllar fundo la villa de la Santísima Trinidad en la costa meridional de Cuba, la actual Trinidad capital de la provincia de Sancti Spiritus, siendo el tercer asentamiento creado por la Corona española en la isla tras Baracoa y Bayamo. Ciudad colonial e histórica declarada por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1988 y Ciudad creativa del mundo de la artesanía y artes plásticas en 2019, que vivió su época dorada a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el despegue de la industria azucarera al ser el centro de la misma, que hizo que en ella surgieran casonas y palacetes que hoy son orgullo de la cultura cubana.




El asentamiento colonial español mejor conservado de Cuba está perfectamente mantenido, tal cual se hubiese detenido el tiempo a mitad del siglo diecinueve. Construida gracias a las enormes fortunas azucareras amasadas en ese siglo, se hace evidente en las mansiones coloniales existentes en su laberinto de calles adoquinadas.




Su epicentro es su plaza Mayor, compuesta por un jardín central repleto de palmeras y cerrado con rejas blancas, alrededor de la cual se alza la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad y las viejas casonas y palacios de los siglos XVIII y XIX de la antigua sociedad, algunos en la actualidad reconvertidos en museos, como son el Histórico Municipal, el de Arquitectura o el Romántico.

Museo Romántico, en Trinidad.




En su lado noroeste ocupando el extremo más alto, en la calle Simón Bolívar, se encuentra la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad, el templo principal de la ciudad y la excepción a la arquitectura autóctona que rodea a la plaza. Uno de los mayores de una iglesia católica muy presente en la sociedad cubana, que fue y es su valor espiritual desde el inicio de la colonización por los españoles.




La edificación insignia del lugar, cuenta con una peculiar historia de derrumbes y resurgimientos, sufrió los embates de ciclones y tormentas, así como los ataques de corsarios y piratas, pero fue remodelándose hasta lo que es hoy, una de las iglesias más grandes y antiguas del país.




Consagrada en febrero de 1892, su diseño inicial es obra de los arquitectos Emilio Echeverría e Ignacio Garrido tardando 75 años su construcción, motivo por lo que en ella conviven diferentes estilos y tendencias en obras dirigidas por diferentes arquitectos. Se inició en noviembre de 1817 después que una tormenta destruyo en 1812 el templo por entonces de madera –al igual que una buena parte del pueblo- levantado sobre el primigenio de la ciudad datado en 1585 construido por los franciscanos.




Su construcción no estuvo exenta de polémica, tanto por no estar muy de acuerdo el clero que quería que la parroquial siguiese siendo la del convento de San Francisco, como por problemas técnicos que fueron surgiendo. Tras muchos y diversos avatares, primero por un crédito del gobierno de España y luego por benefactores iniciales como José Mariano Borrell y Padrón y sus hijos, y posteriormente por diversos ciudadanos trinitarios, algunos sepultados debajo de su altar mayor por ello.





Aunque consagrada en 1892 por el obispo Manuel Santander, su construcción estaba y sigue incompleta al no levantarse las torres que refleja el proyecto final realizado por el ilustrado obispo Jacinto Martínez Sáenz.




Exteriormente su fachada se eleva al nivel de dos pisos, con un largo y espacioso pórtico con tres grandes arcos de medio punto centrales y dos laterales enrejados, culminado por un campanario de tres campanas, en el que en su inicio se colocó la procedente del ingenio Mainicú, donado por Bárbara Iznaga, y que actualmente se encuentra en la catedral de La Habana. Realizándose su acceso se realiza por las rampas situadas a los costados del pórtico, contando también con dos puertas en los laterales de la edificación.




Su interior está distribuido en cinco naves, la central cubierta con bóveda de cañón cruzada por arcos en ojiva, y las laterales por bóvedas en aristas, albergando un total de seis capillas con once llamativos altares.





Realizados en maderas preciosas del país en estilo neogótica, realizados por el fraile dominico Amadeo Fiogere ayudado por carpinteros trinitarios, que fue nombrado párroco en 1912 y que empleo su fortuna personal en donar muchas de las imágenes en ellos existentes.




De ellos el de mayor valor artístico es el altar mayor, situado en la nave central, una masa de chapiteles y aguafuertes realizadas en maderas finas por el fraile dominico Lucas Zeffetay. Todo un maravilloso alarde de ebanistería, que refleja la fachada en miniatura de una catedral de estilo gótica.




Retablo que acoge siete imágenes. Lo preside la del Salvador; en su frontal Santo Domingo de Guzmán escotado por Santa Rosa de Lima y Santa Catalina de Siena; en el lateral derecho San Francisco de Asís y San Pedro y en el izquierdo Santa Cecilia y San Francisco de Paula.





De la primitiva iglesia Parroquial se conservan las imágenes del Cristo de la Veracruz y la del de la Humanidad y Paciencia, que presiden ambas capillas. El primero escoltado por San Juan y la Dolorosa, y el segundo luciendo en solitario.





La capilla con el altar y retablo de la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, fue donada por la familia de Ponce y Suárez del Villar en 1960. En él la patrona de Cuba luce con San Antonio de Padua y San Francisco Solano.





Solitarias lucen en sus capillas la Virgen de la Merced, la de Fátima, la de la Inmaculada, la del Amor Hermoso.






En la dedicada a la Virgen del Carmen, la acompañan Santa Teresita y el niño Jesús de Praga.




Serena luce la Soledad con el Santo Sepulcro a sus pies.




En el retablo con la imagen central de la Virgen del Rosario, San Martín de Porres se encuentra a su derecha y San Vicente Ferrer a su izquierda.



Jesús Nazareno preside otro acompañado de Santa Rita y Santa Teresa.




Al igual que lo hace San José con Santa Ana y San Joaquín.




En el presbiterio luce el que acoge el lienzo de la Santísima Trinidad, obra del pintor Antonio Herrero en 1891.




Conjunto que complementan imágenes diseminadas en su interior, como las de la Madre Misericordiosa, San Juan Bautista, San Juan Tadeo o La Piedad.





Y que hace de la iglesia bajo la advocación de la Santísima Trinidad merecedora de una sosegada visita, en el que se visiona el posiblemente más rico imaginario de Cuba. Que en nuestro caso realizamos con motivo de la celebración del XXV Congreso Internacional de Fepet en noviembre de 2024.




 

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