sábado, 28 de diciembre de 2024

Las fortalezas españolas habaneras, la defensa del nuevo mundo.

Construidas en los primeros años del asentamiento español, son testigos mudos de la historia de la ciudad y del país.

La ciudad de la Habana fue fundada por Pánfilo de Narváez en 1514 bajo las órdenes de Diego Velázquez de Cuéllar, con el nombre de villa de San Cristóbal de la Habana, siendo la sexta villa fundada por los españoles en Cuba. Gozando del título de Ciudad desde 1592, por concesión del rey Felipe II al estar ubicada en ella el gobierno de la isla, pasando a ostentar su capitalidad.






Bordeada de mar las fortalezas levantadas por los españoles para defender sus posesiones en el nuevo mundo del ataque de corsarios, piratas y filibusteros -principalmente ingleses- definen el urbanismo de la cosmopolita ciudad. Cuyo centro histórico, denominado Habana Vieja, donde se encuentran está declarado desde 1982 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.



En 1519, con el puerto convertido en tránsito y provisión para la flota imperial española se comenzaron a levantar las fortalezas, muchas aún en pie, en perfecto estado de conservación y abiertas al público al albergando museos o algún tipo de colecciones. Castillos, murallas, puentes, plataformas, fosos y baluartes son fieles testigos mudos de la historia de la ciudad y por ende del país.






En el extremo norte de la plaza de Armas, epicentro de las primeras edificaciones habaneras, se encuentra el castillo de la Real Fuerza, el primer amurallamiento que España levantó en el nuevo continente. La primigenia data de 1540, destruida en 1555 por el pirata francés Jacques de Sores, y concluida en 1577 diecinueve años después de comenzar su rehabilitación cuando ya prácticamente no era necesaria al cumplir las funciones defensivas las fortalezas del Morro y Cabaña.





Alberga el museo de la fortificación y de la navegación, conserva intactos el pozo y el puente levadizo de madera, bóvedas y cañones, al igual que uno de los símbolos capitalinos, al ser el más antiguo, la estatua en bronce de la Giraldilla que corona la torre campanario que le valió el calificativo de la enamorada vigilante de la bahía. Y es que la leyenda la relaciona con Inés de Bobadilla, esposa del gobernador Hernando de Soto que partió a la conquista de la Florida, puesto que ejerció en su ausencia y diariamente subía a ella cada tarde en la inútil espera de la llegada de su amado abatido en combate.






En 1589 con el fin de proteger los tesoros ultramarinos la corte envió a los ingenieros militares Juan Bautista Antonelli y Cristóbal de Rodas para construir el sistema de fortificaciones para defender la ciudad, en gran parte por los estragos de los ataques de los piratas ingleses y en especial de Francis Brake. Siendo las primeras el castillo de San Salvador de la Punta y el de los Tres Reyes del Morro. Ambas, junto con el del Real Fuerza, formaron el primer triángulo defensivo y como tal aparecen representadas en el escudo de la ciudad.





Agrupadas bajo el nombre de parque histórico militar Morro-Cabaña se encuentran las levantadas al otro lado de la bahía, entre 1589 y 1610. El castillo de los Tres Reyes se levantó sobre el peñón o morro existente a la entrada del puerto, nombre con el que también es conocido, ajustándose rigurosamente a la forma del terreno en lengua que sale al mar. Sobrio e inexpugnable por tierra y mar con sus tres baluartes, el profundo foso y dos baterías, lo complementa el añadido del faro portuario. Acoge salas temáticas sobre la navegación y el descubrimiento, dos restaurantes y tiendas, y el atractivo de visionar la ciudad desde lo alto del faro.






Coincidente en el tiempo se levantó el castillo de San Salvador de la Punta, en la parte opuesta del canal de la bahía conocida con la punta, con el objetivo de que el fuego cruzado de ambas hiciera imposible la entrada a puerto de embarcaciones enemigas. Incluso desde 1629 y durante años ambos estaban enlazadas por una cadena de hierro que se tensaba por las noches impidiendo entradas y salidas del puerto.






De forma trapezoidal, cuenta con una plaza de armas como centro y baluartes en cada esquina, su interior alberga un museo con exposiciones sobre la historia de la marinería y artillería, y de él parte el emblemático Malecón habanero.





En 1646 se realiza la protección de las afueras de la ciudad. Con el fin de proteger la desembocadura del río Almandares, al oeste de la ciudad y donde termina el mencionado Malecón, se levantó la pequeña fortaleza del torreón de la Chorrera ese año. En 1649 el torreón gemelo de Cojímar en la desembocadura del río homónimo. Y en 1665 el de San Lázaro, que servía de enlace entre los anteriores.




A partir de 1763 finalizada la denominación ingles comenzó a fortificarse la ciudad por segunda vez, con la mejora de las anteriores y la construcción de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, de los castillos de Santo Domingo de Atarés y el del Príncipe, y la muralla que la rodeaba.





Siguiendo las órdenes del rey Carlos III se construyó la fortaleza que lleva su nombre a lo largo de la orilla oeste del canal de entrada de la bahía para evitar episodios vividos como con la victoria de los ingleses. Construida entre 1763 y 1774, fue la mayor de la isla y del continente conquistado.






En su extremo sur se levanta desde el 24 de diciembre de 1958 la solemne estatua de Jesús de Nazaret, conocido como el Cristo de la Habana, que representa al Sagrado Corazón de Jesús. Construida en mármol de Carrara, de 20 metros de altura, que situada sobre un pedestal de 3 metros en la zona más elevada de la colina sobresale 79 metros sobre el nivel del mar. Obra de la escultura cubana Jilma Madera en Roma, donde fue bendecida por el papa Pio XII, y traída en piezas a Cuba.





El conjunto que forma el actual parque histórico Morro-Cabaña es sede de eventos culturales y del museo de armas. Y mantiene noche tras noche la tradicional ceremonia del “cañonazo” que resuena puntualmente a las 21 horas en toda la ciudad, que rememora el aviso del cierre de las puertas de la muralla de la ciudad, disparado por desde la batería de la Reina.





En lomas de los extramuros de la ciudad se levantaron los castillos de Santo Domingo de Atares y del Príncipe. El primero en la del Soto, con amplia visión de la actividad portuaria. Y el segundo en la de Aróstegui, en honor de Carlos IV, que fue cárcel habanera entre 1926 y 1974.




En algunos puntos del actual barrio de La Habana Vieja, son aún visibles secciones o pedazos de los muros de cantería que conformaron las dos murallas que protegían la urbe, con sus baluartes, garitas, fosos y puertas levadizos. Levantas entre 1674 y 1702, la denominada de Tierra, que partía desde el castillo de San Salvador de la Punta hacia el interior, y la del Mar desde el castillo hasta el de la Real Fuerza por la bahía.






Sistema defensiva que complementaron diversas baterías, como la Santa Clara en el saliente de la punta Brava, la de la Reina y la de Velasco, que conformaron el tercer sistema defensivo levantado entre 1895 y 1898.




Conjunto defensivo que hemos tenido ocasionar de visitar parcialmente en noviembre de 2024, con motivo del XXV Congreso internacional de Fepet.




 

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