viernes, 20 de diciembre de 2024

Plaza Mayor, el corazón de la colonial Trinidad cubana.

Germen y epicentro declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

En 1514 el adelantado Diego Velázquez de Cuéllar fundó la villa de la Santísima Trinidad en la costa meridional de Cuba, la actual Trinidad capital de la provincia de Sancti Spiritus, siendo el tercer asentamiento creado por la Corona española en la isla tras Baracoa y Bayamo. 



Ciudad colonial e histórica declarada por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1988 y Ciudad creativa del mundo de la artesanía y artes plásticas en 2019, que vivió su época dorada a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el despegue de la industria azucarera al ser el centro de la misma, que hizo que en ella surgieran casonas y palacetes que hoy son orgullo de la cultura cubana.




El asentamiento colonial español mejor conservado de Cuba está perfectamente mantenido, tal cual se hubiese detenido el tiempo a mitad del siglo diecinueve. Construida gracias a las enormes fortunas azucareras amasadas en ese siglo, se hace evidente en las mansiones coloniales existentes en su laberinto de calles adoquinadas, en especial en torno a su actual Plaza Mayor.




Trinidad no es una excepción, y en línea con el desarrollo urbano diseñado por los conquistadores españoles de constituir sus asentamientos en torno a una plaza central, su germen se encuentra aquí, manteniendo su categoría de epicentro y manteniendo con el latido de su corazón el cotidiano día a día trinitario.

Con el ritual español de ser la iglesia la primera construcción civil en cada nuevo asentamiento presidiéndolo está fue denominada inicialmente plaza de la Iglesia, la primera de las que tuvo. A principios del siglo XIX lo fue con el de la Constitución. En 1857 con un nuevo diseño que incluye sus verjas exteriores e interiores se bautiza como Recreo, al celebrarse en ella todos los festejos populares y religiosos. Más tarde se denominó Serrano, en honor al militar y político gaditano Francisco Serrano y Domínguez que ejerció de Capitán General de Cuba. Con la independencia de la isla paso a llevar el nombre del apóstol de la revolución José Martí en 1925, siendo presidida por un busto suyo. Finalmente desde hace unas décadas, coincidiendo con el despegue turístico de la ciudad toma el nombre de Mayor.



Estéticamente es llamativo su colorido amarillo, mayoritario y diferencial en toda la ciudad, en contraste con otros vivos como verdes, azules y el rojo de los tejados. Levantada sobre las calles con un diseño rectangular, protegida por un enrejado de filigrana blanco, sus zonas de paseo están delimitadas en cuatro compartimentos con jardines con dos palmeras reales en cada extremo protegidos por el mismo enrejado exterior y columnas con esbeltas copas de loza, representativa del poder trinitario.




Recibiendo a los visitantes dos perros galgos fundidos en hierro, uno frente a otro, donados por el empresario Justo Germán Cantero, que lucían en su hacienda.





Reclama por diferencial la escultura que la preside, que no lo es tan por la genérica de José Martí mayoritariamente en las del resto del país, sino por una de mármol de la diosa Terpsícore -musa de la danza- procedente de otras de las haciendas del valle de los ingenios.




Enmarcada en las escarpadas calles al este de Simón Bolívar y al oeste por la de Francisco Javier Serquera, unidas por la Echarri al sur y Rubén Martínez Villena al norte. Calles donde se ubican la iglesia parroquial y las mansiones antiguas residencias de las familias adineradas de la época colonial llenas de colorido y adornadas con arcos, balcones y terrazas, en la actualidad reconvertidos en museos y galerías de arte.




En su lado noroeste ocupando el extremo más alto, en la calle Simón Bolívar, se encuentra la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad, también como Parroquial Mayor y la excepción a la arquitectura autóctona que rodea a la plaza. Uno de los mayores de una iglesia católica muy presente en la sociedad cubana, que fue y es su valor espiritual desde el inicio de la colonización por los españoles. Cuenta con una peculiar historia de derrumbes y resurgimientos, sufrió los embates de ciclones y tormentas, así como los ataques de corsarios y piratas, pero fue remodelándose hasta lo que es hoy, una de las iglesias más grandes y antiguas del país.

Iglesia Mayor de Santísima Trinidad, en Trinidad.




Consagrada en 1892, está distribuido en cinco naves, la central cubierta con bóveda de cañón cruzada por arcos en ojiva, y las laterales por bóvedas en aristas, albergando un total de seis capillas con once llamativos altares. Realizados en maderas preciosas del país en estilo neogótico, realizados por el fraile dominico y párroco Amadeo Fiogere ayudado por carpinteros trinitarios, que empleo su fortuna personal en donar muchas de las imágenes en ellos existentes. Siendo el de mayor valor artístico es el altar mayor, una masa de chapiteles y aguafuertes realizadas en maderas finas por el fraile dominico Lucas Zeffetay, todo un maravilloso alarde de ebanistería, que refleja la fachada en miniatura de una catedral de estilo gótica.




A su derecha deslumbra el suntuoso palacio de la familia española Brunet, construcción iniciada en 1740, con su fachada con grandes arcos sobre pilares que dan forma al portal, pavimento de mármol de Carrara y balcones volados con reja de hierro decorada, en su interior en el que destaca el patio andaluz -considerado en su momento el más bello de la isla-, sus techos de madera y las pinturas murales en sus paredes.

Museo Romántico, palacio y lujoso museo colonial trinitario.




Después de diferentes usos desde el 26 de mayo de 1974 acoge el museo Romántico, uno de los referentes en la isla, que exhibe la exquisita decoración y la colección más valiosa de mobiliario característico de las familias adineradas de la etapa de oro trinitaria, compuesta por una amplia muestra de muebles y artes decorativas de la etapa del romanticismo europeo del siglo XIX extendido a América.




En el otro extremo de la plaza luce la casa datada en 1735 de los Sánchez Iznaga, con su llamativa combinación cromática azul y blanca, vistoso correo y ventanales. Junto con la adyacente de 1738 en la actualidad acogen el “Museo de arquitectura colonial”, que salvaguarda objetos, obras pictóricas y documentos de los diferentes períodos históricos de los siglos XVIII y XIX.




Por su parte el palacio Ortiz, construido sobre la primigenia casa en la que vivió Hernán Cortés antes de embarcarse en 1518 con sus hombres a la conquista de Méjico, alberga una galería de arte en sus inicios y que complementa con recuerdos turísticos.




El puzle monumental y museístico lo completa la casa Padrón, del siglo XVIII, que alberga el museo de arqueología, dedicado básicamente a la época precolombina en la cercana sierra de Escambray y una parte a la época colonial.





Historia y monumentalidad que hace de la plaza Mayor trinitaria visita obligada a una de las ciudades coloniales mejor conservadas del continente americano, que visite en noviembre de 2024 con motivo de la celebración en Cuba del XXV Congreso internacional de Fepet.




 

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