Humilde, pero muy sabroso palto, imprescindible en los hogares cubanos.
La actual Cuba es el perfecto mestizaje de la época pre colonial, colonial y postcolonial, marcado por las herencias dejadas por taínos, españoles y otros europeos, africanos y en menor medida asiáticos. Todo en la conocida como “Perla del Caribe” está impregnada de esa amalgama muy presente en su cultura, etnografía, tradiciones y costumbres. Y, por ende, también en su gastronomía.
Herencia y mezcla de más de cinco siglos
de historia compartida en gran medida con sus vecinas islas caribeñas, de la
que da fe el “Congrí”, por su masivo consumo en Santo Domingo, Puerto Rico,
Haití o Bahamas con ligeras modificaciones. El plato más popular e
imprescindible en los hogares cubanos, que no sólo se consume como plato
principal sino que está omnipresente en casi todas las guarniciones, demandado
y degustado por los visitantes.
La gastronomía cubana, amalgama cultural.
Elaboración que refleja el arraigo gastronómico con la historia y costumbres, y como cada plato detrás de él se encuentran historias, alguna leyenda y hasta denominaciones diferentes. Sobre su nombre, un gran número de estudiosos ubican una procedencia con origen africano, haitiano o a declinaciones africanas y francesas, con las palabras Congo y Ri-Riz-Rice como base, por su significado de frijoles y arroz. Y es que el plato no tiene más secreta que la sabia combinación de frijoles y arroz, que no arroz y frijoles.
En cuanto al inicio de su elaboración no
se duda de es fruto la interrelación de los conquistadores, con los nativos y
los esclavos africanos. La leguminosa era conocida y consumida por los pueblos
indoamericanos, los españoles introdujeron en el continente el arroz, que ya
era conocido por los pueblos africanos. Si a ello se suma que por su abundancia
era muy utilizado en la alimentación diaria de los esclavos, y que por su sabia
mezcla de sabores rápidamente caló en sus amos y resto de población, es
entendible que haya transcendido a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un
símbolo de la identidad gastronómica cubana.
Muy rico nutricionalmente, combina las
propiedades proteicas y nutritivas de dos vegetales, que unidos generan un
completo alimento por sí solo sin necesidad de acompañamiento. Lo que entiende
bien el pueblo cubano, que lo ingiere como plato principal, sin que por ello lo
deja de utilizar como complemento de otros muchos platos. Y es que para muchos cubanos forma parte de su
ADN.
A pesar de las transformaciones que su
preparación ha experimentado a lo largo del tiempo y su adaptación a nuevas
tendencias culinarias, ha guardado su autenticidad y esencia contribuyendo a
mantener vivo la tradición de su consumo como un legado único de la cocina
afrocaribeña española.
Elaboración básica que no requiere grandes
conocimientos culinarios, pero que si en función de en qué zona o región de la
isla se consuma o el punto de maduración de los frijoles, o el acompañamiento
en su preparación, puede variar.
Sus principales del congrí
son el arroz y los frijoles, a los que se pueden sumar cebolla, ajo, ají y
alguna especie, pero también sofrito el arroz con un poco de grasa de cerdo, o
con el añadido de trocitos de carne de cerdo y chicharrones. En el que la
maduración del frijol puede modificar la receta, si está tierno se suele
cocinar con el arroz y si es está seco se le deja remojar la noche anterior,
antes de elaborarlos conjuntamente. Todo ello con el objetivo de que el fin
final sea suave, desgranado y sabroso.
Esta joya gastronómica,
que exhala aires caribeños en profundas raíces afro hispanas, está tan
enclavado en la cultura cubana, que durante la guerra de la independencia a
finales del siglo diecinueve era demandado como “voluntarios y bomberos” en
lugar de su nombre, aludiendo a que los voluntarios eran blancos y los bomberos
todos negros.
Plato que tiene un primo hermano, también
muy enclavado en la historia y gastronomía cubana, los “Moros y Cristianos”,
diferenciados en que los frijoles utilizados son negros y estos y el arroz se
elaboran por separado.
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se entrelazan en cada bocado”. Fernando Ortiz Fernández (1881-1969) etnólogo y
antropólogo cubano.
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