Tanto la Catedral como los cuatro palacios que la complementan son de ese estilo y construidos en el siglo dieciocho.
Con el nombre de San Cristóbal de la Habana se fundó la sexta villa por los españoles en Cuba en 1514, que en 1592 pasó a ser ciudad y a ostentar la capitalidad de la nación por la decisión del rey Felipe II, cuyo germen primigenio y el que se hallaba en el interior amurallado constituye en la actualidad el barrio de la Habana Vieja.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, en él se mezclan con armonía cuatro siglos con una gran diversidad arquitectónica y un diseño urbanístico repleto de recuerdos de su historia como nación heterogénea. En el conviven un mosaico de sólidas fortalezas, históricas y ajardinadas plazas con edificaciones desvencijados con otros reformados transmitiendo la esencia histórica y cosmopolita que la hacen única.
Abarcando una superficie de poco más de
cinco kilómetros cuadrados, con el frontal de la bahía, aún perviven restos de
las murallas que protegieron el recinto militar defensivo, acoge el mayor
número de monumentos de la ciudad. En la que las fortalezas defensivas y sus
estrechas calles cobijan plazas adoquinadas, mansiones coloniales e iglesias,
hacen de él uno de los centros urbanos coloniales más completos de América.
A diferencia de estos su desarrollo no se
hizo en torno a una plaza, sino a cuatro. La de Armas, centro militar y
defensivo; la religiosa de la Catedral; la comercial urbana plaza Vieja y la
comercial de ultramar de San Francisco de Asís.
La de la Catedral es la más uniforme, la última en formarse, y el mejor escenario para visualizar el barroco cubano. Con viviendas desde el siglo XVI de esa época viene su nombre de la Ciénaga, al llegar las aguas de la ciudad y del mar, a la que la “zanja real” el canal que surtió de agua a la ciudad entre 1585 y 1835 y que desaguaba en el actual callejón del Chorro, pegado a ella.
Con las obras de construcción de los alrededores
la zona se desecó y fue el lugar de asentamiento de familias adineradas que en
ella construyeron sus mansiones que han llegado hasta nuestros días, los
palacios de los marqueses de Arcos y Aguas Claras, y las de los condes de casa
Bayona y Lombillo. Tomando la plaza el nombre de la Catedral, cuando la iglesia
que la preside adquirió el rango en 1788.
La Catedral bajo la advocación de la
Virgen María de la Concepción, remonta su origen a 1748, al ocupar ese lugar el
oratorio de la Compañía de Jesús y posteriormente en 1755 la capilla de Nuestra
Señora de Loreto, que en 1772 paso a ser la iglesia parroquial y ya en 1788 a Catedra
cuando La Habana se convirtió en diócesis, la segunda de Cuba.
De estilo barroco de la corriente toscana
por sus dos torres, de inspiración cubana, su achatamiento responde a un estilo
muy típico isleño que prefiere desarrollar los edificios más en anchura que en
altura. Con forma de rectángulo y tres naves prácticamente cuadradas que
albergan ocho capillas laterales divididas por gruesos pilares. En la central
estuvo el monumento funerario con los restos de Cristóbal Colón, traídos de
Santo Domingo en 1795 y que allí permanecieron hasta la independencia de España
en 1898, en el que fueron trasladados a la Catedral de Sevilla.
Situado enfrente de él el palacio de los
condes de Bayona es el edificio más antiguo de la plaza, en la entonces
denominada de la Ciénaga. Mansión rehabilitada en 1720 por el entonces
gobernador de Cuba, Luis Bayón y Chacón, el primer conde de la casa Bayona. A
finales del siglo XIX fue sede del colegio de Notarios, posteriormente de un
diario y de una empresa de ron nacionalizada, para albergar desde 1969 el museo
de Arte Colonial.
Como tal acoge una colección de mobiliario,
porcelanas y otros objetos decorativos aristocráticos de los siglos XVII al
XIX. Siendo lo más interesante los elementos constructivos del palacio, su
patio de estilo clásico, su artesano de maderas preciosas, su suelo de mármol y
sus vidrieras y puntos de luz.
En la esquina sudeste de la plaza, con
fachada también por la calle Mercaderes, luce el palacio del marqués de Arcos.
Construido en 1741 por Ignacio de Peñalver y Cárdenas, quien fuera un
distinguido defensor de la corona española durante la invasión inglesa, por lo
que obtuvo el marquesado en 1742. Residencia familiar hasta principios del
siglo XIX, luego sede de la Real Casa de Correos, de la que queda como muestra
un llamativo buzón, del Liceo artístico y literario y en la actualidad acoge el
Taller experimental de grabados.
Considerado una de las joyas del barroco
cubano y de la arquitectura residencial, en su interior destaca su escalera
italiana y exteriormente destaca por sus balcones de rica rejería y sus
vidrieras, así como por sus arcos de columnas dóricas, siendo lo más destacado
de su interior.
Emplazado en el lado oeste, el palacio de
los marqueses de Aguas Claras. Construido en 1775 por Antonio Ponce de Léon, el
primer marqués, considerada la construcción más sofisticada de la plaza. En
cuyo interior destaca su patio andaluz con tonos verdes y su fuente central,
rodeado de arcos con columnas y portales. Fue sede del banco Industrial antes
de la Revolución, posteriormente café París y actualmente restaurante El Patio.
Pegado a él se encuentra la antigua casa
de Baños, actual tienda de arte, construida a finales del siglo XIX sobre una
cisterna de 1587, en cuya esquina se encuentra la pequeña fuente del callejón
del Chorro.
El conjunto barroco se completa con el
palacio o casa de Lombillo. Edificada en 1741 para rica familia hacendada
azucarera Pedroso y Florencia, cuyos descendientes recibieron el título de
condes en 1841. Albergó la escuela municipal de música, la secretaría de
Defensa Nacional, el Archivo histórico municipal, la Biblioteca histórica y
actualmente es la sede de la oficina del Historiador de la Habana Vieja.
En su exterior luce la estilizada
escultura del coreógrafo y bailarín flamenco español Antonio Gades. Colocada en
mayo de 2007, tres años más tarde de su fallecimiento. Realizada en bronce a
tamaño natural, obra del escultor José Villa Soberón.
Monumental plaza en la que es habitual encontrar santeras y santeros, que predicen el futuro a través de sus cartas ataviados con sus hábitos y fumándose un puro. Y que tuve ocasión de visitar en noviembre de 2024 con motivo de la celebración en Cuba del XXV Congreso internacional de Fepet.
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