sábado, 13 de junio de 2020

Los Hamer, la tribu coqueta y polígama del sur etíope.

Polígamos, los jóvenes para ser considerados hombres deben de superar la ceremonia del “salto del toro”, en la que mujeres solicitan ser azotadas. 

La actual República Democrática Federal de Etiopía, está dividida en tres Ciudades Autónomas y ocho Estados, entre uno de ellos es el Estado de las Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur. Su extensión total es de 118.050 kilómetros cuadrados, equivalente al 10,41 % del total nacional, y su capital es Awasa.
Como bien dice su nombre, al Estado se le dio una denominación genérica para englobar una amalgama de pueblos, etnias y tribus, en el que conviven alrededor de 45 grupos étnicos-lingüísticos, asentados en el sur y en el suroeste etíope que limitan con Kenia y Sudán del Sur.
El río Omo, nace al suroeste de la capital nacional, Addis Abeba, y recorre 960 kilómetros hasta desembocar en el amplio delta fluvial del lago Turkana, lindante con Kenia. Su valle inferior, el de la desembocadura, ha sido encrucijada durante miles de años de grupos étnicos de diversas culturas que emigraron a esa región, muchos de ellos aún allí asentados. Tribus semi nómadas dedicadas, por lo general, a la agricultura y al pastoreo. Considerado cuna de la humanidad al ser descubiertos en él los restos de los considerados abuelos del hombre moderno, los homínidos que ya lo habitaban hace más de 3500 años. 
En el tramo final se encuentra la mayor reserva natural de Etiopía, el Parque Nacional del Omo, que complementa el Parque Nacional de monte Mago, ambos delimitados por el río. Al este del río, al sudoeste del Mago y al norte del lago Turkana, es dónde está asentada una de las tribus más tradicionales y conocidas del país, los Hamer.





Su censo poblacional es de los más numerosos de la región, estimado en el año 2020 es de 75.000 personas, que habitan más de 80 poblados que ocupan una extensión de poco más de 5.000 kilómetros cuadrados, situados entre los 500 y 2000 metros de altitud.




Poblados que están asentados principalmente en los alrededores de las pequeñas ciudades de Turmi y Dimeka, donde se celebran sus mercados semanales en los que se reúnen y comercializan con otras tribus de los alrededores, como los Karo y los Dassanech, con los que tienen muchos puntos en común.





Los Hamer son polígamos, están bien vistas las relaciones sexuales, la fidelidad estricta sólo comienza con el matrimonio, y los matrimonios son entre miembros de su misma tribu, no estando obligados a hacerlo de muy jóvenes, y suelen ser por elección propia. Religiosamente compaginan sus creencias paganas tradicionales animalistas con principios del Islam.





Sin organización social definida, cada aldea es independiente, y las decisiones sobre las mismas recaen en los hombres casados, que forman la “donza”, que son los encargados de tomar las decisiones en cada momento más conveniente para todos ellos.






Semi nómadas, su economía está basada en la agricultura y en la ganadería, tareas perfectamente diferenciadas, con menor peso de la caza, antaño su principal sustento.






Los hombres aran, pastorean el diferente ganado, habitualmente vacas, cabras y ovejas, y atienden las colmenas, que colocan en las ramas de las acacias. 






Las mujeres son las responsables de las casas, los niños y de la traída de agua, así como de los cultivos, siendo los más comunes los de sorgo, aunque también cultivan maíz, legumbres, verduras, tabaco y algodón. Mientras los niños ayudan en el campo y el pastoreo a partir de los ocho años.





Su estética no sólo es muy cuidada, sino que los convierten en una de las etnias más peculiares. Calificados como la tribu más hermosa de África, los Hamer son coquetos por naturaleza. Tanto por sus marcas corporales, como por sus coloridas pinturas, ropaje, abalorios y otros elementos decorativos y peinados, cuyas combinaciones marcan su estatus social, a la vez que diferencian a guerreros, cazadores o mujeres principales.






En los peinados de los hombres, es común el uso de casquetes de cuero y barro de varios colores y plumas de animales, que escenifican que han matado a algún enemigo o animal salvaje. Hecho este muy valorado y que todo hombre debe de hacer en algún momento de su vida.







En las mujeres es de gran consistencia, al estar impregnado de barro ocre y rojizo, mantequilla y otras grasas animales, fijando luego sus trenzas con resina. En el caso de estar casadas peinan hacia delante sus trenzas, mientras que las solteras lo hacen hacia atrás dejando despejada su frente.





Los hombres adornan sus cuerpos con escarificaciones, que realizan con objetos punzante y que rellenan con preparados especiales de tierra y otros elementos, que dan fe de su hombría, muestra de que han acabado con la vida de algún enemigo humano o animal salvaje.







Mientras que las mujeres tienen las marcas causadas en los ritos del paso de la pubertad a la madurez, la ceremonia del salto del toro, dónde solicitan y obligan a los chicos a darles fustigarlas y darles latigazos con finas varas.






En su indumentaria los hombres usan habitualmente en los últimos años prendas occidentales. Especialmente los más jóvenes, siendo muy habitual el uso de camisetas de equipos de fútbol de fama mundial.







Mientras que las mujeres usan túnicas o petos de piel de animales,  habitualmente de cabra, sujetos con enormes collares que les cuelgan del cuello. El uso de coloridos abalorios y otros similares está muy extendido, al igual que los collares.





Estos últimos informan sobre su estado civil, y la posición que tienen en el rango como mujeres. Las solteras suelen lucir collares y ornamentos llamativos de colores, mientras que las casadas utilizan collares de metal, que marcan el rango familiar y que va a depender del estatus social del marido. 





El de la primera esposa, que lleva el peso de la familia, de la economía y participa en todas las decisiones, es de metal y cuero con una protuberancia en forma de falo truncado en su parte delantera; mientras que las de la segunda, tercera o cuarta solo son de metal.




El acontecimiento social más celebrado por los Hamer, y uno de sus características diferenciadoras, es la ceremonia del llamado Ukuli Bula -el salto del toro-, ritual este que también tienen otras tribus vecinas, como los Banna, Bashada o Karo.







La compleja ceremonia es el ritual de iniciación de los jóvenes, el paso de la pubertad a la edad adulta, el que permite ser miembro de pleno derecho en la jerarquía social de la tribu, el que lo capacita para poseer ganado, casarse y tener hijos.






Ceremonia que comienza un mes antes y concluye al mes siguiente del gran día. Durante el mes previo sólo se puede alimentar de leche, sangre y miel, y se entrena con obstáculos que pueden ser similares, pero nunca vacas. Superada la prueba, debe de estar otro mes en soledad en el campo, defendiéndose de los peligros y alimentándose como pueda. Sólo entonces queda probada su hombría y será un ciudadano maduro.






El momento y lugar del ritual lo determinan los padres, que suele coincidir con el acabado de las labores de la cosecha. Momento en el que el joven va a las aldeas colindantes a invitar a todos al evento. La selección de las vacas, un mínimo de seis, la realizan los ancianos de la aldea de tal manera que el tamaño sea muy similar.







Las grandes animadoras de la ceremonia son las mujeres. Las jóvenes casaderas, con sus mejores galas, las espadas desnudas y unos grandes cascabeles en la cintura y por debajo de las rodillas, danzan y provocan a jóvenes que han superado ya la prueba, solicitándoles que les azoten con las varas finas que ellos llevan. Con esa petición demuestran su valor y fortaleza física, haciéndose así merecedoras del amor del joven, que requiere que sus mujeres sean fuertes. Cuantas más cicatrices tenga, más respetada será.




En la prueba el aspirante, totalmente desnudo y rasurado, debe de saltar  sobre la primera y correr hasta cuatro veces por la hilera de al menos seis vacas, en sentidos de ida y vuelta. Si se cae lo podrá intentar otras dos veces. Si no lo consigue  será considerado un símbolo de mala suerte, que conlleva la frustración de las chicas que suelen increparlo y repetir todo el proceso al año siguiente.




Los Hamer tienen además otra cruel tradición. La de sacrificar a recién nacidos si son consideran que son malditos, como por ejemplo ocurre cuando la madre aún no está casada y desconoce quién es el padre, o en el caso de que nazcan gemelos. La forma es igual de cruel, no dudan en arrojarlos vivos al río, arrojarlos a las hienas o asfixiarlos en arena.





Tradición basada en que la tribu es un grupo, una "manada" dónde importa lo colectivo y no lo individual, y no se tolera elementos considerados malditos, que puedan acarrear consecuencias negativas.




Con motivo del viaje realizado a Etiopía en febrero de 2020, hemos tenido la posibilidad de visitar una aldea Hamer. En concreto el visitado fue uno de nombre Logio. Y que complementa la visita realizada por la mañana a sus vecinos, los Mursis.






El protocolo a realizar es el mismo que las otras efectuadas. Las hay que programar previamente contratando un interlocutor ante ellos, y abonar 200 birr por cada cámara fotográfica o teléfono en su defecto, lo que permite inmortalizar todo lo que se desee. Es decir nada nuevo.






La visita confirmó todos los antecedentes leídos previamente y escuchados a nuestro eficiente guía. Los Hamer son los que más cuidan su imagen, son los coquetos de las etnias y tribus del gran Sur etíope, aprovechan al máximo lo que la naturaleza les da para mostrar una imagen cuidada y diferenciadora del resto de sus vecinos, que en muchas ocasiones son su envidia.






La diferencia entre hombres y mujeres es manifiesta, siendo la altura media de ambos considerable. Los hombres son más fibrosos y delgados. 





Hombres que siempre van de un sitio a otro con su "borkota", los pequeños taburetes de madera que utilizan tanto para sentarse como para apoyar la cabeza.





Mientras que ellas tienen cuerpos fornidos, desbordan energía, con una piel tersa de un negro intenso, en la que resaltan las enormes cicatrices y bultos de sus espaldas, orgulloso fruto del azotamiento recibido durante las ceremonias del salto del toro. Ver para creer. Sobran comentarios.






El protagonismo, y creo que además son mayoritarias, es para las mujeres. Ellas y los niños fueron las que acudieron a nuestro encuentro para fotografiarse, mientras que los pocos hombres visibles permanecían sentados tranquilamente observando el espectáculo de los farengei ávidos de inmortalizar todo lo que se movía en el entorno. 





No sé si es porque algunos de los hombres y jóvenes no había llegado aún de sus labores de pastoreo, o que la supremacía numérica de las mujeres es real, me dio la impresión que superan en mucho a los hombres.






La estructura del poblado sigue los cánones de sus vecinos, aunque con chozas más voluminosas y el espacio vallado. Estructuras circulares de unos tres metros de alto, aproximadamente, cuyas paredes son palos verticales muy pegados entre sí, siendo los tejados de pajas y otros elementos del entorno superpuestos entre sí. Dan una imagen de consistencia, y el entorno está vallado con un cierre de palos enramados, lo que le da al poblado una cierta privacidad.






Como en el resto de poblados, este cuenta con un altísimo número de niños, que ya aprenden la lección de supervivencia a costa del turista a la vez que aprenden a andar. 




Es llamativo el sentido familiar que tienen desde que nacen, y como los hermanos protegen o más bien se hacen cargo de sus menores.


          



Niños cariñosos, de sonrisa fácil y agradecida, encantados de recibir todo aquello que les pueda caer de los visitantes.




Como fue el caso del niño al que Estela le dio su pulsará de tela de su San Antoniu de Cangues, que lució orgulloso.



Como curiosidad, me ha llamado altamente la atención la existencia de un tobogán y la estructura de un columpio en el poblado. Algo que no habíamos visto hasta ese momento, ni en los poblados, ni siquiera en las poblaciones de referencia, solamente en nuestra visita a Mulu Maternidad. Si fue sorprendente para nosotros, no quiero pensar en que fue para ellos cuando lo colocaron.







Otra curiosidad, y diferencial con respecto a sus vecinos, es que en ningún momento intentaron realizar venta alguna de las elaboraciones de artesanía, que suponga realizan, algo que dimos por hecho que pasaba en todos los poblados que se visitaban. Ni tampoco nos deleitaron con sus bailes y canciones. Solo se juntaron y posaron, aunque con miradas frías e indiferentes. Sin duda tienen la lección bien aprendida.





Ya de camino al hotel dónde nos alojaríamos en Turmi, en un día en que habíamos visitado a las dos tribus, posiblemente de referencia, y más numerosas del valle, los Hamer y los Mursis, uno hace se va con sensaciones agridulces. 






Satisfacción por realizar un visita que permanecerá en mi retina mucho tiempo. Que me ha permitido un retroceso en el tiempo,  a uno que poco difiere -salvo por algún signo externo- de hace muchos, muchos siglos, un viaje a la África salvaje. 







Poder comprobar la paradoja que la cuna de la humanidad sigue casi anclada en un pasado difícil de imaginar. En una Etiopía que aquí tiene su segunda cara, la que vive de espaldas al mundo, dónde las costumbres y tradiciones permanecen inmutables desde hace muchos siglos, que bien se podría considerar un "paraíso envenenado".





Sentirme privilegiado por visionar algo que dudo sea posible a muy corto plazo, y ello sin considerar que no hemos visionado la ceremonia del "salto del toro", circunstancia que algunos viajeros si lo han podido hacer.




Pero irme con la convicción de que las etnias y tribus que habitan el valle bajo del río Omo lo único que tienen es pasado, dónde están anclados. 









Y que las generaciones más jóvenes no van a tener una vida diferente a la de sus padres, en una tierra áspera y árida, en la que la miseria y la pobreza distorsiona los sentidos, aunque ellos posiblemente no sean conscientes del infierno en que viven. 








O la tendrán aún peor, ya que van camino -sino lo son ya- de ser parques temáticos humanos, de ser meros especímenes objeto de ser fotografiados con su consentimiento, a cambios de unos dineros que les permiten sobrevivir sin necesidad de hacer los desagradables trabajos ancestrales de sus progenitores. El dinero fácil está cambiando sus costumbres, aunque uno piense que no sabe que puede ser mejor.







MÁS INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. ARTÍCULOS SOBRE ETIOPÍA.
Viajes Dendecagüelu.


WEB ONG: AYME (AYUDAMOS A MAMA EN ETIOPÍA:  www.aymeong.es
** Dirección: C / Barcelona, 6, 5º D. 28940 Fuenlabrada. Madrid.
     Presidenta: Yeshi Beyene Hagos. Teléfono: 669-750-383.
     Vicepresidente: Diego Caballo Ardila. Teléfono: 616-470-139.
     Correo electrónico: ayme.ongd@gmail.com            
** Enlace vídeo de la creación de AYME:

** Guía en Etiopía: Eshetu Fanta. Email: salvavidas.fanta@gmail.com Teléfono: +251 911603107



“Y en el sur ¡no hay nada! ¡Nada está previsto! El sur ofrece el aspecto de un marasmo, enfangado, desarrapado, negro de moscas”. Un confidente a Ryszard Kapunscinki (1932 -), escritor polaco, en su libro “El emperador”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario