lunes, 11 de mayo de 2020

Bahar Dar, confluencia de naturaleza, historia y modernidad.

Auna ser una de las capitales históricas con ser la ciudad más moderna del país, situada a las orillas del lago Tana, es uno de los principales destinos turísticos etíopes.


Bahar Dar, situada a una altitud de 1840 metros, con una población que ronda los 500.000 personas, es la tercera ciudad más poblada del país y la capital administrativa de Amara, uno de los ocho Estados en que se vértebra la actual Etiopia. Su lengua es el aramiña y los cristianos coptos son mayoría en una población que pertenece mayoritariamente a la etnia amara.








Situada a 563 kilómetros al noroeste de Addis Abeba, la capital nacional, en el extremo sur del lago Tana, de ahí que su nombre traducido sea “a la orilla del mar”. Es una de las ciudades más importantes etíopes. A su pasado histórico se suma su actividad comercial, su modernidad y ser uno de los principales destino turísticos.







Amara en general, y Bahar Dar en particular, son la base histórica sobre la que se consolido la unidad de Etiopía, desarrollada durante la época imperial, al ser la zona elegida por los emperadores para establecer en ella su corte entre los siglos XV y XIX, especialmente durante el reinado de Amde Zion I (1312-42). Quien luchó contra los ataques de los musulmanes, declaró el cristianismo religión oficial del reino, propagó el mismo por el resto de regiones y propició la fundacion los monasterios del lago Tana y sus alrededores.









La relación imperial con la ciudad continuó hasta 1995, con el derrocamiento de Haile Selassie, dónde el emperador disponía de un palacio.








En la actualidad es una de las ciudades más bonitas y ordenadas urbanísticamente del país, sino la que más. 






Es limpia, próspera, con amplias avenidas franqueadas de palmeras, jardines tropicales y de gran actividad comercial. Poco que ver con otras muchas ciudades etíopes.






Su privilegiada ubicación la han convertido en referencia turística, lo que ha permitido el desarrollo de infraestructuras de primer nivel nacional. Es el lugar ideal para hacer base y realizar desde ella las visitas a los encantos naturales e históricos de su entorno.






Arquitectónicamente no dispone de ninguna edificación de referencia, siendo quizá la más llamativa la iglesia copta de San Jorge, edificada a principios del siglo XX. En cuyo recinto cerrado se encuentra, también,  una escuela religiosa y un cementerio.







Sin moverse de la ciudad, el visitante puede disfrutar del paradisiaco lago Tana, el más grande del país, y el décimo del continente africano,  con 85 kilómetros de largo por 65 de ancho, una superficie de 3600 kilómetros cuadrados y una profundidad máxima de 14 metros.
Lago Tana, el mar interior y espiritual de Etiopía.








Paraíso faunística, cuenta con la declaración de Reserva de la Biosfera por la Unesco desde 2015. Está habitado por una gran variedad de peces, incluidas 21 especies autóctonas, y por una rica y variada fauna de mamíferos y por más de 300 tipos de aves acuáticos, favorecido por su ubicación, encrucijada migratoria de África, Asia y Europa.






Auténtico mar interior de agua dulce, en un país sin mar, cuenta con cerca de cuatro decenas de islas e islotes, algunas no habitadas, cuyo número exacto varía según el nivel del lago y las diferentes interpretaciones de geógrafos, y en sus orillas se encuentran las penínsulas de Górgora, Mendabba y Zeghe.







Con una curiosa forma de corazón, en él confluyen aguas de más de 60 ríos. Y en él se encuentran las “fuentes del Nilo Azul”, dónde nace el río que desde allí recorre un total de 1606 kilómetros por territorio etíope y sudanés antes de unirse en Jartun al Nilo Blanco, formando el segundo río más largo del mundo, con un recorrido total de 6853 kilómetros.






A poco más de 2 kilómetros del centro de la ciudad, se encuentra el puente del Nilo Azul, que salva el río que nace apenas a 500 metros del mismo, desde el que son visibles sus fuentes.







Más allá del puente en dirección a otro de los reclamos de la ciudad, la colina de Bazawit, se divisan excelsas vistas de la ciudad y su entorno, y en ella se encuentra el palacio imperial de Haile Selassie construido en 1960, aunque no es visitable.





Las islas y penínsulas del Tana albergan más de 20 templos y monasterios, fundadas por ermitaños cristianos, levantados desde mediados del siglo trece a principios del catorce, considerados únicos en el mundo. 
Los monasterios coptos en la península de Zeghe, en Etíopia.





Por su aislamiento geográfico y su difícil acceso, estos monasterios sirvieron de refugio en el siglo XIV en el que el caudillo musulmán Ahmed Ibn Ibrahin Ghazi, el zurdo, invadió el país, siendo derrotado en 1543 en Wrine Dega, cerca del lago.






Prácticamente todos, aunque la conservación de algunos no es la más apropiada, están habitados por monjes, e incluso algunos por monjas. Unos no son visitables, y en otros no está permitida la entrada a mujeres.






Suelen ser de planta circular e interior en forma de cubo, construidas con argamasa de barro y paja, y techo de paja de teff, el cereal endémico de la región. 






Cuyos interiores guardan impresionantes pinturas, así como diferentes reliquias monásticas, manuscritos y libros de la época de su fundación. E incluso algunos albergan tumbas de emperadores etíopes.






Ellos fueron los depositarios de objetos de valor procedentes de templos y palacios de otras zonas etíopes, durante las diferentes guerras civiles y externas acontecidas en el país, lo que explica la existencia de cruces, coronas y otras joyas en parte de ellos. Aunque los diferentes saqueos han mermado su número.





De inmenso interés histórico y cultural, se cree que ellos fueron los intercomunicadores de Etiopía con el mundo exterior, en concreto con los antiguos egipcios y griegos. Estos últimos denominaban al lago la “joya de Etiopía” y “el lago teñido de cobre.






Bahar Dar, es junto con Górgora, las dos ciudades con mejor comunicación para visitarlos. Desde ella se accede a la península de Zeghe, compuesta por un denso bosque tropical, principalmente de café, la planta endémica del país dónde fue descubierta, en el que se encuentran siete de los monasterios.
El café en Etiopía. Leyenda, rito, ceremonia y hospitalidad.






Tanto en la península, como en la misma ciudad y navegando por el lago, las tanqwas son uno de los atractivos que llaman la atención al visitante. Embarcaciones que lo surcan desde tiempos inmemorables, construidas manualmente con papiro, bambú y cuerdas en un solo día, y cuya vida útil es de dos a tres semanas, que son utilizadas por los nativos y sacerdotes para sus desplazamientos y para pescar.
Tankwas, las embarcaciones etíopes de papiro.






El otro gran reclamo turístico de su entorno, son las cataratas del Nilo Azul, las Tis Abay, situadas en el entorno del poblado de mismo nombre, a 32 kilómetros de la ciudad.
Cataratas del río Nilo Azul, en Etiopía.





Para acceder a ellas es necesario cruzarlo a través de dos puentes, el primero del “Puente portugués”, cargado de historia y de enorme importancia. De una longitud de setenta metros y compuesto por ocho arcos, construido por portugueses en el siglo XVI, pasa por ser el primer puente de piedra en construirse en la historia de Etiopía, y uno de los dos por los que se podía cruzar el río en suelo etiope hasta finales del siglo XX.
Puente de los portugueses sobre el Nilo Azul,  el primero en piedra de Etiopía.





Su construcción fue realizada por los portugueses y sus descendientes que llegaron al país por petición del entonces emperador Lebna Dengel, para ayudarle en su lucha contra el invasor árabe Ahmed Ibn Ibrahin Ghazi, al que derrotaron finalmente el 22 de febrero de 1543 en Wrine Dega, en las cercanías del cercano lago Tana.






Y el segundo, uno colgante que denominan de los "escoceses", al ser realizado por personas de ese país.





Las cataratas son una auténtica maravilla de la naturaleza, de las más espectaculares de todo el continente,  a pesar de que la construcción de una central hidroeléctrica en sus cercanías le resta vistosidad, al disminuirle el caudal del río.






Conocidas en lengua amariña como Tis Abay –el Nilo que humea- o como Tis Isat –fuego que humea-, están formadas en una meseta con una espectacular cortada de 400 metros de ancho y 45 metros de alto, por dónde discurre el río.





Su espectacularidad, el ruido, la fuerza y el agua vaporizada que provoca el agua en su caída, es todo un prodigio de la naturaleza, comparable en África solamente de la de las cataratas Victoria del río Zambeze. Según se afirma en escritos por los que las han visto en época de lluvias y con abundante traída de agua.






El primer europeo que documenta la existencia de las “fuentes del Nilo” en el lago Tana, dónde nace, y posteriormente las cataratas, fue el jesuita español Pedro Páez. El misionero madrileño, que no portugués, que dedico su vida a la evangelización de los etíopes consiguiendo que dos emperadores y por ende el país se convirtiera al catolicismo durante unos años.










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“Bahar Dar, tendida a orillas del sur del lago Tana, más que una ciudad parece un jardín, y pese a la miseria que atenaza los barrios del interior de la urbe, resulta, en cierto modo, una ciudad altiva, a causa tal vez de la hermosura que le concede una naturaleza portentosa. Javier Reverte

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