El Estado regional de las
Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur, es uno de los ocho en los que
junto con tres ciudades autónomas, está
dividida la República Democrática Federal de Etiopía, cuya superficie total es de 1.133.000 kilómetros cuadrados, superando las de España y Francia juntas, por ejemplo.
Su extensión es de 118.050
kilómetros cuadrados, cuenta con una población superior a los 14.000.000
habitantes, su altitud va de los 500 a los 4500 metros, y su capital es Awasa. Multiétnico, su nombre es una combinación genérica para definir a la amalgama de etnias y poblados del sur y suroeste etíope, limitrofe con Kenia y Sudán. En él conviven alrededor de 45 grupos étnicos-lingüísticos, de los cuales ninguno llega al 20 % de su población.
A ella pertenece el distrito de Konso, también conocido como Karati, que cuenta con una extensión de 55 kilómetros cuadrados y una población que apenas supera los 380.000 habitantes, que hablan un idioma afro-asiático, llamado como el distrito y la etnia que en él habita. Ubicado en un altiplano, a 1650 metros de altitud, en la ribera del río Sagan, a 55 kilómetros al sur del lago Chamo, entre las ciudades de Arba Minch y de Yabelo, y considerado casi como una frontera del valle del Omo.
A ella pertenece el distrito de Konso, también conocido como Karati, que cuenta con una extensión de 55 kilómetros cuadrados y una población que apenas supera los 380.000 habitantes, que hablan un idioma afro-asiático, llamado como el distrito y la etnia que en él habita. Ubicado en un altiplano, a 1650 metros de altitud, en la ribera del río Sagan, a 55 kilómetros al sur del lago Chamo, entre las ciudades de Arba Minch y de Yabelo, y considerado casi como una frontera del valle del Omo.
El distrito cuenta desde 2011 con
la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, uno de los nueve
con los que cuenta el país, en reconocimiento a que “constituye un ejemplo espectacular de una tradición cultural viva desde
hace más de 400 años, adaptada a un ambiente seco y hostil, en el que el
paisaje demuestra los valores comunes, cohesión social y conocimiento de
ingeniería de sus comunidades; así como sus tradiciones funerarias, en base a
estatuas antropomórficas de madera, agrupadas para representar a miembros
respetables de las comunidades y simbolizar acontecimientos particularmente
heroicos”.
Sus aldeas, ubicadas en las
colinas, son en ocasiones verdaderas fortalezas con muros de hasta tres y
cuatro metros de altura, perfectamente ordenadas, que cobijan las viviendas,
establos y graneros, que se distribuyen en estrechas callejuelas, en cuyas
afueras se extienden las tierras de cultivo.
Su economía está basada en una
agricultura extensiva, realizada en terrazas intrincadas en laderas que
rentabilizan al máximo, a pesar de no ser especialmente fértiles, y que
complementan con árboles frutales en los poblados.
Algodón, café, cebada, girasoles,
hortalizas, lima, mango, maíz, moringa, papaya, plátanos, sorgo y trigo, son
algunos de los productos que recolectan y que junto con la miel de acacia, son
su sustento económico y alimenticio.
A nivel familiar crían algún tipo
de ganado, más bien escaso, generalmente caprino, ovino y vacuno, aunque no es una etnia
especialmente ganadera, como otras de las tierras del Sur.
A su vez son artesanos muy
reconocidos, siendo su producción artesanal dedicada al comercio y al
intercambio con otros pueblos por alimentos que no producen.
Su rica y antigua cultura se
manifiesta no sólo en sus peculiares costumbres sociales, sino también en sus
músicas y danzas, así como en los sus ropas y tejidos de algodón.
Sus aldeas no están muy alejadas
unas de otras, manteniendo entre ellas muchas relaciones sociales y económicas
que realizan principalmente en los mercados. Nunca han contado con una
estructura estatal alguna, ni con ningún tipo de autoridades jerarquizadas,
cada aldea se administra autónomamente y su autoridad principal es el Consejo
de Ancianos.
Las aldeas basan su estructura
social en clanes, llamados “gada”, una especie de distrito de una gran ciudad.
Cada uno tiene un perímetro en la aldea, su plaza, su casa comunal y su
autoridad religiosa, llamado “potwalla”. Los clanes son exógamos, estando
prohibidos los matrimonios entre miembros del mismo clan y las relaciones de
parentesco y herencia siguen el modelo de patrilinaje, con un antepasado común
por vía paterna.
Sus miembros no portan rasgos
externos distintivos, ni en sus cuerpos ni en su indumentaria, como ocurre con
otras tribus tribales del Sur.
Mantienen un sistema de “grupos
de edad”, en el que los jóvenes se integran a partir de la adolescencia, cuya
finalidad es prepararse para la vida adulta, pasando por las diferentes clases
sociales o grupos de edad, como guerreros, agricultores ó ancianos.
Cuando los jóvenes se integran en
el “grupo”, inician su aprendizaje, debiendo abandonar su hogar durante la
noche, para dormir todos juntos en la choza comunitaria, abierta a los cuatro
vientos. El objetivo no es sólo la convivencia, sino prestar ayuda a los
mayores o a la propia aldea, como por ejemplo enfermedades, ataques, incendios,
etc.
Cuentan con zonas comunes, como
la plaza central, presidida por una choza comunitaria, dónde se reúnen para
dirimir los problemas comunitarios, hablar, bailar o jugar. En el centro, sus habitantes
reconocen sus pecados.
En ella también se ubica el árbol
de las generaciones. Un largo tronco rectilíneo, en el que se ponen marcas con
palos cada 18 años, pudiendo así calcular fácilmente la edad que tiene la
comunidad.
Alrededor del mismo hay una serie
de piedras, que se utilizan para diferentes ritos. Como por ejemplo, el que
marca el paso a la edad adulta, debiendo levantar unas piedras determinadas los
jóvenes que se quieran casar para obtener el permiso.
En cuanto a la religión,
practican el animismo, religión que no llega al 1 % del país, aunque algunos
comienzan a ser protestantes. Siendo los “Potwalla” los intermediarios entre
las personas o la comunidad con las fuerzas divinas, personalizadas en “Waq”,
el dios del cielo, a fin de interceder para conseguir la paz y prosperidad para
el clan.
Una de sus características más
diferenciales son, sin duda, los rituales asociados al culto de los difuntos,
que juegan un papel fundamental en la comunidad, promoviendo no sólo la
pertenencia al grupo sino también la solidaridad entre sus miembros, que se
manifiestan en sus tótems y en especial en sus “Konso Waga”.
Ellos son el culto a sus
antepasados, consistentes en grupos de estatuillas de madera de diferentes
alturas, alguno de ellos llega al metro, que se levantan sobre sus tumbas, en
recuerdo de aquellos que tuvieron alguna relevancia social, junto a su casa, en
el lateral del camino o en los campos que él cultivo.
El grupo suele estar formado por
una estatua central, que representa al difunto, rodeado de esposa, hijos, su
enemigo con los atributos viriles amputados o algún animal salvaje, como
leones, leopardos o cocodrilos, en el caso de que se haya distinguido como
cazador.
Diferente es el trato que se da
al jefe de la “gada”, que también tienen su “Konso Waga”, aunque con la
peculiaridad de que no son enterrados hasta pasados 9 años, 9 días, 9 horas y 9
minutos desde su fallecimiento, permaneciendo mientras tanto en una cabaña
momificados.
Conociendo solamente alguna de
estas peculiaridades de esta singular etnia, y con el complemento de nuestro
guía Eshetu, visitamos una aldea, la elegida fue una denominada GAMOLE, de la etnia mejor organizada del lejano Sur
de Etiopia, un 25 de febrero de 2020.
Cabe
destacar que para realizar la visita, como todo en el Sur, hay que pasar por “taquilla”
y hay que contratar a otro guía o interlocutor con los nativos, situación está
perfectamente estructurada en todo el estado de las Naciones, Nacionalidades y
Pueblos del Sur.
Aldea, en
la que habitan unas 4000 personas, con una entrada única compuesta por un
laberinto de caminos y callejas –que por momentos explica el acompañamiento del
guía-, diseñados de tal forma para confundir a posibles invasores, con muros de
piedras y vallas de madera, con entradas a los terrenos unifamiliares, vallados
con empalizados retorcidos de maderas que le dan independencia, a los que se
accede a través de una corta apertura, estrecha en su parte superior y con
ramas cruzadas en la inferior, lo que en
la mayoría de los casos obliga a entrar agachados o incluso a gatas.
Entradas
cuyo objetivo, parece ser, es la de dar al propietario la posibilidad de
reaccionar ante el visitante o invasor, y que forma parte del carácter
defensivo de un pueblo en el que la lucha entre tribus, aldeas y clanes forman
parte de su día a día.
El terreno
suele tener un pequeño espacio o jardín, un granero, un establo y diversas
cabañas donde residen generalmente el cabeza de familia, el primogénito y los
ancianos.
Las construcciones
son palafitos circulares de madera con tejado cónico de paja, coronado con una
decoración, aunque en algunas sus paredes están recubiertas con argamasa y
barro. Nada que ver con las vistas hasta ese momento, mucho más consistentes.
Estando
los establos y graneros construidos en los mismos materiales, con la parte más
baja al descubierto dónde se cobija el poco ganado que tienen.
Las
cabañas comunales, siguen el mismo tipo de construcción, aunque de mayores
dimensiones y con grandes palos pelados en su estructura, formando diferentes
pisos.
Si uno
quedo sorprendido con las visitas a otras etnias tribales del Estado, las de Desenech, Dorze, Hamer y Mursi, esta
lo es por su contraste con las anteriores. Con algunos puntos en común, pero
totalmente diferentes, totalmente antagónica, que deja la sensación de estar en
un pueblo organizado y relativamente evolucionado.
Ya de
entrada sorprende que no cobren la cantidad fija de 200 birr abonadas por
cámara o teléfono en las anteriores, aquí hay que pagar a las personas que
fotografías directamente, bien 5 ó 10 birr, en función de su petición o lo que
pactes.
Y aunque
uno no se consigue separar de la “nube de niños” que acompañan a uno desde la
salida de la capital nacional, aquí se percibe que el nivel de escolarización
es mayor, a pesar de que el porcentaje de más de siete años es apenas de un 35
%.
Muestra de
ello, es que lo que más te intentan vender son los que ellos llaman “televisores”,
pequeños artilugios de madera de bambú, que mediante un rodillo de papel se ven
imágenes varias de su entorno rotando una varilla. Aunque ello no quita para
que continuamente extienda la mano en petición de limosna, quizá para acudir a
la tienda de “chuches”, algo sorpresivo.
El paseo
por la aldea permite observar sus muchas peculiaridades diferenciadoras, los
elementos sofisticados de su estructura social y sus peculiares construcciones,
con un estilo arquitectónico propio e incluso plaza publica con fuente de agua.
Curiosa la
amplia plaza rectangular principal, protegida por una robusta muralla y presidida por la comunitaria cabaña, donde a
píe del árbol de las generaciones uno se traslada a la visión de sus habitantes
confesando sus perdones o levantando piedras para obtener el visto bueno para
contraer matrimonio.
No menos
la cabaña donde los adolescentes pasan sus noches juntos como vigías y
desarrollando una convivencia difícil de entender en el mundo occidental.
La aldea
se le ve viva, con su connotación agrícola presente en sus gentes, que portan
por la misma diferentes productos obtenidos de la tierra.
En la
salida de la misma, una vez visitada y aún con la jauría de niños acosándote,
uno se sorprende agradablemente con la visión de unos servicios comunales,
totalmente destartalados y faltos total de higiene, pero servicios. Dato claro
que esta etnia, no es como las otras.
Ignoro si
los konso son conocedores de la magnitud de sus aspectos antropológicos y
culturales, que han merecido según la Unesco ser declarados Patrimonio de la
Humanidad. Al igual que uno ignora, cuantos años van a pervivir los mismos.
Lo que si
tengo claro, es que un entorno de pobreza y miseria que llega a límites
extremos, los konso son un pueblo privilegiado, estatus obtenido por una
organización y un trabajo que se pierde en los albores de los tiempos. Esperando
que la globalización, y sobre todo el mercantilismo que vive la población
etiope, en el que el dejarse fotografiar da más pingües beneficios que el
trabajo, no acabe con esta cultura ancestral y única en breve espacio de
tiempo, y si que les ayuden a evolucionar y a coger el tren de la prosperidad
al que tienen derecho.
MÁS INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. ARTÍCULOS SOBRE ETIOPÍA.
** Dirección: C / Barcelona, 6, 5º D. 28940 Fuenlabrada. Madrid.
Presidenta: Yeshi Beyene Hagos. Teléfono: 669-750-383.
Vicepresidente: Diego Caballo Ardila. Teléfono: 616-470-139.
Correo electrónico: ayme.ongd@gmail.com
** Enlace vídeo de la creación de AYME:
** Guía en Etiopía: Eshetu Fanta. Email: salvavidas.fanta@gmail.com Teléfono: +251 911603107
“La inteligencia y el sentido común se abren paso con
pocos artificios”. Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) escritor y científico
alemán,
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