lunes, 13 de abril de 2020

Los Dorze, los tejedores de Etiopía.

La etnia del Sur, que habita en el monte Guge, se caracteriza por sus “casas elefantes” y por ser los elaboradores de las shammas. Descripción, fotos y vídeos.

El estado de las Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur, es uno de los ocho que junto a tres ciudades autónomas, conforman desde 1995 la República Democrática Federal de Etiopía.
Situado al sur del país, su extensión es de 118.050 kilómetros cuadrados,  apenas un diez por ciento del total del país, cuenta con una población superior a los 14.000.000 habitantes, su altitud va de los 500 a los 4500 metros, limita con Kenia y Sudán del Sur y su capital es Awasa.
Multiétnico, su nombre es una combinación genérica para definir a la amalgama de etnias y poblados del sur y suroeste etíope, limitrofe con Kenia y Sudán. En él conviven alrededor de 45 grupos étnicos-lingüísticos, de los cuales ninguno llega al 20 % de su población. 
Arba Minch, que en amárico significa “cuarenta fuentes”, capital de la antigua región Gamo Gofa, es una de sus ciudades más importantes, y uno de sus epicentros turísticos. Situada a 510 kilómetros de la capital Addis Abeba, es considerada como la puerta de entrada al mundo tribal que habitan los valles del Rift y del Omo, constituyendo para muchos la última referencia del mundo civilizado antes de adentrarse en el ancestral de las etnias que habitan el Gran Sur etíope.





Al noroeste de la ciudad, distante 35 kilómetros se encuentra el monte Guge, cuya altitud máxima es de 2.900 metros. Hábitat natural de los “DORZE”, grupo étnico con lengua propia –la dorze- formado por doce aldeas y una población que apenas supera las 70.000 personas –a fecha 2020-.





En el pasado pueblo guerrero, en la actualidad comparten su actividad ganadera y agricultora con la textil y el turismo. Preservando sus tradiciones, costumbres y estilos de vida, la etnia ha sido de las que más, o la que más, se ha modernizado y adaptado a los nuevos tiempos de todas los existentes en el “auténtico museo vivo” que es el Gran Sur etíope.






La primera gran diferencia con el resto de sus vecinos son sus chozas, diferentes de todas las que se puedan ver tanto en el Sur como en el resto del país, son tan peculiares, que se puede decir que son únicas en el mundo.





Por su característica protuberancia en su parte delantera, y por sus dos agujeros en la parte alta que permiten la salida del humo, que recuerdan la cabeza de los paquidermos, con su trompa y ojos, son llamadas CASAS ELEFANTE.





Construcciones compuestas por enormes y sólidas estructuras de mástiles de madera o bambú, separados por tabiques de bambú trenzado, en forma de colmena, que sobrepasan muchas de ellas los 12 metros de altura.





De techos abovedados, compuestos por cúpulas convexas uniformes e irrompibles, que se extiende hasta el suelo, esta realizada con el denominado “ensete”, grandes hojas de la falso banano entrelazadas con mucha maña, que evitan el paso del sol y de la lluvia.





Particular método de construcción, que se complementa con el cierre del entorno de las aldeas con un vallado formado por las hojas del falso banano entrelazadas, su principal cultivo.





El falso bananero, el “Ensete Ventricosum”, también conocido como “ensete”, pertenece a la familia de las musáceas, es nativa del altiplano africano y se desarrolla principalmente en bosques y zonas húmedas. De enormes hojas, que se derivan de un tallo, a diferencia del banano no produce frutos como ese, pero es una importantísima fuente de alimento.





Para los Dorze forma parte de su vida, es fundamental en su día a día, en su sustento alimenticio y de él lo aprovechan todo. Tres son los principales subproductos alimenticios que de él se sacan: el amicho -la raíz-, la bulla –líquido fermentado- y el kocho –torta que hace las funciones de pan-, así como el “arake”, el aguardiente que obtienen de su destilación.





Con sus hojas construyen las mencionadas casas y el vallado de las aldeas y con sus fibras elaboran sacos y sombreros. Fibras, que en la actualidad, son utilizadas también como base para la industria fabricadora de papel.




Su actividad industrial complementa sus principales peculiaridades diferenciadoras. La calidad de sus tejidos les han dado merecida fama a nivel nacional, ellos son los elaboradores de la SHAMMA, la túnica tradicional etíope.





Si el ensete es su principal cultivo, el del algodón no lo es menos. De ellos se abastecen los talleres textiles familiares para elaborar sus piezas, utilizando tinturas naturales para su teñido. A sus coloridas “shamma”, se suman los “gabis”, prendas más gordas que se usan como ponchos o mantas, y sus sombreros de múltiples tonalidades, como principales elaboraciones. Trabajo que compaginan hombres y mujeres en perfecta conjunción, los hombres tejen, mientras que las mujeres hilan.




La comercialización de su producción, que les ha obligado a un trato directo con personas ajenas a su etnia y a las del entorno, ha sido posiblemente la base de una nueva actividad que les reporta también importantes recursos económicos: el turismo.





Con motivo del viaje realizado a Etiopía, he tenido la posibilidad de visitar una aldea Dorze, de nombre Bodo, el 21 de febrero de 2020, siendo la primera de las cinco etnias tribales del Sur visitadas.




Las visitas a las etnias y tribus son la base turística del gran Sur etíope. Cada una de ellas, bajo el mando del jefe tribal, muestra sus elementos diferenciadores para captar visitantes y obtener con ellos un importante dinero para su maltrecha economía. Están programadas, y en mayor o menor medida, muestran en todas las ocasiones lo mismo, que no es otra cosa que lo poco que tienen.
Una vez vistas todas, uno se queda con la sensación de que los Dorze han entendido mejor lo que es la actividad turística, que están acostumbrados a recibir visitas. En alguno de sus poblados cuentan con chozas acondicionadas como alojamientos para visitantes, circunstancia que no creo o no hemos visto existan en ninguna otro tribu, y todos sus miembros participan para dar a conocer sus costumbres y tradicionales.





Todo ello sin olvidarse que el nivel de miseria y pobreza sigue siendo muy alto, y que los niños son igual de pedigüeños que sus colegas de otras etnias, aunque estos me parecieron más comerciales, y con más espíritu vendedor.





Vista en retroceso, lo que muchos pueden calificar de turisteo puro y duro, uno se queda con la sensación de haber visitado una especie de “parqué temático”, dónde todo esta perfectamente organizado, y dónde cada miembro de la comunidad desempeña su rol.





El acceso al territorio Dorze se realiza, entendiendo que es el más directo, a través de una mal llamada carretera polvorienta de tierra y piedra totalmente irregular, que sale de Arba Minch y que va salvando un importante desnivel, que en nuestro caso parece ser fue de casi mil metros.





En su trayecto, hemos podido disfrutar de alguna de las maravillosas vistas del entorno de Arba Minch y del cercano Parque Nacional de Nechisar, así como de la exuberante riqueza arbórea, floral y paisajista de las montañas Guge. 





Pero también que es territorio dónde la pobreza tiene asentada su base, con la visión de niñas, mujeres y ancianas que transportan importantes cargas de madera a sus espaldas. 





Y lo que nos llamó mucho la atención, y luego fue bastante repetitivo, es como los niños intentan captar la atención de los visitantes haciendo diabluras y saltos en mitad del camino, esperando les caiga “algo” por las ventanillas.





Una vez llegados al poblado, un miembro de la comunidad ejerce de introductor y guía del grupo de visitantes. Al que siguen un numeroso grupo de niños que no paran de intentar vender algo de su muestrario. Él es el encargado de ir mostrando lo que es la aldea, sus costumbres y tradiciones, siguiendo un perfecto orden.





Sus peculiares chozas, las llamativas “casas elefante” son lo primero que muestran. Es sin duda su gran elemento diferenciador estético, y son conocedores de ello. Realmente son singulares, con un aprovechamiento máximo de los recursos del entorno. 




Sorprendente para el que suscribe, fue observar que en una comunidad “relativamente avanzada” sus habitantes convivan aún bajo el mismo techo y altura que los animales, circunstancia que en otras tribus no se da, ya que los animales o están en el exterior o en establos. Bien es cierto que los Donzer apenas tienen animales, quizás esa sea la razón.





Su actividad textil también fue mostrada a la vez que las casas, con una mini demostración de la misma con el funcionamiento de su rústico telar.






El “kocho” es su principal sustento alimentario. Sorprendente elaboración, totalmente desconocida y de la que no había leído ni oído hablar de ella en la semana que llevábamos por tierras etíopes. 




Se puede considerar un pan, en forma de torta, del que vimos todo su proceso desde principio a fin, aunque obviamente con la salvedad de que la pasta elaborada ya estaba fermentada.






Vista la elaboración, llegó el momento de degustarla. Y para ello nos pasaron a un recinto habilitado para visitantes. Un cobertizo con mesas y sillas decoradas con “gabis” nos esperaba. 







Allí pudimos lo pudimos degustar, con el acompañamiento de una salsa picante muy especiada y/o miel.



Pero también su aguardiente, el “arake”. Que hicimos siguiendo una peculiar ceremonia, repetida hasta en tres ocasiones. Un brindas en el que el maestro de ceremonias gritaba algo que sonaba a un continuo “yo,yo,yo,yo,yo”, que debíamos de repetir a coro para seguidamente apurar de un trago su sustento alcohólico.





El espacio está perfectamente habilitado como tienda, con un amplio muestrario de shammas, gabis y sombreros, que los niños complementan con collares y otras piezas de artesanía. Como también lo está para mostrar su música y bailes tradicionales.






Degustado el arake, es el momento de uno y otro. Mientras unos intentan hacer la venta, familiares y vecinos, incluidos los más pequeños, van haciendo su aparición para participar en la mini fiesta que se va a celebrar.




Parece ser que la música y los cantos, que realizan toda la comunidad, tienen muchas similitudes con los pueblos pigmeos del África Central. Y dentro de su repertorio, cuentan con unas especiales para las grandes celebraciones de las fiestas de la Epifania y para el paso de adultos de los hombres.





Las etnias etíopes son muy bailonas, y unas se diferencian de las otras por los movimientos que hacen del cuerpo. Los Tigray mueven el cuello; los Amara los hombros; los Otomo hombros y cintura; los Konso las rodillas; los Hamer los píes y los Donzo las caderas. Y era el momento de verlo.






A golpe de tambor y canto comenzó la ceremonia, que parece ser hacen cada anochecer después de la ingesta del arake, de danzas y baile en base a movimientos de cadera. A ella invitan, y hacen participes a los visitantes. Ambiente festivo, de alegría y humor del que uno se contagia.





Históricamente los Dorze religiosamente son animistas, aunque cada vez más con influencias del cristianismo ortodoxo. Ello junto a su pasado guerrero, está presente en sus fiestas y su exposición forma parte de la parafernalia y las pieles de animales son utilizadas para que los turistas se las pongan.



Concluida la ceremonia festiva, es el momento de dejar a los Dorze en su mundo, y asimilar las vivencias percibidas. Un mundo muy diferente al de los occidentales, dónde la miseria y la pobreza reina a sus anchas, compartiendo la alegría que transmiten sus habitantes. El mundo es así de injusto.





*** VÍDEO DE LA CEREMONIA DE LA TOMA DEL ARAQUE.




*** VÍDEO DE LOS CANTOS Y BAILES.






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** Guía en Etiopía: Eshetu Fanta. Email: salvavidas.fanta@gmail.com Teléfono: +251 911603107
** Fotos no firmadas, cedidas por compañeros de viaje.




“Etiopía es una nación que se sustenta sobre los mitos más que sobre la historia, una nación que viaja en el tiempo a caballo de la realidad y la leyenda”. Javier Martínez Reverte ( 1944 -) viajero, periodista y escritor español.


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