jueves, 9 de abril de 2020

Las Casas Elefante, de los Dorze, en Etiopía.

Los Dorze, que habitan el monte Guge, se diferencia del resto de tribus del sur de Etiopía, por la peculiaridad de sus chozas.

La República Democrática Federal de Etiopía, cuya superficie total es de 1.133.000 kilómetros cuadrados, desde la aprobación de su actual Constitución, en 1995, se encuentra dividida en ocho Estados y tres Ciudades Autónomas. El de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur.
Situado al sur del país, su extensión es de 118.050 kilómetros cuadrados, cuenta con una población superior a los 14.000.000 habitantes, su altitud va de los 500 a los 4500 metros, y su capital es Awasa. 
Multiétnico, su nombre es una combinación genérica para definir a la amalgama de etnias y poblados del sur y suroeste etíope, limitrofe con Kenia y Sudán del Sur. En él conviven alrededor de 45 grupos étnicos-lingüísticos, de los cuales ninguno llega al 20 % de su población. 
Arba Minch, que en amárico significa “cuarenta fuentes”, capital de la antigua región Gamo Gofa, es una de sus ciudades más importantes, y uno de sus epicentros turísticos. Considerada como la puerta de entrada al mundo tribal que habitan los valles del Rift y del Omo, constituye para muchos la última referencia del mundo civilizado antes de adentrarse en el mundo ancestral de las etnias que habitan el Gran Sur etíope.





Al noroeste de la ciudad, distante 35 kilómetros se encuentra el monte Guge, situado a 2.900 metros de altitud. Hábitat natural de los “DORZE”, grupo étnico formado por doce aldeas y una población que apenas supera las 70.000 personas –a fecha 2020-.






En el pasado pueblo guerrero, en la actualidad comparten su actividad ganadera y agricultora con la textil. Son famosos por la calidad de los tejidos que producen, con los que elaboran los “shamma”, túnica tradicional etíope.





Actividad textil, que junto con sus chozas, marcan las diferencias con sus etnias vecinas. Diferentes de todas las que se puedan ver en el resto del país, son tan peculiares, que se puede decir que son únicas en el mundo.





El particular método de construcción es generalizado en todas las aldeas, con materiales recolectados en su entorno, aprovechando lo que la naturaleza les ofrece. A ello se suma que los poblados están protegidos con vallas formadas con hojas del falso banano entrelazadas.






El falso bananero, el “Ensete Ventricosum”, también conocido como “ensete”, perteneciente a la familia de las musáceas, es nativa del altiplano africano y se desarrolla principalmente en bosques y zonas húmedas.
De enormes hojas, que se derivan de un tallo, a diferencia del banano no produce frutos como ese, pero es una importantísima fuente de alimento. Para la tribu Dorze es su principal sustento alimenticio y del que aprovechan prácticamente todo, entre otras cosas para hacer sus chozas. 




Chozas que por su característica protuberancia en su parte delantera, y por sus dos agujeros en la parte alta, que recuerdan la cabeza de los paquidermos, con su trompa y ojos, son llamadas CASAS ELEFANTE.





Son construcciones compuestas por enormes y sólidas estructuras de mástiles de madera o bambú, separados por tabiques de bambú trenzado, en forma de colmena, que sobrepasan muchas de ellas los 12 metros de altura.





De techos abovedados, compuestos por cúpulas convexas uniformes e irrompibles, que se extiende hasta el suelo, esta realizada con el denominado “ensete”, grandes hojas de la falso banano entrelazadas con mucha maña, que evitan el paso del sol y de la lluvia.





Sus interiores son diáfanos y oscuros, con suelos de tierra y espaciosos. Su distribución consta de un recibidor en forma de nariz alargada, a modo de túnel; al fondo está la gran sala principal con el fuego en el centro; a un lado está la habitación del matrimonio y al otro un pequeño establo, separado con un faldón de bambú; mientras que los niños duermen en la cocina o en el recibidor.



  



Los agujeros de la parte alta de su exterior, no son más que las salidas de humo, ya que no tienen ventanas. El humo, a su vez, cumple varias funciones; seca las hojas evitando que se pudran y sirve de antídoto natural de las termitas, el gran enemigo de las chozas, que con el tiempo van comiendo las chozas por su parte inferior disminuyendo su altura.





En las aldeas también hay chozas más pequeñas, de construcción idéntica o similar, que rodean a las principales, destinadas a establos o talleres para tejer.





A nivel social, a los recién casados la comunidad les regala una pequeña choza para vivir, mientras hacen ellos su propia casa.
Las chozas pueden superar los cincuenta años de vida, y a pesar de su sólida estructura, son ligeras, por lo que son fácilmente trasladadas a otros emplazamientos. Peculiaridad que hacen diferencial a los Dorze, de los que se dice que “viajan con la casa a cuestas”.








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“La vivienda no sólo es un bien inmobiliario, es también una forma de consolidación espiritual”. Mario Benedetti (1920-2009) periodista y escritor uruguayo.


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