lunes, 8 de junio de 2020

La leyenda etíope del Arca de la Alianza

En Etiopía la sitúan en Axum, siendo traída en el siglo X A.c. por Menelik, el hijo de la reina de Saba y el rey israelita Salomón.

En pocos lugares del mundo, la mitografía está tan integrada en la sociedad y en la vida de sus de sus habitantes como en Etiopía. Su historia, ciudades, lugares y hasta lo más insignificante cuentan con su propia leyenda, pudiendo afirmarse que los etíopes son coleccionistas de mitos y leyendas.
De las muchas existentes, la referente para los etíopes es la de la reina de Saba, y directamente relacionada con ella la del ARCA DE LA ALIANZA, punto central del culto y la adoración cristiana en Etiopía.
La leyenda de la Reina de Saba.




De acuerdo con las creencias judías y cristianas, el Arca era un cofre sagrado ubicado primeramente en el lugar Santísimo del Tabernáculo y posteriormente en el templo de Jerusalén construido por el rey Salomón.
En la Biblia se fija su construcción por orden divina siguiendo su diseño, así como que cobijaba a las “Tablas de la Ley”, en las que Moisés escribió los Diez Mandamientos, y que enseño en el monte Sinaí.
También, que en el año 587 A.c. el ejército de Nabucodonosor II, rey de Babilonia, conquistó Jerusalén y destruyo el templo del rey. El paradero del cofre sagrado ha sido desde entonces una fuente de especulación.
La reina de Saba es una figura enigmática, que se encuentra presente en el cristianismo, en el judaísmo, en el Islam, y en la historia de Etiopía.
Su figura y su historia quedó reflejada en el Kebre Neguest, cuya traducción es el libro de la Gloria de los Reyes, el libro sagrado de la iglesia ortodoxa etíope, pretendida crónica histórica de los reyes etíopes, donde se describe su historia, su relación con el rey Salomón, con el que tuvo a su hijo Menelik I iniciador de la saga de emperadores que gobernó el país desde el siglo VII A.c. hasta el año 1974.
Menelik I fue el fruto de la relación que tuvo la reina con el rey en su última noche de estancia en Jerusalén, quién mostrando interés en conocer a su padre fue mandado a Jerusalén cuando cumplió los 22 años.
Con él llevo el anillo de oro que el rey regalo a su madre, para el caso de que de la relación que habían mantenido naciera un varón, por lo que fue no sólo fue aceptado, sino que se granjeo las simpatías de Salomón que quería que fuese su sucesor en el trono.
El joven estuvo tres años en Jerusalén, declinó la oferta y le solicitó que le nombrara rey de Etiopía. Antes de su partida algunos consejeros personales le convencieron para que se llevase un preciado presente, una fuente de poder místico que le haría más sabio y grande: el Arca de la Alianza.





Para conseguir su objetivo urdieron un plan para llevarlo sin levantar sospechas, contando para ello con la ayuda de miembros de la tribu de los Levitas, los únicos que tenían acceso al mismo, construyendo una imitación del original.
Una vez realizado salieron de la ciudad en la noche, acompañados por miembros de los Levitas, avanzando con inusitada velocidad, lo que fue interpretado como un gesto divino.
Pasados unos días los sacerdotes del Templo se dieron cuenta y dieron la noticia al rey, solicitando que formase un ejército para salir en persecución de los ladrones.
En la noche Salomón tuvo un sueño, en el que el dios judío le hizo ver que la acción de su hijo era fruto de los designios divinos para proteger el arca de los desastres futuros que padecería Israel. A la mañana siguiendo no atendió la demanda de los sacerdotes y dio como auténtico el Arca que había en el Templo, y no mando perseguir a su hijo. Desde entonces los etíopes se consideran el pueblo elegido.






El Kebre Negest describe que Menelik escondió el Arca en un monasterio del lago Tana, dónde permaneció 800 años hasta que el emperador Ezana, ordeno en el año 355 D.c. su traslado a la iglesia de Nuestra Señora de Sion, en Axum, dónde es custodiada desde entonces por un sacerdote descendiente directo de los levitas que ayudar a trasladarlo, el único que la puede contemplar.
El Arca está simbolizada en todas las iglesias cristianas ortodoxas existentes en el país, se calcula que son más de veinte mil, por el Tablot, una réplica  de las Tablas de la Ley, consistente en unas tablas de madera o piedras decoradas con pinturas o grabados del santo a la que está dedicada. Ubicadas en el centro de la iglesia -cuando son circulares- o en el altar, están protegidas por puertas o telas.
La réplica confiere a las iglesias santidad y sólo la pueden ver los sacerdotes que la custodian, de manera que permanece siempre fuera de la vista de los fieles. Durante la fiesta de la Epifanía –el 19 de enero- el Tablot sale en procesión, pero siempre cubierto por telas.






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"Los hombres en Occidente necesitan siempre pruebas visibles, pero a nosotros los etíopes no nos hace falta ver el arca para saber que está aquí. Simplemente, lo sentimos". Zemikael Brhane, diácono del templo de Santa María de Sión, en Axum.


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