lunes, 20 de abril de 2020

Las iglesias de la Labibela Celestial, en Etiopia.

Componen el segundo grupo de los dos existentes en la monástica ciudad etíope. Conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad.

La República Democrática Federal de Etiopía desde 1995 está dividida en tres Ciudades Autónomas y ocho Estados, Amara es uno de ellos. Situado en el altiplano etíope, su extensión es de 161.828 kilómetros cuadrados, su lengua oficial es el aramiña y su población, perteneciente mayoritariamente a la etnia amara y practicantes del cristianismo copto, supera los 28.000.000 de habitantes.
La actual Amara ha sido la base histórica de la unidad de Etiopía, desarrollada durante la época imperial y la región elegida por los emperadores para establecer en ella su corte entre los siglos XV y XIX.
A ella pertenece Lalibela, situada en las montañas de Lasta, a 2630 metros de altura, cuya población se cifra en poco más de 20.000 personas, en el año 2020, compuesta en casi su totalidad por cristianos ortodoxos coptos.
Antaño llamada Roha, fue la segunda capital del antiguo imperio etíope de la dinastía Zagüe, después de Axum, siendo rebautizada con el nombre del emperador Gebra Maskal Lalibela, que reino entre los años 1172 y 1212.
Canonizado por la iglesia etíope, y conocido por los europeos como Preste Juan, ha sido uno de los máximos exponentes –sino el más- de la devoción cristiana del país. A él se debe la construcción de l conjunto de templos más peculiares, misteriosos e imponentes, posiblemente, del mundo.





Situadas en las colinas de la actual ciudad, talladas en el subsuelo de la roca basáltica rojiza, con ellas quiso edificar una réplica de la Jerusalén conquistada por los musulmanes, inspirándose en sus edificaciones para su construcción, que ordeno al ser coronado, realizada en 24 años.
El conjunto formado por once iglesias, no exento de leyenda –como casi todo en Etiopía-, es el principal lugar de peregrinaje de los cristianos ortodoxos etíopes, siendo declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978. 








El primer europeo que escribió de ellas fue el misionero portugués Francisco Álvares, en 1520. Pero no fue hasta 1939, en plena invasión del país por la italiana de Mussolini, cuando gracias al arquitecto italiano Monti Della Corte el mundo occidental supo de su existencia, ya que hasta entonces permaneció en el olvido.






Diez de ellas están distribuidas en dos grupos, más una undécima separada de ellas. Concebidas para que su topografía correspondiera a una representación simbólica de la Tierra Santa, el primer grupo lo forman seis iglesias, que simbolizan el Jerusalén Terrenal. Mientras que el segundo, de cuatro, lo hacen del Jerusalén Celestial. Separados ambos por el río Yordanos (Jordán), pero unidos por una compleja red de túneles, pasadizos y trincheras.




Al oeste de ellos, en la ribera norte del río, unida por un conjunto de zanjas al segundo grupo, se encuentra la undécima. Última en construirse, con leyenda propia, la mejor conservada, emblemática, llamativa, e ícono de todo el conjunto y de la ciudad. Es la Beta Giorgios, la casa de San Jorge, esculpida en honor del patrón de Etiopía.




El segundo de los Grupos, el del sudeste, el que simboliza la Jerusalén Celestial, cuenta con importantes diferencias con respecto a su predecesor.





Se construyeron excavadas en una cara vertical de la roca, aprovechando oquedades y doseles, a diferencia del primero y de la de San Jorge, que fueron excavados por debajo del nivel del suelo.





Su trazado es diferente, mucho más caótico y laberíntico, con un alto número de galerías y corredores subterráneos, y todo el recinto cuenta con una muralla subterránea perimetral con profundos fosos.





Y finalmente no siguen la preceptiva orientación este-oeste, su estilo de construcción es mucho menos homogéneo, y no contienen parte de los elementos arquitectónicos presentes en las primeras.




Por ello estudios recientes se manifiestan a favor de que previamente algunas de las iglesias hayan sido previamente recintos militares y reales.
Tesis que siguen los que consideran que la iglesia de los arcángeles Gabriel y Rafael, fue la residencia del rey Lalibela. Y que está junto con la de San Mercurio, fueron excavadas como centro de un complejo palaciego fortificado en los siglos VII y VIII, cuando el imperio axumita se encontraba en proceso de desintegración.




Sin embargo, para otros, la representación del cielo, purgatorio e infierno, avalan la tesis que su construcción fue con fines religiosos.
Lo que si tienen en común es la protección de las cubiertas translúcidas colocadas por la Unesco, con financiación de la Comunidad Económica Europea, para evitar que la lluvia y la erosión hagan más mella en el conjunto.
Su acceso se puede realizar por cuatro sitios diferentes, y todo el complejo está comunicado entre sí por túneles y pasadizos.







Lo componen cuatro iglesias: Bete Ammanuel –San Manuel-; Bete Merkorios –San Mercurio-; Bete Abba Lebanos –Padre Líbano- y Bete Gabriel y Rafael –San Gabriel y San Rafael-. A ellas se suma la capilla de Bete Lehem –Pan Bendito-.




BETE GABRIEL Y RAFAEL.

La iglesia dedicada a los arcángeles, es la situada más al sudeste del conjunto, con acceso directo desde el exterior del complejo.





La más extraña de las once. Presenta características propias diferentes de las del resto. No está orientada como ellas, ni carece de división interna. Edificación sobria, antecedida por un pozo, patio o grieta, externamente no da la imagen de una iglesia al uso, sino más bien de una fortaleza.




Su tejado es considerado como un símbolo del cielo, y el estrecho y empinado tramo de muralla que conduce entre dos precipicios al mismo es conocido como “camino al cielo”.





Su pozo triangular tiene una altura cercana a los 15 metros, con dos cisternas en su base. 


                                              



Que antaño se salvaba por unos trocos, que conformaban una pasarela de madera cuya construcción se atribuye a los italianos durante la ocupación, entre los años 1935 y 1941, de los que un par de ellos se encuentran depositados como bancos en la cavidad de paso al resto del recinto.




Y que en la actualidad se realiza a través de un puente construido con piedras del entorno, cuyo estado aconseja sujeción mediante andamiaje.




Su fachada está compuesta por dos plataformas que salen del patio, separadas por una columna, amurallada por el lateral derecho con el exterior del recinto, y a la roca del resto del recinto por el izquierdo. Ahí teorias que defienden que la fachada simboliza el sacrificio de Jesucristo, simbolizado por la columna y los ladrones por los arcos de derecha e izquierda.




Sus dimensiones son de 17,50 metros de altura por 19,500 de ancho. Y cuenta con siete hornacinas ojivales, cinco de ellas con sus ventanas y dos con puertas. Su decoración se basa en el perfil de arco axumita, aunque recortados con adornos curvos y puntiagudos.




Su interior, más pequeño de lo que se intuye desde el exterior, está compuesto por dos capillas con plantas diferentes e irregulares, la de San Rafael triangular y la de San Gabriel rectangular, comunicadas por una puerta.




San Gabriel, la del este, se encuentra dividida en dos espacios por dos pilares, y cuenta con dos celdas internas comunicadas entre sí; contando la segunda con tres profundas ventanas que dan a un amplio patio trasero. Patio que cuenta con numerosas celdas eremíticas y nichos funerarios.




Su única decoración interior son tres cruces latinas talladas en los muros, aunque no le faltan cuadros con pinturas bíblicas.






Desde ella se accede a la iglesia de Bete Merhorios, a través de un pasadizo subterráneo estrecho y de poca altura con diferentes recovecos, de una longitud de 50 metros sin ningún tipo de iluminación, por lo que se recorre totalmente a oscuras, que es conocido popularmente como “el paso del infierno al cielo”. Sin duda una experiencia única para el visitante.




 





BETE MERKORIOS.

Dedicada a San Mercurio, un mártir del siglo III. En realidad es una cueva irregular con pilares desiguales. Algunos la consideran la más antigua de todas, e incluso dudan que en su origen fuese un edificio religioso, en base a su orientación y a su posible uso, postulándose por haber sido algún edificio público o parte de la residencia real, ya que en su zona más elevada se cree que estaba el palacio del rey Lalibela. 




Cuenta con importantes características diferenciales. Su acceso, no tiene fachada principal definida; su planta en forma de triángulo irregular, está compuesta por dos secciones a dos niveles diferentes, separadas por una altura de un metro y carece de bajorrelieves u otros elementos decorativos.



  


Su acceso se realiza a través de un túnel, después de recorrer el pasadizo del  "paso del infierno al cielo" encontrándose junto a la puerta principal tres celdas separadas por un muro, cada una con su puerta. Estando la central comunicada con el patio en la que encuentra la iglesia de Bete Ammanuel.






Su interior está dividido en tres espacios a través de cuatro hilares. Su decoración estaba basada en pinturas murales, de los que solo queda un mural que representa a seis reyes o santos con vestiduras reales sujetando cruces. El resto de murales fueron arrancados y trasladados al museo arqueológico de Addis Abeba para su conservación, sufriendo grandes deterioros en el proceso.






BETE AMMANUEL.

Dedicada a San Manuel, considerado el templo privado de la familia real, pasa por ser la iglesia de todas las del conjunto más refinada y bella. Fue esculpida en el centro de un patio vaciado, cuyas medidas son de 16 metros de altura por 24 de ancho y 30 de largo, escondido y de difícil acceso, que se realiza por una pequeña puerta ahuecada a media altura de una pared.




Por él se encuentran dispersos bloques de grandes piedras, una pila bautismal, cuevas y catacumbas, hechas para las abejas, en recuerdo de la leyenda del rey Lalibela. Por una de esas oquedades se accede a través de una estrecha escalera desde Bete Merkorios.


  


La monolítica iglesia está construida  sobre un pedestal de tres escaleras, es de plata basilical, con tres niveles de altura y tejado a dos aguas. Arquitectónicamente combina elementos axumitas y occidentales. La decoración de sus muros exteriores imita a la de los palacios de Axum, con tres hileras de ventanas en diferentes estilos, abiertas en los tres pisos, simbolizando las siete del superior los “siete cielos”.





El acceso al interior se realiza por tres puertas de estilo axumita, con techo abovedado la nave central y plano las laterales. 


   



Su altar está coronado por una cúpula y ventanas ciegas dónde se encuentra la galería para mujeres.




En la nave sur se encuentra una trampilla que da acceso a un túnel, que conduce primeramente a Bete Merkorius y continúa en ascenso hasta Bet Lehem.






BETE ABBA LEBANOS.

Cuya traducción es la iglesia de San Líbano y está dedicada al santo que llegó a Axum en el siglo V para predicar el Evangelio en Etiopía, y cuenta con leyenda propia. No es otra que la que atribuye su construcción a Meskel Kebre, la esposa del rey Lalibela, que junto a un grupo de ángeles realizo la obra en una sola noche.




Exteriormente está cavada en la montaña, aprovechando una oquedad en la misma, por lo que no tiene techo, aunque si muros laterales y trasera, separados de la roca por estrechos túneles. 





Algunos expertos afirman que la misma está inconclusa, al no estar tallada su lado sur.




Sus dimensiones son de 7,50 metros de altura, 9,50 de largo y 7,50 de ancho. Su fachada está compuesta, de arriba abajo por tres hileras decorativas. La superior por cinco hornacinas cuadradas; la intermedia por tres ventanas con forma ojival axumita y la inferior por cuatro ventanas con cruz griega y la puerta principal.





El acceso a dicha puerta se realiza por unas escaleras de piedra, al estar la iglesia situada por encima del resto del terreno.


  


Su interior es de planta rectangular, dividida en tres naves con dos hileras de pilares. La central cuenta con bóveda en medio cañón, mientras que las laterales son de techos planos.




En el que penetra la luz a través de dos hileras de ventanas, una de cruciformes axumitas y otra de arcos en cúpula.





Su decoración es reincidente en alfombras y lienzos con motivos bíblicos.





BETE LEHEM.

La traducida como Belén, catalogada como capilla, es denomina también como del “pan bendito”, “establo del caballo” y “celda del ermitaño”, lo que denota un origen y función no definidos.
Sita en un profundo patio, exteriormente es una torre circular, con dos grandes ventanas, una puerta y otros pequeños agujeros. Lo que sirve de tesis para que algunos afirmen su función de panadería, de ahí el nombre de “pan bendito”.
Su exterior en la actualidad –febrero 2020- se encuentra protegida por diferentes andamiajes, por su alto nivel de erosión.







REFLEXIÓN PERSONAL SOBRE TODO EL CONJUNTO.
El conjunto monástico lo visitamos en un reciente viaje turístico humanitario que realizamos a la segunda nación más antigua del mundo, y el primer reino, en adoptar el cristianismo como religión oficial. Las seis primeras iglesias las visitamos el 19 de febrero de 2020 y San Jorge y las cuatro restantes, al día siguiente.
Experiencia única, que comienza con un entorno en el que una pobreza extrema es su máximo exponente. El nefasto acceso hasta el conjunto arquitectónico y religioso que ha situado a la monástica ciudad como una joya mundial, por carretera de piedra y tierra con ruinosas casas de madera y/o ladrillos y techos de hojalata, parece preparado para predisponer al visitante a situarse mentalmente en siglos pasados. Incrementado con los “andrajosos y pedigüeños niños”, y las casas de adobe y paja, más cercanas al conjunto, y en concreto a la iglesia.
A pesar de las muchas fotografías vistas, la visión del conjunto en general, supera con creces las expectativas, cualquier calificativo que se quiera poner se quedara corto. Realmente es sorprendente, en San Jorge y en otras del conjunto a no ser por la llamativa, pero necesaria y eficiente medida de protección, hasta que no estas casi encima de ella/s no se percibe que está/n ahí.
Posiblemente,  si estuviesen construidas sobre terreno plano y continuado, y su visión se ejerciera integra desde el exterior, transmitiera menos. Sin embargo sus peculiaridades arquitectónicas, da que pensar y mucho.
Misticismo, religiosidad, sobrenaturalidad y otros calificativos similares, impregnan un lugar en el que la indeferencia deja de existir.
No son simples santuarios rupestres, como ahí muchos en el mundo, todo lo contrario. Aunque excavadas en roca por debajo del nivel del suelo, un alto número de ellos son templos de grandes dimensiones. Y su comunicación también es atípica, un auténtico laberinto, que alterna pasadizos, galerías, estrechas escaleras y túneles. Y complementado con oquedades, catacumbas, celdas y otros ínfimos espacios.
Construcciones tan perfectas y armoniosas, diferentes en tamaño y forma, que resulta difícil de entender que fuesen realizadas por un pueblo, que en pleno siglo veintiuno se encuentra sumido en la más absoluta miseria, que parece enclavado aún en el trece cuando se realizaron.
Lo que en él se ve, tampoco ayuda a cambiar de opinión. Oquedades ínfimas, algunas aún habitadas, que trasladan al visitante al período troglodita. Con decenas de sacerdotes custodiando cada una de ellas y sus lugares más importantes; otros en cuclillas ocupando el espacio del habitáculo, como si formasen parte del conjunto,  absortos con la vista fijada en un libro, sin inmutarse por la presencia de múltiples extranjeros cámara en ristre sin dejar de disparar, ni cuando te pegas a ellos, es una imagen difícil de imaginar sin considerar que sea un mero pose.
Sin embargo es real, es aún la forma de vida que tienen estas personas. En los tres días que llevábamos en el país fuimos viviendo la religiosidad apabullante del pueblo etíope, y la experiencia vivida en Lalibela fue la confirmación de la misma. Llevan una vida miserable, pero su creencia es máxima. Igual la religión es su pócima necesaria para sobrevivir en sus circunstancias.
Y eso que la visita cursada no ha coincido con ninguna ceremonia de las que se realiza habitualmente, ni con las peregrinaciones en las que parece ser se repiten por los sacerdotes y los creyentes los ritos y cánticos de los siglos de la construcción del conjunto monástico.
Dicho todo ello, sólo me queda decir que son auténticas joyas arquitectónicas, posiblemente únicas en el mundo y que creo firmemente que existen por su tardanza en ser dadas a conocer, que bien merecen una visita, y disfrutarlas como yo he hecho.
Lo que tengo claro es que su construcción está envuelta en un halo de leyenda y realidad, que hace aún más atractiva la visita. Sea uno u otro, es posible que sean la “octava maravilla del mundo” como algunos lo han calificado.  Yo tengo mi clasificación particular de las mismas, y ya las he incluido.
Recomendando que previamente se documenten bien de lo que van a ver, para un mayor disfrute. Dudo que lo que he visto permanezca muchos años en este estado, tanto por el conjunto monástico como por su entorno, por ello su visión aún lo valoro más.


OBSERVACIONES.
** El coste por persona para visitar el conjunto íntegro de las iglesias es de 50 dólares, que cobra la iglesia ortodoxa, en entrada única.
** Para las visitas al interior de las iglesias, es obligatorio descalzarse. Por lo que es conveniente llevar calcetines, calzas o lo que se considere conveniente, cuya reutilización será difícil.

** Algunas guías y artículos hablan de la existencia de pulgas en el conjunto, y en el interior de las iglesias. Parece ser que cada tiempo se fumiga, nosotros íbamos preparados con pantalón largo y pulseras repelentes, pero no fueron necesarias, nadie del grupo de viajeros padeció secuelas de su existencia.


MÁS INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. ARTÍCULOS SOBRE ETIOPÍA.


WEB ONG: AYME (AYUDAMOS A MAMA EN ETIOPÍA:  www.aymeong.es
** Dirección: C / Barcelona, 6, 5º D. 28940 Fuenlabrada. Madrid.
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     Correo electrónico: ayme.ongd@gmail.com            
** Enlace vídeo de la creación de AYME:

** Guía en Etiopía: Eshetu Fanta. Email: salvavidas.fanta@gmail.com Teléfono: +251 911603107
** Fotos no firmadas, cedidas por compañeros de viaje.



“Todo aquél etíope que, habiendo hablar de unas iglesias excavadas en una única roca, no acuden en peregrinación a la ciudad de Roha, es como el hombre que no desea alzar su mirada para contemplar el rostro de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Texto de la vida de Lalibela, rey de Etiopía.

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