domingo, 3 de mayo de 2020

El lago Chamo y el mercado de cocodrilos, en Etiopía.

Es el tercer lago más grande de Etiopía y uno de los lugares donde más fauna habita.

El Estado de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur, es uno de los ocho que junto a tres Ciudades Autónomas, constituyen desde 1995 la República Democrática Federal de Etiopía, cuya superficie total es de 1.133.000 kilómetros cuadrados,
Situado al sur del país, su extensión es de 118.050 kilómetros cuadrados, equivalente al 10,41 % del total del país, cuenta con una población superior a los 14.000.000 habitantes, su altitud va de los 500 a los 4500 metros, limita con Kenia y Sudán del Sur y su capital es Awasa. 
Multiétnico, su nombre es una combinación genérica para definir a la amalgama de etnias y poblados del sur y suroeste etíope, limitrofe con Kenia y Sudán. En él conviven alrededor de 45 grupos étnicos-lingüísticos, de los cuales ninguno llega al 20 % de su población. 
Arba Minch, que en amárico significa “cuarenta fuentes”, capital de la antigua región Gamo Gofa, es la ciudad más grande del Estado y uno de sus epicentros turísticos. Considerada como la puerta de entrada al mundo tribal que habitan los valles del Rift y del Omo, constituye para muchos la última referencia del mundo civilizado antes de adentrarse en el mundo ancestral de las etnias del Gran Sur etíope.




Situada a 510 kilómetros de la capital del país, Addis Abeba, a una altitud de 1300 metros, está dividida en dos distritos: Sikela, al sur y Secha, al norte. Ubicada en un enclave privilegiado, rodeada de un entorno natural excepcional, desde ella se dominan los lagos Abaya y Chamo, así como el “puente del paraíso”, la lengua de tierra que separa ambos, por el que se accede a las praderas del Parque Nacional de Nechisar (“hierba blanca”). Atractivos turísticos naturales, que le han dado un importante impulso en los últimos años.








Ambos lagos ocupan los puestos dos y tres del país, por detrás del de Tana, si a tamaño nos referimos. Abaya está situado a 1268 metros, su superficie es de 1160 kilómetros cuadrados y su profundidad máxima 13 metros. Chamo tiene 3 metros menos de altitud, menos de la mitad de superficie (551 kms) y su profundidad máxima es de 10 metros. El color de las aguas del Abaya tienden a rojo cobrizo, por la suspensión en ellas de coloides ferruginosos, mientras que las de Chamo son azules.






El lago Chamo pasa por ser uno de los lugares del país africano donde mayor diversidad de fauna existe. Águilas pescadoras, cigüeñas, cocodrilos, cormoranes, garzas, hipopótamos, ibis, marabús, monos beduinos, guereza y vervet, o pelícanos, entre otros muchos animales y aves, tienen su hábitat en él.





A su rica y variada fauna, el lago suma otro importante atractivo, es el denominado MERCADO DE COCODRILOS.






Situado en una lengua de tierra pantanosa, en las estribaciones del “puente de Dios”, recibe su topónimo por la gran concentración de cocodrilos que en ella habitan. Para nada relacionado con un mercado comercial de estos animales, y los derivados que de su piel se obtienen.




Aunque, a poco más de 12 kilómetros, si es posible adquirirlos, ya que existe una “granja de cocodrilos”. Empresa industrial cuyo fin es aprovechar su piel para elaborar diferentes artículos, altamente demandados en los mercados asiáticos.




En un reciente viaje humanitario-turístico realizado a Etiopía, hemos visitado el lago Chamo y el mercado de cocodrilos, el 19 de febrero de 2020. Para ello es necesario contratar previamente los servicios de un “capitán” que maneje alguno de las lanchas habilitados para pasear a los turistas.






El embarcadero está situado a unos ocho kilómetros de Sikela, en uno de cuyos hoteles nos alojamos, el Emerald. Hotel y embarcadero, dónde los diferentes tipos de monos campean a sus anchas en busca de cualquier cosa que llevarse a la boca, por lo que hay que estar muy atento a no ser pasto de sus fechorías.





Lo que es perfectamente compatible con el disfrute de la visión de estos peculiares y divertidos animales, en su hábitat natural y en total libertad.




El paseo por el lago hasta el “mercado” se realiza en lanchas metálicas que han vivido tiempos mejores, y que decir de los “salvavidas”, vale más pensar que no se tienen que utilizar.





El lago es inmenso, y que decir de su vecino, por lo que por momentos da la sensación de estar en mar abierto.





Por el trayecto fuimos viendo diferentes ejemplares de águilas pescadoras, marabús y alguna que otra ave.





La esperada llegada al “mercado” fue un poco desilusionante, se ve que la hora –sobre las 11 de la mañana- no era la más propicia para su visión, apenas 3-4 ejemplares del espectacular “cocodrilo del Nilo” que parece llega a alcanzar los 10 metros de largo, de considerables dimensiones que aparecían y desaparecían de nuestras vistas. Nada que ver con esas fotografías que muestran más de 50 cocodrilos juntos.










Junto a ellos alguna garza, otras aves –tremendamente atrevidas con los enormes reptiles- y una especie de lagarto gigante, fue la fauna visualizada en el lugar al que nos llevaron.






Igual que desilusionante no fue ver a los animales más grandes que lo habitan, los hipopótamos. Parece ser que esos días había subido el nivel del agua, lo que motiva que es más difícil verlos. A ello se sumó la hora, ya que son más fáciles de ver al ocaso del día. Por una u otra razón, ni rastro de los mayores depredadores y que más muertes causan.




Lo que si fue exitosa fue la vista de pescadores de la etnia Guji, que también tienen su hábitat y sustento en el lago. Un par de ellos se divisaron a relativa corta distancia, de los que al menos uno, entiendo, pertenecía a la etnia, al ser su lancha parecida a las utilizadas por los egipcios, uno de sus elementos diferenciadores. 




Lo que si pudimos disfrutar, ya en el embarcadero, fue de los diferentes tipos de mono, su inteligencia y su capacidad de supervivencia. Realmente son curiosos, y a la vez, divertidos.











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“El aire se cargaba del inconfundible olor de África, ese perfume que nunca olvidas cuando lo has percibido una vez, ese aroma a piel humana y a basura, a yerba seca, a especies, a café recién hervido y a flores de madrugada, a cuadra y ceniza, a vida sensual y a muerte que no cesa”. Javier Reverte (1944 - ) viajero, periodista y escritor español.


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