jueves, 16 de abril de 2020

Bete Giorgis, San Jorge, el ícono de la monástica Lalibela.

Forma parte del conjunto de once iglesias construidas bajo tierra entre los años 1172 y 1212, como réplica a la Jerusalén conquistada.

La República Democrática Federal de Etiopía desde 1995 está dividida en tres Ciudades Autónomas y ocho Estados, Amara es uno de ellos. Situado en el altiplano etíope, su extensión es de 161.828 kilómetros cuadrados, su lengua oficial es el aramiña y su población, perteneciente mayoritariamente a la etnia amara y practicantes del cristianismo copto, supera los 28.000.000 de habitantes.
La actual Amara ha sido la base histórica de la unidad de Etiopía, desarrollada durante la época imperial y la región elegida por los emperadores para establecer en ella su corte entre los siglos XV y XIX.
A ella pertenece Lalibela, situada en las montañas de Lasta, a 2630 metros de altura, cuya población se cifra en poco más de 20.000 personas, en el año 2020, compuesta en casi su totalidad por cristianos ortodoxos coptos.
Antaño llamada Roha, fue la segunda capital del antiguo imperio etíope de la dinastía Zagüe, después de Axun, siendo rebautizada con el nombre del emperador Gebra Maskal Lalibela, que reino entre los años 1172 y 1212.
Canonizado por la iglesia etíope, y conocido por los europeos como Preste Juan, ha sido uno de los máximos exponentes –sino el más- de la devoción cristiana del país. A él se debe la construcción de los templos más peculiares, misteriosos e imponentes posiblemente del mundo.




Situadas en las colinas de la actual ciudad, talladas en el subsuelo de la roca basáltica rojiza, con ellas quiso edificar una réplica de la Jerusalén conquistada por los musulmanes, inspirándose en las edificaciones de esa ciudad para su construcción, que ordeno al ser coronado, tardando en ser construidas 24 años.



El conjunto formado por once iglesias, no exento de leyenda –como casi todo en Etiopía- es el principal lugar de peregrinaje de los cristianos ortodoxos etíopes, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978. 





El primer europeo que escribió de ellas fue el jesuita portugués Francisco Álvares, en 1520. Pero no fue hasta 1939, en plena invasión del país por la italiana de Mussolini, cuando gracias al arquitecto italiano Monti Della Corte el mundo occidental supo de su existencia, ya que hasta entonces permaneció en el olvido.





Diez de ellas están distribuidas en dos grupos, más una undécima separada del conjunto. Concebidas para que su topografía correspondiera a una representación simbólica de la Tierra Santa, el primer grupo lo forman seis iglesias, que simbolizan el Jerusalén Terrenal. Mientras que el segundo, de cuatro, lo hacen del Jerusalén Celestial. Grupos  separados por el río Yordanos (Jordán), pero unidos por una compleja red de túneles, pasadizos y trincheras.

Al oeste de ambos grupos, en la ribera norte del río, unida por un conjunto de zanjas al segundo grupo, se encuentra la undécima. Última en construirse, la mejor conservada, majestuosa, emblemática y llamativa, e ícono de todo el conjunto, de la ciudad y posiblemente del país, es la BETE GIORGIOS, la casa de San Jorge, esculpida en honor del patrón de Etiopía.





Única en construirse con forma cruciforme simétrica, y a diferencia de sus predecesoras, gracias su perfecta conservación, no necesita de las cubiertas metálicas que estas tienen. Recinto que hasta que no se está practicamente en él no es visible, y más desde la lejanía.





Impresionante monolito, tallado íntegramente en roca abajo en una oquedad cuadrada de paredes verticales, de 25 metros de cada lado.  Con planta en forma de cruz griega, de 12 por 12 metros, y una altura de quince metros. Para cuya construcción, se ha calculado, que se han necesitado retirar 3400 metros cúbicos de tierra, además de otros 450 metros más para esculpir y decorar el interior de la iglesia.




No exenta de la consabida leyenda etíope. Su construcción, según la misma, fue debida a la visita que San Jorge le hizo al rey, mostrandole su enfado por no haberle dedicado ninguna iglesia a él. Prometiéndole Lalibela hacer una más, que sería la mejor de todas ellas, y dedicarsela a él.
Atribuyéndole su rápida y milagrosa construcción al rey en persona, acompañado por un grupo de ángeles blancos, que incluso algunos relacionan con caballeros templarios.








Simboliza el "Arca de Noe", cuya construcción se realizó en tres niveles al igual que el Arca. Por ello, las ventanas del primer nivel son ciegas, para evitar la entrada del agua del "diluvio universarial" y la inundaccion de la iglesia.





E incluso una de las esquinas de la oquedad, está sin terminar, formando una especie de montígulo triangular, que dicen simboliza el monte Ararat que menciona la Biblia, enclave fronterizo de Turquia, Irán, Azerbayan y Armenia con una altitud de 5.000 metros, a cuya loma fue a posarse el Arca.




Leyenda aparte, este monolito perfecto es de sofisticada arquitectura, en base a una cruz griega tridimensional, con sus doce caras con sus correspondientes puertas y ventanas. 


                                     


Adornada con un relieve de tres cruces equiláteras en el techo, que además cumple la función de drenaje del agua,  así como con otra cruz en el brazo este del templo, facilitando sus ventanas ojivales la entrada de luz a su interior.






A cuya base se llega a través de unas escaleras y un túnel que permiten salvar sus doce metros de profundidad. De vuelta a la leyenda, los múltiples agujeros que hay en sus paredes serían las huellas del caballo de San Jorge, que emocionado por la realización de la obra, fue a visitarla.







En su interior austero, sin pilar alguno, al que se accede por tres puertas, se encuentran dos cruces de la época del rey y un arcón en el que –parece ser- el rey guardaba parte de sus reliquias.





Como en las del resto del conjunto, en ella se encuentran bastones, algunos cuadros y viejas alfombras. Estando igualmente separado el espacio para los fieles, del reservado para los sacerdotes, en el que –parece ser- hay una copia del Arca de la Alianza.





Abierta al culto, como las del resto del conjunto, sus reducidas dimensiones no permiten la realización de procesiones. Por lo que cuenta con una espaciosa oquedad frente a su fachada, habilitada para que los monjes realicen las mismas en ella.




En las cuatro paredes laterales del espacio, se encuentran a su vez diferentes oquedades a diferentes alturas. Son auténticos nichos, habitáculos que eran la morada de los monjes que allí se retiraban.






Incluso en uno de ellos se exhiben las supuestas momias de algunos de ellos, que otras fuentes dicen ser de peregrinos, perfectamente conservadas.






REFLEXIÓN PERSONAL SOBRE TODO EL CONJUNTO.
El conjunto monástico lo visitamos en un reciente viaje turístico humanitario que realizamos a la segunda nación más antigua del mundo, y el primer reino, en adoptar el cristianismo como religión oficial. Las seis primeras iglesias las visitamos el 19 de febrero de 2020 y San Jorge y las cuatro restantes, al día siguiente.




Experiencia única, que comienza con un entorno en el que una pobreza extrema es su máximo exponente. El nefasto acceso hasta el conjunto arquitectónico y religioso que ha situado a la monástica ciudad como una joya mundial, por carretera de piedra y tierra con ruinosas casas de madera y/o ladrillos y techos de hojalata, parece preparado para predisponer al visitante a situarse mentalmente en siglos pasados. Incrementado con los “andrajosos y pedigüeños niños”, y las casas de adobe y paja, más cercanas al conjunto, sobre todo a las del segundo Grupo y a la de San Jorge.





A pesar de las muchas fotografías vistas, la visión en vivo del conjunto en general, supera con creces las expectativas, cualquier calificativo que se quiera poner se quedara corto. Realmente es sorprendente, en San Jorge y en otras del conjunto a no ser por la llamativa, pero necesaria y eficiente medida de protección, hasta que no estas casi encima de ella/s no se percibe que está/n ahí.




Posiblemente,  si estuviesen construidas sobre terreno plano y continuado, y su visión se ejerciera integra desde el exterior, transmitiera menos. Sin embargo sus peculiaridades arquitectónicas, da que pensar y mucho. Misticismo, religiosidad, sobrenaturalidad y otros calificativos similares, impregnan un lugar en el que la indeferencia deja de existir.





No son simples santuarios rupestres, como ahí muchos en el mundo, todo lo contrario. Aunque excavadas en roca por debajo del nivel del suelo, un alto número de ellos son templos de grandes dimensiones. Y su comunicación también es atípica, un auténtico laberinto, que alterna pasadizos, galerías, estrechas escaleras y túneles. Y complementado con oquedades, catacumbas, celdas y otros ínfimos espacios.




Construcciones tan perfectas y armoniosas, diferentes en tamaño y forma, que resulta difícil de entender que fuesen realizadas por un pueblo, que en pleno siglo veintiuno se encuentra sumido en la más absoluta miseria, que parece enclavado aún en el trece cuando se realizaron.




Lo que en él se ve, tampoco ayuda a cambiar de opinión. Oquedades ínfimas, algunas aún habitadas, que trasladan al visitante al período troglodita. Con decenas de sacerdotes custodiando cada una de ellas y sus lugares más importantes; otros en cuclillas ocupando el espacio del habitáculo, como si formasen parte del conjunto,  absortos con la vista fijada en un libro, sin inmutarse por la presencia de múltiples extranjeros cámara en ristre sin dejar de disparar, ni cuando te pegas a ellos, es una imagen difícil de imaginar sin considerar que sea un mero pose.





Sin embargo es real, es aún la forma de vida que tienen estas personas. En los tres días que llevábamos en el país fuimos viviendo la religiosidad apabullante del pueblo etíope, y la experiencia vivida en Lalibela fue la confirmación de la misma. Llevan una vida miserable, pero su creencia es máxima. Igual la religión es su pócima necesaria para sobrevivir en sus circunstancias.





Y eso que la visita cursada no ha coincido con ninguna ceremonia de las que se realiza habitualmente, ni con las peregrinaciones en las que parece ser se repiten por los sacerdotes y los creyentes los ritos y cánticos de los siglos de la construcción del conjunto monástico.





Dicho todo ello, sólo me queda decir que son auténticas joyas arquitectónicas, posiblemente únicas en el mundo y que creo firmemente que existen por su tardanza en ser dadas a conocer, que bien merecen una visita, y disfrutarlas como yo he hecho.
Lo que tengo claro es que su construcción está envuelto en un halo de leyenda y realidad, que hace aún más atractiva la visita. Sea uno u otro, es posible que sean la “octava maravilla del mundo” como algunos lo han calificado.  Yo tengo mi clasificación particular de las mismas, y ya las he incluido.
Recomendando que previamente se documenten bien de lo que van a ver, para un mayor disfrute. Dudo que lo que he visto permanezca muchos años en este estado, tanto por el conjunto monástico como por su entorno, por ello su visión aún lo valoro más.





OBSERVACIONES.
** El coste por persona para visitar el conjunto íntegro de las iglesias es de 50 dólares, que cobra la iglesia ortodoxa, en entrada única.
** Para las visitas al interior de las iglesias, es obligatorio descalzarse. Por lo que es conveniente llevar calcetines, calzas o lo que se considere conveniente, cuya reutilización será difícil.
** Algunas guías y artículos hablan de la existencia de pulgas en el conjunto, y en el interior de las iglesias. Parece ser que cada tiempo se fumiga, nosotros íbamos preparados con pantalón largo y pulseras repelentes, pero no fueron necesarias, nadie del grupo de viajeros padeció secuelas de su existencia.


MÁS INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. ARTÍCULOS SOBRE ETIOPÍA.


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** Guía en Etiopía: Eshetu Fanta. Email: salvavidas.fanta@gmail.com Teléfono: +251 911603107
** Fotos no firmadas, cedidas por compañeros de viaje.



"Etiopía es un país suspendido un sueño de la razón". Javier Martínez Reverte ( 1944 -) viajero, periodista y escritor español.



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