lunes, 9 de diciembre de 2024

Palacio de Valle, el legado asturiano en la cubana Cienfuegos.

Mezcla de estilos e inspiraciones, ubicado en Punta Gorda, cual guardián de la bahía de Jagua, su construcción se debe al empresario asturiano Acisclo Del Valle.

Situada en el centro sur de la isla, en la península de la Majagua, a 245 kilómetros de La Habana, la provincia de Cienfuegos es la más pequeña de las catorce provincias en las que está vertebrado la actual República de Cuba. Su extensión es de 4.180 kilómetros cuadrados, el 3,77 % de la superficie total del archipiélago, siendo su población actual de 408.544 habitantes –censo 2022-.




Sus primeros colonizadores fueron taínos que le dieron el nombre de Jagua, que significa belleza. En 1494 Cristóbal Colón la descubrió en su segundo viaje al Nuevo Mundo. En 1508 por orden de los Reyes Católicos en ella se asentó Sebastián de Ocampo. Y tras los continuos ataques de piratas y corsarios en 1745 se construyó el fuerte de Nuestra Señora de los Ángeles, conocido como el castillo de Jagua, para proteger su bahía.




La fundación formal de su capital homónima data de 1819, cuenta con la peculiaridad de ser la única en Cuba fundada por colones franceses al mando del teniente coronel de infantería Juan Luis Lorenzo de Clouet Favrot, natural de Nueva Orleáns y fiel servidor de la corona española, para contrarrestar el gran número de familias negras de la provincia. Su primer nombre fue el de Fernandina de Jagua, en honor al rey Fernando VII y a la estirpe aborigen, tomando en 1829 el nombre de Cienfuegos, por el español José Cienfuegos Jovellanos –Capitán General de Cuba-, por célula real con la categoría de villa, obteniendo en 1880 el de ciudad.




La conocida como “Perla del sur” vivió su despegue económico a mediados del siglo XIX gracias a la pujante industria azucarera, lo que les permitió a los adinerados comerciantes la construcción de eclécticos edificios que rememoraban el neoclasicismo de sus antepasados franceses, con numerosas casonas y palacetes en un centro histórico urbano merecedor de ser declarado en 2005 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.




En el extremo sur de la ciudad, al concluir el Malecón, se encuentra Punta Gorda, el viejo barrio de la clase alta caracterizado por sus casas y palacios. Entre los que destaca la considerada joya de la arquitectura cubana, el palacio de Valle, envuelta en un halo de amor y dispendio.




Construcción iniciada por el español Celestino Caces Carbonell entre 1890 y 1895 con el nombre de “Villa Amparo”, parte de la llamada “Quinta Morisca” que en 1906 es adquirida por Alejandro Suero Balbín. Asturiano de Lue –concejo de Colunga- que emigró a la isla en 1861 y llegó a ser uno de los más acaudalados e influyentes en la región central sureña cubana, siendo a su vez uno de los primeros alcaldes de Ciego de Ávila. Quien la regaló a su hija Amparo Teresa Suero Rodríguez, nacida en 1885, al contraer matrimonio con su socio Acisclo Del Valle Blanco, veinte años mayor que ella.




También emigrante asturiano, de Arriondas -concejo de Parres- nacido en 1865 que emigró a Cuba en 1882 junto a sus hermanos Modesto y Anastasio, después del fallecimiento de su padre que fue notario y alcalde de la localidad. Que estableció su residencia en Cienfuegos en 1883, destacando pronto en su actividad previsora y comercial que le convirtió en un importante hombre de negocios en el sector azucarero, respetado y referente en la ciudad.





El actual palacio es fruto de cuatro años -entre 1913 y 1917- de intensa construcción, con el matrimonio intensamente involucrado, que dieron rienda suelta a su imaginación, reflejando gustos eclécticos y combinando influencias globales de la época. Para lo que contrataron arquitectos, artistas y adquirieron materiales de diversas partes del mundo, como Estados Unidos, España, Italia, Francia, Arabia, siendo el único material cubano utilizado la madera preciosa de caoba.





Obras iniciadas por el arquitecto cubano Pablo Donato Carbonell, que combinó con maestría diferentes elementos y estilos la ambiciosa visión y prosperidad familiar de los Del Valle Suero, y que fueron concluidas por el italiano Alfredo Colli.




De fuerte influencia mudéjar y morisca, tanto que de él se ha afirmado que fue sacado de un cuento de “Las mil y una noches” y por otros calificado como el Taj Mahal cubano, su derroche arquitectónico se complementa con estilos como el barroco, el gótico o el románico.





Los elementos moriscos, inspirados en los palacios del sur de España y norte de África, dominan su fachada con sus arcos de herradura, patrones arabescos y celosías ornamentales. Mientras que el estilo veneciano de sus balcones ornamentados y elegantes columnas le añaden el elegante toque italiano.





En su planta baja conviven el gótico de sus arcos apuntados, las bóvedas de crucería y sus cristales de colores con el mudéjar del salón comedor –imitación del patio de los leones de la Alhambra de Granada- y el romántico francés del salón de música y juegos en su piso de cerámica con alusión a juegos como el ajedrez, las damas o el dominó.





En la primera planta se encuentran ocho dormitorios, con cuatro baños, estudio y salas de estar, con puertas donde aparece tallado el nombre de la propiedad. Estancias amplias, de techos altos para facilitar la entrada de la luz y la ventilación.






Culminando la edificación el espacio abierto hacía la bahía de la segunda planta, en la que destacan tres torres de estilos diferentes. Una central que recuerda a las de los castillos medievales europeos, representativa de la fuerza; otra india que simboliza el amor en línea con las del Taj Mahal y una árabe con un minarete alusivo a la religión.






Acisclo y Amparo no escatimaron gastos en un palacio que no solo fue una de las residencias más avanzadas de la época, sino en el epítome del lujo y la sofisticación. Equipado con las últimas comodidades modernas como electricidad, fontanería y calefacción central, sus lujosos interiores acogían adornos de jarrones de porcelana italiana y china, exquisitos candelabros, maderas preciosas y opulentos muebles.






Como tampoco lo hicieron organizando fiestas y eventos fastuosos, por lo que pronto se convirtió en el epicentro de la alta sociedad central sureña cubana, con una merecida fama de prestigio y elegancia.




A lo que unieron el mecenazgo a las artes y a la cultura, con exposiciones, conciertos y representaciones teatrales, lo que impulso la reputación de la ciudad como centro cultural en la isla, siendo considerado el empresario amigo generoso de Cienfuegos, que le tributo homenaje con un busto en 1921, que en la actualidad luce en la escalera de acceso al primer piso palaciego.





El amor de la pareja y la familia con sus ocho hijos, causante de la magnificencia del sitio, se rompió con el fallecimiento de Acisclo en 1919 a los 54 años. Tomando la decisión su viuda de trasladarse a España con sus hijos y sus restos mortales tres años más tarde, residiendo en la localidad asturiana de su marido donde habían construido otro palacio.




El palacio Valle fue sede posteriormente del Club de Cazadores. En 1952 con el impulso que se quiso dar al turismo y al ocio en Cuba, se analiza para ser cabecera en Cienfuegos de la ampliación nacional prevista, constituyéndose en 1956 una Sociedad Anónima, que adquiere la propiedad y sus terrenos, con la participación de la viuda y dos de sus hijos para construir un hotel con casino que incluiría el palacio, que comenzó a construirse ese mismo año con el nombre de Jagua.




Con la construcción prácticamente concluida, a falta de remates internos y de infraestructuras externas, el triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959 motivo la salida inversora del país y la asunción de los bienes por el nuevo gobierno para su conclusión. Se descarta rápidamente la idea de convertir el palacio en casino por los principios revolucionarios y se convierte en monumento público. Y ese mismo año se concluye el hotel siendo inaugurado el 28 de diciembre de 1959 para la convención internacional del Club de Leones.




En cuanto al palacio en sí, en la actualidad -noviembre 2024- forma parte del complejo hotelero, gestionado por la cadena española Meliá, con usos tanto para eventos culturales como de restaurante y bar en su terraza, abierto y visitable al público. Siendo la impresionante y opulenta joya arquitectónica, cargada de rica y fascinante historia, con su grandeza y diseño intrincado, no sólo el principal ícono turístico de la “Perla del sur”, sino de los principales del país. Que tuvimos ocasión de visitar con motivo del XXV Congreso internacional de Fepet en noviembre de 2024.




Legado vivo de la importante inmigración asturiana a Cuba, donde una parte hizo fortuna y aún es visible su aporte a la economía, cultura y sociedad. Encontrándose enfrente del palacio un buen ejemplo de ello, el restaurante Covadonga. Que lleva el nombre del emblemático santuario asturiano -cuna de la Reconquista española- a escasos 20 kilómetros de Arriondas, que puso en marcha María Llano González, antigua trabajadora de la familia que cuido del palacete cuando esta se fue para Asturias, y a la que le traspaso el área lindante con la bahía en el que ella como emprendedora explotaba como baños de mar y en la que construyo el primigenio establecimiento, que aún hoy es referente culinario de la localidad.




 

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“El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”. Isabel Angélica Allende Llona (1942 -) escritora chilena.

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