El pueblo granítico, perteneciente al concejo de
Sabugal, está incluido en el grupo de Aldeas Históricas de Portugal.
En el año 19991, el gobierno de Portugal, puso en marcha el programa denominado “Red de aldeas históricas”, con el objetivo de dar al interior de la región centro una estrategia de desarrollo y valorización centrada en los valores de la historia, la cultura y el patrimonio, así como combatir los efectos del paso del tiempo y la desertización.
Aldeas unidas por ubicaciones estratégicas junto a la frontera española, fruto de la preocupación de varios reyes preocupados por la defensa del territorio, que se encargaron de poblar y fortificar la región, edificando castillos y murallas, otorgando cartas forales y ofreciendo privilegios a quien allí se estableciese.
La Red la constituyen doce aldeas: Almeida , Belmonte, Castelo Mendo, Castelo Novo, Castelo Rodrigo, Idanha-a-Velha, Linhares da Beira, Marialva, Monsanto, Piódao, Sortelha y Trancoso.
Sortelha, es una villa y parroquia del concejo de
Sabugal, en el distrito de Guarda, de la que dista 14 kilómetros, que cuenta
con una superficie de 43 kilómetros cuadrados y un censo poblacional de 484
habitantes –censo 2014-.
Situada en la cima de una colina, a más de 760 metros,
en la sierra de Opa, fue habitada desde el Neolítico, romanos y musulmanes
también se asentaron en ella. Su ubicación, en una región muy accidentada de
naturaleza granítica, compuesta por enormes roquedos que proporcionaban un buen
abrigo y la visión de largas perspectivas que facilitaban el avistamiento de
acercamiento de enemigos, fueron los parámetros valorados por los diferentes
monarcas para convertirla en fortaleza.
No hay una
versión única sobre el topónimo Sortelha, cuyo significado en castellano es
Sortija. Una hace mención al juego medieval de mismo nombre, en el que los
caballeros competían en introducir la punta de una lanza a través de un anillo.
Otra es que hace mención a una hermosa sortija. Y otra a un anillo de pedrería
al cual se le atribuyen poderes, sortilegios y hechicerías. Quizás, éstos
últimos estén relacionados con las muchas leyendas que se cuentan sobre una
anciana, cuyo perfil se dibuja en las rocas que se ven desde la entrada
superior de la fortaleza.
Sancho I de Portugal, conocido como el Poblador y
fundador de la ciudad de Guarda a cuyo distrito pertenece la villa, fue el impulsor en 1187 de la fortificación
rodeada de extensos bosques de pinos, olivos y castaños, mandando erigir un
castillo roquero asentado en una imponente roca, con la torre del homenaje
aislada, sobre un asentamiento árabe. Formando parte, de ese modo, del conjunto
del territorio que componían la frontera oriental del reino de Portugal en el
siglo XII.
Fue el inicio de la época de esplendor de la villa que
recibió en 1228 la carta foral otorgada por Sancho II, período en el que la
organización militar y administrativa se consolida, siendo capital de concejo
hasta 1855 que paso a depender de Sabugal. La estructura fortificada se adapta
a las necesidades de los siglos XII y XIII, marcadas por el repoblamiento de
los territorios reconquistados a los musulmanes y las disputas territorios con
el reino de León primero y de Castilla después, por los territorios de
Riba-Côa.
El tratado de Alcañices, de 1297, marca los límites
con el reino de Castilla, pasando a formar parte del rey de Portugal todos los
territorios del margen oriental del Côa. Sin embargo esto no resta importancia
a la plaza, que sigue gozando de la calificación de estratégica, como prueban
las intervenciones reconstructivas de los reyes D. Dinis y D. Fernando en el
siglo XIV, y sobre todo con las de D. Manuel I. Este le otorgo en 1510 un nuevo
fuero para estimular su repoblación, restauró el castillo, mando gravar sus
armas en su exterior y erigió el Pelourinho ubicado a sus pies.
El nuevo fuero y las obras emprendidas dieron paso a
una época boyante para el pueblo, que creció en el interior de la recia
muralla, con calles estrechas y pendientes con presencia en las mismas de
grandes rocas y escalones tallados en la piedra, por las que se construyeron
casas adaptándose al escarpado y rocoso terreno, utilizando la piedra granítica
del entorno. Construcciones medievales, muchas de ellas en estilo manuelino,
siempre expuestas al sol, que ha servido para que sus habitantes sean conocidos
como “lagartijos”. Una vez superadas las necesidades defensivas la población se
fue desplazando hacia zonas más fértiles y menos accidentadas que el núcleo
inicial.
Aún en la actualidad la misma permanece aislada, se
llega a ella a través de una carretera con vueltas y revueltas, conserva su
legado y atmósfera medieval y sus callas diseminadas como un anfiteatro regular
de granito anidado entre el recinto amurallado, a la sombra de la silueta
altiva de la torre del homenaje, memoria de las historias de la primera
historia de Portugal. Villa peculiar como pocas, que forma parte desde 1991 del
conjunto de “Aldeas históricas de Portugal”, compuesto por doce localidades.
La fortaleza se compone de dos partes distintas. Por
un lado, la ciudadela con el castillo, último reducto que se corresponde con la
parte militar y, por otro, las murallas que envuelven la villa y que eran la
parte civil. La entrada principal de acceso es la puerta de la Villa, también
conocida como de Entrada, con estructura ojival y que cuenta en uno de los
extremos de la muralla con una antigua garita.
Puerta que da acceso a la plaza del
Corro, que cuenta con buenos ejemplos de la arquitectura existente, como la
casa de los Halcones, del siglo XVI, la casa del escribano del ayuntamiento,
que confirma la importancia administrativa de la villa en otros tiempos y una
de estilo setecentista del siglo XVIII.
Saliendo de la plaza y subiendo la calle
de la Fuente, que toma el nombre de una fuente del siglo XV allí existente,
escondida por un pequeño muro y una pequeña puerta de madera, con peldaños, de
la que parte un túnel que comunica el interior con el exterior de las murallas.
Allí también se encuentra la llamada
casa Número Uno, del siglo XIII, cuya denominación se debe a una inscripción
que presenta una de sus puertas. A media altura de la calle, a mano izquierda
se encuentra la calle del Horno, con la casa de mismo nombre, antiguo horno
comunitario y en la actualidad reconvertido en bar.
La calle de la
Fuente concluye en la plaza de la Picota, y en su parte final se ubica varias
casas con destacados elementos decorativos. Una del siglo XVI con diferentes
componentes de estilo quinhentistas y otra en la que destaca la bonita ventana,
en estilo manuelino.
En la parte
inferior de la plaza, se encuentra la casa de las Almas. Allí se recibían las
dádivas para los necesitados, aunque también existe la teoría que la relaciona
con la picota, haciendo referencia al sitio donde eran castigados los
criminales.
En el centro de
la plaza, centro a su vez de la villa, se encuentra el símbolo del poder del
consejo del pueblo, el Pelourinho. Considerada bien de Interés Público, está
datado en el siglo XVI, y su construcción fue realizada en estilo manuelino y
rematado por una esfera armilar.
Detrás se
encuentra el castillo, edificado sobre un roquero en el lado meridional del
pueblo, bautizado por José Saramago en su libro “Viaje a Portugal” como el
castillo de brincar, admirando su aparente fragilidad en comparación con las
dimensiones de las murallas. Ante las escaleras de acceso al mismo se encuentra
uno de los varios pasos de la Vía Sacra, que hay en el pueblo.
En su fachada
llama la atención la ausencia de almenas en el mismo, y en ella destaca el
“Balcón de Pilatos”, construido en época de don Dinis y el escudo de armas de
don Manuel I.
El balcón está
situado sobre la puerta de entrada, cuenta con varios matacanes y con aberturas
circulares en las piedras que componen el pavimento, por dónde se arrojaban
proyectiles, piedras, aceite hirviente o agua para escaldar en la defensa del
mismo en casos de ataques. Ataques que sufrió el castillo por última vez cuando
la guerra contra los franceses, en la que las tropas de Napoleón Bonaparte,
dinamitaron las murallas.
En el interior
del castillo, la torre del homenaje se levanta sobre un gran roquedo, y no es accesible en la actualidad.
A diferencia de
la muralla que rodea la fortaleza, que se puede circunvalar y disfrutar de las
amplias vistas que desde se ella se observan, tanto del interior del pueblo,
que se observa a vista de pájaro, como del exterior. La sierra del Casteleiro,
la sierra de Malcata, la cercana Belmonte –también reconocida como aldea
histórica- o la sierra da Estrela, cerrando el horizonte, son perfectamente
visibles desde ella. Muralla compuesta por muros ciclópeos, en forma circular,
que se adaptan y aprovechan el relieve hasta alcanzar cerca de veinte metros de
altura y más de dos metros de espesor.
Delante de la
torre se ubica una profunda cisterna, equipamiento imprescindible en casos de
ataque. Junto a la torre
y a la cisterna, en una de las esquinas, se encuentra la puerta de la Traición
o Falsa, con caída libre hacia el vacío.
A continuación del castillo se encuentra una nueva puerta falsa y el edificio del antiguo Ayuntamiento, que posteriormente fue prisión y en la actualidad es el colegio de la localidad.
Un poco más
allá, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves o iglesia
Matriz. Aunque su construcción se puede
remontar al siglo XIV, sus trazos se corresponden al estilo renacentista, como
bien se puede observar en su portada, que luce esculpida la fecha de su
construcción -1573-. En su interior destaca su techo mudéjar, varios retablos
barrocos y la imagen gótica de la virgen de la que toma el nombre.
La subida hacia la parte posterior de la
localidad permite la visión de consistentes casas, algunas de ellas construidas
aprovechando los huecos entre los enormes pedruscos.
La zona alta, totalmente amurallada,
tiene como referencia la puerta Nueva, ubicada al oeste de la fortaleza, lugar
por dónde entraba en la villa el camino medieval que la unía con Covilha y la sierra del Casteleiro, calzada vieja de
posible origen romano, que formaba parte de la antigua ruta a Santiago de
Compostela. En el lado exterior de la muralla se labraron la vara y el codo,
antiguas medidas medievales mandadas marcar por el rey y que se utilizaban para
informar al mercader forastero las marcas para las ferias y mercados que allí
se realizaban.
Saliendo de la puerta, se encuentra el
conjunto constituido por el antiguo hospital de Misericordia, la iglesia de
Santa Rita y la capilla de Santiago. El Hospital de
la Misericordia, del siglo XVII, está constituido por cuatro construcciones
conectadas entre sí.
Allí se levanta
una cruz de Calvario, y también un trozo de la calzada medieval mencionada,
lugar desde el que se disfruta de excelentes divisorias del entorno cercano, en
el que destacan las sierras de Fraguas y de la Estrela, y pico de San Cornélio.
De la antigua iglesia
de Santa Rita, o de San Juan según los archivos parroquiales, que en la
actualidad se encuentra sin techumbre, es visible aún en su interior el altar y
un púlpito, en una de sus paredes laterales. En su momento fue albergue para
peregrinos medievales.
En el entorno de la iglesia, en su parte
trasera, son perfectamente visibles varias sepulturas antropomórficas
esculpidas en la tierra rocosa, alguna de niños. Son muestra de las incontables
de ese tipo descubiertas a su alrededor, datadas del tiempo en que Sortelha era
la única parroquia existente en la región de Casteleiro y Bendada.
Al este de la puerta Falsa y del conjunto religioso, en un
descampado rocoso junto a un corral, se encuentra una curiosa piedra llamada por los lugareños
“Cabeza de la Vieja”. Curiosa formación granítica modelada por los caprichos de la naturaleza, perfectamente visible, y relacionada por algunos con el topónimo del pueblo,
como se ha mencionado al inicio.
Y enfrente a ella, formando parte del
recinto amurallado en su parte más elevada, la torre de Facho de planta
cuadrangular, utilizada para enviar señales luminosas o de humo.
Pudiendo entrar también al recinto amurallado,
al lado de la mencionada torre, por la puerta denominada Falsa.
Accediendo por esa puerta, el visitante
se encuentra con el solar de los “Correia y Costa”, construcción iniciada en
1400, con fachada de piedra y planta en forma de L, que ha sufrido posteriores
alteraciones. También denominado Nuestra Señora de la Concepción, funciono como
hospedería privada y en la actualidad como hotel.
En esta zona alta, con la muralla
perfectamente conservada, son visibles las marcas de las viviendas que en su momento
se levantaron partiendo de ella y que en la actualidad no existen.
Murallas en los que también se
encuentran pasos de la Vía Sacra.
En la una reposada bajada hacia la parte
inferior, por las callejas del interior del pueblo medieval, el visitante
disfruta de la visión de casos antiquísimas, perfectamente rehabilitadas
respetando el entorno, que traslada al mismo a tiempos pretéritos.
En una de ellas se encuentra la capilla
de San Sebastián, construcción del siglo XVI, que también cuenta con un paso de
la Vía Sacra adosado en su frontal inferior.
En el paseo por el pueblo, no pasa
desapercibido la talla en granito de un elefante. Es el tributo que la
localidad ha rendido al insigne premio Nobel de Literatura, José Saramago,
escritor portugués del siglo XX. Saramago hizo mención a la villa en dos de sus
obras, “Viaje a Portugal” y “El viaje del elefante”. En esta obra, escrita en
el año 2008, narra el curioso viaje de un elefante, llamado Salomón, con el
sequito real a mediados del siglo dieciséis por media Europa, como regalo del
rey D. Joao III de Portugal a su primo el archiduque Maximiliano de Austria
como presente de boda.
En Sortelha el escritor imagina una de
las escenas triunfales de su relato, aquella en la que el elefante, imbuido del
politeísmo hindú, despacha con una coz al párroco local, que proponía excomulgarlo
como hereje, como si el pobre animal estuviese poseído por el demonio.
Recomendable es la visita a Sortelha,
auténtica Aldea Histórica, nacida del granito y mecida en cuna trenzada con
mimbres del medievo. Es una de más bellas y más antiguas aldeas portuguesas, que revela la primitiva esencia de uno de los pueblos tradicionales más bonitos de Portugal, que ha mantenido su fisonomía urbana y arquitectónica hasta nuestros días
La visita paseando por las calles y callejuelas del conglomerado, entre sus casas de un solo piso meticulosamente restauradas, enclaustradas y acurrucadas por un anillo defensivo de recios muros levantados en el siglo doce y vigiladas y protegidas por su peculiar y rocoso castillo, y en las que altivas torres del Homenaje y de Facho surcan hacia el cielo, permite al forastero volver a siglos pasados, por entre las sepulturas medievales, junto a la picota manuelina o delante de la iglesia renacentista. Sin duda este pueblo medieval es un lugar mágico e intemporal.
La visita paseando por las calles y callejuelas del conglomerado, entre sus casas de un solo piso meticulosamente restauradas, enclaustradas y acurrucadas por un anillo defensivo de recios muros levantados en el siglo doce y vigiladas y protegidas por su peculiar y rocoso castillo, y en las que altivas torres del Homenaje y de Facho surcan hacia el cielo, permite al forastero volver a siglos pasados, por entre las sepulturas medievales, junto a la picota manuelina o delante de la iglesia renacentista. Sin duda este pueblo medieval es un lugar mágico e intemporal.
MÁS
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. Pinchar enlaces.
“Entrar
en Sortelha es entrar en la Edad Media. Lo que da carácter medieval a este
aglomerado es la enormidad de las murallas que lo rodean, su espesor, y también
la dureza de la calzada, las calles empinadas, y, encaramada sobre piedras
gigantescas, la ciudadela, último refugio de los sitiados, última y tal vez
inútil esperanza”. José Saramago (1922-2010) escritor portugués, en su obra
“Viaje a Portugal”.
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