La ciudad portuguesa, con su castillo de cinco
esquinas, controla el paso por el río Côa.
Municipio y capital fronterizo portugués de mismo
nombre, perteneciente al distrito de Guarda, ubicado en la región Centro, subregión
de Beira Interior Norte, en una pequeña meseta de la sierra de Malcata. Su
superficie es de 826,70 kilómetros cuadrados, está vertebrado en 30 parroquias
y su población es de 14872 habitantes –censo de 2013-.
Existen evidencias de la ocupación humana a lo largo
de los tiempos en la región y en el municipio, las hay del Neolítico, pero son
los períodos del Calcolítico y de la Edad del Bronce, dónde mayores restos
arqueológicos existen. Calzadas, puentes y misarios, así como otros muchos
vestigios, dan fe de la presencia romana, así como del período de la
reconquista cristiana y en la época de la formación de la Nación.
De gran valor estratégico, su ubicación en territorio
fronterizo y dominando la ribera del Côa, fue motivo de disputas entre los
reinos de León y Portugal históricamente. El territorio perteneció al reino de
León tras las victorias de Fernando II y Alfonso IX, en las batallas de Argañan
-1179- y de Ervas Tenras -1199- respectivamente, siendo fundado como municipio
por Alfonso IX en 1209, en el contexto de una segunda acción repobladora en la
región de la ribera del Côa, convirtiéndose en el centro administrativo de la
región.
A Alfonso IX de León, también se le debe la
construcción de la muralla, de la que aún hoy se pueden encontrar algunos
trozos junto al castillo y a la puerta de la Villa, la única que se ha
conservado del recinto amurallado.
En 1296, durante la guerra entre Fernando IV de
Castilla y Dionisio I de Portugal, paso a depender del reino portugués.
Dependencia ratificada en 1297 con la firma del Tratado de Alcañices.
El rey Manuel I, le renovó sus fueros, siendo el único
concejo en sobrevivir a las reformas del siglo XIX, incorporando los
territorios de los concejos limítrofes de Alfaiates, Sortelha, Vila do Touro y
Vilar Maior.
El concejo de Sabugal es un símbolo de la importancia
estratégica y militar de los tiempos de formación de la nacionalidad. En él se
encuentran cinco castillos, que forman el principal legado de este período,
guardianes de misterios, vigilantes de paisajes, historia viva de Portugal, son
auténticos cicerones para los visitantes, que muestran un viaje por seis siglos
diferentes. El de Vilar Maior es un castillo prerrománico, del
siglo XI; románico de los siglos XII y XIII es el de Sortelha; del siglo XIII,
aunque nunca se llegó a concluir, es la fortaleza de Vila do Touro; gótico de
los siglos XIV y XV es el de la capital, Sabugal, y de la época de la
transición –XV y XVI- es el de
Alfaiates.
Una visita a la actual ciudad de Sabugal, se puede
iniciar en la zona alta, en la ciudad antigua. Allí, rodeando la misma al sur y
al oeste, se pueden todavía descubrir restos de la muralla, que han servido de
base para la edificación de diversas viviendas, así como la mencionada puerta
de la Villa.
En ella destaca el castillo, símbolo de la ciudad y
que está catalogado como Monumento Nacional en 1910. Levantado en la zona más
alta, construido sobre el recinto
amurallado por mandato del rey Dionisio I en 1296, después de haber conquistado
la ciudad, con el objetivo de reforzar la defensa de las tierras recién
conquistadas.
Para ello se despejaron los espacios de intramuros,
dónde se encontraban las pocas casas de la aldea y el refuerzo de los muros que
ganaron dos grandes torres dominadas por una imponente torre del Homenaje. A
principios del siglo XVI, por orden del rey Manuel I, se realizaron obras de
restauración y reconstrucción de sus muros y cerco.
La fortaleza tiene forma trapezoidal, con doble
muralla, construido en granito y pizarra, cuenta con cuatro torres
cuadrangulares adosadas por el exterior y su torre del Homenaje principal,
considerada una de las más bellas de Portugal. Imponente torre, peculiar e
inusual, con forma pentagonal regular y
una altura de 28 metros de altura, siendo conocido por ello como el castillo de
Cinco Esquinas. Torre que cuenta con balcones con matacanes,
realizándose su acceso por el adarve. Sobre su puerta de entrada se encuentra
el blasón del rey Manuel, testimonio de los obras de refuerzo realizadas bajo
su mandato.
A través de los tiempos, el castillo fue perdiendo
importancia militar, debido a su distancia a la frontera y a las nuevas
exigencias defensivas por la aparición de nuevos tipos de armamento. Su último
papel en la historia militar bélica fue en 1811, cuando sirvió de apoyo a las
tropas luso-británicas que derrotaron a las del general francés André Massena
en la batalla de Gravato, poniendo punto final a la invasión francesa. Batalla
que es recordada en una de las rotondas de acceso a la ciudad.
Como consecuencia de su escaso interés estratégico,
fue transformado en cementerio en 1846, demoliéndose para ello construcciones
interiores –como su iglesia-, realizando funciones como tal hasta 1927 cuando
se construyó un nuevo cementerio para la ciudad. Entre los años 2003 y 2005 se
realizaron las últimas obras de mejoras y reformas, construyéndose un
anfiteatro en su interior.
Cuenta la tradición que en el mismo ocurrió el famoso “milagro
de las rosas” que tiene de protagonismo a Santa Isabel de Portugal y el libertino
rey Dinis (Dionisio). Bondadosa y generosa con los pobres en contra de los
deseos de su esposo, fue sorprendida por el mismo llevando pan en su delantal,
convirtiéndose el mismo en rosas, obteniendo el permiso real para continuar con
sus labores benéficas al no encontrar el monarca explicación alguna a lo
acontecido.
El visitante no
puede dejar de acceder al recinto, recorrer el perímetro de la muralla, y subir
a la torre del Homenaje para disfrutar de las vistas que desde la misma se
observan.
Una parte del curso del río Côa, el laberinto de casas que rodean el
cerro, las casas de la ciudad antigua y de la nueva o la topografía de la
región con la cercana Reserva Natural de la sierra de Malcata, son vistas que
se disfrutan desde la misma.
La plaza del Castillo, cuenta con una picota -poulorinho- de la época manuelina.
Y una curiosa fuente, decorada con un azulejo con el
dibujo del castillo.
Descendiendo hacia la zona nueva, es visible un
fragmento del antiguo recinto amurallado, dónde se puede observar la espesura y
método de construcción de la misma, compuesta por grandes paredes de piedra
unidas, siendo su interior de tierra y piedras más pequeñas.
En este espacio abierto, se encuentran recogidos
restos arqueológicos en piedra, procedentes de diferentes lugares del concejo,
que abarcan desde la época romana hasta el siglo XX y que componen el
denominado “museo lapidario”.
Espacio habilitado por el volumen de las piezas, que
aconsejaron un lugar expositivo diferente al del cercano museo de Sabugal.
Unas escaleras comunica el conjunto museístico con la plaza de la República. El frontal
norte de la misma está compuesto por un conjunto de tres edificaciones, que en
la actualidad componen las instalaciones del Ayuntamiento.
Edificios de dos pisos destinados en el momento de su
construcción a Ayuntamiento, concluido el 28 de junio de 1859, como reza
rotulado en una ventana del mismo.
Y los otros, como Tribunal y Cárcel, concluidos el 12
de septiembre de 1842, construidos por iniciativa del juez de distrito Vicente Pereira
de Figueiredo, como también reza en el dintel de otra ventana.
Junto a ellos, se encuentra expuesto un escudo de
granito del municipio.
En la parte superior de la plaza, se encuentra la
mentada puerta de la Villa, que fue
reforzada con una torre, denominada Sineira. Torre levantada en el siglo XIII,
con reformas posteriores, de planta cuadrada, rematada por una cornisa con
gárgolas de cañón y techumbre abovedada de cantería.
En la misma plaza, enfrente de las instalaciones
municipales se encuentra la casa Dos Britos. Edificación del siglo XVII,
antiguo solar de la familia Costa Fraiao, y que perteneció a Brito Távora Silva
y sus descendientes. De la misma, en la actualidad, destaca su entrada noble,
precedida por una gran escalera semicircular por la que se accede a un porche
con columnas jónicas, coronado con el escudo de la familia.
En el lateral de la casa dos Britos, se encuentra la
curiosa plaza de los Gatos, con una fuente-pozo en el centro de la misma,
esculturas en relieve de gatos alrededor de los árboles y un pedestal, sobre el
que está impreso un poema de Manuel Antonio Pina, sobre la silueta de un gato.
Bajando por la calle que comunica con la zona nueva de
la ciudad, se encuentra la iglesia Matriz de San Juan. Edificación de la
segunda mitad del siglo XVIII, levantada sobre otra de origen medieval,
construida para la Orden de los Hospitalarios, por iniciativa del señorío de
Sabugal.
En la actualidad la iglesia tiene adosada una moderna
edificación en su lateral izquierdo, teniendo en su parte derecha un altar
romano, recuperado cuando su construcción, que recuerda el paso prerromano de
la localidad.
Construcción barroca, con escasas variantes, torre
cuadrada con cuatro aberturas y gárgolas de cañón, y coro de madera asentado
sobre columnas graníticas. La imagen de San Juan es donación de una
sabugalense, como promesa realizada cuando se encontraba atrapado en alto mar por
una terrible tempestad.
Un poco más abajo, a la izquierda de la iglesia de San
Juan, se encuentra la de la Misericordia. Iglesia románica, de nave única,
pórtico con arco de vuelta, campanario con dos arcos paralelos y campanas
grabadas con formas geométricas. Sufrió considerables alteraciones en el siglo
XVII. En 1687 se abrió una ventana en su fachada, en la actualidad tapada, con
el fin de aumentar la luminosidad interior, una inscripción en su fachada
recuerda el hecho. En su interior destaca su pila bautismal, el púlpito y las
tallas de sus retablos.
En su pared lateral derecha se encuentra integrada una
piedra grabada, que presenta dos cruces de Malta, una inscripción y la medida
del codo, que como en otros muchos espacios de la época indicaba a los
mercaderes foráneos la medida estandarizada en los mercados.
Descendiendo de la iglesia se llega al largo da Fonte,
que centra muchos aspectos de la vida social de la ciudad, punto de encuentro de
la vecindad, y celebración de eventos y ferias. En él se encuentra el Chafariz,
levantado en 1904 –según reza una inscripción en el mismo- bajo el proyecto de
José María de Mello de Mattos, sobre otro existente de la época de don Dinis.
La fuente tiene tres bocas encuadradas con friso, y entre otros elementos
decorativos, cuenta en su parte superior con el antiguo escudo del municipio.
La ciudad, al estilo de otras muchas portuguesas,
cuenta con diferentes esculturas en las rotondas de acceso rodado a la misma. A
la citada, que hace mención a la batalla de Gravato, se suman las del “Homenaje
al bombero voluntario” y a la “Virgen de Nuestra Señora de Gracia”.
La mejor forma de concluir la visita a esta histórica
ciudad es visitando el Museo de la misma. Ubicado en las instalaciones ocupados
en su momento por Hacienda y de la Policía, rehabilitadas y recuperadas para su
uso comunitario cuenta con dos salas de exposiciones –una permanente y otra
temporal-, en la planta de la calle y un auditorio en la planta inferior.
En la plaza delante del museo, está colocada una
réplica reciente del pelourinho original de la ciudad, del que apenas han
sobrevivido tres fragmentos del mismo, que pueden ser observados en el interior
del museo.
La exposición permanente recoge vestigios de la
presencia humana en el concejo desde la prehistoria hasta el siglo XX, estando
dividida en seis apartados por épocas: Prehistoria, Protohistoria, Período
Romano, Época medieval –reino de León-, Época medieval -reino de Portugal- y
Era Moderna.
En la sala de actividades temporales, tiene lugar
exposiciones de diferentes géneros como pintura, escultura, etnografía, etc.
Museo con la que se puede concluir una visita a una
ciudad histórica, que fue perdiendo relevancia como centro neurálgico militar
con el paso de los años, y que ha sabido adaptarse a los tiempos en que le toca
vivir, convirtiéndose en cabecera de una región limítrofe con España cargada de
historia y salpicada por pueblos y aldeas, auténticas muestras vivientes de
tiempos pasados.
Y ya como complemento a una visita detenida, en la que
se emplean unas tres horas, el que suscribe recomienda realizar la comida en
alguno de los establecimientos de la localidad –como por ejemplo el Robalo- y
la degustación del “Bucho Raiano”, plato por antonomasia de la gastronomía
sabugunse y de la ribera del Côa, y que se suele degustar en las fechas del
entorno del carnaval.
Los buchos se elaboran en los días de la matanza del
cerdo, y son el resultado del relleno de la vejiga del cerdo una vez lavada,
con trozos de carne de los huesos de la columna, cabeza, oreja y rabo del
animal, aderezados con pimentón y ajo, durante al menos tres días, ahumándose
posteriormente. Para su ingesta es necesario cocerlo durante al menos tres
horas envuelto en una saca de lino, para evitar que se desmorone, y para su
consumo se suele servir con una guarnición de patatas cocidas y nabos.
El visitante que acuda a la ciudad durante la segunda
y tercera semana de agosto, tendrá la oportunidad de vivir la “Capeia Raiana”,
forma única de torear. Emblemática fiesta, símbolo del patrimonio cultural
inmaterial de la raya fronteriza de Portugal con España, que consiste en torear
al animal con un peculiar artilugio denominada “forcao” manejado por hasta
treinta hombres, que tienen que mover el mismo al unísono en función de los
movimientos que realice el toro, evitando que salte o pase por debajo del
mismo.
MÁS INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA.
Pinchar en enlaces.
“El hombre sin otros hombres es una soledad; pero el
hombre, sin las cosas, es una miseria por falta de estado”. Jorge de Alarcao
(1934 - ) arqueólogo portugués.
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