viernes, 15 de abril de 2022

Museo etnográfico Juan Pérez de Villamil, en Puerto Vega (Navia). La ballena y su cáptura.

Ubicado en Puerto de Vega, en Navia, inaugurado en 2001, es un homenaje permanente a las familias marineras y campesinas. Descripción y fotografías del apartado.

Navia es un concejo ubicado en el occidente del Principado de Asturias, que cuenta con una superficie de 62,58 kilómetros cuadrados, y limita al norte con el mar Cantábrico, al sur con el concejo de Villayón, al este con el de Valdés y al oeste con el de Coaña.

Puerto de Vega, es una de las ocho parroquias en que está vertebrado. Incluye los pueblos de Santa Marina, Soirana, Vega de Cima, Vigo y Puerto de Vega. Este último, la capital parroquial, dista 8 kilómetros de la municipal, esta ubicado a 28 metros de altitud,  cuenta con una extensión de 4,74 kilómetros cuadrados y una población de 1738 habitantes (censo de 2020), lo que la convierten en la segunda población más habitada del concejo.




Se trata de uno de los pueblos más pintoresco del litoral asturiano, cargado de tipismo, encanto, belleza y que cuenta con una gran riqueza cultural e histórica, en el que conviven las casas típicas marineras con las casonas solariegas y de indianos con edificios de corte moderno, con típicas callejuelas, paseos y plazas con el puerto pesquero siempre de referencia en un cuidado entorno, que junto a la unión y armonía de sus vecinos ha sido merecedor del premio “Pueblo ejemplar de Asturias 1995” otorgado por la Fundación Príncipe de Asturias.

Económicamente ligado históricamente al mar, tanto a la pesca como a la actividad complementaria conservera y la industrial de astilleros. Su puerto fue antiguamente comercial, de cabotaje  y ballenero, ubicándose en él la primera aduana del Principado de Asturias, manteniendo en la actualidad su actividad pesquera en un puerto ampliado y remodelado durante la década pasada, después de la galerna ocurrida el 1 de enero de 1998.




Su hijo más ilustre, junto a Álvaro Navia Osoro y Vigil, es Juan Gregorio Felipe Ramón Pérez Villamil y de Paredes. Nacido en Santa Marina el 1 de mayo de 1754 y fallecido en Madrid el 20 de febrero de 1824, abogado y político absolutista durante el reinado de Carlos IV y Fernando VII. Entre sus múltiples cargos fue ministro de Hacienda, regente del Reino y de la Real Audiencia de Asturias, consejero de Estado honorario y director de la Real Academia de la Historia. Pasando a la historia como el instigador y autor intelectual del Bando de la Independencia o de los alcaldes de Móstoles, con el que se inició la Guerra de la Independencia contra los franceses.

A él está dedicada una de las principales calles de la localidad. Y su nombre fue el elegido por la entonces Asociación de Amigos de la Historia de Puerto de Vega, y actual Fundación, para dárselo al Museo Etnográfico, integrado en el complejo de la casa de cultura Príncipe Felipe levantado sobre la conservera La Arenesca, en la avenida del político.




Inaugurado el 21 de septiembre de 2001, fue creado con la vocación de ser un homenaje permanente a la familia marinera y campesina, así como a la inmigración, tan ligada a la localidad. Se distribuye en planta baja y altillo, contando con un archivo y una sala de juntas como dependencias anejas.

El espacio expositivo abarca nueve áreas: la recreación de la casa tradicional; los aperos agrícolas; los oficios tradicionales vinculados al mundo rural; la mar y sus artes, con especial atención a la carpintería de ribera y a la captura de la ballena; el homenaje a la inmigración; aperos de la marina mercante y dos colecciones: una de zoología marina y otra de maquetas.




 

CAPTURA DE LA BALLENA  

En el apartado del mar y sus artes, la captura de la ballena -uno de los sustentos económicos de la zona durante siglos-, cuenta con una importante exposición documental, fotografía, de maquetas y huesos del totémico cetáceo.




La presencia de atalayas en toda la cornisa costera occidental confirma, a la vez que los muchos testimonios escritos, la antigüedad e importancia que para nuestra economía bajo medieval tenía la captura de ballenas.

Desde las escarpadas atalayas del concejo de Navia, en los parajes aún hoy conocidos como La Romanela, El Castillo, Atalaya de Vega y Coedo, el atalayero convocaría a «ballenar», quemando leña húmeda o seca, según fuese día o noche, en la torre de señales de una de ellas, porque ha divisado una ballena en la lontananza. El cuerno, la campana tañida o las desabridas voces componían el proceso del llamado “tocar a ballena”.




En cuestión de segundos, nuestro azul océano se llenaría de robustos lanchones, donde el más sagaz y hábil arponero ocuparía la proa y el diestro timonel la popa, mientras las más pesadas y lentas pinazas, con sus tres velas desplegadas, saldrían de puerto en apoyo de aquellos más atrevidos que ya acechaban al cetáceo. La «armaxa» o esquifazón ballenera cercaría al indefenso animal, y el arponero, una vez que el lanchón estaba al costado del animal, lanzaría su mortal arma –aquel arpón de casi un metro, con la cabeza en forma de flecha giratoria que se abría una vez clavada, ensartada en un fuerte mango que llevaba varios metros de cuerda o estacha– que, certeramente, se clavaría en el lomo del animal.




Tras su muerte, sería arrastrado a puerto, donde se le trocearía según las Ordenanzas, entregando el primer trozo al atalayero que la había divisado. El saín (aceite) se obtendría al derretir la grasa del animal, recogiéndose en enormes recipientes de cobre, hasta que enfriase, para colmar luego las pipas o barriles, operación realizada en la casa del horno del puerto.




En el concejo naviego, tal operación está documentada en  el Ciebo de Caborno, al lado del secular astillero, existiendo otra casa de ballenas en Coedo, pero aún antes habría bodega para trocear la ballena y derretir su grasa en el lugar donde luego se construyó la casa en la que nació el III marqués de Santa Cruz de Marcenado, en la Atalaya.

El aprovechamiento del animal era intenso. Las barbas pasaban a formar parte del íntimo ajuar femenino, mientras los huesos se utilizaban para alféizar de ventanas, bancos, etc.; la grasienta carne haría la delicia de los hogares marineros, mientras que el saín era rápidamente expedido a través de carreteros de las brañas vecinas hacia las ciudades del interior, para iluminar las catedrales y monasterios de las grandes urbes, además de las casas de los patricios.




Los capitanes de «armaxas» balleneras contrataron secularmente el derecho de captura con la Casa de Navia, tal como lo manifiesta Álvaro de Navia en 1639, donde argumenta su derecho a arrendar las atalayas naviegas como lo hicieron sus antepasados «desde tiempo inmemorial». El primer contrato conocido, que no el más antiguo, parece bastante razonable pensar que, al igual que en el vecino concejo valdesano, la desaparecida carta puebla de la Pola de Navia podría hacer referencia a la misma, previsiblemente vinculada a sus términos del alfoz, como eran el puerto de Veiga y quizá Coedo.




El primer documento se firmó en el puerto de Veiga por el vasco Juanes de Segurola con Álvaro Pérez de Navia-Osorio el 26 de octubre de 1608, para atalayar en los parajes de El Castillo, La Romanilla, Vega y Coedo. Tras un largo paréntesis documental, que no contractual, el segundo contrato conocido es de 1639, firmado por Esteban Miranda con los mismos interlocutores, acordando repartir presas y obligaciones. Mal iban las cosas para los pescadores nativos, ya que en 1640, Diego López de Vega, con poder de los vecinos, entabló pleito con Álvaro de Navia por los abusos señoriales manifiestos como los derechos de portazgo, el patronato de la ermita de la Atalaya o como el  usufructo del Campo como tendedero de redes y usos de los lugares de El Bosque y La Friera, para talar madera y procesos de derretir la grasa.




Del fracaso momentáneo del proceso dan buena cuenta los posteriores contratos con apoyo documental conocido, que siguen firmados por la poderosa casa de Navia, como el que acuerdan Domingo López de Vega y Antonio Brache, capitán y armador de ballenas en 1647, por doscientos reales de vellón, contrato en el que también arrendaban la casa de ballenas y el horno de derretir la grasa. El cuarto lo acuerdan en 1656 Álvaro de Navia y Pedro Trelles, que había utilizado sin éxito su «armaçon» en Ortiguera y alquiló las atalayas del concejo por tres ducados de vellón o grasa que valga lo propio, con derecho a poner dos lanchas en Ortiguera y dos en Vega. Un año después, será el guipuzcoano Domingo de Anachuriz quien firme un contrato cuatrianual, hasta ahora inédito.




Los pescadores de Vega hicieron escritura de arriendo del campo de la Atalaya los años 1665 y 1666 para hacer ahumadas de ballena. En 1675, es don Juan de Navia el que contrata con Pedro Orjales de Vega el uso de la casa de derretir grasa de ballena, en el lugar de Las Veigas, al lado del puerto. Y en 1694, Juan de Navia dio poder al cura de Anleo, Luis Fernández Abella, para establecer contrato con José Fuertes y con Antonio Chaves, maestre y capitán de la «armaxa» de ballenas, para poner atalayas, hacer ahumadas y pescar ballenas desde la riega de Barayo al arenal de Frexulfe, por media arroba de grasa buena y limpia de cada captura.




Aún hay un Apeo de bienes del año 1703 donde se menciona la casa de La Cabaña, en el puerto de Veiga, donde se derriten las grasas de las ballenas, mencionándose los puertos y atalayas de Vega, Costelo (El Castillo) y Romanela.

Finalmente en 1722 se recoge la última referencia a la captura de ballenas en el concejo y poco a poco, el recuerdo de tan singular costumbre se pierde. Curiosamente, los comerciantes al por mayor seguían comerciando con otros puertos el saín de las ballenas, destacando en esta labor a mediados del siglo XVIII algunos personajes que entonces dominaban el pujante Gremio de la Marinería y Comercio, como Domingo Pérez Lebrón y Lanza o Diego Froilán Lanza Trelles.




 OBSERVACIONES: Fuente Museo Juan Pérez Villamil.

  

MÁS INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. Pinchar en enlaces.

Un Principado para descubrir.

Un Principado para descubrir. Videoteca: concejo a concejo.

Un Principado para descubrir. Videoteca: museos, monumentos y sitios de interés.

Un Principado para descubrir. Videoteca: pueblos y lugares de interés.

Información sobre el Museo etnográfico “Juan Pérez Villamil”. Puerto de Vega.

Museo etnográfico.

Museo etnográfico. Aperos agrícolas y de labranza.

Museo etnográfico. La casa mariñana.

Museo etnográfico. La ballena y su captura.

Museo etnográfico. La Inmigración.

Museo etnográfico. La Mar y sus artes.

Museo etnográfico. Oficios artesanos.

Información sobre el concejo de Nava.

Barayo y Frexulfe, las maravillas naturales del concejo de Navia.

Capilla de la Atalaya. Puerto de Vega.

Isla de Vega o Soraina. Puerto de Vega.

Playa de Barayo, la joya que comparten Navia y Valdés.

Playa de Cereizo. Téifaros.

Paya de Coedo. Las Cortinas.

Playa de Fabal. Téifaros.

Playa de Frexulfe. Frexulfe.

Playa de Louseira. Puerto de Vega.

Playa del Moro. Navia.

San Bernardo Menthon y día del senderismo en Navia (23-06-2013)

Senda costera naviega. Travesía desde el Bao a Navia.

Senda costera naviega. Vídeo del recorrido. 

 

“Se dice de una persona que incordia o repuna mucho, para que deje estar tranquila a otra u otras”. Definición de la “Dir a ver la ballena” de la Academia de la Llingua Asturiana, basada en que en 1895 quedo encallada una ballena en la desembocadura del río Piles en Gijón y allí acudía la gente a ver al esplendido roncual de 23 metros.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario