domingo, 9 de febrero de 2020

Tolivia, la aldea fantasmagórica de Ponga.

Ha sido la primera de las seis aldeas abandonadas y deshabitadas del concejo de Ponga, en el Principado de Asturias. Descripción del mismo y su acceso desde la N-625.

En el sureste del Principado de Asturias se encuentra el concejo de Ponga, lindante con los asturianos de Caso, Parres y Piloña y los leoneses de Burón, Maraña y Oseja de Sajambre.
Cuenta con una extensión de 205,98 kilómetros cuadrados, lo que le sitúa en el puesto 20 de los 78 en que está vertebrado el Principado de Asturias, y una población de 598 habitantes –censo de 2018- ocupando el puesto 68 en este caso.
Integrado en su totalidad en el Parque Natural de Ponga, declarado en el año 2003, se encuentra vertebrado en nueve parroquias: Abiegos, Casielles, Carangas, Cazo, San Juan de Beleño, San Ignacio, Sobreboz, Taranes y Viego.
Su acceso más común es a través de la carretera N-625, que comunica Arriondas (Principado de Asturias) con Mansilla de las Mulas (León), hasta el puente los Grazos, perteneciente al concejo de Amieva, distante 11 kilómetros de Cangas de Onis. De él parte la carretera AS-261, que ascendiendo a la vera del río Ponga, concluye en San Juan de Beleño, capital municipal.
Su otro acceso más utilizado es el que parte de Sevares, perteneciente al concejo de Piloña, en la carretera N-634, para tomar la AS-339 que a través de la collada Moandi concluye en Sellaño, en la carretera AS-261.
La parroquia de Casielles está conformada por las aldeas de Biamón, Cándano, Caviella, la Sota y Tolivia, y el pueblo de Casielles, que en este último tiene su iglesia está bajo la advocación de San Juan.
Parroquia que en la actualidad –año 2019- cuenta con tres -Biamón, Caviella y Tolivia- de las seis aldeas o pueblos deshabitados y abandonados del concejo. Las otras son Canisqueso, Rubriellos y Vallemoru.
Tolivia es la más alejada de Casielles, del que dista cuatro kilómetros. A ella se accede por dos vías, siempre por caminos y senderos estrechos de montaña, en la actualidad transitados y mantenidos únicamente por montañeros.





La más utilizada preteritamente es desde la carretera N-625, en concreto entre los puntos kilométricos 127 y 128, a la altura del conocido como puente Vaguardo, punto perteneciente al municipio leonés de Oseja de Sajambre.





La otra es desde el collado Grancedo, sito en pleno bosque de Peloño, en la pista que comunica la collada Llomena, en la carretera PO-2 que une la capital municipal de San Juan de Beleño con la localidad de Viego, con la vega de Arcenorio. Del collado hay que ir a los de Viances, Ardimales y a la vega de Tolivia para bajar a la aldea a través del bosque.





El mencionado acceso desde la carretera, a 430 metros de altitud, se realiza descendiendo por una pequeña senda hasta el puente Vaguardo, que salva el río Sella. Construcción en madera colocada en diciembre de 2004, y que sustituyó al antiguo puente de troncos de madera llevado por una riada en abril de 1989, no habiendo paso por tanto durante más de 15 años.





Una vez superado hay que superar un importante desnivel por la denominada cuerria Quixiendi, en la falda oriental de las estribaciones de la sierra de Rumiades.
El estrecho sendero continua en ascenso hasta un pequeño collado primeramente y seguidamente hasta el conocido como “beyo” de Mojizo.





Desde el que comienza el descenso hasta el cercano río Mojizo, cuyo profundo tajo vertical de 80 metros en la parte final de sus foces, se salva a través de un nuevo puente –en la actualidad de hierro- conocido como puente Espina, que delimita los territorios del Principado de Asturias y León.





Superado el río comienza la dura ascensión por un estrecho y precioso sendero calizo, que va dando múltiples zigzag para salvar el desnivel, desde el que se divisan magnificas panorámicas montañeras.
Casi a la mitad del camino, y antes de dar un giro al valle, el sendero pasa por debajo de un farallón conocido como el “jorcau”, dónde la vista se recrea observando la espectacular haya que tiene incrustadas sus raíces en la piedra.






Superado el jorcau, el sendero penetra en la denominada canal de la Cabritera, siendo casi imposible de distinguir desde la distancia.





Continuando en su parte final por debajo de la peña Ñorin, en dirección al Forcau de Tolivia, crestón en el que el sendero vuelve a hacer un nuevo giro a la derecha, y punto más alto del sendero, situado a 720 metros de altitud. Desde el que se divisa todo lo andado hasta ese momento.






Superado el mismo, una pequeña portilla de madera cierra el paso, para una vez superada iniciar el camino de descenso hasta la pretérita aldea, cercana y ya a la vista.





Lo primero que uno se encuentra al llegar son los restos de su capilla, en su momento bajo la advocación de la Virgen del Carmen y el cementerio con una lápida a la vista. 







Según el escritor y montañero ovetense Francisco Ballesteros Villar, en su libro “Amieva y Ponga. Historia y caminos antiguos” editado por Ediciones Nobel, “Tolivia contaba con capilla y cementerio, costeados por el obispo de Oviedo, Ignacio Días Caneja, y con soberbia fuente de piedra, en la que consta el año 1928, como fecha de construcción”. De ellos ahora sólo quedan sus paredes laterales como muestra de su pasado.



La foto superior se hizo el 28-04-2013 y la inferior el 21-10-2018


Tolivia, ubicada a 705 metros de altitud, y que llegó a tener catorce casas habitadas y otras tantas cuadras, está abandonada desde el año 1985, cuando su último habitante se fue a vivir a Cangas de Onís.





Y de ella, rodeada de avellanos, nogales y otros árboles autóctonos, así como espesa vegetación que está invadiendo todo, sólo quedan los restos de casas y cuadras, de las que sólo queda íntegra una cuadra.






Curiosamente lo que si se mantiene en píe y en correcto estado es el hórreo beyuscu, parece ser propiedad del conocido como Manolo, el de la "Collada", que parece desafiar el paso del tiempo y el abandono total en el que se ha sumido la pretérita aldea.





Él es uno de los únicos diecisiete existentes en el concejo de Ponga, según el censo que la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno del Principado de Asturias, incluyó en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias, a través de la resolución del 21 de mayo de 2015.






Hórreos que son auténticos tesoros etnográficos regionales, construidos entre los siglos XVII y XIX, que solamente existen en la actualidad en las parroquias ponguetas de Casielles, San Ignacio y Viegu.




A pesar de su abandono hace ya más de cuatro décadas, y que solamente es transitada por los montañeros que realizamos alguna de las rutas que nos permiten visitarlas, un hilo de esperanza pende sobre la aldea, con algunos signos externos de cierta vida.





Los cántabros Pepe y Guillermo, abandonaron en 2018 uno de los pueblos abandonados de la montaña palentina y decidieron ubicarse en la aldea, comenzando a rehabilitar diferentes espacios de la misma, como su fuente datada en 1928 y alguna de las casas, habitando mientras tanto en las dos únicas construcciones que se mantienen en píe. Ignoro si a esta fecha, estos auténticos Robinsones aún siguen en la misma o han desistido.



Pepe, el 21-10-2018, con barba y camiseta verde, con un grupo de mis compañeros del Grupo de Montaña Vetusta, de Oviedo.




De la mencionada fuente, sale el píndio camino que en dirección suroeste se dirige a los conocidos como “pulpo de Tolivia”, la collada Cociyón, bosque de la Varera y collado Reces antes de descender hasta el caserío de Llué, compuesto por una casa, varias cuadras y un molino, también abandonado, aunque de su existencia aún dan fe su derruida casa y cuadra.





Caserío y aldea intrínsecamente ligados en tiempos pasados por su convivencia, pero también por una de las más escalofriantes historias de las montañas asturianas, las de Martinón y su esposa Pascuala, residentes en Llué, acaecida en enero de 1893, cuya  historia quedó recogida en el libro “Viaje al mundo de Martín Llamazales. Los Beyos de Ponga 1893”, escrito por Gerardo Segundo Gónzalez, editado en el año 2003.





Natural de Oseja de Sajambre, tuvo tres esposas y enviudo dos veces. La primera le duro un mes y la segunda tres, teniendo con la última once hijos criados en el caserío.
Su segunda esposa –Pascuala- falleció en enero de 1893, cuando el interminable invierno y las importantes nevadas dejaba incomunicados muchos lugares del Principado y casi todo el concejo pongueto, fallecía. Ante la imposibilidad de poder subir el cadáver hasta el collado de Lleces para bajar a Tolivia y darle cristiana sepultura, decidió excavar un nicho junto al fresno de su cabaña para enterrar el cadáver y conservarlo entre la espesa nieve, de forma que el frío lo mantuviera sin descomponerse. Sin embargo pronto los lobos hicieron aparición, merodeando el lugar e intentando desenterrar a la mujer, por lo que él decide desenterrarla de noche y meterla en la casa y tenerla entre nieve por el día.
El 31 de enero, aprovechando la mejoría del tiempo, se decide a coger el cádaver a hombros y subir a Reces, dónde pasa la noche, llegando a Tolivia al día siguiente dónde le dan sepultura.





La escalofriante historia pone de manifiesto las inmundas condiciones de los habitantes de recónditos lugares, que uno no para de pensar como seres humanos decidieron asentar y dar sentido a sus vidas en los mismos, a la vez sí lo hicieron voluntariamente o forzados por alguna circunstancia.






Concluyó con la posiblemente la mejor definición de Tolivia, fue la realizada por el médico, montañero y escritor ovetense Guillermo Mañana Vázquez, en su libro “Entre los Beyos y Ponga”, publicado por la entonces Caja de Ahorros de Asturias en el año 1988, cuando en su página 125 se refiere a él como “Hablar de Tolivia es hablar de un pueblo fantasmagórico, casi apocalíptico. Mimetizado en roca contra una pared rocosa y oculta bajo el alargado robledal del valle Torbenu; aislado del resto del mundo, más que unido a él, por complicados y aéreos caminos, algunos de los cuales flanquea “beyos” inverosímiles, y situado sobre abismales cortes rocosos que se hunden en las profundidades del Mojizo, Tolivia se recuesta en un oculto rincón inimaginable para la mente del hombre urbano. Tal parece que el pueblo quisiera permanecer oculto e ignorado del resto de la civilización”.






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Hablar de Tolivia es hablar de un pueblo fantasmagórico, casi apocalíptico. Mimetizado en roca contra una pared rocosa y oculta bajo el alargado robledal del valle Torbenu; aislado del resto del mundo, más que unido a él”. Guillermo Mañana Vázquez, médico, montañero y escritor asturiano.

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