Granada evoca la imagen de lo que
tiene que ser una auténtica ciudad turística, puesto que sea ha convertido en
una zona de referencia nacional y mundial capaz de ofrecer al visitante, en
cualquier época del año, una amplia variedad de posibilidades destinadas a
satisfacer la necesidades de ocio más exigente.
Pocas definiciones le pueden ser
más ciertas que los versos de Francisco de Icaza, inmortalizados en la placa
situada en la torre de la Pólvora en la Alcazaba de la Alhambra: “Dale limosna mujer, que no hay en la vida
nada como la pena de ser ciego en Granada” y es que es un auténtico
infortunio no poder contemplar las maravillas que la ciudad atesora, una
belleza en la que el tiempo parece haberse detenido.
Resguardada por las eternas
cumbres blancas de Sierra Nevada, ubicada a una altitud de 738 metros, al igual
que Roma se alza entre siete colinas separadas por el valle del Darro,
asomándose a la vega fértil regada por el río Genil, cuenta en la actualidad
con una población cercana a los 500.000 habitantes, incluida su área
metropolitana.
Útima capital de Al-Ándalus, el rey nazarí Boabdil la entregó a lo Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, concluyendo así la Reconquista. Para conocer su historia hay que retroceder hasta comienzos del siglo XI, en plena desintegración progresiva del Califato de Córdoba, cuando la familia mercenaria bereber argelina de los Banu Ziri la convierte en reino independiente fundando Medina Granata en 1013.
Vista general de la ciudad desde la Alhambra.
Útima capital de Al-Ándalus, el rey nazarí Boabdil la entregó a lo Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, concluyendo así la Reconquista. Para conocer su historia hay que retroceder hasta comienzos del siglo XI, en plena desintegración progresiva del Califato de Córdoba, cuando la familia mercenaria bereber argelina de los Banu Ziri la convierte en reino independiente fundando Medina Granata en 1013.
Capital del reino árabe, se
convirtió en una de las ciudades más populosas y ricas de Europa, y en ella el
arte musulmán alcanzo cotas difícilmente
superables en sus dos siglos de esplendor. Es la quintaesencia del arte árabe
en la Península ibérica, contando con monumentos que la convierten en un
verdadero museo histórico y artístico al aire libre.
Granada que tras la expulsión de
los moriscos atravesó por un largo período de decadencia, es en la actualidad
una ciudad de perfil moderno que conserva ricos vestigios de su pasado. Esta
diseñada para pasear, recorrer sus calles con tranquilidad, respirar el aroma y
el embrujo de sus cármenes, de sus callejuelas y recovecos, de sus
impresionantes monumentos, de la seducción del arte en estado puro, en
definitiva de toda su historia.
En ella todos los caminos
conducen a la Alhambra -castillo rojo en árabe- el monumento más emblemático no
sólo de la ciudad sino también de toda España. Su visita no dejara a nadie
indiferente, hay que disfrutar de cada rincón, empaparse de su historia y trasladarse
a ella, siendo su conjunto arquitectónico obra de muchos siglos de ampliaciones
y destrucciones e historia artística viva de este país.
La Alhambra, desde el mirador de San Nicolás.
La ciudad palatina nazarí, construida
entre los siglos XII y XIV es el único palacio medieval árabe que se conserva
en el mundo, declarada Patrimonio de Humanidad en 1984, se alza sobre una frondosa colina entre
numerosos manantiales y bosques centenarios,
rodeada por un recinto amurallado de poco más de dos kilómetros formando
un perímetro irregular, que cuenta con una zona defensiva, la Alcazaba, otra
residencial con los palacios Nazaréis y una de ocio, el Generalife.
La Alcazaba a la que se accede
por las puertas de Armas y de la Tahona, con sus torres de Adarguero, Homenaje,
Quebrada, Pólvora, Sultana y Vela, es su parte más antigua. Los palacios de
Comares con el patio de los Arrayanes, sus baños y las salas de la Barca y de
Embajadores; el de Mexuar con su cuarto
dorado y el de los Leones, en dónde se
da la más gloriosa y excitante propuesta del arte nazarí, con el increíble
patio y fuente del mismo nombre, sus salas de los Abencerrajes, Dos Hermanas y
de los Reyes y el mítico mirador de Lindaraja componen el conjunto palaciego
residencial. A los que se sumo el cristiano palacio de Carlos V construido en
1526 a la vez que la iglesia de Santa María de la Alhambra, levantada sobre la
mezquita. El Generalife -el jardín del
paraíso alto- con sus patios de la Acequia, del Ciprés de la Sultana y los
jardines Altos con la escalera del agua, componían la zona de esparcimiento.
Todo el conjunto y sus espectaculares vistas sobre diferentes puntos de la
ciudad requieren una visita pausada y
detallada que sin duda será del agrado del visitante más exigente.
Palacio de Carlos V desde la Alcazaba.
Ya en el centro de la ciudad la Catedral de la Encarnación y la Capilla Real, completan con el anterior la trilogía de los monumentos más importantes de la ciudad, estando adosada a la última y perteneciente a su segunda planta, la “lonja de Mercaderes” creada con fines comerciales y financieros en su misma época y estilo.
La Catedral se comenzó a
construir en 1518 poco después de la conquista y es uno de los templos más
destacados del Renacimiento español, aunque con influencias góticas. Coetánea de numerosas construcciones
cristianas en la ciudad, en su planta gótica se yuxtaponen cinco naves a una
rotonda; su fachada principal esta concebida como un colosal arco triunfal,
cuyo diseño enmascara su estructura interior y su capilla Mayor, iluminada con
vidrieras flamencas, es uno de los trabajos más perfectos renacentistas.
Fachada de la Catedral desde la plaza de las Pasiegas.
La Capilla Real es el edificio
gótico más importante de la ciudad, aunque con detalles renacentistas, su
construcción se inició en 1504 sobre la gran Mezquita nazarí, por orden de los
Reyes Católicos con el fin de ser su mausoleo y el de sus descendientes.
Adosada a la Catedral, con puerta integrada en la misma y otra en estilo
plateresco, en ella destaca el sepulcro en mármol de Carrara de Isabel I de
Castilla y Fernando II de Aragón, y los
de Felipe el Hermoso y la reina Juana, así como el retablo mayor de la Santa
Cruz y la reja del crucero que delimita la capilla.
Lonja de mercaderes y entrada a la capilla Real.
Enfrente de la Capilla Real, se
encuentra el palacio de la Madraza, escuela coránica de 1349 y posterior sede
del Ayuntamiento, de la que conserva su primitivo mihrab –oratorio- y en las que destacan además su espectacular
fachada barroca y la plateresca sala de los Caballeros.
En la plaza de Alonso Cano a la
izquierda de la de las Pasiegas, dónde se encuentra la fachada principal de la
Catedral, tres edificios eclesiásticos forman un atractivo conjunto: el palacio
Arzobispal, la curia Eclesiástica y la iglesia del Sagrario, y es uno de los accesos
a la Alcaicería, zona comercial y turística que mantiene el aire del antiguo
barrio musulmán.
Entrada a la Alcaicería.
A través de la Gran Vía se llega
a la plaza Isabel la Católica, presidido por el esplendoroso monumento a las
Capitulaciones, con las figuras de Cristóbal Colón y la reina cuando el
almirante le presento sus planes de viaje a las Indias.
Cercana se encuentra la plaza del
Carmen, lugar de ubicación del actual Ayuntamiento, levantado sobre el antiguo
convento del Carmen y que alberga un destacado museo histórico de principios
del siglo XX.
A escasos metros encontramos el
Corral del Carbón, antigua alhóndiga árabe, dónde se daba albergue a los
mercaderes, reconvertida en la conquista como corral de comedias, ubicándose en
él en la actualidad la sede de la Oficina de Turismo y lugar de celebración de
un mercadillo de artesanía.
Enfrente de su entrada se encuentra el palacio de los Duques de Abrantes, del siglo XVI, en el que destaca la fachada gótica con símbolos heráldicos.
El viejo barrio del Albaicín, poblado desde 1227, es sin duda el más populoso y conocido de la ciudad, se extiende adosado a la Alcazaba, ocupando parcialmente el monte que mira hacia la Alhambra, y del que la separa el valle del Darro. Sus connotaciones históricas, arquitectónicas y paisajísticas hacen que su visita sea casi obligatoria. Sus construcciones y urbanismo constituye un rico legado de la arquitectura árabe vernácula con la que armoniosamente se combina la arquitectura tradicional andaluza y sus diversos miradores y carmenes –casas con amplío y cuidado jardín- ofrecen atractivas y variadas vistas del conjunto monumental de la Alhambra.
Enfrente de su entrada se encuentra el palacio de los Duques de Abrantes, del siglo XVI, en el que destaca la fachada gótica con símbolos heráldicos.
Interior del corral del carbón.
El viejo barrio del Albaicín, poblado desde 1227, es sin duda el más populoso y conocido de la ciudad, se extiende adosado a la Alcazaba, ocupando parcialmente el monte que mira hacia la Alhambra, y del que la separa el valle del Darro. Sus connotaciones históricas, arquitectónicas y paisajísticas hacen que su visita sea casi obligatoria. Sus construcciones y urbanismo constituye un rico legado de la arquitectura árabe vernácula con la que armoniosamente se combina la arquitectura tradicional andaluza y sus diversos miradores y carmenes –casas con amplío y cuidado jardín- ofrecen atractivas y variadas vistas del conjunto monumental de la Alhambra.
En él aún se conservan vestigios
de murallas, aljibes, restos de puertas y de casas de la época musulmana y una gran parte de los
templos y viejos palacios existentes se alzan sobre restos de edificios moros,
mezquitas en su gran mayoría. Las iglesias de San Pedro y San Pablo, de San Gil
y Santa Ana, San Juan de los Reyes y el Salvador; los conventos de San Bernardo,
Santa Catalina de Zafra y de la Concepción; la Real Chancillería; el palacio de
los Córdova; la puerta de los Tableros; los baños del Nogal; las casas de
Zafra, Castríl –actual museo Arqueológico-, Chirimías y Horno de Oro; los
miradores de San Nicolás y San Cristóbal; las plazas de San Miguel, del Cristo
de las Azucenas, Larga, el callejón del Gallo, el paseo de los Tristes, la
célebre fuente del Avellano o la carrera del Darro que lo comunican con el
centro urbano, bien merecen una sosegada visita.
Carrera del Darro, entrada al barrio desde el centro ciudad.
Paseo de los Tristes.
Al igual que el Albaicín, su
vecino barrio del Sacromonte es otro de los íconos granadinos. Llamado
anteriormente Valparaíso, su nombre data de 1595, fecha del descubrimiento de
las Santas Cuevas, con las supuestas reliquias de San Cecilio y los libros
plúmbeos –placas de plomo escritas en árabe relatando el martirio de los
cristianos- y de la construcción de la Abadía y del colegio de mismo nombre. El
barrio está poblado mayoritariamente por personas de etnia gitana y está
considerado uno de los lugares del nacimiento del flamenco. Sus peculiares
cuevas-viviendas encaladas constituyen un pintoresco espectáculo de acentuado
tipismo gitano, del que conservan sus costumbres e indumentarias, siendo sus
fiestas – conocidas como zambras- en establecimientos hosteleros uno de los
reclamos turísticos más importantes de la ciudad.
El Albaicín desde la Alhambra.
A 31 kilómetros de la ciudad, se
encuentra la estación de esquí de Pradollano, creada en 1964 a una cota de 2100
metros que alcanza los 3330 metros y que con sus 120 pistas y más de 105 kilómetros
de pistas balizadas esquiables se ha convertido en el principal destino del
turismo de nieve del sur de Europa.
La oferta turística de Granada se
completa con una moderna y amplía oferta de alojamiento y una rica gastronomía
valorada y disfrutada por su alta calidad. Cuenta con 550 establecimientos, entre hoteles, apartahoteles, hostales,
pensiones y complejos turísticos rurales, que ofertan más de 35.000 plazas para
el disfrute del alto número de visitantes que elige la ciudad como su destino
turístico, y que en el año 2013 superaron los 2.250.000 de personas.
La gastronomía granadina se
inscribe en la tradición y las raíces de
la cocina arábigo-andaluza, con marcada herencia árabe y judía en mestizaje con
la cocina cristiana, fruto de la convivencia de las diferentes civilizaciones.
La riqueza de las diferentes comarcas de
la provincia propicia una gran variedad de materias primas, soporte de la
enorme riqueza de la oferta culinaria. Platos como la olla de San Antón, las
habas con jamón o con saladillas, la tortilla del Sacromonte, el remojón
granadino de bacalao y naranjas, las papas a lo pobre, las migas con chacinas,
complementadas con los dulces tradicionales o la extensa oferta de dulces
conventuales, por citar sólo algunos, bien merecen su ingesta y disfrute.
Gastronomía popular de la que es posible disfrutar en cualquiera de los cientos de establecimientos hosteleros y de restauración existentes en la ciudad, con sus ofertas variadas y diversas para todos los gustos y bolsillos. El de ir de tapas, gran parte de las mismas incluidas con la consumición solicitada, se han convertido en una auténtica referencia gastronómica y de ocio, que forma parte intrínseca de la ciudad de manera que la misma ya no se concibe sin ella. Oferta hotelera y gastronómica que forman un importante eslabón de la larga cadena de atractivos turísticos y uno de los pilares que ha convertido Granada en uno de los principales destinos y con más visitantes de la Península.
Gastronomía popular de la que es posible disfrutar en cualquiera de los cientos de establecimientos hosteleros y de restauración existentes en la ciudad, con sus ofertas variadas y diversas para todos los gustos y bolsillos. El de ir de tapas, gran parte de las mismas incluidas con la consumición solicitada, se han convertido en una auténtica referencia gastronómica y de ocio, que forma parte intrínseca de la ciudad de manera que la misma ya no se concibe sin ella. Oferta hotelera y gastronómica que forman un importante eslabón de la larga cadena de atractivos turísticos y uno de los pilares que ha convertido Granada en uno de los principales destinos y con más visitantes de la Península.
Interior de la plaza de toros, que alberga diferentes locales de hostelería.
OBSERVACIONES:
Artículo elaborado para la revista de la Federación Española de Tintorerías y Lavanderías, publicado en su número 11, correspondiente a Octubre-Diciembre 2014
MÁS INFORMACIÓN.
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“Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada". Francisco de Icaza y Beña (1863-1925) escritor, poeta e historiador mejicano.
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