miércoles, 24 de octubre de 2018

Museo de Anclas Philippe Cousteau, en Salinas. Ancla Balear y el Forner, de Roselló.

Ubicado en el Museo de Salinas, Principado de Asturias, creado y gestionado por la Cofradía Buena Mesa de la Mar. Ancla Balear y escultura del Forner, donados por el Gobierno Balear en 1991.

En el centro occidental del Principado de Asturias, en el promontorio de la península de la Peñona, rodeada de mar, en el extremo occidental de la playa de Salinas, concejo de Castrillón, se eleva en forma de atalaya este el singular “Museo de anclas Philippe Cousteau”.

Museo de Anchas Philippe Costeau. Descripción, fotos y vídeo.

Fue concebido en el año 1989 por la Cofradía Buena Mesa de la Mar, con sede en la localidad y creada tres años antes, en base a una idea original de Agustín Santarúa, Vigía Mayor por entonces. Y nace, de acuerdo con sus estatutos,  para rendir un homenaje continuado de amor a la mar y a sus gentes, así como a toda la cultura que la misma representa”. La elección de su nombre se realizo al ser  la síntesis del origen vital y universalidad con que el propio Philippe Cousteau se refería a la mar, ofreciendo así un homenaje eterno a las gentes que dieron su vida por la mar.
Tras varios años de maduración de la idea y de realización de gestiones, el arquitecto Luis Castillo elabora el proyecto en 1991, y el artista Vicente Santarúa la escultura  busto del hijo del Comandante Cousteau, siendo su realización posible gracias a las múltiples colaboraciones y donaciones de cofrades, empresarios y diferentes entidades y administraciones.
Realizando su inauguración S.M. el Rey Juan Carlos I, el 30 de septiembre de 1993, con la asistencia de las máximas autoridades civiles y militares, así como representantes del Gobierno de España y otros invitados.





Concebido como un conjunto monumental al aire libre y sin ninguna limitación de acceso, acoge un total de 15 anclas repartidas por todo el espacio, estando estructurado en cuatro áreas diferentes:
1.- Gran Mural. Ubicado en su acceso, sirve de iniciación al mismo.
2.- Cubierta de velas y anclas. Plataforma de acero creada por el arquitecto Luis Castillo Arenal, compuesta por seis velas de las que surgen las cadenas de las anclas que reposan en su cubierta.
3.- Templo de los océanos. Mirador esférico voladizo sobre el mar, precedido de una “rosa de los vientos”, que tiene enmarcados los 32 rumbos en los que se divide el círculo del horizonte.
4.- Busto de bronce de Philippe Cousteau. Sobre la peña Lisa, se alza el busto realizado en bronce de 3 metros de altura y 1000 kilos de peso.






ANCLA BALEAR Y EL FORNER, DE ROSELLÓ.
Composición “Es Forner” y “Hondero Balear”, de Lorenz Roselló (1868-1901), el Govern Balear, al pueblo de Asturias, Castrillón, mayo 1991. Así reza la placa que luce junto con el ancla y la pieza escultórica.





El áncora de uno de los jabeques o "xebecs" en mallorquín, del almirante-corsario Antonio Barceló, que en el siglo XVIII, eliminó la amenaza de los piratas berberiscos del Mediterráneo y abrió este mar al comercio, es una de las páginas más gloriosas de la Marina de guerra española, que desde 1991 se custodia en el Museo.
El jabeque, que deriva del dromón bizantino y de la galera, y que ya había sido adoptado por los piratas berberiscos en el siglo XV, se convirtió a finales del XVII en un arma temible, merced a su rapidez y facilidad de maniobra, frente a las pesadas naves cristianas. Tenía tres mástiles -el del trinquete inclinado hacia delante- portaba velas latinas o triangulares y montaba una batería descubiertas de 20 cañones.
A mediados del XVIII, la Armada española decidió adoptar el jabeque como barco de guerra. El prototipo fue el "Gitano", construido en Cartagena en 1.750, desplazaba 200 toneladas y tenía 28 cañones.
Poco después se adoptaría el jabeque-polacra, de velas cuadradas, siendo los más significativos los mallorquines. Uno de ellos fue el "Ibicenco", construido en 1.759, desplazaba 110 toneladas, tenía 22 metros de eslora y montaba 20 cañones. Aunque los había mayores, de hasta 680 toneladas y 38 cañones.
Fue Antonio Barceló, cuya figura fue muy controvertida, quien sacó mayor partido de estas pequeñas embarcaciones. De simple grumete alcanzó el grado de teniente general. No sabía leer ni escribir, salvo su nombre, y era de temperamento fuerte y malhablado. La aristocrática cúpula de la Marina Real lo odiaba y siempre intentó quitarlo de en medio, pero era adorado por sus hombres, a los que dirigía en primera línea.
Nació en Galilea, cerca de Calviá, en Mallorca, en 1.717. Cando contaba 18 años, la muerte de su padre le dejó al mando del jabeque-correo que unía las islas con la Península. Ya desde temprano comenzó a asaltar toda nave berberisca que se le ponía a tiro, y con 21 años, el Rey premia su valentía o voracidad nombrándole alférez de fragata. En la década de los cincuenta continúa con sus campañas, no muy diferentes de las emprendidas por los argelinos, y en 1.761, ya capitán, manda la fragata "Garzota", así como una flota de jabeques. A lo largo del decenio hundiría 19 barcos piratas, liberará a mil cristianos y hará 1.600 prisioneros. Como premio, será nombrado capitán de navío en 1.769.
En el verano de 1.775, tras una infructuosa incursión en socorro del Peñón de Alhucemas, participa en la primera e infausta expedición a Argel. Barceló comandaba las fuerzas ligeras de la flota hispano-toscano-maltesa, formada por 49 bajeles al mando de Pedro González de Castejón. Con sus pequeñas naves, evacuó al maltrecho ejército español del general O´Reilly, que acababa de contemplar cómo los jinetes argelinos masacraban a 5.000 de sus 18.400 soldados. Aquello le valió el ascenso a brigadier.
Cuatro años después vemos a Barceló, ya jefe de escuadra, en el sitio de Gibraltar, otra de las sangrientas aventuras de Carlos III. Fue en esa época cuando desarrolló un arma novedosa y crucial para la futura guerra en el mar: la lancha cañonera. Las de Barceló eran barcazas de 17 metros de eslora, con 14 remos por banda y una dotación de 30 marineros, que servía grandes cañones de 24 libras o morteros. Al principio despertaron las risas de los británicos, pero después de probar sus efectos las terminaron adoptando con mucho más éxito.
Ante Gibraltar intentaron hacerle la cama. Se envió incluso al marqués de Griñón para evaluar sus dotes como general. Sesentón y sordo, el mallorquín debió de causar buena impresión, puesto que se recomendó al conde de Floridablanca, primer secretario de Estado, su ascenso a teniente general.
En julio y agosto de 1.783, comandaría una gran escuadra de 85 embarcaciones contra la república corsaria de Argel. La incursión destruyó un diez por ciento de las edificaciones, fortalezas y naves argelinas, pero no logró doblegar al "dey", que se lanzó a una campaña de armamentos, con apoyo del sultán turco y de asesores europeos.
En julio de 1.784, el mallorquín dirige una segunda expedición, formada esta vez por 122 embarcaciones españolas, napolitanas, maltesas y portuguesas. Fue tal la tormenta de fuego que cayó sobre la plaza que el "dey" de Argel se avino a negociar con España y concluyó un tratado en junio de 1.786, con lo que se dio por concluida la piratería. Barceló recibió la Gran Cruz de Carlos III.
No sería su último servicio. En 1.790 y 1.791, y pese a su avanzada edad, acudiría en socorro de la plaza de Ceuta, aunque no se hizo necesaria la intervención de la escuadra, atracada en Algeciras, al morir el sultán de Marruecos en un combate contra su hermano. Barceló moriría dos años después a los 76 años.
La estela de uno de aquellos xebecs que combatieron a los berberiscos hace ya más de dos siglos conduce hasta el Museo de Salinas, donde también se recuerda al almirante- corsario, aquel por el que aún se exclama en tierras levantinas: "Més brau que Barceló per la mar".



                                          


EL FORNER O HONDERO BALEAR.
Junto al ancla, en una pequeña explanada,  se encuentra la estatua del “Hondero balear o Forner”.
El Forner es una gran escultura en bronce de 2 metros de alto, obra maestra del gran artista mallorquín LLorenc Roselló (1868-1901), considerado por algunos el sucesor de Rodín y quien por esta obra, recibió en la Exposición Universal de París de 1900 la Medalla de Plata.
Los Honderos Baleares, eran antiguos guerreros de las Islas Baleares diestros en el manejo de la honda, la cual, utilizaban para defenderse de las invasiones de los piratas ya hace más de 2.000 años.











“En los mejores momentos del arte, no existían los críticos del arte”. Oscar  Wilde (1854-1900) escritor irlandés.


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