Postre navideño de concejos del centro occidente asturiano, que llegó hasta nuestros días gracias a la tradición oral.
Navidad es sinónimo de dulcería en todo el territorio nacional, aunque muchas de las regiones y comunidades comporten una gran parte de las elaboraciones más típicas -como pueden ser los mazapanes, turrones o polvorones- lo cierto es que no son pocos los lugares que cuentan con especialidades propias con alto arraigo que han llegado hasta nuestros días.
Muchos lo han
conseguido a través de la tradición oral, por ejemplo el “Escaldau” o
“Escaldao” en algunos de los concejos del centro occidente del Principado de
Asturias, como Grao, Salas o Belmonte, especialmente en el primero donde aún goza
de gran arraigo.
Dulce
preferentemente elaborado en las fiestas navideñas para deleite familiar,
también conocido como el “Turrón de los pobres”. Surgido en tiempos de escasez,
donde era bastante común que el turrón como tal no llegase a las modestas mesas
rurales asturianas
Y que ha sido
recogido y estado muy presente en el folklore y coplas asturianas. Incluida la
tradición que se realizaba en muchas aldeas y pueblos de ir a probar y
discernir sobre las elaboraciones que se realizaban en las casas al concluir la
Santa Misa del día de Navidad.
Un subproducto
fruto de un laborioso trabajo por etapas y de mixtura, y grandes dosis de
paciencia. En base a los contundentes ingredientes existentes en los humildes
hogares: las harinas de maíz, centeno y escanda, manteca y miel.
Tradición que bien
se puede remontar al siglo XVII, no antes ya que está datada la llegada del
maíz a Asturias en el año 1605, desde donde se expandió por el resto de la
península ibérica.
En su preparación,
primeramente hay que elaborar una Boroña (pan) en base a las tradicionales
harinas asturianas de maíz, centeno y escanda, sumándose la del trigo muy
posteriormente. Que se deben de mezclar bien con agua hirviendo y sal, realizar
un amasado homogéneo y dejar reposar durante al menos doce horas, antes de
cocerlas en el llar o en el horno de leña. Boroña, que una vez cocida y fría,
se debe de trocear lo más finamente posible y reservar.
De los siguientes
pasos a realizar es de dónde puede proceder el nombre del plato. Dado que “escaldar”
procede del latín “excaldare”, que significa “introducir algo en agua hirviendo y sacarlo de inmediato” o su otra
acepción de “recocer o volver a calentar”,
que es posiblemente la más correcta.
Y es que tres son
los otros ingredientes imprescindibles para su elaboración, cuyo proceso bien
pueden explicar el nombre. La manteca, miel y agua, ingredientes que hay que
hervir por separado y luego conjuntar.
Manteca elaborada
con leche de vaca, que hay que hervir a fuego muy lento en la chapa de la cocina
de leña, hasta que quede semilíquida y sin grumos. Y agua y miel, con proceso
igual al anterior, hasta que la miel esté diluida y bien caliente.
En el recipiente
donde se hirvió la manteca se debe de ir vertiendo poco a poco la boroña
fileteada, removiendo de forma continua con una cucharada de madera y no de
otro material, hasta que las rebanadas o trozos estén bien empapadas.
Para finalmente
añadir la mistura de agua y miel, volviendo a mezclar contundentemente al menos
durante media hora, hasta conseguir el producto final, que se debe de servir
atemperado.
Sorprendente y
caprichosa elaboración, minuciosa y de grandes dosis de paciencia. Que debe de
realizarse en cocina de leña y revuelta con cuchara de madera. Que solo manos
expertas consiguen dar el toque final adecuado. De sabor recio y dulzón, que
sorprende a un comensal cuya ingesta le traslada a tiempos pretéritos, de
escasez y tradiciones ancestrales, que fue el sustituto del turrón navideño en
humildes hogares, donde una vez más la imaginería popular se impuso a las
necesidades.
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“La Navidad no es un acontecimiento, sino una parte de
su hogar que uno lleva siempre en su corazón”. Freya Madeline Strak (1893-1993)
escritora británica.
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