miércoles, 23 de agosto de 2017

Pregón de Luis Antonio Alías, en la XXXVII Fiesta del Asturcón.

Leído por su autor, periodista, escritor y crítico gastronómico, durante el acto oficial de la trigésimo séptima edición de la Fiesta del Asturcón, celebrada el 19 de agosto de 2017, en la majada de Espineres, en la Sierra del Sueve


Apasionados del Sueve,
de sus vegas y sus crestas,
de sus pastos y majadas,
de sus brillos y sus nieblas,
de su verde al sol tendido,
de su cabezal de estrellas,
de sus vacas, de sus cabras,
de sus carneros y ovejas,
de sus camperas floridas
de sus hondas torrenteras,
y de su Pienzu que asoma,
sobre la mar la cabeza.

Y que vigila horizontes,
del Cornión al Cabo Peñas,
de Gijón a Covadonga,
y de Lastres a Teverga,
con las olas a sus pies,
recortando la costera.

El Sueve no es cualquier monte,
el Sueve no es cualquier sierra,
es todo un mundo en sí mismo
donde la chova planea,
y el quebrantahuesos vive,
y el alimoche regresa,
y el buitre leonado limpia
lo que la parca le deja.

Las fayas de la Biescona,
y la mágica Tejeda,
nos dan sombras centenarias,
entre ramajes y fueyas,
que protegen al busgosu,
y que el nuberu refresca.

Y en el manantial d’Obaya,
dicen que existe una cueva,
llena de ricas ayalgas,
que un gran cuélebre preserva,
mientras las xanas, con oro,
dorados reflejos dejan
en rabiones de agua clara
que al amanecer destellan.




Es pues sierra de cuarcitas
que afloran formando crestas.
De calizas y pizarras,
que la enlucen blanquinegra.
De carbayos y abedules,
de riscos y de praderas,
de gamos y jabalíes
que triscan sobre las cuestas.

Unos rumian, otros hozan,
y otros, si hay amor, berrean,
y dan al silencio ecos
de vida y supervivencia.

Hay rebecos y hay tejones,
hay armiños y hay ginetas,
hay fuinas y hay musarañas,
hay zorros y hay comadrejas,
hay malvises y hay xilgueros.
hay curuxas y hay cigüeñas…

Todo un arca de Noé
que alcanza a Ribadesella,
que enorgullece a Caravia,
del que Colunga alardea,
y en Piloña deja marca,
y Parres lo reverencia.
Y que une cinco concejos
en cinco tierras fraternas.

¿Té de monte? Lo hay aquí.
Y también hay manzaniella,
sabugo, llantén, xenciana,
beleño, brezo, grosella
amanita y milenrama,
cicuta, estramonio, fresa…

Plantas que pueden salvarnos,
plantas que nos alimentan,
que son la vida y la muerte
como la naturaleza,
que de la muerte hace vida,
y nos devuelve a la tierra,
y nos otorga sustento,
y nos demanda conciencia.

Que este monte es generoso
con aquellos que lo pueblan:
los que viven en Gobiendes
con su bellísima iglesia
desde cuya ventanina
mil cien años nos contemplan;
o en El Cuetu, El Barradiellu
Bernedo, Pernús, Pivierda,
La Trapa, que fueran monjes,
La Llama, Gancedo, Llera,
Espineres, La Cepada,
Bodes, Cofiño, Grandiella,
Cancio, Lloroñi, La Torre,
L’Esllavayu y Carrandena.

Pueblos que tienen vecinos,
campos que tienen reciellas,
requexos donde hay cabañas,
y quintanas donde hay huertas,
con gochos que son felices
hasta que’l Samartín llega.

¿Y qué más hay? Falta el rey,
y de ser yegua, la reina.

Patronos de estas alturas,
sus más mágicas presencias,
que con su negro azabache,
sus crines al aire sueltas,
sus colas en abanico,
sus grupas redondas, prietas,
su lomo para caricias,
para alarmas sus orejas,
sus patas estilizadas,
y su alargada cabeza
de brillantes ojos negros,
que además de mirar piensan.

Y además de pensar saben,
y porque saben recuerdan
que son salvajes por ley,
bondadosos por esencia,
bravos en cada batalla
contra Roma y contra el César,
que en la paz son pequeñinos,
y gigantes en la guerra.
Dulces para las caricias,
salvajes para la ofensa.
Astures, al fin y al cabo,
del Sueve para más  señas.
Por eso la fiesta  de hoy
es mucho más que una fiesta.
Es una celebración.
Es un rito, una promesa.
Es un firme compromiso
con quienes nos devolvieran
este patrimonio vivo
antes de que se perdiera.

Gracias, Acas, por salvarlo,
Manolo, estamos en deuda.

Nos lograsteis conservar
un caballo que es leyenda,
leyenda que es realidad,
realidad que es referencia
de una historia generosa
asturiana y europea.

Que por La Isla salían
para Italia e Inglaterra.
Caballo de emperadores,
lo amaron Nerón y Nerva;
“Mi caballito de Asturias”
Le susurraba Popea.

Con sus genes se salvaron
El poni galés, el Sethlan,
El irlandés, el losino,
Y el resto de ponis celtas.

Por eso la fiesta  de hoy
-repito- es más que una fiesta.

Es volver a las raíces,
con el asturcón por huella,
con el Sueve por paisaje,
con el Pienzu por bandera.

Y termino ya el pregón
que lo breve mejor queda.

¡Viva Piloña y el Sueve,
Y viva Asturias entera!











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