Semejantes a los crepes franceses o las filloas gallegas, forman parte de los postres tradicionales astures.
La historia de los alimentos y la alimentación es tan vieja como ambigua, buscar orígenes, relaciones o interacciones no es baladí. Escarbar en la historia no siempre es sinónimo de éxito, y sí en las más de lo contrario. Documentación escrita hay la que hay, y aunque la alimentación siempre fue la primera necesidad humana, documentarla fue preocupación de los menos y por ende los datos fiables que nos han llegado más bien escasos.
Una de las elaboraciones más extendidas y
populares a nivel mundial, con evidentes analogías entre ellas y pequeñas
diferencias –si es que las hay- en su elaboración, son los crepes, cuyo origen
forma parte de ese inmenso número de productos indocumentados.
La tesis francesa que ubica su origen en
el medievo en la Bretaña, desde dónde se extendió al resto del país, se cae al
aparecer la elaboración en el Antiguo Testamento de la Biblia: “Si la oblación fuera de frisuelos fritos en
sartén, será de flor de harina amasada con aceite, sin levadura”. Y en
España, en 1611, con el cocinero real Francisco Martínez Montiño, que ejerció
su cargo en los reinados de Felipe II, III y IV, quien en su libro “Arte de
cozina, pastelería, vizcochería y conservería” incluye una receta de “fruta de frisuelos” similar a la que ha
llegado hasta nuestros días. Estas dos pueden ser las referencias más antiguas
que se conozcan.
De acuerdo con la primera referencia cobra
fuerza la teoría más extendida que lo relacionan con el imperio romano, y que
sus ejércitos lo fueron extendiendo por los diferentes países dónde se
asentaron. Así se explica que sea una elaboración popular no sólo en Francia
–dónde está considerado plato nacional- sino en un alto número de países
europeos y americanos.
Si aplicamos la lógica, su nacimiento se
pudo producir en el momento en que la harina forma parte de la alimentación, al
ser su ingrediente base junto a la leche y los huevos. Posiblemente por su
sencillez se le asigno históricamente un origen humilde, elaborado con
ingredientes naturales que solía haber en las casas y cuya ingesta dejaba
saciado a los comensales por sus nutrientes.
Aunque el nombre francés sea el más
extendido, recibe otras diferentes denominaciones. En países de la Europa
Central reciben nombres muy similares: pfannkuchen en Alemania, pannenkoeken en
neerlandés, palatschinken en Austria, palacsinta en Hungría o palachinca en
Bulgaria, por citar sólo algunos. Al igual que ocurre en nuestro país, siendo
conocidos como filloas o freixos en Galicia, frisuelos o jisuelos en Cantabria,
fisuelos en León y frixuelos, fixuelos o fayuelos en el Principado de Asturias.
Sea cual sea el origen y su país, esta
elaboración está extendida en buena parte del mundo, dónde se consumen dulces y
salados. Y en el caso del Principado de Asturias forma parte junto al arroz con
leche y a las casadielles, de los postres tradicionales imprescindibles en las
mesas festivas.
Los frixuelos, fisuelos o fayuelos, para
nada difieren de los mencionados existentes en otros lugares. Con ello tiene el
nexo de unión de sus ingredientes base: harina, huevos y leche, su forma de
disco muy plano fino y ser freídos en sartén.
Históricamente se le relacionó con el
Carnaval, aquí denominado Antroxu y su fiesta previa de les comadres, formando
parte de las viandas imprescindibles de ambos. Pero rara es la fiesta asturiana
patronal o familiar donde no forme parte. Decir fiesta es decir frixeulu y viceversa.
En otras zonas de España no sólo se les
relaciona con el Carnaval, sino también con otra fiesta pagana, en este caso en
honor al pan, cuya celebración coincide con el día dela Candelaria. Día
dedicado al semidiós de los rebaños y pastores, dónde se preparaban en su honor
para obtener buenas cosechas.
Aunque en Asturias la realización e
ingesta más extendida es la más conocida mundialmente, finos y redondos, otras
dos forman parte del recetario tradicional asturiano. Los frixuelos del
suroccidente, también llamados vaqueiros, más gordos y con forma de espiral. Y
los de sangre de cerdo, de color negro, al estilo de las filloas gallegas de
sangre, que se hacían en zonas también del occidente astur y que en la
actualidad está prácticamente extinguida su elaboración.
Recetas hay tantas como cocineros
posibles, más las diferencias son mínimas. Harina, huevos y leche, azúcar y/o
limón, son los ingredientes más repetitivos. Pudiendo estar el debate en si les
debe de añadir algún tipo de bebida, siendo el anís el más utilizado.
Los que antaño, y muchos aún son los que
así los prefieren, se consumían se realizaba sin ningún añadido, y en su
versión dulce, con añadido de azúcar, pero desde hace unas décadas el sector
hostelero los ha añadido a su oferta, tanto en variable dulce como salada.
Rellenos de nata montada, chocolate o con
frutas, son de las más extendidas como postres, sin olvidar su tarta,
consistente en ir sumando al estilo torre uno tras otro con intercalado de
crema o chocolate. Mientras que los rellenos de desmigado de pescados, mariscos
o carnes acompañados de diferentes salsas, lo son como ofertas saladas.
No importa cuando estén datados, ni quién
pudiera ser su inventor, el caso es que en el Principado de Asturias su
dulcería no se entiende sin los frixuelos, como tampoco la celebración de
fiestas de todo tipo, siendo los más los que se decantan por su ingesta cuando
se presentan en una mesa.
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