Después de veintiséis años de la tragedia del hundimiento del Castillo de Salas, en el arenal de la playa de San Lorenzo, sigue siendo visible el carbón derramado por el mismo.
Corrían la mañana del 11 de enero de 1986, cuando el buque Castillo de Salas estaba fondeado en la bahía de San Lorenzo en Gijón, esperando su entrada en el puerto del Musel, para descargar las 99.722 toneladas de carbón con destino a la empresa siderúrgica Ensidesa, que llevaba en sus bodegas procedentes del puerto norteamericano de Norfolk.
El fuerte temporal reinante en un Cantábrico embravecido, motivo (o eso se ha dicho) la perdida del agarre que tenía con su ancla, que un segundo ancla se rompiera antes de ser utilizado y que el buque quedara a merced del mar y fuese arrastrado hasta el cercano cerro de Santa Catalina, más concretamente a la zona conocida como “cantu de San Pedro” ubicado en el lateral oeste de la playa de San Lorenzo. Los intentos realizados para intentar su rescate por parte de los remolcadores portuarios fueron infructuosos y el mercante quedo a merced del Cantábrico.
Extremo oeste de la playa, la zona más afectada por el siniestro, con restos del carbón en la arena.
En días sucesivos buzos locales comprueban la existencia de grietas en las bodegas, llegan técnicos de una empresa holandesa especializados contratados por la empresa armadora y la consignataria, se dispone de un cerco anticontaminante y se envía un granelero para trasegar el combustible –cerca de 1200 toneladas de fuel y más de 100 de gasoil- que tenía en sus depósitos, sin ningún tipo de éxito. El día 15 ante la imposibilidad de realizar el trasvase se ordena la evacuación de la tripulación, partiéndose horas después el buque por la mitad, provocando la salida de unas 20.000 toneladas de carbón y de una buena cantidad de su gasoil.
Este hundimiento motivado por desgraciadas circunstancias, trajo consigo una contaminación masiva de la bahía gijonesa, a cuyas entrañas fueron a parar las miles de toneladas de carbón, fuel y gasoil que contenía el interior del mayor buque de carga de la Empresa Nacional Elcano. Bahía que no sólo soporto este primer envite, sino también otro acaecido en el año 2001, con la ruptura de varios tanques de combustible, y que incomprensiblemente habían quedado hundidos y sin rescatar en su momento.
Un hundimiento, en cuyo proceder voces autorizadas han calificado abiertamente de negligente e incluso criminal, y en la que según algunos se entremezclaron intereses económicos y políticos, que nunca fue debidamente aclarado, y en el que las discrepancias sobre el coste económico del rescate parece ser han tenido mucho que ver.
Las diligencias penales abiertas contra el capitán del barco y el práctico del puerto de Gijón fueron sobreseídas, y en cuanto al juicio civil por el vertido, no llegó a celebrarse, al alcanzar un acuerdo el Estado con el Ayuntamiento de Gijón.
En el año 2001 -15 años más tarde- con la ruptura de varios de sus tanques, se refloto la parte de proa y hundida en mar abierto, mientras que la de popa fue desguazada en el sitio. Finalmente en abril de 2003, se realizan los últimos trabajos de desguace de los restos del buque siniestrado 17 años antes, construido por los astilleros Astano en Fene (La Coruña) en 1980, y cuyo hundimiento será recordado como una de las mayores tragedias acaecidas en el mar Cantábrico.
El efecto contaminante fue y ES visible durante muchos años en la playa de San Lorenzo, en forma de restos de carbón y galipote, llegándose a retirar 30 toneladas anuales de arena mezclada con carbón de la misma.
Sí ahora, en agosto del 2012, escribo por primera vez de este gravísimo siniestro, no es para regocijarme en el mismo, nada más lejos de la realidad. Tanto su suceso, como su gestión cuando aconteció y en años posteriores, me causo una gran tristeza y me puso en evidencia la forma de impartir justicia que existe en este país. Si lo hago, y lo hago como usuario habitual desde mi tierna infancia de esta playa, es porqué no soy capaz de llegar a comprender porqué verano tras verano, los usuarios tenemos que pasear y bañarse con el polvillo del “maldito carbón”.
Si gravísimo fue el siniestro, ofensivo –al menos para el que suscribe- es el comportamiento de los máximos responsables del consistorio gijonés y por extensión de los directivos y consejeros de EMULSA (Empresa Municipal de Limpiezas) que depende del mismo, durante estos últimos años, incluido este de 2012.
Los primeros años después del suceso, era habitual ver a primeras horas de las mañanas en bajamar, a muchos gijoneses recoger carbón para uso doméstico y a los operarios de la empresa hacer lo mismo, en cantidades tan importantes como las mencionadas anteriormente. Se entendía que era el tributo a pagar por el siniestro. Pero lo curioso es que VENTISEIS AÑOS DESPUES, la limpieza no ha concluido.
EMULSA es la encargada de la limpieza del arenal, para lo que dispone de maquinaria pesada que realiza su trabajo en bajamar durante todos los días del período estival, a lo que se suma retenes de empleados que pincho y bolsa en mano, se dedican a retirar papeles, plásticos y similares de la playa, cuando más gente tiene la misma.
Este proceder me parece correcto y adecuado, pero me gustaría que alguien de la empresa –cabe recordar que sus consejeros son concejales o designados por los partidos electos del Ayuntamiento- me explicara porqué no se ordena la retirada de los restos del carbón, que en forma de polvillo de carbón las mareas se encargan de subir y bajar en el arenal gijonés. No se trata de carbón en sí, son restos sin apenas peso que llevan desde el siniestro en el lugar y que se puede retirar en cualquier momento y hacerlos desaparecer para siempre con un poco de buena voluntad, con paletas y bolsas para su depósito. Así de sencillo.
Nico Sancho, jugando con el polvillo de carbón, que las mareas suben y bajan.
Llama la atención la cantidad de dinero público destinado a campañas publicitarias de atracción turística, y la poca atención que se le presta a estos restos, en uno de los principales emblemas turísticos de la ciudad, cuya presencia llama la atención a los usuarios primerizos del arenal y que los habituales ya tomamos como algo intrínseco del mismo.
Para recordar la tragedia, con la esperanza de que no vuelva a ocurrir nunca más, los asturianos tenemos expuestos dos de los elementos del buque, aunque sean desconocidos para muchos. Por un lado el polémico ancla del Castillo de Salas se encuentra como símbolo de lo que NO DEBE volver a suceder jamás, por donación del Ayuntamiento de Gijón, en el “Museo de Anclas Philippe Costeau” de Salinas desde 1990, cuya creación y gestión corre a cargo de la eficiente Cofradía de la Buena Mesa del Mar, que fue la que ha realizado las gestiones oportunas con la empresa holandesa contratada cuando acaeció el siniestro.
Ancla de Castillo de Salas, en la Peñona de Salinas, lugar de ubicación del Museo.
Y por otro, en el área recreativa Camín de la senda litoral del Cervigón en Gijón, justo encima de la playa de Peñarrubia, luce vistoso de cara al mar uno de los contenedores rescatados del buque. En esta área que lleva el nombre del ilustre polifacético artista gijonés Joaquín Rubio Camín, está ubicado sin ninguna referencia al barco siniestrado, lo que muchos viandantes de la senda ven como una escultura más gijonesa, por su material y oxidación, tan usual en las piezas escultóricas adquiridas por el consistorio gijonés en la época que era regido por Vicente Álvarez Areces, alcalde bajo cuyo mandato se produjo el triste suceso.
En fin, esperemos que alguien se apiade de los pobres usuarios playeros, y se digne ordenar la retirada del maldito polvillo, decisión que agradeceremos sinceramente, y que molesta mucho más que las naturales algas que envían las mareas, y cuya retirada si ordenan a los empleados municipales, como se puede comprobar en los días que esto sucede.
“Nunca atribuyas a la maldad lo que puedas explicar por la estupidez”. Principio de Hanlon
Comparto con usted las opiniones vertidas en este artículo. Lo del carbón en la playa de Gijón ya es odioso, se puede retirar perfectamente con un poco de voluntad. Haber si toman nota los politicos. Blanca Rendueles. Gijón.
ResponderEliminarYo no veo tan mal, la verdad es que el carbón es el mismo, pero está tan sumamente limpio, que nada molesta y no le hacemos caso, como bien muestran las fotos.
ResponderEliminarLa embarrancada se debió principalmente a la autorizacion de la Comamdancia de Marina para fondear en un lugar de gran riesgo, como quedo patente. Años más tarde, volvería a confirmarse con la embarrancada del Vakis. El resto es una burla para Gijón y sus ciudadanos.
ResponderEliminarYe una vergoña...
ResponderEliminarDonde estaban los del prestige en 1986?? A que el PP no existia....y gobernaba el PSOE
ResponderEliminarExistía la Armada Española y su modus operandi.
EliminarQue se lo pregunten a los del "Urquiola".¿ No eran los mismos.?
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con su opinión sobre el suceso y 36 años después seguimos en las mismas condiciones. De vez en cuando nos parece que las minas, ahora cerradas, se han trasladado al arenal gijonés. Muy lamentable e indignante que los políticos sigan mirando hacia otro lado y negando lo evidente. Por si fuera poco ahora tenemos una aportación adicional de carbón que proviene del musel, el único lugar de Europa en el que se permiten esas montañas de carbón sin estar cubiertas convenientemente. Así nos ca.
ResponderEliminar