Referencia a
nivel occidental del arte románico, cuenta con un cáliz calificado por algunos
autores como el auténtico Santo Grial.
La Real
Colegiata Basílica de San Isidoro, ubicada en la plaza de mismo nombre en el
centro de León, configura uno de las principales manifestaciones del arte
románico occidental, tanto por su historia como por su arquitectura, escultura
y los objetos suntuarios que se han podido conservar, gozando de la distinción
de Monumento Histórico Artístico desde 1910.
Ejerció una
enorme influencia en el posterior desarrollo de este arte en España y, gracias
al Camino de Santiago, muchos de sus elementos arquitectónicos han sido
imitados fuera del territorio nacional.
Sus orígenes se
remontan al año 956, con la construcción de una primera iglesia por el rey
Sancho I el Craso, supuestamente en el solar dónde se asentaba un templo
romano, aledaño a la muralla romana de la Legio VII Gemina.
Posteriormente
sobre el solar se alzó un cenobio prerrománico, dedicado a San Juan Bautista y
San Pelayo, que fueron arrasados por Almanzor en el año 988. Alfonso V restauró
primeramente el templo, y posteriormente su yerno Fernando I el Magno, esposo
de la reina Sancha, concluyó la restauración y con el trasladó a León en 1063
de los restos del obispo de Sevilla, San Isidoro, el recinto fue consagrado
bajo la advocación del Doctor de las Españas.
Ya en el siglo
XII, entre los años 1072 y 1101, la reina Urraca, hija de Fernando I, amplío el
templo aunque no llegó a concluirlo, con importantes añadidos del románico,
como las puertas del Cordero, del Perdón y la Norte o Capitular, realizando
cambios en el Panteón Real, que ya funcionaba como cementerio en tiempos de sus
padres, dotándolo de sus pinturas murales y de los excepcionales capiteles, que
he hacen pieza única del mundo románico de la época.
Alfonso VII, el
Emperador, y su hermana Sancha, concluyeron las obras iniciadas por su tía
abuela Urraca en 1149. Con el transcurso del tiempo se hicieron modificaciones
y añadidos góticos, renacentistas y barrocos.
Exteriormente
sólo es visible la fachada y el ábside meridional, al estar el resto del
edificio rodeado de otras construcciones y de la muralla romana, destacando en
él las puertas del Cordero y del Perdón, con relieves en los tímpanos y
flanqueados por esculturas.
La más antigua
es la del Cordero, dividida en dos cuerpos, muestra la imagen del Cordero
Místico y una representación del sacrificio de Isaac, mientras que en los lados
aparecen las figuras de San Isidoro y San Pelayo, estando el superior compuesto
por peineta barroca con el escudo real y rematado por San Isidoro a caballo.
La del Perdón,
debe su nombre al ser la utilizada por los peregrinos que hacían el Camino de
Santiago, también con dos cuerpos, pertenece a la época del románico pleno. En
ella destacan las estatuas de San Pedro y San Pablo, y los relieves
escultóricos con escenas del Descendimiento, la Ascensión y la Resurrección de
Cristo.
El templo cuenta
con otra puerta, la Capitular, que quedó sin uso al convertirse la sala
capitular en capilla.
En su interior,
la Basílica tiene planta rectangular de cruz latina, dividida en tres naves por
recias columnas, con enormes capiteles de estilo corintio y techumbre de
bóvedas de arista, pintadas en el siglo XII con escenas sagradas.
Su capilla Mayor
data del siglo XVI, de estilo gótico con cubierta de bóveda de crucería, que
sustituyó a la románica de la infanta Urraca. El retablo, también gótico de
1530 perteneció a la parroquia de Pozuelo de la Orden, en Valladolid, se
trasladó en 1920, compuesto por 24 tablas y guarda una urna de plata con las
reliquias de San Isidoro.
Destacable es
también la capilla de la Trinidad de 1191, que paso a denominarse de Santo Martino en el siglo XVI. Su finalidad
era ser depositaria de las muchas reliquias existentes y ser cementerio común
de canónigos.
Uno de sus
elementos más importantes y diferenciador es el Panteón Real. Se trata de una
cripta subterránea, de tres naves con hermosas bóvedas sostenidas por columnas
de mármol, datado en los tiempos de Alfonso V, quien en su reconstrucción doto
la Basílica de un cementerio regio. Fernando I y Sancha y posteriormente su
hija Urraca, lo reconstruyeron dándole la forma que tiene en la actualidad,
acogiendo los sarcófagos de 23 reyes y reinas, así como otros sepulcros de
diversos miembros de la familia real y la nobleza.
La cámara tiene
poca altura, lo que le da un falso aspecto de cripta sin serlo, cuenta con un
altar dedicado a Santa Catalina de Alejandría. De estructura abovedada, se
encuentra dividido en seis tramos mediante columnas centrales, en los que
destacan sus capiteles.
Las paredes de
este singular espacio están completamente decoradas con inigualables frescos
románicos del siglo XII, en los que se representan escenas del Nuevo Testamento
y un bellísimo calendario agrícola. El inmenso valor artístico de estas obras,
que mantienen su colorido original, justifica que el lugar sea considerado la
capilla Sixtina de la pintura románica.
Muy destacable e
importante es su Museo, también llamado
Tesoro, ubicado en lo que fue la cámara de la Reina, considerado durante años
una parte de los reyes de León. En él se encuentran, entre otros, el arca que
contuvo los restos mortales de San Isidoro de Sevilla, del año 1065; de 1059 es
el arca de los marfiles, dónde se guardaron los restos de Pelayo y de San Juan
Bautista; un portapaz de marfil escandinavo, del siglo X; el arca de los
esmaltes; una cruz de altar; el Lignum Crucis; relicarios; tríptico
renacentista; el pendón de Baeza del siglo XIV o el cáliz de ágatas regalo de
Doña Urraca en el año 1100, que algunos autores identifican como el auténtico
Santo Grial.
Otra dependencia
importante es la Biblioteca, edificio independiente del siglo XVI, donde se custodian valiosos más de 300 libros
raros, 800 documentos en pergamino y 150 códices y tesoros de documentos
hispánicos. Entre lo más destacable destaca la Biblia mozárabe, miniada del
siglo X; tres tomos de una Biblia románica del siglo XII o las obras de San Martino de León del mismo
siglo.
El conjunto
monumental se completa con dos claustros. El principal se construyó en el siglo
XI, con importantes modificaciones en el siglo XVI, fue el claustro románico
más antiguo y del original solo se conserva una parte en la galería, estando
dedicadas las distintas capillas del mismo a capillas mortuorias de las
familias que tomaban el patronazgo. El segundo de los claustro es barroco,
construido en el año 1735.
La torre
románica, llamada torre del Gallo, está situada a los pies de la iglesia, con
importantes restauraciones en los siglos XX y XXI. De planta cuadrada y eje
oblicuo respecto al de la iglesia, forma parte
y está integrada en la muralla romana. Sus dos primeros cuerpos tuvieron
una misión defensiva, y el cuarto corresponde al de las campanas, una fechada
en 1086 se conserva en el museo.
Se corona con un
chapitel de pizarra moderno y una veleta con un gallo, símbolo de la ciudad de
León, el existente en la actualidad es una copia del original, que se encuentra
en estudio desde la última reforma de la torre, para conocer su historia y origen.
MÁS INFORMACIÓN. Pinchar en enlaces.
“Los ojos no ven nada más que lo que miran y no miran
más que lo que ya conocen. Añadamos como corolario que si no encuentran lo que
buscan, dicen que no hay nada”. Telesforo de Aranzadi (1860-1945) investigador
vasco.
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