viernes, 25 de abril de 2014

Peregrinaje por el Camino de Santiago Primitivo por tierras asturianas.

Relato publicado en el libro “Relatos del Paraíso VI” de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo (ASPET).

Los viajeros llegan al Principado de Asturias desde las lejanas tierras andaluzas para conocer los secretos del Camino que en el año 820, según cuenta la leyenda, realizó el rey Alfonso II el Casto en su peregrinaje hacia el Campus Stellae, nada más recibir al emisario enviado por Teodomiro, el obispo de Iría Flavia, que le comunicó el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago en Galicia,
En la capital, Oviedo, les espera su amigo y anfitrión que poco a poco y a través de las sucesivas visitas les va enseñando las entrañas, la historia, la geografía, el patrimonio, la etnografía, la gastronomía, los paisajes y el paisanaje de su querido Principado de Asturias. Esta estancia será especial, el objetivo es recorrer a píe el Camino Primitivo de Santiago por todo el territorio asturiano hasta Fonsagrada, ahora perteneciente a la provincia de Lugo. Para otro viaje quedará retomar el mismo y llegar a Santiago de Compostela.
 “Quién va a Santiago y no a San Salvador, sirve al criado y deja al Señor” el contenido de esta frase que tantas veces se ha repetido a lo largo de la historia, es la que les explica mientras los encamina hacia la Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador, también conocida como la Sancta Ovetensis, por la calidad y cantidad de reliquias que contiene. Aunque ya es conocida por todos, su visita esta más que justificada, desde ella emularan al rey Alfonso II el Casto, artífice de lo que sería una de las referencias del cristianismo, la más importante ruta de peregrinación de la Europa medieval y uno de los motores turísticos más importantes con los que cuenta nuestro país en estos momentos.
A este rey también están ligados los orígenes de este templo, ya que el actual está levantada sobre el complejo religioso-palatino que aquél mando construir y que reemplazo la primitiva basílica levantada por su padre, el rey Fruela I. El templo actual se construyo a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, lo que explica que en la misma se puedan observar estilos prerrománicos, románicos, renacentistas, barrocos y góticos.
Concluyen la visita en la capilla de San Miguel, más conocida como la Cámara Santa, edificada a principios del siglo IX, de estilo prerrománico y declarado Patrimonio de la Humanidad. Allí se custodia el rico tesoro que la hacen única, las cruces de la Victoria y de los Ángeles -símbolos de Asturias y de Oviedo respectivamente- la caja de las Ágatas y el Arca Santa, que contiene un gran número de reliquias entre las que se encuentra el Santo Sudario y el libro de los Testamentos. Y antes de emprender viaje se postran, al igual que lo hizo el Papa Juan Pablo II en su visita en 1989,  ante la imagen del siglo XIII de San Salvador, adosada al pilar del arco sur del crucero en la girola, salida o meta de todos los peregrinos en función del Camino que se realice.





Viaje que comienzan en la misma Catedral, en cuya plaza señalando el lugar dónde se levantaba el palacio residencial real, el anfitrión hace el amago de emular al Rey Casto solicitando su caballo preferido, movilizar a su corte y desplazarse él mismo hasta el lugar del descubrimiento, ubicado en terrenos por él gobernados, utilizando para ello el trazado de la vieja calzada romana que unía Lucus Asturum (Oviedo) y Lucus Augusti (Lugo). Así empezó la primera peregrinación documentada a Santiago, la que dio  origen al Camino de Santiago Primitivo, al que posteriormente han horadando otros con el paso de los siglos, y ellos quieren seguir su itinerario, aunque sea parcialmente.
El placido paseo por la Vetusta clariniana, disfrutando de sus calles peatonales cargadas de actividad y salpicadas de múltiples esculturas, les acerca a uno de los nuevos barrios que dan expansión a la ciudad, el de la Florida, a las faldas del emblemático monte Naranco, dónde concluye el casco urbano. Allí el Camino se encamina a través de los núcleos rurales de San Lázaro de Paniceres; Llampaxúa y su coqueta capilla del Carmen;  Lloriana con su peculiar lavadero de la Pipera y su esbelta iglesia de Santa María del siglo XII y Fabrín hasta Ponte Gallegos, por el que cruzan el río Nora a través del puente construido sobre el medieval del siglo XIII y testigo mudo de la encarnizada guerra civil española, dejando el concejo de Oviedo para adentrarse en el de Las Regueras.
El Escamplero;  Valderas y su capilla de Fátima levantada sobre la de Santa María del siglo XV; Premoño y la capilla de Santa Ana del siglo XVII; Valduno y Paladín con el palacio de Bolgues edificado en 1547, serán las localidades por las que transitan antes de cruzar el puente de Peñaflor sobre el río Nalón y entrar en tierras del concejo de Grao, por la localidad de la que el puente toma su nombre.
Allí analizan la etnografía rural ante el conjunto que forman los hórreos, paneras, casas e iglesia de San Juan -siglo XIII- antes de recorrer la vega que forma el río Cubia y adentrarse en la capital municipal de mismo nombre., que debe su creación al rey Alfonso X en 1526, para disfrutar del merecido descanso después de caminar 21 kilómetros en su primera jornada.
Tras reponer fuerzas aún disponen de tiempo para pasear por la comercial villa, recorrer el parque de San Antonio y observar las construcciones indianas que lo rodean, el palacio de Miranda-Valdecarzana –siglo XV-, la capilla barroca de los Dolores, el edificio consistorial del siglo XIX,  la casa de los Fernández de Miranda, la iglesia parroquial de San Pedro de 1884  inspirada en el románico y en el gótico y la fuente de arriba, construida en estilo neoclásico en 1796 bajo el reinado de Carlos III.






En su segunda etapa salen desde el crucero ubicado en la artería principal moscona, que documentado en el siglo XVIII da fe del paso del Camino. Acevedo y los Fornos serán los núcleos rurales por los que transitan antes de alcanzar el alto del Fresno, límite del concejo con el de Salas. En el se topan con el Santuario de Nuestra Señora del Fresno, edificado en el siglo XVII en estilo barroco popular, y que cuenta con un crucero ante su portada principal de grandes dovelas típicamente renacentista, faro jacobeo de ilegible inscripción y recuerdo del lugar ocupado por la primitiva iglesia allí levantada en el siglo IX.
El Camino desciende pasando por el puente medieval de Meredal primero al pueblo de San Marcelo y posteriormente a la Doriga, a la que acceden por el barrio de la Reaz y que tiene en el palacio y torre del mismo nombre construido en el siglo XIV y en la iglesia parroquial de Santa Eulalia, consagrada por el Obispo Pelayo en 1121, sus construcciones más emblemáticas.
Los peregrinos encaminan sus pasos hacia el río Narcea, a cuya vera derecha dejan los núcleos de la Ponte y la Rodriga y acceden por la izquierda a la localidad de Cornellana, uno de los epicentros de la pesca del salmón en el Principado. Ligada históricamente al Camino, aún se mantiene en píe las ruinas del antiguo hospital de peregrinos a la vera del río Nonaya, que ahí que cruzar para acceder al monasterio de San Juan, levantado en el siglo XI de estilo románico  y necesitado de una reforma urgente, dónde visitan y descansan en el albergue de peregrinos allí ubicado, entrando  por su puerta románica de la Osa, llamada así por la obra escultórica que muestra una osa amamantando a una niña custodiada por dos aves.
Caminan por terrenos de Sobrerriba, Llamas, Villazón y Casazorrina antes de  arribar por el barrio de Mallacín a Salas, capital del concejo, dónde concluyen la segunda de sus etapas, después de haber recorrido otros 21 kilómetros, y dónde disfrutaran con la visita a la localidad y darán a sus cuerpos el merecido descanso.
Les muestran el centenario tejo de San Martín de Salas, que con sus 15 metros de altura y un perímetro de 6 metros es de los más voluminosos del Principado; la  rústica capilla de San Roque; el palacio de Valdés-Salas del siglo XVI y la torre medieval del XIV, unidos ambos por un arco de medio punto y visitan la Colegiata de Santa María la Mayor.
Construida en la primera mitad del siglo XVI como panteón familiar de la familia Valdés-Salas, esta catalogada como Monumento Nacional y no fue hasta 1894 cuando paso a ser templo parroquial por donación de los duques de Alba. En ella destaca el retablo mayor, de la escuela de Valladolid realizado en el siglo XVII; la capilla de la familia Malleza y su retablo barroco del mismo siglo y especialmente el mausoleo de Fernando de Valdés-Sala, obra de Pompeyo Leoni,  realizado en alabastro entre 1576 y 1582, monumento funerario al que fuera político, religioso y fundador de la Universidad de Oviedo.






A primera hora del día siguiente reanudan el Camino desde el palacio de Valdés-Salas, hoy en fecha reconvertido en moderno hotel, yendo paralelos al río Nonaya y salvando los riachuelos que vierten sus aguas en él por los puentes del siglo XVII de la Borra y Carcabón, para acceder primeramente a las aldeas de Porciles y Bodenaya y posteriormente a la localidad de La Espina, en el puerto de montaña de mismo nombre ubicado a 660 metros, en la carretera N-634 que comunica Oviedo con La Coruña
A la salida de la localidad entran en el concejo de Tineo, que con una extensión de 542 kilómetros cuadrados le convierte en el segundo del Principado de Asturias y uno de los mayores de España. Por pistas y caminos y llegan a la Pedrera, dónde visitan la ermita del Cristo de los Afligidos del siglo XV y restaurada en 1994, y de allí a la Meriega  y al Pedregal con su iglesia parroquial con advocación a San Justo y Pastor y su crucero o humilladero, para  continuar hacia Santa Eulalia, dónde unas caballerizas dan fe del antiguo hospital de peregrinos allí existente, accediendo por el campón Zarracín a San Roque, zona alta y límite urbano de la capital del concejo.
En la amplia arboleda dónde están ubicadas las instalaciones deportivas municipales, se encuentra la capilla dedicada al peregrino y santo francés San Roque de Montpellier,  la que siempre acompañaba un perro, fundada según la leyenda por el propio santo en el siglo XIII y remodelada en el XVI, y que es santuario de veneración popular.
Por el paseo de San Roque o de los frailes y el barrio de Cimadevilla entran en Tineo, no sin antes llevarse como recuerdo su fotografía en el monumento al Peregrino, escultura en hierro ubicada en el paseo que simboliza a un peregrino en tamaño real colocado en  julio de 2004 por la “Asociación Astur-Galaica del Camino de Santiago por el interior”, una de las potentes y activas de todo el territorio nacional, yendo raudos en busca del moderno hotel dónde se hospedaran y descansaran tras haber recorrido 20 kilómetros, con que ya son 62 los realizados en sus tres primeros días de peregrinaje.
Tras un pequeño descanso pasean por una de las villas más importantes del Reino de Asturias, observan las edificaciones palaciegas medievales y torres de las familias García de Tineo y Maldonado y la de los Meras y visitan la iglesia de San Pedro y el museo de Arte Sacro en ella ubicado, que recoge una buena muestra de la imaginería y objetos religiosos de indudable valor artístico. San Pedro es la iglesia parroquial desde el año 1880, siendo su construcción del siglo XII en la que estaba integrada, al igual que la capilla de Meras, en el convento de San Francisco del que también formaba parte el hospital de peregrinos Corpus Christi.
Durante la ingesta y disfrute de la rica y contundente gastronomía local, recapitulan sobre las vivencias del viaje y valoran y estudian las etapas que aún les quedan por realizar hasta alcanzar su objetivo, en el que faltan por recorrer 94 kilómetros y las partes más duras. Hay dos posibilidades y se deciden por la más montañera y más histórica, por la ruta conocida como la de los Hospitales, desechando ir a Pola de Allande y subir por el alto del Palo a Montefurao, dónde ambos itinerarios se unen.






Con las fuerzas recuperadas emprenden una nueva etapa en la que llegaran a Borres, en el mismo municipio tiéntense. Salen desde la iglesia de San Pedro e internándose por el monte Navaliego alcanzan el collado de la Canteirones, dónde se sorprenderán de la espectacular vista que observan con el mar Cantábrico incluido, y luego al alto de Piedratecha, auténtica encrucijada de caminos ubicada a 796 metros, desde el que descienden a Obona para visitar el monasterio de Santa María la Real, catalogado como Bien de Interés Cultural y Monumento Nacional e importante hito en la ruta jacobea.
Están fascinados ante uno de los monasterios más antiguos de la España medieval y que gozo históricamente de la protección real, y en él muestran su abatimiento por el muy grave estado de abandono en el que se encuentra, quedando en píe del mismo solamente la parte de la arquería del claustro, una parte de la planta alta y la iglesia.
Aunque el actual data del siglo XII construido en estilo románico, se levanto sobre otro cuya escritura fundacional se otorgo el 17 de enero del 781 por el príncipe Adelgaster, hijo del rey astur Don Silo, y su mujer doña Brunilde, pocos años después de la batalla de Covadonga, quedando aún en píe una inscripción que recoge que allí reposan los restos de los fundadores. Su primera referencia documental al Camino de Santiago es en 1218, después de haber estado en él dos años antes el rey Alfonso IX allí, que regresa en el año 1222 y concede al cenobio un privilegio, por el que mandaba que el Camino que iba de San Salvador a Santiago, en adelante pasara por la población de Tineo y después por Obona, con prohibición de que nadie osara desviar a los peregrinos de esta ruta.
Se sorprenden muy gratamente cuando escuchan que en él se encuentra la referencia documental más antigua sobre la sidra que hay en el Principado de Asturias, en 1250  en la que se indica que los siervos del monasterio deberían recibir “sicere si potest es” –sidra si es posible-. Para ellos pisar tierras asturianas es sinónimo de consumir su bebida por antonomasia y siempre forma parte de los regalos que llevan para su tierra, pero ignoraban esta datación histórica.
Sin llegar a comprender el estado actual de esta joyas histórica, reanudan el Camino y ascendiendo por un idílico bosque llegan a la aldea de Villaluz, para pasar  por carretera por Vega del Rey, Berrugoso, las Tiendas, Campiello hasta el Fresno, en dónde realizan una parada en el robledal que alberga la pequeña ermita de La Magdalena y la talla románica de la Virgen del mismo nombre. Siguen al Espín y a los Carballinos, desde el que acceden a Borres, poniendo fin a una nueva etapa, en la que han recorrido 19 kilómetros y salvado un desnivel acumulado de subida de 400 metros.
Borres es una de las 44 parroquias en las que esta vertebrado el concejo tiéntense, pero también un pequeño pueblo y aunque cuenta con albergue de peregrinos no van a hacer noche en él. Amigos de la zona del anfitrión los vienen a buscar, y  en automóvil se desplazan a Pola de Allende, capital del también extenso concejo de Allende, dónde  repondrán fuerzas y disfrutaran en compañía de estas nuevas amistades de la exquisita gastronomía local, para luego descansar y poder afrontar una dura caminata.





Aunque el descanso a alguno le pareció corto, toca madrugar y emprender una nueva etapa que les llevara hasta la última de las parroquias que componen el concejo allandino, la de Berducedo. Los vienen a buscar y con la imagen en la retina del palacio medieval de Cienfuegos dominando desde la colina la Pola, abandonan esta para ir al cercano Borres y comenzar el trayecto más duro a las que se tendrán que enfrentar.
Desde Borres a través de caminos entre praderías llegan a Samblismo, encrucijada de caminos, uno de los cuales lleva a Pola de Allande y el otro a la Mortera, que es el que siguen. La Mortera es una parroquia ya del concejo de Allende, y en ella ven la pequeña capilla de San Pascual, del siglo XVI, antes de emprender la subida por pistas hasta la Paradiella, a píe del pico del Águila -1100 metros- a través de un bello paisaje de pinos, tojos y brezos en flor, dónde están las ruinas del primero de los hospitales de peregrinos, documentado en el siglo XV.
La altura hace mella y una espesa niebla les hace tener dudas del Camino a seguir, encaminándose por el correcto hasta Fonfaraón, punto más alto de la etapa con 1200 metros, y dónde están las ruinas del segundo de los hospitales, que toma el nombre de la sierra dónde está ubicado, documentado en el siglo XII y que presto servicios hasta bien entrado el siglo XVIII. De allí continúan hasta las ruinas del tercero y último de los hospitales, el de Valparaíso, fundado en el siglo XIII y que tenía pegado al mismo  la capilla de la Magdalena. ¡Cuántas historias y secretos deben de guardar estas vetustas piedras! exclama uno de los visitantes en el descanso que allí realizan, sobrepasado por este entramado de hospitales de peregrinos.
Han subido lo más duro y por extensas praderías y prácticamente en llano se dirigen al cercano alto de la Marta -1105 metros- en la carretera que lleva al alto de Bustantigo, dónde vuelven a dudar. El Camino está doblemente señalizado, hay mojones con la concha en una dirección y flechas amarillas en otra, decidiéndose por esta última. La primera va hacia el puerto del Palo y la segunda directamente a Montefurao, pasando por espacios dónde los romanos desarrollaron sus explotaciones auríferas, que fueron el acicate para su presencia por estos territorios, y cuya importancia fue tal que subsisten en la zona gran cantidad de toponímicos relacionados con el mineral y su explotación, tales como Montefurao, Valledor o el río del oro.
La “arrugia” o “ruina montium” era el procedimiento de explotación más empleado y consistía en minar las montañas a lo largo de una gran extensión mediante galerías y paralelamente conducir agua a través canales almacenándola en depósitos ubicados en el alto de la montaña. Cuando una parte de la montaña estaba totalmente horadada y los depósitos llenos de agua, se encendían grandes hogueras en el interior de las galerías y se soltaba el agua hacía ellas. Las altas temperaturas y la fuerza del agua hacía que el monte se derrumbase entre un gran estruendo, extrayendo ya al aire libre el mineral.
El Camino desciende hasta la braña de la Vallinadosa, haciendo a la mitad un descanso para volver la vista atrás y observar la “fana la Freita”, el vestigio más espectacular de los abundantes restos de yacimientos en sur occidente asturiano, desprendimiento realizado durante el primer siglo de nuestra era. De la Valinadosa una pista les conduce directamente a Montefurao, y cuando pasan por delante de la entrada de la cueva “Xan Rata”, boca de una galería minera romana de sección trapezoidal tallada en las pizarras, que penetra unos cincuenta metros en la roca impidiendo un derrumbe continuar la misma, incrédulos escuchan la leyenda que era el habitáculo  de un bandolero que había  por estos lugares, al que llamaban "Xuan el rata", que robaba a los ricos y se lo entregaba a los pobres.
Montefurao, a 900 metros de altitud, debe su nombre a la existencia de un canal tallado en la roca que atraviesa el estrecho cordal sobre le que se asienta la aldea, con el objetivo de llevar el agua de un valle a otro para la explotación aurífera. Tiene una capilla dedicada al “Señor Santiago” con una pintoresca talla de “Santiago peregrino”, conservándose junto a ella la casa reconstruida en el siglo XVIII, que fue previamente hospital de peregrinos.
En descenso continúan hacia el Couso de Lago, Lago con su inmenso tejo y finalmente hasta Berducedo, dónde concluyen la etapa más larga y dura de este Camino, en la que han recorrido 28 kilómetros y salvado un desnivel acumulado de 961 metros de subida y 705 de bajada.
En Berducedo existió un albergue de peregrinos, del que se conserva un sillar en forma de cruz con la grabación “Albergue de pobres peregrinos año 1785” inscripción que seguía en el dintel con “se reedifico año 1785 siendo su patrón bienhechor don Joseh Albarez Lozano”, y cuenta con un bonito conjunto formado por la iglesia de Santa María, del siglo XIV, un tejo centenario de considerable dimensiones, una “mesa de Corpus” a la que le falta en la actualidad la cruz y un rustico lavadero.
Los viajeros agradecieron especialmente las comodidades existentes en la casa de turismo rural alquilada para pasar la noche y reponer fuerzas para continuar el peregrinaje. Centran la tertulia de sobremesa de la cena en las amplias vivencias de la jornada y el agradable recuerdo que llevan de la misma, a pesar de su pequeña dureza. No se imaginaban la estratégica ubicación en zona montañosa de los hospitales de peregrinos para socorrer a los mismos, ni observar los restos de las explotaciones auríferas romanas y todo ello en un entorno privilegiado, con un excepcional paisaje de media montaña de amplios pastizales y atalayas que permiten divisorias kilométricas.
Experiencia que siempre recordaran, al igual que las pinceladas sobre los tejo –texu o teixo en bable- les dio su anfitrión. Esta conífera centenaria –los hay con más de 2.000 años- de la familia Taxaceae y cuyo censo en el Principado supera los dos centenares, fue el árbol mágico y sagrado de los celtas y su culto ha dejado aún hoy en día una gran cantidad de ritos entre los pueblos descendientes de la antigua cultura celta, entre los que se encuentra el asturiano. Las estelas que lo representan en el prerrománico asturiano; la tradición de envenenarse con su semilla por los guerreros astures antes de convertirse en esclavos romanos; su relación con la capacidad de hacer huir al diablo y de ahí la razón de su existencia a píe de los cementerios; la teoría de que las iglesias se construyeran a su alrededor para cristianizar los ritos paganos, al igual que otras se construyeron sobre túmulos con la misma función; ser lugar de reunión –aconceyar- de vecinos en torno a él o hacer fiestas y bailes alrededor de los mismos, dejaron pensativos a unos peregrinos habidos de conocimientos.






A primera hora del día siguiente reanudan el peregrinaje y apenas caminado un kilómetro entran en el concejo de Grandas de Salime. En descansado ascenso llegan a la aldea de La Mesa, dónde valoran la peculiar iglesia parroquial consagrada a Santa María Magdalena, levantada sobre un antiguo túmulo funerario y con otro texu centenario delante de la misma. Y desde allí ascienden al caserío de Buspol, encontrando antes en el alto un parque eólico, uno de los tantos que en los últimos años surcan el occidente asturiano. No dudan de su rendimiento y necesidad,  pero si valoran negativamente su impacto paisajístico y medioambiental.
El caserío fue en su momento hospital y enfrente tiene la capilla –que lo fue del hospital- consagrada a Santa Marina, que aún conserva su campana primitiva del siglo XIV. Ubicado a 980 metros de altura tiene magnificas divisorias sobre gran parte del concejo de Grandas de Salime, la capital y el cercano embalse de la presa de mismo nombre. A ella se dirigen cruzando praderías y a través de una pista forestal que se abre camino entre pinares, para salvar en continuo descenso y zigzag los casi 800 metros de desnivel de bajada, encontrándose en sus estribaciones finales un “cortin”. Esta es una construcción circular de piedras sin techo con una altura entre uno y dos metros, en dónde se meten las colmenas para protegerlas de los osos y que los viajeros recuerdan  haber visto varios y recibido las explicaciones oportunas en un anterior viaje por la comarca de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, en el sur occidente asturiano.
La presa y su central eléctrica para la que fue construida, que se sitúa en la confluencia de los concejos de Pesoz, Allande y Grandas de Salime, así como de los restos de las construcciones allí existentes -tanto logísticas como de viviendas-  y la historia que sobre la misma les cuentan su anfitrión y el amigo de este que vino a su encuentro desde la cercana capital municipal, les sorprende por su grandeza inesperada.
Su construcción en la parte alta del cauce del río Navia cambió para siempre la fisonomía de la ribera, inundando fincas, casas, iglesias, capillas, cementerios, puentes y bosques. Sigue la técnica de gravedad, tiene una altura de 128 metros y una capacidad de 266 hectómetros cúbicos y la superficie ocupada por sus aguas de 685 hectáreas. El grueso de la obra se desarrollo entre los años 1948 y 53, siendo en su momento la mayor de las existentes en España y la segunda de Europa, teniendo que salvarse enormes dificultades para llegar a cabo su construcción, motivadas principalmente por el embargo decretado por Naciones Unidas al régimen del General Franco y contando con el trágico balance de que más de 300 trabajadores perdieron la vida debido a las precarias condiciones de trabajo y a la escasez de alimentos.
Aunque no se realizan visitas a la central, el amigo recién llegado hace posible la misma, y así disfrutan de la decoración realizada por los arquitectos asturianos  Joaquín Vaquero Palacios y su hijo Joaquín Vaquero Turcios. Observan la grandeza de la fachada principal de la galería que da acceso al interior, en el que relieves de hormigón forman un mural que representa el proceso de producción de energía eléctrica; posteriormente admiran los murales que adornan la sala de turbinas, que detalla todo el proceso constructivo de la central, desde los primeros estudios hasta el éxodo de la población de los lugares que serían anegados por las aguas, y ya en el exterior el mirador colgante de “La boca de la ballena” desde el que se admira todo el conjunto de la presa y central y la escultura de una Virgen, conocida como “La lechera”.
Concluida la visita recorren los 5 kilómetros con sus más de 300 metros de desnivel de ascenso que separan por carretera la presa de la capital municipal, dónde de nuevo son esperados y disfrutarán del merecido descanso después de recorrer otros 23 kilómetros, siendo ya 130 los acumulados.
En Grandas valoran los múltiples méritos de su comunidad vecinal, por los que fue nombrado Pueblo ejemplar de Asturias 1993 por la Fundación Príncipe de Asturias. Pasean por el parque municipal dónde se ubica el busto de Don Felipe de Borbón y la placa que da fe de dicho nombramiento,  por sus reiteradas iniciativas y apoyos materiales encaminados a la conservación del patrimonio histórico-artístico y etnográfico; ante las casas solariegas del siglo XVIII de las familias de los Magadán, Robledo, Román y Rubiero; visitan la iglesia de San Salvador, construida en varios estilos arquitectónicos, cuyos orígenes son como monasterio en el siglo XII, para ser Colegiata hasta 1853 y por último parroquia y  concluyen su recorrido en el Museo Etnográfico ubicado en la antigua casa rectoral.
Creado en 1986 y con sucesivas ampliaciones,  es el más grande y referencia de los varios existentes en el Principado, se ubica en una construcción rural típica de la zona del siglo XIX, rehabilitada según su primitivo estilo. Con detenimiento observan sus diferentes dependencias: cocina,  almacén de aperos, destilería, dormitorios y las construcciones auxiliares de hórreo,  panera, cuadras y capilla, valorando que es todo un prototipo de museo vivo, ya que en él se conservan, organizadas según el tipo y lugares de trabajo, los testimonios de los viejos oficios y la vida tradicional del occidente asturiano, a través de las más de doce mil piezas con las que cuenta.
Un día más se van cansados a la cama, pero tremendamente satisfechos por lo que el Camino con sus hitos, monumentos, etnografía y sorpresas les esta deparando, y lamentan que apenas tienen tiempo para meditar sobre todas las vivencias que van teniendo en su caminar.








Con especial inquietud se levantan en el séptimo día de su andadura, y durante el desayuno en el centro de agroturismo dónde pernoctaron las emociones se suceden, a los pocos minutos emprenderán la última etapa de este su primer capítulo por el Camino de Santiago Primitivo, el Auténtico como no para de decirles su anfitrión, y que por lo que han visto ya no dudan de qué es así.
El amplío pórtico que rodea la iglesia de San Salvador con sus arcos de medio punto, es su punto de partida de la larga etapa en la que deberán salvar primero los 14 kilómetros y 600 metros de desnivel de ascenso hasta el límite con Galicia y luego los 12 kilómetros y 213 metros de desnivel de descenso hasta Fonsagrada, fin de la etapa y de su peregrinaje, ya en tierras gallegas y pretéritas asturianas.
Después de pasar por las aldeas de la Farrapa, dónde visitan la coqueta capilla del Carmen del siglo XVIII;  Cerejeira y por Malneira y la capilla de la Esperanza, también del siglo XVIII, llegan a Castro, pasando por delante de su robusta iglesia y el albergue de peregrinos hasta el final del pueblo, dónde se encuentra el Castro del Chao de Samartín y su centro de interpretación.
Escuchan atentos que los Castros son poblados fortificados celtas que se encuentran en el noroeste de la Península Ibérica, datados en el siglo VI a.C. y que en ocasiones perduraron hasta la Edad Media, y en el que técnicamente en sus calles, de ángulos rectos, se encontraban llenas de construcciones de planta casi siempre circular, con importantes construcciones de carácter social, estando ubicados en terrenos con protección natural, cercanos a fuentes y terrenos cultivables y en límites con zonas altas.
El que ven es una de las auténticas reliquias castreñas con las que cuenta el Principado y el más importante de los tres existentes en el concejo. Su origen como asentamiento estable se remonta a la Edad del Bronce, cuando en torno al año 800 a. C. se estableció un primer recinto fortificado, que se fue ampliando en años y siglos siguientes.  Bajo dominio romano y el control del ejército imperial se transforma en una próspera capital administrativa, dada su cercanía a los importantes yacimientos auríferos de la comarca. Prosperidad que se vio frenada por el abandono repentino del poblado a causa de un terremoto durante el siglo II d.C. Sobre las ruinas del poblado romano se emplazó, en tiempos de la Monarquía Asturiana, una necrópolis que prolongó su uso funerario hasta el fin de la Edad Media.
En su visita al centro de interpretación les explican el origen y evolución de los poblados fortificados del occidente asturianos, y observan la exposición permanente de piezas,  procedentes no sólo del que sustenta el centro sino también de otros cercanos, lo que les traslada mentalmente a lo que pudo ser la vida en tan peculiar espacio. En el Castro la realidad superara sus expectativas; los fosos exteriores, la muralla modular, el poblado con los restos del gran edificio de la entrada, la acrópolis, la domus romana del siglo I y la acrópolis medieval construida sobre ella, los deja perplejos y comprenden el porqué de la tardanza en sacar a la luz todo lo que este asentamiento guarda en sus entrañas, descubierto en los años setenta del siglo pasado. Esta visita requiere sin duda de otra más adelante y con más tiempo, exclama la menor de los expedicionarios.
Ya tienen tema de conversación para una buena parte del resto de su etapa final. Desde Castro acceden a Padraira, donde visitan la capilla reconstruida en 1689 en advocación a San Lázaro, y posteriormente a Xestoselo y a Penafonte, dónde reponen fuerzas a píe de la iglesia consagrada a Santa María Magdalena en 1605, antes de afrontar el último tramo en ascenso por tierras asturianas. En él pasando por Bustelo del Camín arriban al puerto del Acebo, a 1143 metros, ya en territorio gallego después de dejar a escasos metros el límite jurisdiccional de ambas Comunidades.
Las visitas realizadas, el duro ascenso y el sinsabor por dar por concluida su primera gran experiencia peregrina, hacen que el trayecto que les quedan por recorrer lo hagan de una manera más pausada.
Rápidamente reparan en un detalle que les llama poderosamente la razón, las conchas que van señalizando el Camino están colocadas justo al contrario de las que vienen siguiendo desde el inicio. ¡Qué ocurre! ¿Van mal?. Su anfitrión, sin ocultar su disconformidad, les explica que en todos los Caminos existentes -excepto en el Primitivo por territorio asturiano-  las conchas señalan el Camino a seguir a través de la parte abierta de la concha, en lo que a su entender que es un error, ya que la parte cerrada escenifica mejor Santiago, dónde concluyen los diferentes y cada vez más múltiples Caminos.
Diferentes interpretaciones que debaten en el trayecto que les lleva por una amplia pista al pueblo de Cabreira, a su paralelo alto y al pequeño núcleo rural de Fonfría, en el que hay habitadas las dos construcciones de antiguos hospitales y la capilla de Santa María Magadalena. De Fonfría bajan a Barbeitos, a Silvela y finalmente a Paradanova,  en la parte baja de Fonsagrada, la antigua Fons Sacrata, nacida en época de la monarquía asturiana en torno a una fuente y un hospital de peregrinos.
Desde la capilla de Santa Cruz de Paradanova observando su destino final, escuchan atentos como Fonsagrada y su entorno  perteneció desde sus orígenes hasta 1834 al Principado de Asturias, formando junto con Negreira de Muñiz el concejo de Burón, pasando desde esa fecha a pertenecer a la provincia de Lugo y dividiéndose el concejo en dos.
Salvan sin dificultad en ascenso los últimos metros y llegan a la iglesia barroca de Santa María, dónde ponen fin a un peregrinaje emulando al Rey Casto en el que han recorrido 155 kilómetros y dónde se han ilustrado de las riquezas históricas, culturales, etnográficas, así como las curiosidades de un territorio del que también les impacto su paisaje, paisanaje y gastronomía.
La experiencia vivida ha sido única, han visitado todos los hitos de un Camino Primitivo al que sin duda ha perjudicado para una mayor difusión su dura orografía, la misma que le ha permitido mantener sus costumbres ancestrales. Marchan con la convicción de que este es el AUTÉNTICO, el que emprendió el Rey Casto creyendo ver en el hallazgo del sepulcro un mensaje divino y la posibilidad de llamar la atención sobre la precaria situación en que vivía el Reino de Asturias, acechado por las huestes musulmanas, a la lejana Europa y que con el que inicio la primera peregrinación documentada a Santiago.
La unanimidad fue total, hay que fijar fecha para reiniciar en este punto el peregrinaje y postrarse ante los píes del Apóstol en Santiago de Compostela. Dentro de nueve meses será posible, y para ello deberán de recorrer los 163 kilómetros que aún les faltan. Irán por los altos de Montouto y Fontaneira hasta Cadavo, y allí por Vilabe, Castroverde y Soutomerille a Lugo, el romano Lucus Augusti, al que accederán por la puerta de San Pedro, dónde una gran piedra colocada en 1996 da constancia de la entrada por ella del Rey Casto en el século IX, durante la realización del primer Camiño. De Lugo por San Vicente do Burgo, San Román de Retorta, Vilamor hasta Melide, dónde el Camino Francés se une al Primitivo siendo ya uno sólo. Caminaran por Arzúa, San Paio, Lavacolla y después de ver Santiago desde el Monte do Gozo y la capilla de San Marcos llegaran a la plaza del Obradorio, entraran por el pórtico de la Gloria en la Catedral y abrazarán la escultura del Apóstol que preside la Basílica desde su Altar Mayor, dónde seguro este les esperará.


OBSERVACIONES:
Las acuarelas que ilustran el presente, son las que ilustran el original publicado, son obras del artista avilesino Julio Solís, quién las cedió con tal fin.

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