miércoles, 2 de octubre de 2013

Jaime Izquierdo, pregonero de la XXXIII edición de la Fiesta del Asturcón.

Pregón leído en la majada de Espineres, el 24 de agosto de 2013, con motivo de la XXXIII edición de la fiesta del Asturcón, organizada por ACAS -Asociación Conservadora Asturcones del Sueve-.


Voy a contarles un extraño suceso que marcó para siempre mi forma de ver las cosas. Todo empezó hace ya algún tiempo, en la oficina de la Consejería, en Oviedo. Al encender el ordenador noté que no veía bien. Uno de mis compañeros me aconsejó que fuera a un oculista del que me dijo que no sólo era un excelente médico sino que tenía un original método para curar. Me fui a la consulta y en la sala de espera aguardaban su turno cuatro personas. Me senté y nada más hacerlo salió el oculista.
-Buenos días -dijo muy sonriente-. Muchas gracias por elegir mi clínica y por confiar en que podamos ayudarlos. Lo primero que tengo que decirles es que los voy a examinar a ustedes uno a uno pero no lo haré por separado sino que lo haré en esta sala y de forma conjunta.
Nos dio unas gafas a cada uno, me las coloqué y cuando levanté la vista no vi el típico cartel de letras y números en hileras. No, no vi eso? ¿saben lo que vi?.. ni se lo imaginan? ¡una foto enorme de la Sierra del Sueve! El oculista preguntó si reconocíamos el lugar. Todos dijimos que sí. Se dirigió al hombre que estaba sentado en la primera silla y le preguntó qué veía.
-Pues veo una sierra que tiene unas condiciones magníficas para la producción de madera. Se pueden plantar eucaliptos en las zonas más templadas, en las partes bajas cerca del mar y en los valles bajos. Y luego podemos plantar pinos en las zonas más altas, las más frías?
-Vale, vale, perfecto -interrumpió el oculista- ¿Además de una sierra para plantar pinos y eucaliptos ve usted algo más?
-Pues, la verdad, no... no veo nada más? ¿es grave doctor?
-Hombre, pues la verdad es que sufre usted de una enfermedad que estuvo muy extendida allá por los años sesenta del siglo XX y que se llama forestalitis maderera aguda. Fue una enfermedad muy común, pero ahora, afortunadamente, va remitiendo, aunque todavía sufrimos sus secuelas.
El oculista se dirigió entonces al segundo paciente. Y le hizo la misma pregunta: ¿Qué ve usted cuando mira la Sierra del Sueve?
-Gamos, gamos, veo gamos, muchos gamos? Una sierra ideal para repoblarla con gamos? una maravilla, gamos por aquí, gamos por allá? veo gamos hasta cuando voy a jugar al golf? -dijo el hombre entusiasmado.
-Bien, veo que usted tiene un problema de visión similar al de su compañero, aunque en su caso él solo veía la posibilidad de plantar pinos, usted ve sólo la posibilidad de repoblarla con gamos. Ambos casos proceden de la misma enfermedad profesional que tuvo tintes de epidemia durante la industrialización y que se llama visión concentrada y productiva en monocultivos.
-Por cierto, ¿ustedes dos se conocían? -preguntó el médico.
-Sí, sí,? -contestaron ambos al unísono- Trabajamos juntos hace años en el Patrimonio Forestal del Estado y luego en el Icona.
Preguntó entonces el oculista al tercer paciente. Un chico joven, con una camiseta con un lobo aullando a la Luna. Le hizo la misma pregunta y el muchacho respondió:
-Veo en el Sueve un santuario para la Naturaleza donde el hermano lobo pueda encontrar su hogar y escapar de la persecución a la que lo sometemos los humanos. Veo una montaña donde los lobos pueden recuperar sus tierras, porque estaban antes que nosotros, y vivir en libertad cazando para que la Naturaleza siga su curso sin que nadie la toque y alcance así el clímax y el equilibrio supremo?
-Vale, vale, entendido. No sigas, chaval -dijo el oculista-. Tienes una hipermetropía ecologista profunda producida por haber visto mucha televisión, muchas películas de Walt Disney, por sobreexponerte a los documentales de naturaleza de La 2 y por no salir al monte nada más que de paseo los domingos. Eso te lleva a confundir el campo con la Naturaleza salvaje y a creer que lo salvaje y la libertad son lo mismo. Tienes un problema grave de visión y como no te pongas a tratamiento me temo que la próxima visita no va a ser a un oculista sino a un psiquiatra.
Me llegó el turno a mí. ¿Qué ve usted cuando mira al Sueve?
-Pues veo el PORNA, la oportunidad de desarrollar dentro del plan de ordenación de los recursos naturales de Asturias una figura de conservación de la Naturaleza bajo la denominación de paisaje protegido con la posibilidad complementaria de declarar algunas zonas de reserva integral de máxima protección?
-Vale, vale, de acuerdo -interrumpió el oculista-. Ya veo que es usted funcionario y que su problema es de astigmatismo burocrático y vista cansada. ¡Tanto expediente, tanto decreto y tanto «Boletín Oficial» acaban por pasar factura! -me dijo compadeciéndose de mí.
Finalmente le llegó el turno a una paisanina muy mayor que había permanecido en silencio observando todas las intervenciones. Cuando el oculista le preguntó qué veía en la Sierra del Sueve, la mujer contestó:
-Veo mio casa. Allí, en esa aldeína al pie la Sierra. ¿Non la ve usted? Ye roína pero vese bien porque pa mí ye mui grande? Y veo los gochos, y la viesca pequeña a la que diba por lleñi con los mios hermanos, y la fuente y la viescona grande de la que salieren les vigues pa la cuadra. Y veo'l rebañu d'oveyes que mio padre me dexó y les cuatro vaques. Y les dos burres braves, que ahora-yos dicen asturcones, con los sos potrinos mamando. Y veo la hermandad que anantes formábamos toos los vecinos del puertu para repartinos les tarees nel monte, y les veceres y les sestaferies? y veo el respetu que mos teníamos entre nós y el valor que-y dábamos a les ordenances qu'iguaben el trabayu nel puertu? veo lo que fuimos cuando el monte yera parte la casa. Y ye nidio que naide quier pa so casa nada malu?
-Oiga, ¡está usted fenomenal de la vista! -le dijo el oculista-. No entiendo para qué ha venido a la consulta.
-Ye que yo miro pal monte -le contestó la mujer- y veo lo que fuimos y tamién veo en lo que mos tamos convirtiendo y non me gusta ná. Lo que pasa ye que casi naide ve les coses asina perque dicen que son coses de los vieyos. Ye ciertu que va años abondo xente moza dexó l'aldea pa trabajar lloñe, nes fábriques. Y que los pocos que quedaren no alcanzaren a organizase como tábamos organizaos anantes. Caún mira agora pa lo suyu sin dase cuenta de que mirando pa lo de toos tamién se mira pa lo de ún. Y que sin mirar pa lo de toos lo de ún va a menos? ¿Cómo non lo verán? ¡Tan ciegos! Los mios nietos y los mios fíos aunque me quieren munchu, dicen que toi vieya, y que yá non veo bien. Por eso me dixeren que viniera al oculista. Ellos dicen que hay que modernizase y que agora lo únicu importante ye la PAC y tener munchos drechos de nodriza y cuantos más praos baxos y más mecanizaos meyor. Pero yo miro pal monte y non veo oveyes, ni cabres. Veo les cuestes perdíes con les vaques flaques afogaes entre cotolles y felechos que-yos lleguen al cuello. Veo que naide roza, ni fai estru, que non cuchamos como anantes y que non nos dexen prender cuatro matos pa que la reciella alcuentre un bocau tiernu. Buenu, si hubiera reciella, que ya digo que nun hay... Y veo que los mios nietos tán más pendientes de la PAC que del monte y que los xabalinos éntrenme na güerta como Pedro per su casa y que manden más en monte los bichos que nós. Veo que la xente olvidó les coses importantes que nos enseñaron los d'atrás. Que tán más pendientes de lo que dicen desde les oficines del Gobiernu, y de lo que dicen pela tele, que de mirar pal monte. Dígo-yos que entre toos tamos faciendo un mundu sin sentíu enterráu baxo una montaña de papeles, pero non me facen ni casu? Buenu, señor, non lu molesto más. Si non me ve na malu vuelvo pa mio casa, que tengo la güerta y los animales ensin arreglar.
Dicho lo cual se levantó y se fue. Después se fue el resto de pacientes. Yo me quedé para hablar a solas con aquel oculista.
-Oiga, perdone, no se ofenda con lo que le voy a decir? pero esa mujer que se acaba de ir? ¡está fatal de la vista! -le dije.
-Hombre, ¿qué quiere? Tiene más de 90 años? ¡claro que anda mal de la vista! Pero no se equivoque: esa mujer que está medio ciega es capaz de mirar mejor que todos ustedes juntos por muy universitarios y doctos que sean. Es capaz de ver para atrás y para delante, porque conserva en su cabeza la memoria y las imágenes del pasado y tiene una idea de cómo le gustaría que fuese el monte en el futuro. Y eso es así porque pertenece a una comunidad de campesinos que vivió y creó su propio país, que heredó una singular cultura de montaña con la que construyeron el paisaje. Porque esa paisanina y sus antepasados escribieron sobre el puertu su historia. Escribieron sobre la tierra como un escritor lo haría sobre las páginas de un libro. Por eso, cuando mira para el Sueve, lo lee con naturalidad, observando los cientos de matices que a la ciencia, la técnica y la burocracia industrial le han pasado desapercibidos. Pero ella los ve. Y los ve perfectamente ensamblados entre sí como si fueran las letras, las palabras y las frases de una novela. Lo ve, lo mira y lo lee como el que leyera la historia de su vida y su familia. Por eso quiere a esa montaña como usted y yo queremos a nuestro propio cuerpo o a nuestros hijos. Por eso no entiende a los funcionarios, a los políticos, a los técnicos ni a los ecologistas urbanos y a todos los que hablan de la Naturaleza separándola de la cultura de los pueblos que la habitan o de la memoria de sus antepasados. Por eso no entiende tampoco que sus nietos se hayan despistado y sólo vean en el monte las hectáreas con las que justificar los pagos de la PAC. Por eso le duele ver el puertu maltratado, abandonado. Lo que para usted, o para sus compañeros de la consulta de esta mañana, es simplemente una bella foto del Sueve sobre la que proyectar de forma unidireccional sus ideas de conservación de la Naturaleza, explotación forestal, ordenación del monte, caza o excursionismo, para ella es una foto de sí misma, de su padre, de sus abuelos? es una foto de su casa, de su vida y de su familia. Por eso los pastores de antes, como esa mujer, lloran cuando ven el sin Dios actual de los puertos y se ahogan en sus lágrimas ante la impotencia de no saber ponerles palabras a unos sentimientos arraigados en su alma. Los pastores lloran mirando les cuestes, les mayaes, los xerros, los cuetos, les cueñes o les camperes perdides como usted y yo lloraríamos si nos arrancaran la piel a tiras? Esa mujer ve lo que ninguno de ustedes ha visto: la historia de su vida cosida, fraguada y formando parte de la Sierra del Sueve? en cambio, ustedes sólo ven la montaña desde la ceguera galopante del etnocentrismo urbano y eso les hace ser parciales, cuando no sectarios. Ven pero no miran porque no saben mirar. Porque sólo ven una parte y no el todo. Y además sólo ven lo que quieren ver, dependiendo de lo que les hayan metido en la cabeza en las escuelas técnicas o en las universidades o, peor aún, por sus creencias y por las leyes que han confeccionado para dar carta de naturaleza jurídica a sus distintas visiones que, por si fuera poco, chocan entre sí creando en las montañas de naturaleza campesina más ruido y confusión que armonía?











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“Para ver el futuro del medio rural y sus paisajes hay que contemplar el pasado de la tradición campesina asturiana”. Jaime Izquierdo Vallina (1958 -) geólogo y escritor asturiano. 

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