La Macaronesia se
define como el conjunto que forman los cinco archipiélagos existentes en el
Atlántico Norte: las Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira e Islas Salvajes.
Ámbito geográfico en el que habitan, en mayor o menor medida, uno de los
crustáceos más peculiares y escasos existentes, la “Megabalanus azoriscus”
conocido popularmente como “Kraka” o “Craca”.
De las nueve islas que
componen el archipiélago portugués de las Azores, Terceira es la segunda más
habitada con cerca de 60.000 habitantes y su extensión apenas supera los 400
kilómetros cuadrados, siendo conocida también como la isla malva. Su capital
Angra de Heroísmo está declarada Patrimonio de la Humanidad, y cuenta con un
conjunto de innumerables atractivos históricos, culturales, geológicos,
naturales y gastronómicos. Apartado este en el que destaca el delicioso y raro
crustáceo, siendo uno de los pocos lugares en el mundo dónde aún es posible
degustarlo.
Estos peculiares
animales marinos invertebrados despertaron desde hace muchos años el interés de
los científicos. En el siglo XVIII, el botánico sueco Lineu, los clasificó como
moluscos. Siendo catalogados posteriormente como crustáceos, con el nombre
científico de “Megabalanus azoricus”, en el año 1853 por el naturalista inglés
Charles Darwin, quien le dio el nombre al ser endémica de las Azores.
Técnicamente la Kraka
es un género de percebes tipo bellota de la familia Balanidae, englobada en el
apartado de crustáceos cirrípedos, nombre que les viene dado por la
transformación de sus patas en cirros, a sus procesos respiratorios y a la
captura del plancton para alimentarse. Un crustáceo sésil de forma cónica,
formado por capas de placa de piedra caliza, generadas al segregar una cáscara
de carbonato de calcio de cinco placas, que sirven de escudo protector para sus
órganos internos.
Con forma de pequeños
volcanes, se alimentan y respiran a través del
opérculo, un orificio ubicado en la parte superior del cono, protegida por
algas. Habitan y se reproducen en total inmovilidad, en la zona
intermareal inferior, siempre adheridas a las rocas más batidas por el agua en
colonias dentro de los mini volcanes calcáreos que les sirven de exoesqueletos,
aunque también pueden adherirse al fondo de embarcaciones o al cuerpo de otros
animales marinos de grandes dimensiones, como las ballenas.
Su alimentación se
realiza en suspensión, llegando a alcanzar en su crecimiento hasta los siete
centímetros.
Su recolección es muy
peligrosa, depende de las condiciones climáticas y para ello se necesita entre
otras herramientas cinceles y martillos, con el objeto de separarlas de las
rocas.
Para su
ingesta es necesario cocerlas, aunque en un tiempo muy superior a sus parientes
los percebes. Para su degustación, la extracción del blanquecino y blando
bocado se realiza a través de un pequeño gancho o clavo curvado, con el que se
hurga su minúsculo interior, no estando la operación exenta de cierta maña.
Gustativamente
es una experiencia gastronómica única, toda una bocanada de sabores marinos,
fresca, potente y pronunciada. De suave textura, levemente gelatinosa, su sabor
recuerda las de los percebes y mariscos
de cáscara, como los centollos y las nécoras.
Terceira
es uno de los pocos lugares que quedan en el mundo donde es posible adquirir y
degustar este peculiar, extraño y delicioso crustáceo. Aún es posible en verlo
en mercados y en restaurante, a pesar de que la dificultad de su captura y
su escasez lo convierten en un manjar caro, fluctuando su precio entre un euro
y medio y dos euros la unidad.
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