TITULO: “Astur”. AUTOR: Isabel San Sebastián. La Esfera de los libros, S.L. 1º edición septiembre 2008, Madrid. 482 páginas.
NOTA: Antes de leer este libro, es conveniente leer "La Visigoda" de la misma autora.
I. LA PROFECIA.
Naya lleva a su hija a visitar al Guardián a su morada secreta, esta ya ha cumplido los dos años y siguiendo la tradición es el momento de conocer cual será su nombre. Por desgracia no todos los nacidos llegan a esa fecha y ese es el motivo de que no tengan nombre hasta alcanzarla.
El viaje es duro desde su hogar en Coaña, por un lado ella esta gravemente enferma y le cuesta mucho caminar y por otro el tiempo es desfavorable, parece una conjura de los dioses. Se acuerda del eclipse que se produjo en el momento de dar a luz a su criatura, en una noche estrellada y limpia como pocas; eso fue entendido como una mala señal, que hizo que fueran a ver al Guardián, que calmo al pueblo y quito importancia al hecho.
También en su marido Aravo, que no quiso acompañarlas temeroso de las consecuencias que ello tendría si fueran denunciados. El dios de los cristianos había vencido a los suyos mucho antes de que nacieran los abuelos de ambos, y en la corte de Canicas, se castigaba a los que seguían con su religión. Sin embargo en el castro esta se mantenía viva, sin bien sin grandes muestras por temor, pero la Madre era venerada, así como el Agua recibía su culto y las familias pasaban su saber de generación a generación Su marido era muy fuerte y todo un líder, que no compartía las creencias religiosas de ella y no llevaba bien la reverencia que el pueblo le profesaba por su linaje de sacerdotisa sanadora, custodia de la vida y servidora de la Madre. A ello se unía que la madre de este, Clouta, era una enemiga declarada suya. Naya nunca fue feliz hasta el nacimiento de su hija.
En el camino bajo un aguacero tremendo fue encontrando las sensaciones para llegar, igualmente sintió que también su hija las sentía, en ese momento supo con certeza que aquella tenía el don. Antes de llegar oyeron como el último de los augures, miembro de una saga que desaparecería con él, intentaba por todos los medios acallar la furia divina y acabar con aquella tormenta que amenazaba a todos. Allí estuvieron sin moverse ni decir nada hasta que este acabó, los aldeanos temían más a la furia del cielo que al Fuero Juzgo, que perseguía y castigaba vilmente a los hacedores de tempestades.
Le entrego el queso curado que le llevaba como presente, él las esperaba, pero estaba agotado por la lucha que acababa de mantener y debería de descansar. Se introdujo en su cueva, mientras ellas tuvieron que pasar la noche a la intemperie. Antes de despuntar el día la despertó y ordeno despertar a la niña, había llegado el momento.
Comenzó su trabajo revolviendo las cenizas de la hoguera, la figura de un toro apareció claramente. El uro sería su tótem, y su espíritu le acompañaría siempre. Igualmente le dijo que era hija de un tiempo que ha quedado atrás, la Era de la Madre, era la última, al igual que él de un pueblo condenado a morir.
Al decir este el sacerdotisa de Lug, lanzó semillas secas al fuego revivió, él continuo ella sería la morada de la Madre, por eso no debía temer a nada; de su vientre nace un río caudaloso que crece, fluye y nunca desaparece, por eso su nombre será HUMA “la que mana”.
Naya hizo amago de irse, pero la detuvo, no había acabado. El fin de Coaña esta cerca, vendría de los jinetes de la niebla y Huma debería de guardarse de ellos. El sol apareció como una señal y él para acabar mando que le Naya le prestara atención para en su momento comunicárselo a su hija. Un hombre venido de lejos conquistaría su corazón y otro vendrá a robárselo; el dolor sería su fortuna, dos veces llamaría a la muerte y sería ignorada, pero cuando venga estará preparada. Aún dijo una cosa más que ella nunca hubiera querido escuchar, una sentencia que le heló la sangre; mientras abandonaba aquél lugar desde entonces maldito, se preguntaba si algún día tendría valor de decirle aquellas palabras a su hija o se las llevaría con ella a la tumba.
II. CRONICA DE UN REINO EN RUINAS
Recópolis (Yacimiento en la provincia de Guadalajara) enero de la era de 768.
Badona había acudido al templo en busca de consuelo ante las fiebres del pequeño Ickila, la peste estaba por todas partes y temía que este las hubiera cogido. En Recópolis seguía siendo cristiana a pesar de estar sometida a los sarracenos desde el 749 y desde esa época la floreciente ciudad fundada 150 años languidecía bajo el poder musulmán.
La dama era acompañada por su sierva Marcia, al no ser muy segura la calle y estar ella casada con uno de los poderosos de la ciudad, Liuva, que a la llegada de Tariq y gracias a su buen hacer había conseguido mantener el cargo de recaudador. Era uno de los magnates de origen godo, perteneciente a la saga de los Balthos, descendientes de Alarico, aunque por una rama mezclada con sangre más baja y seguía la profesión heredada de su padre. Por su parte ella como segunda esposa se consumía por no ser capaz de darle un hijo, no sentía por él ninguna atracción física, pero lo amaba como se ama a un esposo.
Al llegar a casa había gran revuelo, habían tenido que avisar al galeno ante el empeoramiento del pequeño, de solo cinco años. Ella amaba intensamente tanto a este, como a sus hermanas Clotilde e Ingunda, de siete y tres años, como si fueran hijos naturales de ella. Una vez visitado el enfermo y para que descansara, ella se llevo a las hermanas a otro cuarto en dónde les explicó el origen de sus nombres, ligados a mujeres religiosas con méritos probados, hasta que el padre la increpo por marcarles una educación inadecuada.
Fue llamada a la sala por su marido, había recibido una visita inesperada, un fraile de origen hispano romano de Córdoba, que se dirigía al norte, a los territorios conquistados a los musulmanes por Pelayo, y que solicitaba hospitalidad en casa de uno de los próceres de la ciudad. Se llamaba Adriano y esta escribiendo los sucesos históricos que acudían en la época.
Tras la cena Liuva estuvo leyendo hasta bien entrada la noche el manuscrito que estaba escribiendo y que llegaba hasta ese día, 24 de enero de 768 y tan encantado quedo que se prometió ser su mecenas retenerle el más tiempo posible. Por otra parte las fiebres del niño desaparecieron por completo.
Recópolis (Yacimiento en la provincia de Guadalajara) enero de la era de 768.
Badona había acudido al templo en busca de consuelo ante las fiebres del pequeño Ickila, la peste estaba por todas partes y temía que este las hubiera cogido. En Recópolis seguía siendo cristiana a pesar de estar sometida a los sarracenos desde el 749 y desde esa época la floreciente ciudad fundada 150 años languidecía bajo el poder musulmán.
La dama era acompañada por su sierva Marcia, al no ser muy segura la calle y estar ella casada con uno de los poderosos de la ciudad, Liuva, que a la llegada de Tariq y gracias a su buen hacer había conseguido mantener el cargo de recaudador. Era uno de los magnates de origen godo, perteneciente a la saga de los Balthos, descendientes de Alarico, aunque por una rama mezclada con sangre más baja y seguía la profesión heredada de su padre. Por su parte ella como segunda esposa se consumía por no ser capaz de darle un hijo, no sentía por él ninguna atracción física, pero lo amaba como se ama a un esposo.
Al llegar a casa había gran revuelo, habían tenido que avisar al galeno ante el empeoramiento del pequeño, de solo cinco años. Ella amaba intensamente tanto a este, como a sus hermanas Clotilde e Ingunda, de siete y tres años, como si fueran hijos naturales de ella. Una vez visitado el enfermo y para que descansara, ella se llevo a las hermanas a otro cuarto en dónde les explicó el origen de sus nombres, ligados a mujeres religiosas con méritos probados, hasta que el padre la increpo por marcarles una educación inadecuada.
Fue llamada a la sala por su marido, había recibido una visita inesperada, un fraile de origen hispano romano de Córdoba, que se dirigía al norte, a los territorios conquistados a los musulmanes por Pelayo, y que solicitaba hospitalidad en casa de uno de los próceres de la ciudad. Se llamaba Adriano y esta escribiendo los sucesos históricos que acudían en la época.
Tras la cena Liuva estuvo leyendo hasta bien entrada la noche el manuscrito que estaba escribiendo y que llegaba hasta ese día, 24 de enero de 768 y tan encantado quedo que se prometió ser su mecenas retenerle el más tiempo posible. Por otra parte las fiebres del niño desaparecieron por completo.
III. NAUFRAGOS EN LA CIUDAD MUERTA.Coaña, era de 782
La mujer esperaba impaciente el dictamen de la sacerdotisa Naya, aquél era un territorio ganado palmo a palmo a los bosques por un pueblo tan fiero como avejentado, en dónde la tradición era ley y cada dios servía a un propósito, en dónde ni los musulmanes ni la nueva religión cristiana conseguía asentarse. Esta la tranquiliza, fecundara y a la vez le da consejos para enloquecer amorosamente a su marido.
Huma ayudaba en otra habitación a su abuela con una madeja de lana, mientras desarrollaba un don que poseía desde muy pequeña de penetrar mentalmente en moradas ajenas que en ocasiones le hacía tener miedo. Por esta virtud desde pequeño guardaba esa virtud bajo un muro de aparente timidez.
Habían pasado ocho años desde la visita al Guardián, y aunque lo recordaba vagamente y su madre le había contado algún detalle del viaje, pero nada de la profecía, si era consciente de que la existencia de su querido hermano Pintaio algo tenía que ver con aquella visita y aunque preguntaba continuamente nunca obtenía ningún tipo de respuesta satisfactoria y menos de su abuela Clouta que odiaba a su madre, a pesar de haber ocupado la casa de esta con motivo del matrimonio de aquella con su hijo. Su tierra estaba al otro lado de la cordillera, pertenecían a los vadinienses, con costumbres primero romanas y después godas y que se conocieron al venir estos a renovar un pacto de amistad y apoyo. La pequeña y enferma Naya sucumbió a la caballerosidad y apariencia elegante en el verano del 770; el apuesto joven casándose con la hija del jefe del poblado pasaría a ostentar un cargo que jamás había imaginado conseguir. Ella quedo huérfana muy joven, al fallecer sus padres llevados por la plaga que asolo gran parte del territorio después de la victoria de Pelayo. Aravo nunca fue ni un buen jefe ni un buen esposo.
Coaña estaba en un lugar privilegiado, y siempre había sido una fortaleza, primero defensiva y después de la conquista vigila de las buenas relaciones comerciales a través del río. Ahora todo aquello eran historias, solo presentes en la memoria de la anciana Narradora de Historias.
Todas las casas eran muy similares, y muy pequeñas, a excepción de la de Naya, que destacaba del resto como una figura prominente de la comunidad. El poblado había sido prácticamente restaurado después de la invasión en el que fue quemado, pero aún había partes sin restaurar. En su interior Huma se preguntaba como su madre consentía todas las humillaciones ejercidas por su padre y su abuela
Pintaio acude raudo en busca de su madre, el mar había entregado una ballena muerta y todo el poblado se dirigía a la playa para dar cuenta del mismo. Un ejemplar así garantizaba la alimentación y la luz del poblado durante todo el invierno. Naya viendo a su hijo recuerda cuando lo engendro el día de vuelta de la visita al Guardián en el cuál practico todas sus artes amorosas para apaciguar la violencia de su marido.
En el despiece Huma desapareció y nadie se dio cuenta de que la había llevado una ola, hasta que ya era demasiado tarde. Cuando ya la daban por perdida, un joven, se lanzo al agua y la salvo de la muerte segura. Su salvador se llamaba Noreno, tenía catorce años y pastoreaba con sus vacas allí dónde encontrara pastos.
Su salvador era un vaquero y ella tenía por tótem un uro, no era ninguna casualidad, todo respondía al designio de los dioses, Naya estaba convencida de que estaban unidos por una voluntad que la voluntad de los hombres no podría separar. Además los chicos se amaban, lo hacían desde el momento en que sus pieles se encontraron en el mar y ella lo sabía.
La relación de ambos no era aprobada por su padre, que quería un marido digno de la familia, sin embargo Naya respetaba la decisión de su hija, ya que la tradición decía que las mujeres eran libres de elegir al hombre deseado. Discutiendo con el padre su madre no solo la defendió sino que le hizo ver que todo aquello se lo debía a ella y que él no hacía nada por el bienestar familiar, a la vez que le dejo clara que su hija elegiría su futuro y sería la heredera de sus virtudes a pesar de su posición. Huma acude ver a su madre con ansias de saber, ella le recalco las palabras dichas por el Guardián, a la vez que le hacia ver que no debería temer nada, ella la defendería y a su falta sería la Madre quién velaría por ella. Ella solo conocía una madre, pero amaba a Noreno y solo se entregaría a él. Naya le hace ver lo que significa la Madre, los dones que ella tiene, los secretos que en su momento se le transmitirán y que será guiada por ella hacía el hombre que esta en su camino.
La mujer esperaba impaciente el dictamen de la sacerdotisa Naya, aquél era un territorio ganado palmo a palmo a los bosques por un pueblo tan fiero como avejentado, en dónde la tradición era ley y cada dios servía a un propósito, en dónde ni los musulmanes ni la nueva religión cristiana conseguía asentarse. Esta la tranquiliza, fecundara y a la vez le da consejos para enloquecer amorosamente a su marido.
Huma ayudaba en otra habitación a su abuela con una madeja de lana, mientras desarrollaba un don que poseía desde muy pequeña de penetrar mentalmente en moradas ajenas que en ocasiones le hacía tener miedo. Por esta virtud desde pequeño guardaba esa virtud bajo un muro de aparente timidez.
Habían pasado ocho años desde la visita al Guardián, y aunque lo recordaba vagamente y su madre le había contado algún detalle del viaje, pero nada de la profecía, si era consciente de que la existencia de su querido hermano Pintaio algo tenía que ver con aquella visita y aunque preguntaba continuamente nunca obtenía ningún tipo de respuesta satisfactoria y menos de su abuela Clouta que odiaba a su madre, a pesar de haber ocupado la casa de esta con motivo del matrimonio de aquella con su hijo. Su tierra estaba al otro lado de la cordillera, pertenecían a los vadinienses, con costumbres primero romanas y después godas y que se conocieron al venir estos a renovar un pacto de amistad y apoyo. La pequeña y enferma Naya sucumbió a la caballerosidad y apariencia elegante en el verano del 770; el apuesto joven casándose con la hija del jefe del poblado pasaría a ostentar un cargo que jamás había imaginado conseguir. Ella quedo huérfana muy joven, al fallecer sus padres llevados por la plaga que asolo gran parte del territorio después de la victoria de Pelayo. Aravo nunca fue ni un buen jefe ni un buen esposo.
Coaña estaba en un lugar privilegiado, y siempre había sido una fortaleza, primero defensiva y después de la conquista vigila de las buenas relaciones comerciales a través del río. Ahora todo aquello eran historias, solo presentes en la memoria de la anciana Narradora de Historias.
Todas las casas eran muy similares, y muy pequeñas, a excepción de la de Naya, que destacaba del resto como una figura prominente de la comunidad. El poblado había sido prácticamente restaurado después de la invasión en el que fue quemado, pero aún había partes sin restaurar. En su interior Huma se preguntaba como su madre consentía todas las humillaciones ejercidas por su padre y su abuela
Pintaio acude raudo en busca de su madre, el mar había entregado una ballena muerta y todo el poblado se dirigía a la playa para dar cuenta del mismo. Un ejemplar así garantizaba la alimentación y la luz del poblado durante todo el invierno. Naya viendo a su hijo recuerda cuando lo engendro el día de vuelta de la visita al Guardián en el cuál practico todas sus artes amorosas para apaciguar la violencia de su marido.
En el despiece Huma desapareció y nadie se dio cuenta de que la había llevado una ola, hasta que ya era demasiado tarde. Cuando ya la daban por perdida, un joven, se lanzo al agua y la salvo de la muerte segura. Su salvador se llamaba Noreno, tenía catorce años y pastoreaba con sus vacas allí dónde encontrara pastos.
Su salvador era un vaquero y ella tenía por tótem un uro, no era ninguna casualidad, todo respondía al designio de los dioses, Naya estaba convencida de que estaban unidos por una voluntad que la voluntad de los hombres no podría separar. Además los chicos se amaban, lo hacían desde el momento en que sus pieles se encontraron en el mar y ella lo sabía.
La relación de ambos no era aprobada por su padre, que quería un marido digno de la familia, sin embargo Naya respetaba la decisión de su hija, ya que la tradición decía que las mujeres eran libres de elegir al hombre deseado. Discutiendo con el padre su madre no solo la defendió sino que le hizo ver que todo aquello se lo debía a ella y que él no hacía nada por el bienestar familiar, a la vez que le dejo clara que su hija elegiría su futuro y sería la heredera de sus virtudes a pesar de su posición. Huma acude ver a su madre con ansias de saber, ella le recalco las palabras dichas por el Guardián, a la vez que le hacia ver que no debería temer nada, ella la defendería y a su falta sería la Madre quién velaría por ella. Ella solo conocía una madre, pero amaba a Noreno y solo se entregaría a él. Naya le hace ver lo que significa la Madre, los dones que ella tiene, los secretos que en su momento se le transmitirán y que será guiada por ella hacía el hombre que esta en su camino.
IV. FIN DE UNA ERA.Recópolis, 781.
Adriano acepto la petición que le hizo Liuva de ser su mecenas, entre este y Badona que se lo solicito convencida de que la curación de su hijo al día siguiente de su llegada era una señal. Hacia de aquello ya trece años y en esa época se convirtió en un confesor paciente de la dama, en un hermano cómplice para su hermano, en un abuelo para las hijas y un preceptor del hijo.
Se encargo de la educación de los hijos, mientras continuaba con sus escritos, pero Ickila no mostraba interés ninguno por los conocimientos ni por seguir los pasos de su padre, sino que su mente estaba en las historias de los godos, en sus héroes y en las historias de batallas y guerras y a ello dedicaba cuerpo y alma, con la defensa de su padre cuando se metía en algún que otro lío.
El monje hacía ver continuamente al padre que estaba malcriando al hijo, y que este no iba por el camino correcto. Este era consciente de la acritud de aquél hacía el invasor y que había desaprobado como el resto de la familia y el amigo, la entrega de su hija mayor al caíd de Valencia, para respaldar y asegurar la situación familiar. El estaba seguro de que aquella sería bien tratada, como demostró los muchos regalos que recibió de su marido, aunque ninguno de los dos olvida el rostro desfigurado por el llanto de ella debajo del velo el día de la boda. También hablaron del proceder de su hijo, que frecuentaba continuamente las casas de mujeres, aunque su padre estaba convencido de que así era mejor y no traería molestias con otras familias, al no tener relaciones con mujeres respetables.
Ickila llega con el gesto descompuesto por lo que observo a la entrada de la ciudad después de una de sus juergas nocturnas. Unos beréberes estaban crucificados, sin manos ni orejas muy cercanos entre sí, separados por un error y un cerdo, los animales impuros de los musulmanes. Su delito era el robo y asesinato en caseríos cercanos, él estaba impresionado por el método practicado. Su padre le hace ver que todavía tienen métodos peores y que su maldad en la aplicación de torturas no tiene límite.
Liuva y Adriano valoran la situación a la que han llegado con la invasión y lo poco o mucho que se pudo hacer para evitarlo. Caía la noche y Badona una noche más lloraba por la situación de su hija mayor, ni ella ni su hijo habían superado su entrega al sarraceno. Él la consideraba muerta desde aquél momento, a pesar de su inocencia, e hizo votos de vengar con sangre tal afrenta.
La paz de la casa es rota con gritos ensordecedores del exterior, algo grave estaba ocurriendo, el Palacio que estaba enfrente de su casa ardía sin poder hacerse nada por evitarlo. Era el 12 de diciembre de 781 y él símbolo de la grandeza de la ciudad se desmoronaba ante sus ojos, para las mujeres se trataba sin duda de un castigo divino, pero para Ickila vio en la confusión generada una ocasión para comenzar una nueva vida. Conocedor de la costumbre de un comandante enemigo de visitar a una cortesana amiga suya fue en su búsqueda. Al día siguiente los efectos del incendio eran devastadoras, pero para Badona aún fue más la visita de dos soldados, que venían a comunicar el encierro de su hijo por acabar con la vida de uno de sus altos mandos.
Adriano acepto la petición que le hizo Liuva de ser su mecenas, entre este y Badona que se lo solicito convencida de que la curación de su hijo al día siguiente de su llegada era una señal. Hacia de aquello ya trece años y en esa época se convirtió en un confesor paciente de la dama, en un hermano cómplice para su hermano, en un abuelo para las hijas y un preceptor del hijo.
Se encargo de la educación de los hijos, mientras continuaba con sus escritos, pero Ickila no mostraba interés ninguno por los conocimientos ni por seguir los pasos de su padre, sino que su mente estaba en las historias de los godos, en sus héroes y en las historias de batallas y guerras y a ello dedicaba cuerpo y alma, con la defensa de su padre cuando se metía en algún que otro lío.
El monje hacía ver continuamente al padre que estaba malcriando al hijo, y que este no iba por el camino correcto. Este era consciente de la acritud de aquél hacía el invasor y que había desaprobado como el resto de la familia y el amigo, la entrega de su hija mayor al caíd de Valencia, para respaldar y asegurar la situación familiar. El estaba seguro de que aquella sería bien tratada, como demostró los muchos regalos que recibió de su marido, aunque ninguno de los dos olvida el rostro desfigurado por el llanto de ella debajo del velo el día de la boda. También hablaron del proceder de su hijo, que frecuentaba continuamente las casas de mujeres, aunque su padre estaba convencido de que así era mejor y no traería molestias con otras familias, al no tener relaciones con mujeres respetables.
Ickila llega con el gesto descompuesto por lo que observo a la entrada de la ciudad después de una de sus juergas nocturnas. Unos beréberes estaban crucificados, sin manos ni orejas muy cercanos entre sí, separados por un error y un cerdo, los animales impuros de los musulmanes. Su delito era el robo y asesinato en caseríos cercanos, él estaba impresionado por el método practicado. Su padre le hace ver que todavía tienen métodos peores y que su maldad en la aplicación de torturas no tiene límite.
Liuva y Adriano valoran la situación a la que han llegado con la invasión y lo poco o mucho que se pudo hacer para evitarlo. Caía la noche y Badona una noche más lloraba por la situación de su hija mayor, ni ella ni su hijo habían superado su entrega al sarraceno. Él la consideraba muerta desde aquél momento, a pesar de su inocencia, e hizo votos de vengar con sangre tal afrenta.
La paz de la casa es rota con gritos ensordecedores del exterior, algo grave estaba ocurriendo, el Palacio que estaba enfrente de su casa ardía sin poder hacerse nada por evitarlo. Era el 12 de diciembre de 781 y él símbolo de la grandeza de la ciudad se desmoronaba ante sus ojos, para las mujeres se trataba sin duda de un castigo divino, pero para Ickila vio en la confusión generada una ocasión para comenzar una nueva vida. Conocedor de la costumbre de un comandante enemigo de visitar a una cortesana amiga suya fue en su búsqueda. Al día siguiente los efectos del incendio eran devastadoras, pero para Badona aún fue más la visita de dos soldados, que venían a comunicar el encierro de su hijo por acabar con la vida de uno de sus altos mandos.
V. MISTERIOS DE LA VIDA.Coaña, era de 783.
Huma recibió con alborozo la sangre menstrual, había sido advertida por su madre y era conocedora del fin de la niñez y del paso a mujer adulta. Por aquellas fechas Coaña bullía de actividad, excepto Aravo y los hombres del Consejo, el resto de la población se dedicaba con ahínco a las labores agrícolas que los ocuparía hasta obtener todos los frutos de la tierra. La llegada de la primavera era considerada como la mejor prueba del afecto de la Madre con sus hijos. Entre la actividad frenética las gentes esperaban ansiosas la llegada del solsticio de verano, pero antes deberían realizar todas las actividades que asegurarían un buen invierno. Norero veía a Huma en alguna de esas actividades y su amor se acrecentaba día a día, aunque mantenía una distancia prudente por miedo a que la gente se lo dijera a Aravo, a pesar de que a este la gente no lo quería, lo contrario que al vaquero, todo un héroe después de haber salvado a su amada. Norero y Huma son conscientes del rechazo del padre, pero él no quiere irse del pueblo como es el deseo de ella, no llevaran una vida errante, le promete encontrar el camino para evitar dicho rechazo. Él no hablaba por hablar, llevaba tiempo en realizar una hazaña que dejara al jefe sin argumentos para rechazarle y que además le permitía pagar una buena dote como si fuera una la reina
Finalmente llego la noche deseada, la más corta del año, la de la victoria de la luz sobre las tinieblas. Naya y su hija partieron al alba para cumplir con su tarea sagrada de buscar y recoger las plantas que luego le permitirían realizar la función que tenían encomendada, Naya era consciente de que sería su último año y se aplicó sin descanso en que su hija fuera conocedora de toda su sapiencia.
En el poblado madres e hijas haciendo un continuo camino al lugar sagrado del mismo, en el que repetían la tradición secular de baños de vapor y agua helada antes de ofrecerse a la Diosa de la Abundancia, una práctica prohibida, pero que en el poblado se seguía realizando, aunque siempre en un lugar diferente y seguro, para lo que era necesario extremar las precauciones y guardar el máximo secreto en torno a la ceremonia. Por ello los hombres eran expulsados, conservando únicamente la misión de proveer el gran falo simbólico que presidiría el baile. El lugar elegido este año sería en una pradería en un acantilado al borde del mar y hacia allí se fueron dirigiendo todas ellas con sus mejores galas.
Llegaba el gran momento, la solemnidad más esperada, en la que la sacerdotisa recitaría la plegaria de rigor. Después de la misma, de la ingesta de los cabritos, la música alzo su voz y con la bebida espirituosa comenzó el baile en torno al falo y al fuego, cogidas de la mano se dejaron llevar desnudándose poco a poco, mientras Huma con Zoela, su mejor amiga, como neófita contemplaba con temor y admiración y guiadas por su madre se integraron en el cortejo. Norero y unos amigos veían el espectáculo desde un alto lejano e incluso cuando la situación llego al extremo de que las mujeres rozaban el falo con su sexo. Naya explicó a su hija que aquello que estaba viendo era lo que debería hacer para someter a un hombre a su camino.
Al día siguiente sobreponiéndose al dolor de cabeza fueron regresando al poblado, madre e hija caminaban juntas, era el adiós a la niñez y a la inocencia para una, pero el último ritual que presidiría la otra. El castro ardía en actividad, las hogueras habían avisado de que por el occidente se aproximaban gente foránea importante en son de paz, quizá fuesen emisarios en busca de soldados, Pintaio aprovecho para pedir permiso al padre para alistarse, que fue negado al contar solo con diez años.
Los visitantes al final eran del castro de Veranes, cercano a Gegio, que venían a ofrecer su amistad, trayendo presentes con la intención de obtener hombres para sus mujeres y esposas para sus hijos. Aravo los recibió con los brazos abiertos al ver la oportunidad de concertar una boda para su hija, aunque sabía la oposición de su mujer, esta tenía los días contados y él no tardaría en forzar la voluntad de la adolescente. Fueron agasajados con una gran comida, en la que las mujeres no participaban a excepción de Naya, y con uno de los bienes más preciados, una historia contada por la Guardiana de la Memoria, era el vestigio viviente de un pasado desaparecido, que a pesar de ser ciega de nacimiento tenía sus dones, y a nadie podía transmitir su talento y cuando Coaña se convirtiera en una inmensa necrópolis solo Huma podría escapar del maleficio y ser engendradora de vida, solo ella si se cumplía la profecía.
Una vez que el relato sobre la grandiosidad del poblado y sus antepasados, que jamás se sometió al yugo toco su fin, Naya en la soledad de su lecho recibió una visita inconfundible, soñó con el espíritu que anuncia la muerte, lo vio claramente en el quicio de la puerta y un sueño plácido la acuno entre sus brazos.
Huma recibió con alborozo la sangre menstrual, había sido advertida por su madre y era conocedora del fin de la niñez y del paso a mujer adulta. Por aquellas fechas Coaña bullía de actividad, excepto Aravo y los hombres del Consejo, el resto de la población se dedicaba con ahínco a las labores agrícolas que los ocuparía hasta obtener todos los frutos de la tierra. La llegada de la primavera era considerada como la mejor prueba del afecto de la Madre con sus hijos. Entre la actividad frenética las gentes esperaban ansiosas la llegada del solsticio de verano, pero antes deberían realizar todas las actividades que asegurarían un buen invierno. Norero veía a Huma en alguna de esas actividades y su amor se acrecentaba día a día, aunque mantenía una distancia prudente por miedo a que la gente se lo dijera a Aravo, a pesar de que a este la gente no lo quería, lo contrario que al vaquero, todo un héroe después de haber salvado a su amada. Norero y Huma son conscientes del rechazo del padre, pero él no quiere irse del pueblo como es el deseo de ella, no llevaran una vida errante, le promete encontrar el camino para evitar dicho rechazo. Él no hablaba por hablar, llevaba tiempo en realizar una hazaña que dejara al jefe sin argumentos para rechazarle y que además le permitía pagar una buena dote como si fuera una la reina
Finalmente llego la noche deseada, la más corta del año, la de la victoria de la luz sobre las tinieblas. Naya y su hija partieron al alba para cumplir con su tarea sagrada de buscar y recoger las plantas que luego le permitirían realizar la función que tenían encomendada, Naya era consciente de que sería su último año y se aplicó sin descanso en que su hija fuera conocedora de toda su sapiencia.
En el poblado madres e hijas haciendo un continuo camino al lugar sagrado del mismo, en el que repetían la tradición secular de baños de vapor y agua helada antes de ofrecerse a la Diosa de la Abundancia, una práctica prohibida, pero que en el poblado se seguía realizando, aunque siempre en un lugar diferente y seguro, para lo que era necesario extremar las precauciones y guardar el máximo secreto en torno a la ceremonia. Por ello los hombres eran expulsados, conservando únicamente la misión de proveer el gran falo simbólico que presidiría el baile. El lugar elegido este año sería en una pradería en un acantilado al borde del mar y hacia allí se fueron dirigiendo todas ellas con sus mejores galas.
Llegaba el gran momento, la solemnidad más esperada, en la que la sacerdotisa recitaría la plegaria de rigor. Después de la misma, de la ingesta de los cabritos, la música alzo su voz y con la bebida espirituosa comenzó el baile en torno al falo y al fuego, cogidas de la mano se dejaron llevar desnudándose poco a poco, mientras Huma con Zoela, su mejor amiga, como neófita contemplaba con temor y admiración y guiadas por su madre se integraron en el cortejo. Norero y unos amigos veían el espectáculo desde un alto lejano e incluso cuando la situación llego al extremo de que las mujeres rozaban el falo con su sexo. Naya explicó a su hija que aquello que estaba viendo era lo que debería hacer para someter a un hombre a su camino.
Al día siguiente sobreponiéndose al dolor de cabeza fueron regresando al poblado, madre e hija caminaban juntas, era el adiós a la niñez y a la inocencia para una, pero el último ritual que presidiría la otra. El castro ardía en actividad, las hogueras habían avisado de que por el occidente se aproximaban gente foránea importante en son de paz, quizá fuesen emisarios en busca de soldados, Pintaio aprovecho para pedir permiso al padre para alistarse, que fue negado al contar solo con diez años.
Los visitantes al final eran del castro de Veranes, cercano a Gegio, que venían a ofrecer su amistad, trayendo presentes con la intención de obtener hombres para sus mujeres y esposas para sus hijos. Aravo los recibió con los brazos abiertos al ver la oportunidad de concertar una boda para su hija, aunque sabía la oposición de su mujer, esta tenía los días contados y él no tardaría en forzar la voluntad de la adolescente. Fueron agasajados con una gran comida, en la que las mujeres no participaban a excepción de Naya, y con uno de los bienes más preciados, una historia contada por la Guardiana de la Memoria, era el vestigio viviente de un pasado desaparecido, que a pesar de ser ciega de nacimiento tenía sus dones, y a nadie podía transmitir su talento y cuando Coaña se convirtiera en una inmensa necrópolis solo Huma podría escapar del maleficio y ser engendradora de vida, solo ella si se cumplía la profecía.
Una vez que el relato sobre la grandiosidad del poblado y sus antepasados, que jamás se sometió al yugo toco su fin, Naya en la soledad de su lecho recibió una visita inconfundible, soñó con el espíritu que anuncia la muerte, lo vio claramente en el quicio de la puerta y un sueño plácido la acuno entre sus brazos.
VI. CAMINO DEL DESTIERRO.Recópolis, era de 782
Ickila estaba a punto de volverse loco encerrado haciéndose la misma pregunta, como no se enfrento a sus captores y morir salvando la honra, había luchado como un guerrero contra el capitán moro dándole muerte, pero no contó con la escolta y ahora tanto él como su familia padecerían la venganza de los dominadores.
Liuva guiado por su espíritu práctico se dispuso visitar a la máxima autoridad militar, el caíd, con una de sus mejores joyas como presente para negociar la liberación de su hijo por una cantidad económica. Esta dispuesto a dar dos mi tremis de acuerdo con sus leyes, pero el caíd encolerizado le hizo que esas no eran aplicables en su cultura, pero a pesar de ello prometió liberarlo a cambio de diez mil tremis.
Liuva recapitulo sobre sus bienes, pero los mismos no alcanzaban para llegar a esa cantidad. Al llegar a casa Badona y Adriano estaban deseosos de noticias, y al igual que él se llevaron una gran desilusión con la noticia. Adriano le hizo ver que lo mejor que podía hacer era visitar a Isaac su viejo amigo judío que si lo podía ayudar.
Isaac le debía un gran favor de cuando é intercedió ante la autoridades para no gravar más a los judíos en la época goda, posteriormente estos fueron aliados de los invasores y ahora este gozaba de prestigio y de mucho dinero. Lo recibió como un auténtico amigo y tras una pequeña discusión sobre sus clases, le ofreció el apoyo económico sin ningún tipo de contrapartida, ante la emoción del recaudador.
El caíd ante la entrega del dinero no pudo negarse, pero con la liberación del hijo también le ordeno que ambos se fueran de sus dominios con los bienes que le entraran en una carreta en un tiempo máximo de dos meses. La locura del muchacho los había arrastrado a todos a un abismo del que no sabían aún si lograrían escapar.
La familia se preparo para el exilio, vendieron lo que no necesitaban y para comprar lo necesario para el viaje, libero a sus esclavos, excepto a dos caballeros para atender las monturas e incluido su fiel mayordomo Claudio, al que le entrego dinero y una carta para que se la llevara personalmente a su hija Clotilde en el que le explicaba la situación en la que se encontraban.
Emprendieron el camino en dirección al norte con lo imprescindible, Liuva junto a su mujer y los dos hijos, su amigo Adriano y la vieja yaya de su mujer; les acompañaban los dos caballeros y cuatro hombres de armas que les servirían de cuerpo de seguridad. El camino era difícil y el tiempo muy frío lo que poco a poco fue mermando las fuerzas de todos ellos.
Viendo los caminos construidos por los romanos llegaron a la conclusión de que verdaderamente a aquellos se les debía la red de calzadas, puentes y acueductos, que a pesar del tiempo pasado hacían su vida mucho más confortable y posible su viaje.
Del centro de la península se desplazaron al este a coger la vía de la plata hasta llegar a Legio (León), en dónde Liuva ya no aguanto más y falleció ante la desesperación de Ickila, que se despreciaba por cargas el precio de su sueño sobre las espaldas de los demás y tenía como un puñal clavado en el corazón que lo llenaba de culpa. Antes de morir su padre le pidió que cuidara de su madre y de sus dos hermanas; este se lo juro a la vez que le pidió que le perdonase. Abandono el mundo dándole su bendición: “Yo te perdono, hijo. Aprende tú a perdonarte a ti mismo. Aprende a amar, o el odio que llevas dentro acabará contigo”.
Conquistaron la más alta de las cimas, desde dónde se observaba el paisaje más precioso que jamás habían visto, a pesar de las inclemencias climatológicas que incluso arrancó la tela que cubría la carreta dejándolos indefensos entre las tinieblas de una noche infernal, viendo en la lejanía el territorio que querían alcanzar.
Ickila estaba a punto de volverse loco encerrado haciéndose la misma pregunta, como no se enfrento a sus captores y morir salvando la honra, había luchado como un guerrero contra el capitán moro dándole muerte, pero no contó con la escolta y ahora tanto él como su familia padecerían la venganza de los dominadores.
Liuva guiado por su espíritu práctico se dispuso visitar a la máxima autoridad militar, el caíd, con una de sus mejores joyas como presente para negociar la liberación de su hijo por una cantidad económica. Esta dispuesto a dar dos mi tremis de acuerdo con sus leyes, pero el caíd encolerizado le hizo que esas no eran aplicables en su cultura, pero a pesar de ello prometió liberarlo a cambio de diez mil tremis.
Liuva recapitulo sobre sus bienes, pero los mismos no alcanzaban para llegar a esa cantidad. Al llegar a casa Badona y Adriano estaban deseosos de noticias, y al igual que él se llevaron una gran desilusión con la noticia. Adriano le hizo ver que lo mejor que podía hacer era visitar a Isaac su viejo amigo judío que si lo podía ayudar.
Isaac le debía un gran favor de cuando é intercedió ante la autoridades para no gravar más a los judíos en la época goda, posteriormente estos fueron aliados de los invasores y ahora este gozaba de prestigio y de mucho dinero. Lo recibió como un auténtico amigo y tras una pequeña discusión sobre sus clases, le ofreció el apoyo económico sin ningún tipo de contrapartida, ante la emoción del recaudador.
El caíd ante la entrega del dinero no pudo negarse, pero con la liberación del hijo también le ordeno que ambos se fueran de sus dominios con los bienes que le entraran en una carreta en un tiempo máximo de dos meses. La locura del muchacho los había arrastrado a todos a un abismo del que no sabían aún si lograrían escapar.
La familia se preparo para el exilio, vendieron lo que no necesitaban y para comprar lo necesario para el viaje, libero a sus esclavos, excepto a dos caballeros para atender las monturas e incluido su fiel mayordomo Claudio, al que le entrego dinero y una carta para que se la llevara personalmente a su hija Clotilde en el que le explicaba la situación en la que se encontraban.
Emprendieron el camino en dirección al norte con lo imprescindible, Liuva junto a su mujer y los dos hijos, su amigo Adriano y la vieja yaya de su mujer; les acompañaban los dos caballeros y cuatro hombres de armas que les servirían de cuerpo de seguridad. El camino era difícil y el tiempo muy frío lo que poco a poco fue mermando las fuerzas de todos ellos.
Viendo los caminos construidos por los romanos llegaron a la conclusión de que verdaderamente a aquellos se les debía la red de calzadas, puentes y acueductos, que a pesar del tiempo pasado hacían su vida mucho más confortable y posible su viaje.
Del centro de la península se desplazaron al este a coger la vía de la plata hasta llegar a Legio (León), en dónde Liuva ya no aguanto más y falleció ante la desesperación de Ickila, que se despreciaba por cargas el precio de su sueño sobre las espaldas de los demás y tenía como un puñal clavado en el corazón que lo llenaba de culpa. Antes de morir su padre le pidió que cuidara de su madre y de sus dos hermanas; este se lo juro a la vez que le pidió que le perdonase. Abandono el mundo dándole su bendición: “Yo te perdono, hijo. Aprende tú a perdonarte a ti mismo. Aprende a amar, o el odio que llevas dentro acabará contigo”.
Conquistaron la más alta de las cimas, desde dónde se observaba el paisaje más precioso que jamás habían visto, a pesar de las inclemencias climatológicas que incluso arrancó la tela que cubría la carreta dejándolos indefensos entre las tinieblas de una noche infernal, viendo en la lejanía el territorio que querían alcanzar.
VII. AMORES FURTIVOS.Coaña, era de 783.
Naya que siempre había sentido muy cercana la muerte, que siempre la estuvo cortejando, es consciente de vivir sus últimos minutos. Su hija se acerca a su lecho, haciéndole ver cuanto la necesita, esta le hace ver que ya no se puede hacer nada y que el amor que les une no se morirá jamás, para contarle con detalle a detalle todos los augurios contados por el Guardián cuando tenía dos años, olvidando el último detalle que le había helado la sangre y que se empezaba a cumplir en ese mismo instante. Pintaio apenas tuvo tiempo de depositar un beso en su mejilla. Murió sin desvelar a Huma la sentencia implacable que los dioses dictaran contra ella al mismo tiempo que le auguraban un destino majestuoso.
Cloouta vio el cuerpo ya frío de su nuera, y haciendo un comentario ruin a propósito de su aspecto pidió el desayuno, ni muerta la dejaba en paz ante el estupor de su nieta, que gracias a ella y junto a su hermano aprendieron a odiar a una edad en la que esa palabra carece de significado.
Aravo no era mucho mejor, pero si mas cauto, consciente de la situación de su mujer en el castro, organizo un banquete funerario acorde a su cargo, era una ocasión única para atraer hacía si la veneración que el pueblo sentía hacia su mujer. Su hija la preparo correctamente para el último viaje y junto a su hermano bebió del mismo cuenco para endulzar el trago.
El padre decidió organizar una competición para honrar a su difunta esposa, un acontecimiento magno, que daría que hablar. En aquellos tiempos debido a las guerras, no se realizaban, y se mando emisarios a todo los rincones para asegurarse el éxito, daría a sus gentes lo que deseaban y su fama se acrecentaría. Huma por su parte tenía ya decidido ir a visitar al Guardián y conocer lo que el futuro le deparaba. Norero que detestaba el trato que estaba recibiendo seguía preparando la hazaña que le cambiaría su vida, aunque lo que más temía era su pensamiento de que un pastor como él no merecía una mujer como Huma.
La competición se fijo para el noveno mes, una vez acabadas todas las faenas del campo, pero ello trajo más responsabilidad para el pueblo, obligado a compaginar aquellas con la adecuación de los terrenos para el evento. Tanta actividad en la que se involucró hasta su abuela, fue aprovechada por Huma para ir en busca de su objetivo, pero antes tuvo que hacer uso de sus dotes e invocar a la Madre para que enviara la lluvia necesaria para que la tierra donara sus frutos.
Partió sin levantar sospechas y mientras valoraba la avidez de los romanos, y lo que habían hecho en sus tierras, dio al cabo de gran tiempo con la cueva y con el anciano, pero para su desgracia nada humano quedaba en aquel saco de huesos milagrosamente vivo, que obviamente nada le dijo.
El camino de regreso fue un adelanto amargo de lo que le esperaba en casa, su padre no admitía que se desafiara su poder y que su hija al igual que su madre se dedicara a la práctica de supercherías prohibidas, y al llegar fue recibida con una sarta de golpes y castigada sin salir de casa. Cuando acompaño al padre a ver las competiciones los moratones de la cara aún eran visibles, Norero fue frenado para no irse contra el padre y vengarla.
Coaña estaba repleta de forasteros, una alegría poco usual se había apoderado de la aldea, que bendecía al jefe por obsequiarles con semejante fiesta. Pintaio participo en el tiro con arco y honda, y con sus diez años logro un meritorio segundo puesto. Norero en pugilato obtuvo el primer puesto para frustración del mecenas que hubo de entregarle el premio. Al acabar la competición el alcohol corrió por la aldea, la joven pareja no lo probaron para desaparecer en la algarabía general.
Solos él manifestó su ansía de vengarla por los golpes recibidos, pero ella le reiteró su amor, lo que le aplaco para posteriormente entregarse en cuerpo y alma, hasta que el fiel mastín Roble les hizo ver de un peligro inminente, un grupo de musulmanes disidentes perfectamente organizados procedían a robar en los almacenes del pueblo, las reservas para el invierno. Huma corrió avisar a la gente, mientras Norero les hizo frente, cayendo gravemente herido pero consiguiendo hacerles huir. Se persiguió a los ladrones hasta darles caza y ajusticiarlos, mientras Huma atendía a su amado. Era el remate perfecto para la competición y de Aravo, un combate real culminado con victoria aplastante y una baja que le iba a librar de muchos problemas ¿cabe pedir más fortuna?
Naya que siempre había sentido muy cercana la muerte, que siempre la estuvo cortejando, es consciente de vivir sus últimos minutos. Su hija se acerca a su lecho, haciéndole ver cuanto la necesita, esta le hace ver que ya no se puede hacer nada y que el amor que les une no se morirá jamás, para contarle con detalle a detalle todos los augurios contados por el Guardián cuando tenía dos años, olvidando el último detalle que le había helado la sangre y que se empezaba a cumplir en ese mismo instante. Pintaio apenas tuvo tiempo de depositar un beso en su mejilla. Murió sin desvelar a Huma la sentencia implacable que los dioses dictaran contra ella al mismo tiempo que le auguraban un destino majestuoso.
Cloouta vio el cuerpo ya frío de su nuera, y haciendo un comentario ruin a propósito de su aspecto pidió el desayuno, ni muerta la dejaba en paz ante el estupor de su nieta, que gracias a ella y junto a su hermano aprendieron a odiar a una edad en la que esa palabra carece de significado.
Aravo no era mucho mejor, pero si mas cauto, consciente de la situación de su mujer en el castro, organizo un banquete funerario acorde a su cargo, era una ocasión única para atraer hacía si la veneración que el pueblo sentía hacia su mujer. Su hija la preparo correctamente para el último viaje y junto a su hermano bebió del mismo cuenco para endulzar el trago.
El padre decidió organizar una competición para honrar a su difunta esposa, un acontecimiento magno, que daría que hablar. En aquellos tiempos debido a las guerras, no se realizaban, y se mando emisarios a todo los rincones para asegurarse el éxito, daría a sus gentes lo que deseaban y su fama se acrecentaría. Huma por su parte tenía ya decidido ir a visitar al Guardián y conocer lo que el futuro le deparaba. Norero que detestaba el trato que estaba recibiendo seguía preparando la hazaña que le cambiaría su vida, aunque lo que más temía era su pensamiento de que un pastor como él no merecía una mujer como Huma.
La competición se fijo para el noveno mes, una vez acabadas todas las faenas del campo, pero ello trajo más responsabilidad para el pueblo, obligado a compaginar aquellas con la adecuación de los terrenos para el evento. Tanta actividad en la que se involucró hasta su abuela, fue aprovechada por Huma para ir en busca de su objetivo, pero antes tuvo que hacer uso de sus dotes e invocar a la Madre para que enviara la lluvia necesaria para que la tierra donara sus frutos.
Partió sin levantar sospechas y mientras valoraba la avidez de los romanos, y lo que habían hecho en sus tierras, dio al cabo de gran tiempo con la cueva y con el anciano, pero para su desgracia nada humano quedaba en aquel saco de huesos milagrosamente vivo, que obviamente nada le dijo.
El camino de regreso fue un adelanto amargo de lo que le esperaba en casa, su padre no admitía que se desafiara su poder y que su hija al igual que su madre se dedicara a la práctica de supercherías prohibidas, y al llegar fue recibida con una sarta de golpes y castigada sin salir de casa. Cuando acompaño al padre a ver las competiciones los moratones de la cara aún eran visibles, Norero fue frenado para no irse contra el padre y vengarla.
Coaña estaba repleta de forasteros, una alegría poco usual se había apoderado de la aldea, que bendecía al jefe por obsequiarles con semejante fiesta. Pintaio participo en el tiro con arco y honda, y con sus diez años logro un meritorio segundo puesto. Norero en pugilato obtuvo el primer puesto para frustración del mecenas que hubo de entregarle el premio. Al acabar la competición el alcohol corrió por la aldea, la joven pareja no lo probaron para desaparecer en la algarabía general.
Solos él manifestó su ansía de vengarla por los golpes recibidos, pero ella le reiteró su amor, lo que le aplaco para posteriormente entregarse en cuerpo y alma, hasta que el fiel mastín Roble les hizo ver de un peligro inminente, un grupo de musulmanes disidentes perfectamente organizados procedían a robar en los almacenes del pueblo, las reservas para el invierno. Huma corrió avisar a la gente, mientras Norero les hizo frente, cayendo gravemente herido pero consiguiendo hacerles huir. Se persiguió a los ladrones hasta darles caza y ajusticiarlos, mientras Huma atendía a su amado. Era el remate perfecto para la competición y de Aravo, un combate real culminado con victoria aplastante y una baja que le iba a librar de muchos problemas ¿cabe pedir más fortuna?
VIII. UNA CORTE GUERRERA.Territorio de Primorias, era de 783.
El viento, el frío y el riesgo de congelación hacía mella en los exiliados, que cuando ya se temía lo peor encontraron una cabaña empleada por los vaqueros en la que cobijarse y pasar la noche.
Algunas jornadas después ya muy cerca de Canicas se encontraron con un destacamento del rey. Su capitán los guió hasta una posada dónde alojarse hasta ser recibidos por el monarca. Canicas era muy diferente a su Recópolis natal.
El tiempo empezó a correr para desesperación de Ickila, el rey estaba de cacería y eso impedía la entrevista. Las historias de los astures, del nuevo reino –como la muerte del rey Fruela- y el conocimiento de lugares cercanos ocupo su tiempo.
Llego el momento de la ansiada entrevista con el rey Alfonso, casado con Ermesinda, hija de Pelayo, y lo que vio sus ojos en aquél palacio era todo lo contrario a lo esperado por él y Adriano que lo acompaño. No había lujos, ni el rey ni sus consejeros tenían los modales esperados y aquella era a ojos vistas una clara corte guerrera. Sin embargo al ver los ojos del monarca cuando lo miro tuvo la certeza absoluta de no haberse equivocado.
Se presento ante el rey y este lo acepto en sus filas siempre que demostrara ser merecedor de ello y le dio una casa en la que alojarse con su familia. Adriano que a pesar de tener un convento a poca distancia de su orden, prefirió no abandonar a la familia, le hizo ver el manuscrito que estaba realizando y lo útil que serían sus conocimientos para formar administradores para su reino y educadores para sus hijos.
Ickila con 19 años, su hermana con 17, Adriano con su escuela y Badona de vigía de su hija comenzaban una nueva vida en una corte pobre, ruda y sin lujos. El rey había cumplido su palabra.
Una noche Paulo, uno de los siervos venidos con ellos es sorprendido después de robar una de las fíbulas de su señor. A pesar de insistir en su inocencia es azotado sin compasión. La familia nunca valoro las consecuencias que esto tendría en el futuro. Su servicio lo componía Paulo y Lucio venidos con ellos y Abdul, puesto a su disposición por el rey. En compañía de este visito el Monte Auseva, testigo de la victoria cristiana y conoció de primera línea todo lo sucedido, ya que este fue hecho prisionero al ser de los pocos supervivientes moros. También Ickila escucho profecías a través de Areusa, la criada de la posada, en la que se menciona la llegada de un guerrero extranjero muy bello para fecundar a una hija del pueblo y engendrar en ella a una nación de gigantes.
El viento, el frío y el riesgo de congelación hacía mella en los exiliados, que cuando ya se temía lo peor encontraron una cabaña empleada por los vaqueros en la que cobijarse y pasar la noche.
Algunas jornadas después ya muy cerca de Canicas se encontraron con un destacamento del rey. Su capitán los guió hasta una posada dónde alojarse hasta ser recibidos por el monarca. Canicas era muy diferente a su Recópolis natal.
El tiempo empezó a correr para desesperación de Ickila, el rey estaba de cacería y eso impedía la entrevista. Las historias de los astures, del nuevo reino –como la muerte del rey Fruela- y el conocimiento de lugares cercanos ocupo su tiempo.
Llego el momento de la ansiada entrevista con el rey Alfonso, casado con Ermesinda, hija de Pelayo, y lo que vio sus ojos en aquél palacio era todo lo contrario a lo esperado por él y Adriano que lo acompaño. No había lujos, ni el rey ni sus consejeros tenían los modales esperados y aquella era a ojos vistas una clara corte guerrera. Sin embargo al ver los ojos del monarca cuando lo miro tuvo la certeza absoluta de no haberse equivocado.
Se presento ante el rey y este lo acepto en sus filas siempre que demostrara ser merecedor de ello y le dio una casa en la que alojarse con su familia. Adriano que a pesar de tener un convento a poca distancia de su orden, prefirió no abandonar a la familia, le hizo ver el manuscrito que estaba realizando y lo útil que serían sus conocimientos para formar administradores para su reino y educadores para sus hijos.
Ickila con 19 años, su hermana con 17, Adriano con su escuela y Badona de vigía de su hija comenzaban una nueva vida en una corte pobre, ruda y sin lujos. El rey había cumplido su palabra.
Una noche Paulo, uno de los siervos venidos con ellos es sorprendido después de robar una de las fíbulas de su señor. A pesar de insistir en su inocencia es azotado sin compasión. La familia nunca valoro las consecuencias que esto tendría en el futuro. Su servicio lo componía Paulo y Lucio venidos con ellos y Abdul, puesto a su disposición por el rey. En compañía de este visito el Monte Auseva, testigo de la victoria cristiana y conoció de primera línea todo lo sucedido, ya que este fue hecho prisionero al ser de los pocos supervivientes moros. También Ickila escucho profecías a través de Areusa, la criada de la posada, en la que se menciona la llegada de un guerrero extranjero muy bello para fecundar a una hija del pueblo y engendrar en ella a una nación de gigantes.
IX. SUEÑOS DE GLORIA.Coaña, era de 786.
Cuando el alma de Naya abandono definitivamente este mundo al cabo de un año, Noreno aún se debatía entre la vida y la muerte, el espíritu de la más grande sanadora seguía insuflándole su aliento. Alojado en la casa de Zoela, Huma le atendía y curaba todos los días hasta conseguir devolverle a la vida. Él por su parte en su debilidad no paraba de dar vueltas a la cabeza y se propuso demostrar al pueblo, que aunque lo consideraba un héroe apenas le hacía caso por temor a Aravo, que Huma y la Madre no le habían salvado en vano.
Pintaio decepcionado por el modo de tratar el pueblo y su padre a Noreno le hace ver a su hermana que se va a Cánicas a unirse a las tropas del rey. A sus trece años tenía el cuerpo y era todo un guerrero. La asamblea de notables tuvo lugar para designar a los muchachos del castro que debían de unirse al rey para la defensa de los territorios, Pintaio no dio opciones a su padre y se presento voluntario, haciendo ver que nadie mejor que el hijo del caudillo para abanderar a los veinte enviados a filas.
En casa el padre monta en cólera contra su hijo por desafiarle pero a cambio de otras ocasiones, ante la mirada desafiante de su hijo, no se atreve a pegarle. Huma corre a dar la noticia a su querido y se entrega a él por primera vez en un goce tremendo. Él le hace ver que en seguida podrán casarse, lo tiene pensado y preparado para realizar la hazaña ante la cual su padre no podrá negarle su mano, irá solo a cazar una ballena. A pesar de sus intentos ella no le puede hacer cambiar de idea.
Su hermano prepara sus armas para la partida, ella junto con provisiones, ungüentos y mantas, le da un amuleto especial: un círculo pequeño de plata con un trisquel emulando al sol. Hacen el rito del baño de purificación a los guerreros y se despiden orgullosos de su pueblo.
Al poco de partir su hermano el padre la aborda, la había prometido y fijado a falta de su consentimiento su boda con Docio, hijo de uno de los notables visitantes de Veranes. Ella se niega y su padre le hace ver que si no se casa con alguien por él elegido sería su hermano y no ella quien recogiera la heredad que le correspondía. Sale de casa a recoger castañas a la xoxa y allí le cuenta a Zoela el deseo del padre y la intención de Noreno de dar caza al enorme animal. Este lleva a cabo su intento, avisto el objetivo y en la barca preparada se acerco a uno de los ejemplares, una cría a la que ataco, su madre la defendió destrozando la barca y echando al joven valiente a las fauces del océano, que dio cuenta del mismo en forma de dos sirenas que le ayudaron a recorrer en paz el último tramo del camino.
No muy lejos de allí Huma despertó sobresaltada por una visión tan clara como la luz del sol, cuyo significado capto al instante. Su amante estaba allí, pero sin carne, mirada ni calor, venía a despedirse, acudía en su espíritu a darle su último adiós, en paz pero muerto. Y ella estaba dispuesta a ir detrás de él, cumpliendo su promesa realizada a sí misma.
Cuando el alma de Naya abandono definitivamente este mundo al cabo de un año, Noreno aún se debatía entre la vida y la muerte, el espíritu de la más grande sanadora seguía insuflándole su aliento. Alojado en la casa de Zoela, Huma le atendía y curaba todos los días hasta conseguir devolverle a la vida. Él por su parte en su debilidad no paraba de dar vueltas a la cabeza y se propuso demostrar al pueblo, que aunque lo consideraba un héroe apenas le hacía caso por temor a Aravo, que Huma y la Madre no le habían salvado en vano.
Pintaio decepcionado por el modo de tratar el pueblo y su padre a Noreno le hace ver a su hermana que se va a Cánicas a unirse a las tropas del rey. A sus trece años tenía el cuerpo y era todo un guerrero. La asamblea de notables tuvo lugar para designar a los muchachos del castro que debían de unirse al rey para la defensa de los territorios, Pintaio no dio opciones a su padre y se presento voluntario, haciendo ver que nadie mejor que el hijo del caudillo para abanderar a los veinte enviados a filas.
En casa el padre monta en cólera contra su hijo por desafiarle pero a cambio de otras ocasiones, ante la mirada desafiante de su hijo, no se atreve a pegarle. Huma corre a dar la noticia a su querido y se entrega a él por primera vez en un goce tremendo. Él le hace ver que en seguida podrán casarse, lo tiene pensado y preparado para realizar la hazaña ante la cual su padre no podrá negarle su mano, irá solo a cazar una ballena. A pesar de sus intentos ella no le puede hacer cambiar de idea.
Su hermano prepara sus armas para la partida, ella junto con provisiones, ungüentos y mantas, le da un amuleto especial: un círculo pequeño de plata con un trisquel emulando al sol. Hacen el rito del baño de purificación a los guerreros y se despiden orgullosos de su pueblo.
Al poco de partir su hermano el padre la aborda, la había prometido y fijado a falta de su consentimiento su boda con Docio, hijo de uno de los notables visitantes de Veranes. Ella se niega y su padre le hace ver que si no se casa con alguien por él elegido sería su hermano y no ella quien recogiera la heredad que le correspondía. Sale de casa a recoger castañas a la xoxa y allí le cuenta a Zoela el deseo del padre y la intención de Noreno de dar caza al enorme animal. Este lleva a cabo su intento, avisto el objetivo y en la barca preparada se acerco a uno de los ejemplares, una cría a la que ataco, su madre la defendió destrozando la barca y echando al joven valiente a las fauces del océano, que dio cuenta del mismo en forma de dos sirenas que le ayudaron a recorrer en paz el último tramo del camino.
No muy lejos de allí Huma despertó sobresaltada por una visión tan clara como la luz del sol, cuyo significado capto al instante. Su amante estaba allí, pero sin carne, mirada ni calor, venía a despedirse, acudía en su espíritu a darle su último adiós, en paz pero muerto. Y ella estaba dispuesta a ir detrás de él, cumpliendo su promesa realizada a sí misma.
X. TIEMPO DE CONQUISTASTierra de nadie, finales del otoño de la era 786.
Alfonso arengaba a sus hombres con su letanía clásica ante cada batalla empuñando la espada que había pertenecido a su suegro Pelayo y que este había arrebatado a Alqama en el Auseva, ante las murallas de Legio el día de difuntos. Era la cuarta campaña que emprendía Ickila junto a un rey al que veneraba con devoción ilimitada, del que era uno sus capitanes más valiosos. A esa batalla acudía con su nuevo casco con cornamenta de toro incrustada en el yelmo. Pronto acabaron con las huestes que les hicieron frente, pero los supervivientes se hicieron fuertes en las murallas y el rey previa consulta a los capitanes ordeno el regreso al no disponer ni de la maquinaria de guerra necesaria ni del tiempo necesario.
El camino de regreso era lento por la dificultad de cruzar la cordillera, no solo con los hombres, sino con los carros de cereal, armas y armaduras tomadas al enemigo. Eso fue aprovechado por Fruela, hermano del rey, para hacerle ver la necesidad de dejar guarniciones en los terrenos conquistados. Este le hizo ver los inconvenientes y que las guerras solo se ganan con estrategias.
En casa de Ickila este era esperado con deseo, su hermana en edad casadera apenas salía de casa y Badona estaba entregada de cuerpo y alma a su hijastra, pero también se preocupaba por su hijo, que no mostraba interés ninguno en casarse y únicamente se distraía con mujerzuelas de mala vida. Llego malhumorado por el fracaso de Legio, pero cariñoso con presentes para cada uno de los miembros familiares y una buena provisión de trigo. Deseaba el cariño familiar, y además tenia claro el marido elegido para su hermana, un capitán cántabro con algo de sangre goda de Transmiera, de nombre Rulfo. Hermana y madrastra aceptaron gozosas la decisión.
En el verano del año 786 se le encomendó la misión de ir a reconocer el terreno para la toma de Legio junto a un jovencísimo guerrero del castro de Coaña, llamado Pintaio. Este que se distinguió desde el inicio por su fiereza ante el enemigo ya no portaba a la vista el amuleto ante la abierta hostilidad del resto, que lo interpretaba como un símbolo del diablo. Apenas se conocía, a ambos los separaban muchas cosas, pero los unía la lealtad incondicional al rey y la voluntad de vencer. En campo abierto una columna de ismaelitas de al menos seis hombres los abordaba, él no dudo en ir a hacerles frente, mientras su compañero –del que juro vengarse- huía, les hizo frente pero fue hecho prisionero.
Lo llevaron hacia tierras interiores como un perro para su desesperación, A la tercera noche, ya apenas sin fuerzas, fue despertado por Pintaio que había acudido a su rescate. En el caballo de este huyeron los dos, no sin antes el prisionero recuperar su casco y armas, para ya en el camino pedir disculpas a su salvador por sus malos pensamientos iniciales. Legio cayó y sus magnates y siervos llevados para tierra astur.
Después de Legio, cayo Artúrica, los jóvenes combatían codo a codo, con idéntica eficacia pero tácticas diferentes de acuerdo con sus costumbres. Hablaban sobre el odio del godo a los moros y el otro sobre su gran amor a su hermana y el odio-amor hacia su padre, y que en ocasiones pensaba en las familias de los que daba muerte.
A la vuelta con el botín correspondiente Pintaio no deseaba volver al castro siendo admitido como huésped por la familia de su amigo, que le colmo de atenciones una vez conocida su hazaña. En la corte paso gran parte de su tiempo en los alrededores, mientras Ickila e Ingunda preparaban todo para la boda de esta, que se celebro en enero de acuerdo con las tradiciones locales.
El tiempo iba pasando y los terrenos conquistados creciendo, vaciándolos y reduciendo a cenizas las tierras. Junto al rey luchaba también su hermano Fruela, sus hijos Fruela y Vimara y su sobrino Aurelio además de los correspondientes capitanes. En el año 794 después de una conquista con la correspondiente caravana de cristianos a su cargo, Pintaio cansado de luchar, pidió permiso a su soberano para llevar los mismos a Coaña para recuperar tierra a los bosques. El monarca tras conocer la ubicación del castro dio el consentimiento, y el astur en compañía de su amigo, que se ofreció para acompañarle, emprendió el camino con los cautivos. La nostalgia y la emoción por la vuelta se apoderaron de el.
Alfonso arengaba a sus hombres con su letanía clásica ante cada batalla empuñando la espada que había pertenecido a su suegro Pelayo y que este había arrebatado a Alqama en el Auseva, ante las murallas de Legio el día de difuntos. Era la cuarta campaña que emprendía Ickila junto a un rey al que veneraba con devoción ilimitada, del que era uno sus capitanes más valiosos. A esa batalla acudía con su nuevo casco con cornamenta de toro incrustada en el yelmo. Pronto acabaron con las huestes que les hicieron frente, pero los supervivientes se hicieron fuertes en las murallas y el rey previa consulta a los capitanes ordeno el regreso al no disponer ni de la maquinaria de guerra necesaria ni del tiempo necesario.
El camino de regreso era lento por la dificultad de cruzar la cordillera, no solo con los hombres, sino con los carros de cereal, armas y armaduras tomadas al enemigo. Eso fue aprovechado por Fruela, hermano del rey, para hacerle ver la necesidad de dejar guarniciones en los terrenos conquistados. Este le hizo ver los inconvenientes y que las guerras solo se ganan con estrategias.
En casa de Ickila este era esperado con deseo, su hermana en edad casadera apenas salía de casa y Badona estaba entregada de cuerpo y alma a su hijastra, pero también se preocupaba por su hijo, que no mostraba interés ninguno en casarse y únicamente se distraía con mujerzuelas de mala vida. Llego malhumorado por el fracaso de Legio, pero cariñoso con presentes para cada uno de los miembros familiares y una buena provisión de trigo. Deseaba el cariño familiar, y además tenia claro el marido elegido para su hermana, un capitán cántabro con algo de sangre goda de Transmiera, de nombre Rulfo. Hermana y madrastra aceptaron gozosas la decisión.
En el verano del año 786 se le encomendó la misión de ir a reconocer el terreno para la toma de Legio junto a un jovencísimo guerrero del castro de Coaña, llamado Pintaio. Este que se distinguió desde el inicio por su fiereza ante el enemigo ya no portaba a la vista el amuleto ante la abierta hostilidad del resto, que lo interpretaba como un símbolo del diablo. Apenas se conocía, a ambos los separaban muchas cosas, pero los unía la lealtad incondicional al rey y la voluntad de vencer. En campo abierto una columna de ismaelitas de al menos seis hombres los abordaba, él no dudo en ir a hacerles frente, mientras su compañero –del que juro vengarse- huía, les hizo frente pero fue hecho prisionero.
Lo llevaron hacia tierras interiores como un perro para su desesperación, A la tercera noche, ya apenas sin fuerzas, fue despertado por Pintaio que había acudido a su rescate. En el caballo de este huyeron los dos, no sin antes el prisionero recuperar su casco y armas, para ya en el camino pedir disculpas a su salvador por sus malos pensamientos iniciales. Legio cayó y sus magnates y siervos llevados para tierra astur.
Después de Legio, cayo Artúrica, los jóvenes combatían codo a codo, con idéntica eficacia pero tácticas diferentes de acuerdo con sus costumbres. Hablaban sobre el odio del godo a los moros y el otro sobre su gran amor a su hermana y el odio-amor hacia su padre, y que en ocasiones pensaba en las familias de los que daba muerte.
A la vuelta con el botín correspondiente Pintaio no deseaba volver al castro siendo admitido como huésped por la familia de su amigo, que le colmo de atenciones una vez conocida su hazaña. En la corte paso gran parte de su tiempo en los alrededores, mientras Ickila e Ingunda preparaban todo para la boda de esta, que se celebro en enero de acuerdo con las tradiciones locales.
El tiempo iba pasando y los terrenos conquistados creciendo, vaciándolos y reduciendo a cenizas las tierras. Junto al rey luchaba también su hermano Fruela, sus hijos Fruela y Vimara y su sobrino Aurelio además de los correspondientes capitanes. En el año 794 después de una conquista con la correspondiente caravana de cristianos a su cargo, Pintaio cansado de luchar, pidió permiso a su soberano para llevar los mismos a Coaña para recuperar tierra a los bosques. El monarca tras conocer la ubicación del castro dio el consentimiento, y el astur en compañía de su amigo, que se ofreció para acompañarle, emprendió el camino con los cautivos. La nostalgia y la emoción por la vuelta se apoderaron de el.
XI. DUELO DE TITANES.Coaña, era de 789.
Huma en una noche más oscura que la vio nacer se acicaló para el viaje y se dirigió a la zona del castro en la que se amaba con su hombre dispuesta a unirse a él. En el camino con el brebaje ya dispuesto a llevarlo a la boca, primero un recuerdo fortuito (la última de un pueblo condenado a morir) y luego el espíritu de su madre recordándole la profecía, en la que quiso ver que estaba embarazada de Noreno la hizo desistir de su idea inicial.
La noticia de la desaparición del vaquero corrió por todo el castro, y Huma negocio con su padre que cuando las aguas devolvieran el cuerpo celebrarían funerales como los de un gran guerrero, él que disimulo sentir la perdida le recordó que una vez acabado el luto hablarían de su boda, invocando el nombre de su madre que sin duda se alegraría de ello.
La mar nunca devolvió a su amado, y ella transcurrido el año celebró el banquete en solitario para su despedida, al igual que sus sueños de maternidad inminente al no estar fecundada, su alma estaba en barbecho, desolada y el sentimiento de orfandad más lacerante., y para poder pasar y acudía a los hongos y sus efluvios para pasar los continuos malos tragos. Con el tiempo las heridas de su cuerpo fueron curando, pero este no estaba en sus mejores condiciones.
Rescatada de las garras de la locura por su férrea voluntad, dedicaba su tiempo al cuidado de sus vecinos y sus ganados, siempre con su amuleto especial el “huevo mágico”. Mantenía el culto a la a Madre, presidio celebraciones secretas y mantuvo las tradiciones. Todo eso hizo y mucho más, antes de que llegara el sacerdote.
Un día de verano del año 793, al igual que otros anteriormente, paso por el castro un monje de nombre Fedegario, que a diferencia de los otros se quedo en el mismo, instalándose en su parte baja. Con el libro que portaba comenzó a implorar a su dios y a explicar su misión a los que cada vez más le escuchaban. Ella lo recibió con hostilidad y se prometió a si misma que en el castro no se levantaría una iglesia cristiana.
Su padre intenta volver a la carga con su matrimonio, y ella le hace ver que su duelo no tiene fin al estar su corazón seco, a la vez que aprovecha para hacerle ver la amenaza del sacerdote para el castro. Sin embargo él opina lo contrario e incluso él mismo piensa en bautizarse. Sus relaciones con él pasado el tiempo habían llegado a un armisticio tácito, a la vez que su sabiduría y belleza con veinte años había crecido, lo que aprovechaba para hacerse valer, y eso hizo advirtiendo a su padre del peligro del sacerdote.
Al cabo de unos días, un campesino acude en su ayuda a pesar de que su mujer había llamado al monje, su hija sufría tremendas convulsiones y estaba fuera de sí. Al llegar ella se dio cuenta de que había contraído la rabia por la mordedura del perro y así lo hizo ver, y le dio una pócima para ayudarla en la muerte. Su oponente sin embargo hacía ver que estaba poseída por el diablo.
Días después del suceso, un domingo este acudió a verla, en principio con buenos deseos, pero enseguida le hizo ver los riesgos de las técnicas de adorar al Maligno, y las consecuencias de acabar en la hoguera, ante el estupor de ella.
Huma se propuso que aquél hombre se marchara de Coaña cuanto antes, era imprescindible actuar sin tardanza. Acudió a casa de Zoela, casada a los 17 años y con dos hijos, a la que ayudo en la matanza del cerdo y le propuso la boda de su hermano con la hermana de ella Neva, a la vez que le hablaba del amigo godo que le habían comentado de su hermano, amistad que ella no era capaz de entender. Se despidió quedando en solucionar ella la aceptación de su hermana por su padre, a pesar de carecer de linaje ni dote, a la vez que le hablo de celebrar esa boda junto a la de ella, a pesar de no saber todavía con quién.
Su abuela había fallecido mientras dormía, sin agonía, por una extraña injusticia del destino, aunque su padre no hizo un duelo auténtico. Con el tiempo sus relaciones se ablandaron y ella le ofreció casarse a cambio de la expulsión del monje. Él acepto a la vez que le daba carta libre para negociar el casamiento de su hermano. A partir de ese momento el día a día de Felegario se convirtió en un infierno, para acabar yéndose, aunque sin confesar que lo hacía vencido, mientras ella disfrutaba de una victoria, consciente de un aplazamiento de una derrota que sobrevendría pronto o tarde.
Los cuernos que anuncia nuevas de importancia sonaron, y los vigías de la torre anunciaron la llegada de un ser querido,Pintaio.
Huma en una noche más oscura que la vio nacer se acicaló para el viaje y se dirigió a la zona del castro en la que se amaba con su hombre dispuesta a unirse a él. En el camino con el brebaje ya dispuesto a llevarlo a la boca, primero un recuerdo fortuito (la última de un pueblo condenado a morir) y luego el espíritu de su madre recordándole la profecía, en la que quiso ver que estaba embarazada de Noreno la hizo desistir de su idea inicial.
La noticia de la desaparición del vaquero corrió por todo el castro, y Huma negocio con su padre que cuando las aguas devolvieran el cuerpo celebrarían funerales como los de un gran guerrero, él que disimulo sentir la perdida le recordó que una vez acabado el luto hablarían de su boda, invocando el nombre de su madre que sin duda se alegraría de ello.
La mar nunca devolvió a su amado, y ella transcurrido el año celebró el banquete en solitario para su despedida, al igual que sus sueños de maternidad inminente al no estar fecundada, su alma estaba en barbecho, desolada y el sentimiento de orfandad más lacerante., y para poder pasar y acudía a los hongos y sus efluvios para pasar los continuos malos tragos. Con el tiempo las heridas de su cuerpo fueron curando, pero este no estaba en sus mejores condiciones.
Rescatada de las garras de la locura por su férrea voluntad, dedicaba su tiempo al cuidado de sus vecinos y sus ganados, siempre con su amuleto especial el “huevo mágico”. Mantenía el culto a la a Madre, presidio celebraciones secretas y mantuvo las tradiciones. Todo eso hizo y mucho más, antes de que llegara el sacerdote.
Un día de verano del año 793, al igual que otros anteriormente, paso por el castro un monje de nombre Fedegario, que a diferencia de los otros se quedo en el mismo, instalándose en su parte baja. Con el libro que portaba comenzó a implorar a su dios y a explicar su misión a los que cada vez más le escuchaban. Ella lo recibió con hostilidad y se prometió a si misma que en el castro no se levantaría una iglesia cristiana.
Su padre intenta volver a la carga con su matrimonio, y ella le hace ver que su duelo no tiene fin al estar su corazón seco, a la vez que aprovecha para hacerle ver la amenaza del sacerdote para el castro. Sin embargo él opina lo contrario e incluso él mismo piensa en bautizarse. Sus relaciones con él pasado el tiempo habían llegado a un armisticio tácito, a la vez que su sabiduría y belleza con veinte años había crecido, lo que aprovechaba para hacerse valer, y eso hizo advirtiendo a su padre del peligro del sacerdote.
Al cabo de unos días, un campesino acude en su ayuda a pesar de que su mujer había llamado al monje, su hija sufría tremendas convulsiones y estaba fuera de sí. Al llegar ella se dio cuenta de que había contraído la rabia por la mordedura del perro y así lo hizo ver, y le dio una pócima para ayudarla en la muerte. Su oponente sin embargo hacía ver que estaba poseída por el diablo.
Días después del suceso, un domingo este acudió a verla, en principio con buenos deseos, pero enseguida le hizo ver los riesgos de las técnicas de adorar al Maligno, y las consecuencias de acabar en la hoguera, ante el estupor de ella.
Huma se propuso que aquél hombre se marchara de Coaña cuanto antes, era imprescindible actuar sin tardanza. Acudió a casa de Zoela, casada a los 17 años y con dos hijos, a la que ayudo en la matanza del cerdo y le propuso la boda de su hermano con la hermana de ella Neva, a la vez que le hablaba del amigo godo que le habían comentado de su hermano, amistad que ella no era capaz de entender. Se despidió quedando en solucionar ella la aceptación de su hermana por su padre, a pesar de carecer de linaje ni dote, a la vez que le hablo de celebrar esa boda junto a la de ella, a pesar de no saber todavía con quién.
Su abuela había fallecido mientras dormía, sin agonía, por una extraña injusticia del destino, aunque su padre no hizo un duelo auténtico. Con el tiempo sus relaciones se ablandaron y ella le ofreció casarse a cambio de la expulsión del monje. Él acepto a la vez que le daba carta libre para negociar el casamiento de su hermano. A partir de ese momento el día a día de Felegario se convirtió en un infierno, para acabar yéndose, aunque sin confesar que lo hacía vencido, mientras ella disfrutaba de una victoria, consciente de un aplazamiento de una derrota que sobrevendría pronto o tarde.
Los cuernos que anuncia nuevas de importancia sonaron, y los vigías de la torre anunciaron la llegada de un ser querido,Pintaio.
XII. UN ENCUENTRO ANUNCIADO.Coaña, era de 794.
El castro entero se lanzó a la calle para recibir al héroe que regresaba a casa victorioso. Su familia no pudo sumarse al gentío y lo esperaron en el edificio del Consejo al dictado de la tradición. Pintaio cumplía un sueño antiguo escoltado por su amigo, mientras los refugiados quedarían temporalmente acampados extramuros del poblado, los coañeses pensaron que aquellos seres cautivos eran traídos como esclavos en calidad de botín.
En el Consejo la gente miraba a la pareja anonadada, juntos ofrecían una imagen capaz de poner en fuga a cualquiera. Tras los saludos, Ickila quedó cautivado inmediatamente por la belleza misteriosa de Huma, y ella tuvo una sacudida interior al contemplarlo. La situación fue violenta, para él estaba claro que no se trataba de una mujer cualquiera y en ella se creo una confusión desconocida por su presencia que hacía latir su corazón con rapidez desconocida. El primer encuentro de Naya y Aravo le vino a la mente, a ella no le sucedería lo que le paso a su madre.
Al acabar el banquete Pintaio enseño el pergamino real que le permitían administrar a su leal entender las tierras adyacentes a Coaña y acomodar en ellas a los refugiados. Ni Aravao ni el resto era capaz de leer su contenido, pero rápidamente se dio cuenta de que su hijo era el apoderado del rey en Coaña y por tanto en la verdadera autoridad local. Los ancianos no vieron con buenos ojos que Cáncias tomara decisiones que a ellos le correspondían y a su hermana percibió claramente las consecuencias que traerían ese movimiento migratorio venido incomprensiblemente de la mano de su ser más querido. No se callo y protesto por la orden real, Ickila lo tomo como una ofensa y su hermano medio para explicar que aquello no afectaba al castro, eran tierras que debían de robar al monte, el padre no intervino, era consciente que él era un pasado condenado a desaparecer.
Ickila sorprendido aún por el peso de Huma, le comenta a su amigo que desconocía que allí los hombres eran dominados por las mujeres. Ella que oyó la conversación intervino y tras una fuerte discusión aclararon la situación, pero a partir de aquel momento procuraron evitarse. Pasado el invierno Pintaio veía orgulloso la llama prendida entre sus dos seres más queridos para él.
En marzo de 795 un buhonero que visitaba periódicamente el castro vino con la noticia de la muerte del rey Alfonso, el cántabro. Había muerto enfermo en su cama y en paz consigo mismo, lo que los cristianos que estaban escuchando interpretaron como que había perdido un soberano, pero ganado un protector en el cielo.
A la mañana siguiente, sin tiempo casi para despedirse, la pareja salio hacia la corte, debería elegirse descendiente entre sus dos hijos, Fruela y Vimala. Ahí surgió por primera vez las diferencias entre los amigos, para el godo Fruela era el primogénito y por tanto el heredero, para el astur la ambición desmedida de aquél y su violencia le hacían tener dudas. De todos modos ellos poco podían decidir, se haría como manda la ley y la tradición la voluntad de la mayoría de los magnates. En el camino Pintaio aprovecho para hablarle de cómo se miraban él y su hermana, pero este no lo tomo a bien a pesar de sus sentimientos y contradicciones internas, a pesar de que para tranquilizarlo le hace ver que en sus costumbres es la mujer la que elige esposa para el hermano y no al revés como hacen ellos.
Llegaron justo a Cánicas para la elección y un estruendo de voces –incluida la de Ickila- dejo claro las preferencias de los magnates. En el otro extremo de la península las cosas discurrían por derroteros bien distintos, el sirio Abd al Rahman vencedor de las batallas civiles entre los moros tenía como objetivo recobrar el territorio perdido y se disponía a acabar con los días de tregua. Era menester recuperar cuanto antes la unidad, engrasar la maquinara de guerra y prepararse para la defensa.
En la casa de Ickila las situación no era buena, Adriano había entregado el alma al Señor prácticamente cuando el rey y en las mismas condiciones, había cumplido su sueño completo el manuscrito y varias generaciones de clérigos salidos de su escuela bendecirían su nombre. Su muerte sumió a Badona en un vacío cruel y a sus cuarenta años encerrada en sus vestiduras de viuda solo le queda de aliciente ver casado a su hijastro. Aquella situación le impresiono dolorosamente.
En los preparativos para la guerra Ickila es reconocido por su antiguo mayordomo Claudio, que estaba asentado cerca de la corte con su familia al cuidado de una granja y venía a sumarse a los soldados en defensa del reino. Su presencia le transporto a imágenes asociadas a la felicidad, este le da cuenta de la realización del encargo de su padre, que él desconocía, de localizar a su hermana Clotilde y entregarle la carta en la que explicaba la situación familiar; ella estaba radiante y feliz en su hogar esperando su segundo hijo.
El ejercito marcho para Gallecia con el objetivo de llegar antes que el enemigo que se disponía a ejercer el ataque por la parte menos dura del reino. Ocuparon el puente sobre el río Umia, en la calzada romana que unía Brácara con Artúrica. La fuerza árabe comandada por Omar, hijo de Abd al Rahman, cayo presa del ataque sorpresivo y su jefe muerto en duelo con el nuevo rey cristiano. En esta ocasión se había conjurado el peligro, pero eran conscientes de que aquello solo era el principio.
El castro entero se lanzó a la calle para recibir al héroe que regresaba a casa victorioso. Su familia no pudo sumarse al gentío y lo esperaron en el edificio del Consejo al dictado de la tradición. Pintaio cumplía un sueño antiguo escoltado por su amigo, mientras los refugiados quedarían temporalmente acampados extramuros del poblado, los coañeses pensaron que aquellos seres cautivos eran traídos como esclavos en calidad de botín.
En el Consejo la gente miraba a la pareja anonadada, juntos ofrecían una imagen capaz de poner en fuga a cualquiera. Tras los saludos, Ickila quedó cautivado inmediatamente por la belleza misteriosa de Huma, y ella tuvo una sacudida interior al contemplarlo. La situación fue violenta, para él estaba claro que no se trataba de una mujer cualquiera y en ella se creo una confusión desconocida por su presencia que hacía latir su corazón con rapidez desconocida. El primer encuentro de Naya y Aravo le vino a la mente, a ella no le sucedería lo que le paso a su madre.
Al acabar el banquete Pintaio enseño el pergamino real que le permitían administrar a su leal entender las tierras adyacentes a Coaña y acomodar en ellas a los refugiados. Ni Aravao ni el resto era capaz de leer su contenido, pero rápidamente se dio cuenta de que su hijo era el apoderado del rey en Coaña y por tanto en la verdadera autoridad local. Los ancianos no vieron con buenos ojos que Cáncias tomara decisiones que a ellos le correspondían y a su hermana percibió claramente las consecuencias que traerían ese movimiento migratorio venido incomprensiblemente de la mano de su ser más querido. No se callo y protesto por la orden real, Ickila lo tomo como una ofensa y su hermano medio para explicar que aquello no afectaba al castro, eran tierras que debían de robar al monte, el padre no intervino, era consciente que él era un pasado condenado a desaparecer.
Ickila sorprendido aún por el peso de Huma, le comenta a su amigo que desconocía que allí los hombres eran dominados por las mujeres. Ella que oyó la conversación intervino y tras una fuerte discusión aclararon la situación, pero a partir de aquel momento procuraron evitarse. Pasado el invierno Pintaio veía orgulloso la llama prendida entre sus dos seres más queridos para él.
En marzo de 795 un buhonero que visitaba periódicamente el castro vino con la noticia de la muerte del rey Alfonso, el cántabro. Había muerto enfermo en su cama y en paz consigo mismo, lo que los cristianos que estaban escuchando interpretaron como que había perdido un soberano, pero ganado un protector en el cielo.
A la mañana siguiente, sin tiempo casi para despedirse, la pareja salio hacia la corte, debería elegirse descendiente entre sus dos hijos, Fruela y Vimala. Ahí surgió por primera vez las diferencias entre los amigos, para el godo Fruela era el primogénito y por tanto el heredero, para el astur la ambición desmedida de aquél y su violencia le hacían tener dudas. De todos modos ellos poco podían decidir, se haría como manda la ley y la tradición la voluntad de la mayoría de los magnates. En el camino Pintaio aprovecho para hablarle de cómo se miraban él y su hermana, pero este no lo tomo a bien a pesar de sus sentimientos y contradicciones internas, a pesar de que para tranquilizarlo le hace ver que en sus costumbres es la mujer la que elige esposa para el hermano y no al revés como hacen ellos.
Llegaron justo a Cánicas para la elección y un estruendo de voces –incluida la de Ickila- dejo claro las preferencias de los magnates. En el otro extremo de la península las cosas discurrían por derroteros bien distintos, el sirio Abd al Rahman vencedor de las batallas civiles entre los moros tenía como objetivo recobrar el territorio perdido y se disponía a acabar con los días de tregua. Era menester recuperar cuanto antes la unidad, engrasar la maquinara de guerra y prepararse para la defensa.
En la casa de Ickila las situación no era buena, Adriano había entregado el alma al Señor prácticamente cuando el rey y en las mismas condiciones, había cumplido su sueño completo el manuscrito y varias generaciones de clérigos salidos de su escuela bendecirían su nombre. Su muerte sumió a Badona en un vacío cruel y a sus cuarenta años encerrada en sus vestiduras de viuda solo le queda de aliciente ver casado a su hijastro. Aquella situación le impresiono dolorosamente.
En los preparativos para la guerra Ickila es reconocido por su antiguo mayordomo Claudio, que estaba asentado cerca de la corte con su familia al cuidado de una granja y venía a sumarse a los soldados en defensa del reino. Su presencia le transporto a imágenes asociadas a la felicidad, este le da cuenta de la realización del encargo de su padre, que él desconocía, de localizar a su hermana Clotilde y entregarle la carta en la que explicaba la situación familiar; ella estaba radiante y feliz en su hogar esperando su segundo hijo.
El ejercito marcho para Gallecia con el objetivo de llegar antes que el enemigo que se disponía a ejercer el ataque por la parte menos dura del reino. Ocuparon el puente sobre el río Umia, en la calzada romana que unía Brácara con Artúrica. La fuerza árabe comandada por Omar, hijo de Abd al Rahman, cayo presa del ataque sorpresivo y su jefe muerto en duelo con el nuevo rey cristiano. En esta ocasión se había conjurado el peligro, pero eran conscientes de que aquello solo era el principio.
XIII. SANGRE Y CONJURAS.Occidente de Asturias, era de 795.
De vuelta de la batalla, los amigos se separan, para pesar de Pintaio, que vuelve al castro, con la única intención de saldar cuentas con su padre. Coaña se había vuelto una olla de conflictos, debido a que los colonos tenían costumbres muy diferentes, despreciaban las de los astures y se negaban a obedecer a Aravo. Reinaba una fragmentación social implacable y estanca, que jamás se había dado en la aldea y que amenazaba con liquidar cualquier posibilidad de integración. De ahí que el segundo regreso del héroe, nuevamente vencedor, no fuera recibido con el mismo entusiasmo que la vez anterior.
Su hermana lo recibe entusiasmada aunque con la decepción de que regresara solo. A su petición le explica a su petición la situación de la aldea, en términos muy sencillos: “el odio y la desconfianza anidan entre nosotros; los dioses nos han vuelto la espalda”. Él por su parte le quita importancia y le hace ver los cambios que se están produciendo en todo el reino, la uniformidad de la lengua, la mejora de los campos, la unión para defenderse de los sarracenos, etc. La explicación la hace recapacitar, ya que nunca se paro a analizar la situación en esos términos. Le explica que su padre esta muy tranquilo, pero que es incapaz de poner orden y que incluso sobre ella los nuevos hacen circular rumores que es una sacerdotisa de la Diosa, al final le dice que ya le ha escogido esposa, se trata de Neva, que el acepta gustoso a pesar de que no puede dar ninguna dote. La hermana acaba invitándole a hablar con su padre para sincerizarse y limar todas las asperezas.
Encuentra a su padre muy deteriorado físicamente y sin rodeos le comunica el plan de boda preparado por Huma. Su padre que tenia los mismos sentimientos odio-amor hacia su hijo como este los tenia hacia él, no pone inconveniente aunque se queda decepcionado cuando le comunica que probablemente se fueran a vivir lejos del castro, a terrenos que le entregue el rey, para acabar diciéndole que seria ideal que su amigo se viniera al castro y se casara con su hermana.
Por su parte Ickila recibía a la puerta del invierno, en el año 795, la orden de volver a la guerra, los vascones de nuevo se volvieron a sublevar y asaltaron las guarniciones reales dando muerte a sus hombres, y clavando sus cabezas en picas en señal de desafío. Fruela no se amilanó y envuelto en ira armó un ejército a toda prisa.
Partieron casi sin tiempo para aprovisionarse para una guerra con unas condiciones climáticas adversas que acabo con muchos hombres. A medida de que se adentraban en territorio hostil el soberano descargaba toda su ira sin discriminar objetivos. Ickila asistía a la masacre asqueado del espectáculo, no era esa la idea que él tenia de la guerra.
Pasadas unas semanas llegaron al corazón de Alaba, a un alto dónde se asentaba el feudo del clan responsable del comienzo de la insurrección. Fruela no tuvo piedad con sus habitantes, excepto con Munia, la hija del caudillo local de unos catorce o quince años, a quien tomo para sí como parte del botín reservado a su persona. La tomo a la fuerza para como por milagro entregarse al cabo de un tiempo voluntariamente, a la vez que el rey suavizaba la crueldad en el campo de batalla. Por el campamento corrió el rumor de que el rey se había enamorado.
De vuelta a la corte, ella con la dignidad de una concubina viajaba al lado del monarca, siendo la mejor prueba de la integración de los insurrectos una vez más en el reino. Ickila a una distancia prudencial, no se fiaba mucho de ella temeroso de que fingiera y al final asesinara al monarca, y hasta se preguntaba si su amor era sincero. La respuesta era clara, ella esperaba un hijo y le protegería de cualquier cosa. Ese hijo inesperado había puesto patas arriba la existencia del monarca, desposado con una dama de su alcurnia pero que no le daba descendientes., ahora esperaba ese alumbramiento con una ilusión desbordada. Sin embargo ella no podría vivir en la corte, debería preservarla de las intrigas y de las envidias, debería alejarla de la capital.
Hacia un tiempo el rey influenciado por unos monjes, visito una zona del reino, de gran belleza casi en el centro, y dio permiso a su presbítero Máximo para fundar un monasterio. Al lugar llamado Ovetao mando a Ickila, unos de sus capitanes más fieles, bajo juramento trasladar a la vascona. Con ese encargo le encomendó otro igualmente importante, el comenzar a construir su ciudad, en la que al menos construiría dos templos, uno dedicado al Salvador y otro a los santos Julián y Basilisa. Adiós a sus sueños, a su madre y sobre todo a la posibilidad de regresar a Coaña.
Nació un niño fuerte, robusto y hermoso, al que se llamo Alfonso como su abuela, el rey estaba esta feliz. Sin embargo la situación política era difícil, las huestes de Abd al Rahman hacía incursiones cada verano y las conjuras internas lideradas por su hermano Vimara se multiplicaban. Ante esta situación se decidió enviar al niño con apenas tres años, a Samos, dónde sería protegido, educado e introducido en la fe por una comunidad monástica de inmigrante mozárabes. Solo el rey, su madre e Ickila conocían el destino
En el otoño del 800 cuando Ickila se disponía a recuperar su libertad, estalló la revuelta en la Gallecia marítima y de nuevo el ejército se puso en marcha. Aquel pueblo era muy diferente a los vascones, eran cristianos de viejo cuño, impregnados de la forma de vida romana y acostumbrados a la servidumbre. Sin una mujer como Munia el soberano descargo toda su furia contra ellos y enseguida se apago la rebelión, solo quedaba volver a la cortes, dónde estaba el auténtico instigador del levantamiento, que a juicio del rey no era otro que su hermano. En medio de aquél horror, el capitán se llevaría una gran alegría, encontró a su intimo amigo. Tras los saludos iniciales le pregunto por su familia, y como respuesta encontró que seguía soltera y que el pretendiente buscado por su padre había desaparecido, no era otro que él. Aunque el corazón le ardía fue incapaz de reaccionar y no contesto, Pintaio por su parte le dio la buena nueva de su boda con Neva, de sus dos hijos y que se habían trasladado a vivir al sur de Brácara, motivo por el cual estaba en esos momentos con el ejército.
El palacio se había convertido en un nido de víboras, con las dos facciones enfrentadas por el poder y con Aurelio, primo del rey, como observado aterrado de la situación. La esposa del rey acaba de morir victima de las fiebres o de un envenenamiento, lo que le daba libertad para casarse y legitimizar a Alfonso, la situación le enfurecía. Nada más llegar a Cánicas, Fruela llamo a su hermano que ante todos los fideles y magnates –entre los que estaban los íntimos amigos- imploro clemencia de rodillas aunque sin reconocer las acusaciones a la que estaba sometido, Fruela a punto de la locura lo degolló con su puñal como a un ciervo.
Ante el espectáculo presenciado Ickila mostró su desacuerdo y comento había que hacer algo para deshacerse del monarca, su amigo por su parte fiel al mismo, le hizo ver que eso era alta traición y que él no se quedaría de brazos cruzados. Siguieron discutiendo y Pintaio acabo la misma haciendo ver que a partir de entonces sus caminos se separaban, él se apartaría para siempre del ejército y solo le deseaba que la suerte le sonriera, ya que él no va a estar para guardarle las espaldas.
El invierno del 803 el godo lo paso con su madrastra que se negaba a ir de este mundo, el rey intentaba purgar su pecado extremando sus devociones, al tiempo que depuraba uno de los males de la iglesia, la proliferación de clérigos casados o amancebados.
En el verano del 804 un ejército islamista entró en tierras de Alaba cual plaga de langosta, la campaña fue devastadora. Cuando ya estaban de retirada Fruela intento una última manobra suicida, presentar batalla a campo abierto y envío a una muerte segura a muchos millares de hombres. Ickila en ausencia del astur, había tramado amistad con un magnate cantabro, Favila, y con él estaba antes del ataque final. Cuando este se produjo el godo hizo muestras de su valor y ataco sin compasión, acabo con muchas vidas, pero la suya estaba herido de muerte, cuando estaba perdiendo el conocimiento, vio a su íntimo amigo venir en su búsqueda. Aquello no era posible.
De vuelta de la batalla, los amigos se separan, para pesar de Pintaio, que vuelve al castro, con la única intención de saldar cuentas con su padre. Coaña se había vuelto una olla de conflictos, debido a que los colonos tenían costumbres muy diferentes, despreciaban las de los astures y se negaban a obedecer a Aravo. Reinaba una fragmentación social implacable y estanca, que jamás se había dado en la aldea y que amenazaba con liquidar cualquier posibilidad de integración. De ahí que el segundo regreso del héroe, nuevamente vencedor, no fuera recibido con el mismo entusiasmo que la vez anterior.
Su hermana lo recibe entusiasmada aunque con la decepción de que regresara solo. A su petición le explica a su petición la situación de la aldea, en términos muy sencillos: “el odio y la desconfianza anidan entre nosotros; los dioses nos han vuelto la espalda”. Él por su parte le quita importancia y le hace ver los cambios que se están produciendo en todo el reino, la uniformidad de la lengua, la mejora de los campos, la unión para defenderse de los sarracenos, etc. La explicación la hace recapacitar, ya que nunca se paro a analizar la situación en esos términos. Le explica que su padre esta muy tranquilo, pero que es incapaz de poner orden y que incluso sobre ella los nuevos hacen circular rumores que es una sacerdotisa de la Diosa, al final le dice que ya le ha escogido esposa, se trata de Neva, que el acepta gustoso a pesar de que no puede dar ninguna dote. La hermana acaba invitándole a hablar con su padre para sincerizarse y limar todas las asperezas.
Encuentra a su padre muy deteriorado físicamente y sin rodeos le comunica el plan de boda preparado por Huma. Su padre que tenia los mismos sentimientos odio-amor hacia su hijo como este los tenia hacia él, no pone inconveniente aunque se queda decepcionado cuando le comunica que probablemente se fueran a vivir lejos del castro, a terrenos que le entregue el rey, para acabar diciéndole que seria ideal que su amigo se viniera al castro y se casara con su hermana.
Por su parte Ickila recibía a la puerta del invierno, en el año 795, la orden de volver a la guerra, los vascones de nuevo se volvieron a sublevar y asaltaron las guarniciones reales dando muerte a sus hombres, y clavando sus cabezas en picas en señal de desafío. Fruela no se amilanó y envuelto en ira armó un ejército a toda prisa.
Partieron casi sin tiempo para aprovisionarse para una guerra con unas condiciones climáticas adversas que acabo con muchos hombres. A medida de que se adentraban en territorio hostil el soberano descargaba toda su ira sin discriminar objetivos. Ickila asistía a la masacre asqueado del espectáculo, no era esa la idea que él tenia de la guerra.
Pasadas unas semanas llegaron al corazón de Alaba, a un alto dónde se asentaba el feudo del clan responsable del comienzo de la insurrección. Fruela no tuvo piedad con sus habitantes, excepto con Munia, la hija del caudillo local de unos catorce o quince años, a quien tomo para sí como parte del botín reservado a su persona. La tomo a la fuerza para como por milagro entregarse al cabo de un tiempo voluntariamente, a la vez que el rey suavizaba la crueldad en el campo de batalla. Por el campamento corrió el rumor de que el rey se había enamorado.
De vuelta a la corte, ella con la dignidad de una concubina viajaba al lado del monarca, siendo la mejor prueba de la integración de los insurrectos una vez más en el reino. Ickila a una distancia prudencial, no se fiaba mucho de ella temeroso de que fingiera y al final asesinara al monarca, y hasta se preguntaba si su amor era sincero. La respuesta era clara, ella esperaba un hijo y le protegería de cualquier cosa. Ese hijo inesperado había puesto patas arriba la existencia del monarca, desposado con una dama de su alcurnia pero que no le daba descendientes., ahora esperaba ese alumbramiento con una ilusión desbordada. Sin embargo ella no podría vivir en la corte, debería preservarla de las intrigas y de las envidias, debería alejarla de la capital.
Hacia un tiempo el rey influenciado por unos monjes, visito una zona del reino, de gran belleza casi en el centro, y dio permiso a su presbítero Máximo para fundar un monasterio. Al lugar llamado Ovetao mando a Ickila, unos de sus capitanes más fieles, bajo juramento trasladar a la vascona. Con ese encargo le encomendó otro igualmente importante, el comenzar a construir su ciudad, en la que al menos construiría dos templos, uno dedicado al Salvador y otro a los santos Julián y Basilisa. Adiós a sus sueños, a su madre y sobre todo a la posibilidad de regresar a Coaña.
Nació un niño fuerte, robusto y hermoso, al que se llamo Alfonso como su abuela, el rey estaba esta feliz. Sin embargo la situación política era difícil, las huestes de Abd al Rahman hacía incursiones cada verano y las conjuras internas lideradas por su hermano Vimara se multiplicaban. Ante esta situación se decidió enviar al niño con apenas tres años, a Samos, dónde sería protegido, educado e introducido en la fe por una comunidad monástica de inmigrante mozárabes. Solo el rey, su madre e Ickila conocían el destino
En el otoño del 800 cuando Ickila se disponía a recuperar su libertad, estalló la revuelta en la Gallecia marítima y de nuevo el ejército se puso en marcha. Aquel pueblo era muy diferente a los vascones, eran cristianos de viejo cuño, impregnados de la forma de vida romana y acostumbrados a la servidumbre. Sin una mujer como Munia el soberano descargo toda su furia contra ellos y enseguida se apago la rebelión, solo quedaba volver a la cortes, dónde estaba el auténtico instigador del levantamiento, que a juicio del rey no era otro que su hermano. En medio de aquél horror, el capitán se llevaría una gran alegría, encontró a su intimo amigo. Tras los saludos iniciales le pregunto por su familia, y como respuesta encontró que seguía soltera y que el pretendiente buscado por su padre había desaparecido, no era otro que él. Aunque el corazón le ardía fue incapaz de reaccionar y no contesto, Pintaio por su parte le dio la buena nueva de su boda con Neva, de sus dos hijos y que se habían trasladado a vivir al sur de Brácara, motivo por el cual estaba en esos momentos con el ejército.
El palacio se había convertido en un nido de víboras, con las dos facciones enfrentadas por el poder y con Aurelio, primo del rey, como observado aterrado de la situación. La esposa del rey acaba de morir victima de las fiebres o de un envenenamiento, lo que le daba libertad para casarse y legitimizar a Alfonso, la situación le enfurecía. Nada más llegar a Cánicas, Fruela llamo a su hermano que ante todos los fideles y magnates –entre los que estaban los íntimos amigos- imploro clemencia de rodillas aunque sin reconocer las acusaciones a la que estaba sometido, Fruela a punto de la locura lo degolló con su puñal como a un ciervo.
Ante el espectáculo presenciado Ickila mostró su desacuerdo y comento había que hacer algo para deshacerse del monarca, su amigo por su parte fiel al mismo, le hizo ver que eso era alta traición y que él no se quedaría de brazos cruzados. Siguieron discutiendo y Pintaio acabo la misma haciendo ver que a partir de entonces sus caminos se separaban, él se apartaría para siempre del ejército y solo le deseaba que la suerte le sonriera, ya que él no va a estar para guardarle las espaldas.
El invierno del 803 el godo lo paso con su madrastra que se negaba a ir de este mundo, el rey intentaba purgar su pecado extremando sus devociones, al tiempo que depuraba uno de los males de la iglesia, la proliferación de clérigos casados o amancebados.
En el verano del 804 un ejército islamista entró en tierras de Alaba cual plaga de langosta, la campaña fue devastadora. Cuando ya estaban de retirada Fruela intento una última manobra suicida, presentar batalla a campo abierto y envío a una muerte segura a muchos millares de hombres. Ickila en ausencia del astur, había tramado amistad con un magnate cantabro, Favila, y con él estaba antes del ataque final. Cuando este se produjo el godo hizo muestras de su valor y ataco sin compasión, acabo con muchas vidas, pero la suya estaba herido de muerte, cuando estaba perdiendo el conocimiento, vio a su íntimo amigo venir en su búsqueda. Aquello no era posible.
XIV. LA COLERA DE LOS ESCLAVOS.Tierras de Alaba, era de 800.
Pintaio estaba allí y aparece como por arte de magia para salvar a su amigo del golpe de gracia que ya le iba a asentar un sarraceno. A duras penas lo consigue sacar del frente, alejarse del peligro y buscar un sitio seguro en el que hacer las primeras y decisivas curas al guerrero.
La historia parecía repetirse para ella, cerrando el trágico bucle que había marcado su existencia. Cuando Huma vio llegar a su hermano acompañado de una sombra de lo que había sido Ickila, febril, demacrado y en los huesos vio en él con toda claridad el rostro del amado Noreno. De nuevo a luchar contra la muerte para robarle una presa escogida, y también en esta ocasión saldría airosa del trance. Y también lo estaba su hermano, que no se quedo para ver el final, lo esperaba su esposa, sus retoños, su hogar, su vida, su futuro. El godo estaría a salvo, Huma sabría sanarle y curar su corazón. La recuperación fue lenta, al despertar y verse allí pregunto el como y porque, primero Aravo y luego Huma le pusieron al corriente de lo sucedido. Era la segunda ocasión que Pintaio le salvaba la vida, y ahora estaba a merced de su hermana y más vulnerable que nunca. Ella que lo veía irresistible había sido educada en los secretos del placer y estaba preparada para hacerle enloquecer.
En el otoño comenzó a salir de la casa y pasear por los alrededores dónde todos lo conocían como amigo del héroe local. En uno de los paseos una vieja le advierte del peligro que corre estando en la casa de una bruja; eso desata su cólera contra ella de forma desmesurada. El hecho le hizo recapacitar, no había hecho otra cosa que luchar, había pagado hasta la saciedad el pecado de su juventud, en esta ocasión iba a obedecer el mandato de la intuición.
Se fue directo a Aravo y le pidió la mano de su hija, no tenía dote que entregar, pero acudiría al rey que seguro le daría tierras. No hacía falta, el consentimiento estaba dado, ella era la heredera de la casa y su marido sería el caudillo local, juntos deberían devolver la paz al castro.
Ante su amada a él no le salían las palabras y ella antes de darle el sí, el explico que no era doncella. Para sus convicciones ancestrales la virginidad era el bien más preciado de una mujer, pero aquella multiplicaba las virtudes aunque careciera de aquella. Para ella, él había comprendido como funcionaban las cosas allí, le haría hijos fuertes como él que darían continuidad a su linaje y además su madre vivía muy lejos, y no había ningún riesgo que le pasara con ella como le sucedió a su madre. Se comprometieron para contraer matrimonio en la primavera.
Aravo al final había cumplido su objetivo, que preparo una jornada de caza con su futuro yerno, irían los dos solos en señal de valentía. Ickila aún no del todo recuperado salió airoso del trance y dio muerte a la pieza más grande, después de que el caudillo fallara el lanzamiento y el animal se disponía a atacarlos. El suegro orgulloso corrió la voz por el castro, Huma no daba crédito a la transformación de su padre.
Ickila poco a poco se fue integrando en las reuniones del consejo, hasta ser uno más. A las afueras del castro se hizo el primer cementerio cristiano, aunque la iglesia seguía sin construirse. Huma se esforzaba por practicar sus ritos con la mayor de las discreciones. Lo que les unía era mucho más de lo que les separaba, tal como había intuido Pintaio.
Un mal día del 806 un emisario llegó con la noticia de que el rey Fruela había sido asesinado en su palacio, por desconocidos aunque de su entorno. Próceres de toda Asturias se desplazaron hacia la corte para conjurar el riesgo de una guerra civil. Al llegar entre otros encontró a su amigo cántabro Favila, que le puso al corriente de la situación, así como de evitar el intentar saber quienes fueron los ejecutores, al ser la mayoría de la opinión de que lo tenia merecido. Los partidarios de cada uno de los hijos de Alfonso, se había puesto de acuerdo en nombrar sucesor a Aurelio, sobrino de aquél y que no despertaba los recelos de nadie. Él lo tenia claro prestaría el último servicio al rey y se retiraría definitivamente.
Nadie se lo había pedido, pero era consciente del peligro que ahora corría Munia en su palacio de Ovetao. Allí se dirigió y tras jurar no desvelar la ubicación de su hijo, la convenció para que se trasladara por él escoltada a los altos de Orduña, la tierra de sus antepasados.
Salieron sin demora, mientras que al poco rato en la corte Aurelio apenas pudo disfrutar de su nombramiento. El reino se había visto sacudido por algo diferente, inconcebible y aterrador: una rebelión de siervos. Eran muchos, llegados de muy diferentes sitios, de costumbres diferentes y no acostumbrados a la servidumbre, el nombramiento del nuevo rey era el momento esperado. Se alzaron en armas, dieron muerte a sus señores, violaron a sus señoras, quemaron propiedades y reino la anarquía. En Cánicas también hubo revuelta, y Badona fue victima de la cólera guardada por su siervo Paulo que no olvido los azotes de sus primeros días en la corte, y asesino a la señora ante los ojos de la vieja aya Marcia y de la fiel Arausa. Murió de forma instantánea, con una expresión de incredulidad en los ojos.
Ickila no llego a dar sepultura cristiana a la que tanto cariño le había dado, encontró la casa vacía a su llegada tras un viaje por un país azotado por la violencia, por su parte el esclavo después de asesinar a la señora se llevó todas las joyas y cosas valiosas de la casa, lo que le dejo sin posibilidad de llevarle ningún presente familiar a su amada. Se acordó de que igual en Coaña paso lo mismo y que la persona que mas deseaba pudiera estar en peligro, para olvidarse de vengarse y emprendió el camino de regreso a la querida aldea.
Pintaio estaba allí y aparece como por arte de magia para salvar a su amigo del golpe de gracia que ya le iba a asentar un sarraceno. A duras penas lo consigue sacar del frente, alejarse del peligro y buscar un sitio seguro en el que hacer las primeras y decisivas curas al guerrero.
La historia parecía repetirse para ella, cerrando el trágico bucle que había marcado su existencia. Cuando Huma vio llegar a su hermano acompañado de una sombra de lo que había sido Ickila, febril, demacrado y en los huesos vio en él con toda claridad el rostro del amado Noreno. De nuevo a luchar contra la muerte para robarle una presa escogida, y también en esta ocasión saldría airosa del trance. Y también lo estaba su hermano, que no se quedo para ver el final, lo esperaba su esposa, sus retoños, su hogar, su vida, su futuro. El godo estaría a salvo, Huma sabría sanarle y curar su corazón. La recuperación fue lenta, al despertar y verse allí pregunto el como y porque, primero Aravo y luego Huma le pusieron al corriente de lo sucedido. Era la segunda ocasión que Pintaio le salvaba la vida, y ahora estaba a merced de su hermana y más vulnerable que nunca. Ella que lo veía irresistible había sido educada en los secretos del placer y estaba preparada para hacerle enloquecer.
En el otoño comenzó a salir de la casa y pasear por los alrededores dónde todos lo conocían como amigo del héroe local. En uno de los paseos una vieja le advierte del peligro que corre estando en la casa de una bruja; eso desata su cólera contra ella de forma desmesurada. El hecho le hizo recapacitar, no había hecho otra cosa que luchar, había pagado hasta la saciedad el pecado de su juventud, en esta ocasión iba a obedecer el mandato de la intuición.
Se fue directo a Aravo y le pidió la mano de su hija, no tenía dote que entregar, pero acudiría al rey que seguro le daría tierras. No hacía falta, el consentimiento estaba dado, ella era la heredera de la casa y su marido sería el caudillo local, juntos deberían devolver la paz al castro.
Ante su amada a él no le salían las palabras y ella antes de darle el sí, el explico que no era doncella. Para sus convicciones ancestrales la virginidad era el bien más preciado de una mujer, pero aquella multiplicaba las virtudes aunque careciera de aquella. Para ella, él había comprendido como funcionaban las cosas allí, le haría hijos fuertes como él que darían continuidad a su linaje y además su madre vivía muy lejos, y no había ningún riesgo que le pasara con ella como le sucedió a su madre. Se comprometieron para contraer matrimonio en la primavera.
Aravo al final había cumplido su objetivo, que preparo una jornada de caza con su futuro yerno, irían los dos solos en señal de valentía. Ickila aún no del todo recuperado salió airoso del trance y dio muerte a la pieza más grande, después de que el caudillo fallara el lanzamiento y el animal se disponía a atacarlos. El suegro orgulloso corrió la voz por el castro, Huma no daba crédito a la transformación de su padre.
Ickila poco a poco se fue integrando en las reuniones del consejo, hasta ser uno más. A las afueras del castro se hizo el primer cementerio cristiano, aunque la iglesia seguía sin construirse. Huma se esforzaba por practicar sus ritos con la mayor de las discreciones. Lo que les unía era mucho más de lo que les separaba, tal como había intuido Pintaio.
Un mal día del 806 un emisario llegó con la noticia de que el rey Fruela había sido asesinado en su palacio, por desconocidos aunque de su entorno. Próceres de toda Asturias se desplazaron hacia la corte para conjurar el riesgo de una guerra civil. Al llegar entre otros encontró a su amigo cántabro Favila, que le puso al corriente de la situación, así como de evitar el intentar saber quienes fueron los ejecutores, al ser la mayoría de la opinión de que lo tenia merecido. Los partidarios de cada uno de los hijos de Alfonso, se había puesto de acuerdo en nombrar sucesor a Aurelio, sobrino de aquél y que no despertaba los recelos de nadie. Él lo tenia claro prestaría el último servicio al rey y se retiraría definitivamente.
Nadie se lo había pedido, pero era consciente del peligro que ahora corría Munia en su palacio de Ovetao. Allí se dirigió y tras jurar no desvelar la ubicación de su hijo, la convenció para que se trasladara por él escoltada a los altos de Orduña, la tierra de sus antepasados.
Salieron sin demora, mientras que al poco rato en la corte Aurelio apenas pudo disfrutar de su nombramiento. El reino se había visto sacudido por algo diferente, inconcebible y aterrador: una rebelión de siervos. Eran muchos, llegados de muy diferentes sitios, de costumbres diferentes y no acostumbrados a la servidumbre, el nombramiento del nuevo rey era el momento esperado. Se alzaron en armas, dieron muerte a sus señores, violaron a sus señoras, quemaron propiedades y reino la anarquía. En Cánicas también hubo revuelta, y Badona fue victima de la cólera guardada por su siervo Paulo que no olvido los azotes de sus primeros días en la corte, y asesino a la señora ante los ojos de la vieja aya Marcia y de la fiel Arausa. Murió de forma instantánea, con una expresión de incredulidad en los ojos.
Ickila no llego a dar sepultura cristiana a la que tanto cariño le había dado, encontró la casa vacía a su llegada tras un viaje por un país azotado por la violencia, por su parte el esclavo después de asesinar a la señora se llevó todas las joyas y cosas valiosas de la casa, lo que le dejo sin posibilidad de llevarle ningún presente familiar a su amada. Se acordó de que igual en Coaña paso lo mismo y que la persona que mas deseaba pudiera estar en peligro, para olvidarse de vengarse y emprendió el camino de regreso a la querida aldea.
XV. ALANA.
El país volvía a ser fruto de la devastación. Esa revuelta de siervos, muchos más numerosa de lo que se hubiera sospechado había dejado muertos, campos yermos sin manos para trabajar y granjas destruidas. Tanto trabajo, tanta esperanza, tanto esfuerzo perdido en un estallido de cólera incendiaria condenado de antemano al fracaso. Después de siete duras jornadas de cruzar el reino de oriente a occidente llego al castro.
El castro había salvado el acoso de los sublevados por el aviso de las hogueras de los pueblos vecinos, lo que permitió tomar las medidas necesarias. Contó con gran pesar la situación en la corte y el asesinato que había sufrido su madre.
La boda se celebró en el otoño del 807, él tenía 39 años y ella 36, se unieron en matrimonio merced a los oficios de un sacerdote que hubo que ir a buscar a Gegio, ella se avino a esa bendición sin renunciar a su fe. El godo estaba de luto por lo que la celebración fue austera, no hubo baile ni borracheras y solo unos pocos disfrutaron el evento. Retirados en la intimidad ella tomo la iniciativa para conducirlo con mano sabía hacia universos de placer insospechado ante un feliz hombre que no había conocido más goce que el comprado en burdeles, para ella la ocasión no desmereció en nada la vivida con Noreno.
Aquel invierno murió el caudillo de la aldea, le atraparon las fiebres y su padecer fue tan intenso que hasta su hija se conmovió y se aplicó para acelerarle el tránsito. El reino gozo de un período de prosperidad, la revuelta había sido sofocada y Abd al Rahman tenía que frenar los levantamientos producidos en el levante y en Isbiliya. Aurelio reino hasta su muerte en el año 812 sin tener que haber empuñado las armas.
Durante ese tiempo en Coaña sucedieron muchas cosas. De tu vientre nace un río caudaloso … un día del verano del 809, Huma sintió desbordarse el río y dio a luz a una niña cuya belleza podía hacer sentir celos a los dioses. Con la niña dormida en sus brazos se acercó a su marido sonriente, erguida y más satisfecha que nunca. Quería que él cogiera a la recién nacida y se acostará con ella en la cama, todavía sucia de la sangre, mientras ella retomaba sus faenas habituales. Esa era el modo en que las mujeres del pueblo astur implicaban a sus maridos en la crianza de los hijos, la forma de decirles que el fruto de la unión entre ellos era de los dos y no únicamente de quién la había parido. Desconocedor de la tradición y de su significado, él rechazo la invitación a compartir el evento más importante de sus vidas. Huma lo comprendió.
La llamaron Alana a propuesta de él que lo había escuchado en casa siempre, ella perdida la costumbre de llevar a los niños a la gruta para siempre, acepto, pero no por ello la Madre dejo de recibir lo suyo y le rindió los tributos habituales, incluida la cigua –símbolo de fecundidad- que cosió a sus ropas. Por otra parte el ejercía la labor de caudillo del castro y ella velaba por la salud de los habitantes, mientras su hija crecía sin contratiempos y la pareja era más feliz que nunca. Atendiendo a su solicitud expresa ella renunció a introducirla en los secretos de su culto, a cambio de que él no le diera una educación cristiana. Solo el recuerdo de Pintaio llenaba de nostalgia el hogar.
Cuando su hija comenzó a andar, ella quedo de nuevo embarazada sin buscarlo ni desearlo. Nació un varón cuyo llanto anunció desde el comienzo que su andadura sería breve; estaba escuálido, siempre tenía hambre y ella estaba seca, él rechazaba otra leche, y así el día que dejo finalmente de llorar se sintieron aliviados más que tristes. Nunca le llegaron a poner nombre.
Uno y no más, tal era la voluntad divina, más el pesar de Ickila era muy profundo, un hombre siempre desea un heredero y traiciono a su mujer al decirle que respetaba sus tradiciones, pero que un hombre siempre seria un hombre, a pesar de que estaba seguro de que su hija sabría cuidarse bien.
La pequeña no se separaba de la madre y la acompañaba en todo momento e incluso en ocasiones le hablaba en la lengua antigua.
Después de uno de sus viajes a Cáncias, le anuncio la visita inminente de su amigo el conde Favila, en compañía de su hijo para pedir la mano de Alana. Tenía ya 10 años y había que ir pensando en su futuro. Alana que adoraba a su padre aceptó la idea entusiasmada y Huma se veía incapaz de luchar contracorriente.
Reinaba desde el 812 Silo, el marido de Adosinda, hija del gran Alfonso el cántabro y nieta de Pelayo. Ella había hecho valer su linaje y a falta de descendencia propia había adoptado al huérfano de su hermano Fruela escondido hasta entonces en Samos, llevándoselo a Passicim a dónde se había trasladado la corte desde Cánicas. Ambos caballeros discrepaban de su localización, para el godo se había cometido un error garrafal, para el cántabro el lugar era el ideal para controlar el reino, ya que el rey viven en paz con los sarracenos gracias a los oficios de su madre de origen árabe. Todo aquello no le gustaba nada a Ickila, aunque se alegro de que la adopción de Alfonso, que gracias a los monjes poseía una gran cultura y era tan bueno como jinete como las armas.
En la reunión Alana e Indaro –nombre del joven- apenas se miraban mientras seguía la conversación sobre los monarcas. El conde hizo ver que la reina preparaba a su sobrino para ser rey, y que este ejercía cuando el monarca estaba guerreando por Gallecia. Sin embargo el que mejor lo conocía era su hijo, ya que era su escudero que hablo maravillas del mismo. Dejaron la política y hablaron del acuerdo que las dos familias deseaban, Huma renuncio a luchas por respeto a Ickila y amor a Alana.
La vida siguió su curso plácido, hasta que en el invierno del 821 las hogueras anunciaron nuevas inquietantes. No eran contrarios, sino los recaudadores del rey, portaban un sello real diferente al de Silo, Ickila dedujo que había muerto y que lo había sucedido Alfonso, sin embargo la realidad era otra, el coronado fue Mauregato, viejo traidor, hijo de una sierva del que él siempre pensó que estaba involucrado en la muerte de Fruela. Vendrían cada año a recoger tributos y le advirtieron que probablemente subirían al estar negociando el rey con los moros la paz a cambio de tributos.
Los años siguientes revistieron tintes claroscuros. La paz alcanzada a costa de sumisión trajo prosperidad al reino, aunque recluido y obligado a pagar cada vez más. Alana no había vuelto a saber de su prometido, al que trataba en vano de olvidar. Una tarde llegaron los recaudadores del rey, debían de mostrarse sumisos para no sufrir su ira. Huma no pudo explicar el porqué de la aversión inmediata y absoluta ante el jefe, pero la percibió claramente. Alana sirvió el alimento a los extraños y el jefe pregunto quien era, al saber que era hija de los jefes, le pareció excelente, sería una doncella noble más de las cincuenta que entregarían al emir de Corduba como tributo.
El país volvía a ser fruto de la devastación. Esa revuelta de siervos, muchos más numerosa de lo que se hubiera sospechado había dejado muertos, campos yermos sin manos para trabajar y granjas destruidas. Tanto trabajo, tanta esperanza, tanto esfuerzo perdido en un estallido de cólera incendiaria condenado de antemano al fracaso. Después de siete duras jornadas de cruzar el reino de oriente a occidente llego al castro.
El castro había salvado el acoso de los sublevados por el aviso de las hogueras de los pueblos vecinos, lo que permitió tomar las medidas necesarias. Contó con gran pesar la situación en la corte y el asesinato que había sufrido su madre.
La boda se celebró en el otoño del 807, él tenía 39 años y ella 36, se unieron en matrimonio merced a los oficios de un sacerdote que hubo que ir a buscar a Gegio, ella se avino a esa bendición sin renunciar a su fe. El godo estaba de luto por lo que la celebración fue austera, no hubo baile ni borracheras y solo unos pocos disfrutaron el evento. Retirados en la intimidad ella tomo la iniciativa para conducirlo con mano sabía hacia universos de placer insospechado ante un feliz hombre que no había conocido más goce que el comprado en burdeles, para ella la ocasión no desmereció en nada la vivida con Noreno.
Aquel invierno murió el caudillo de la aldea, le atraparon las fiebres y su padecer fue tan intenso que hasta su hija se conmovió y se aplicó para acelerarle el tránsito. El reino gozo de un período de prosperidad, la revuelta había sido sofocada y Abd al Rahman tenía que frenar los levantamientos producidos en el levante y en Isbiliya. Aurelio reino hasta su muerte en el año 812 sin tener que haber empuñado las armas.
Durante ese tiempo en Coaña sucedieron muchas cosas. De tu vientre nace un río caudaloso … un día del verano del 809, Huma sintió desbordarse el río y dio a luz a una niña cuya belleza podía hacer sentir celos a los dioses. Con la niña dormida en sus brazos se acercó a su marido sonriente, erguida y más satisfecha que nunca. Quería que él cogiera a la recién nacida y se acostará con ella en la cama, todavía sucia de la sangre, mientras ella retomaba sus faenas habituales. Esa era el modo en que las mujeres del pueblo astur implicaban a sus maridos en la crianza de los hijos, la forma de decirles que el fruto de la unión entre ellos era de los dos y no únicamente de quién la había parido. Desconocedor de la tradición y de su significado, él rechazo la invitación a compartir el evento más importante de sus vidas. Huma lo comprendió.
La llamaron Alana a propuesta de él que lo había escuchado en casa siempre, ella perdida la costumbre de llevar a los niños a la gruta para siempre, acepto, pero no por ello la Madre dejo de recibir lo suyo y le rindió los tributos habituales, incluida la cigua –símbolo de fecundidad- que cosió a sus ropas. Por otra parte el ejercía la labor de caudillo del castro y ella velaba por la salud de los habitantes, mientras su hija crecía sin contratiempos y la pareja era más feliz que nunca. Atendiendo a su solicitud expresa ella renunció a introducirla en los secretos de su culto, a cambio de que él no le diera una educación cristiana. Solo el recuerdo de Pintaio llenaba de nostalgia el hogar.
Cuando su hija comenzó a andar, ella quedo de nuevo embarazada sin buscarlo ni desearlo. Nació un varón cuyo llanto anunció desde el comienzo que su andadura sería breve; estaba escuálido, siempre tenía hambre y ella estaba seca, él rechazaba otra leche, y así el día que dejo finalmente de llorar se sintieron aliviados más que tristes. Nunca le llegaron a poner nombre.
Uno y no más, tal era la voluntad divina, más el pesar de Ickila era muy profundo, un hombre siempre desea un heredero y traiciono a su mujer al decirle que respetaba sus tradiciones, pero que un hombre siempre seria un hombre, a pesar de que estaba seguro de que su hija sabría cuidarse bien.
La pequeña no se separaba de la madre y la acompañaba en todo momento e incluso en ocasiones le hablaba en la lengua antigua.
Después de uno de sus viajes a Cáncias, le anuncio la visita inminente de su amigo el conde Favila, en compañía de su hijo para pedir la mano de Alana. Tenía ya 10 años y había que ir pensando en su futuro. Alana que adoraba a su padre aceptó la idea entusiasmada y Huma se veía incapaz de luchar contracorriente.
Reinaba desde el 812 Silo, el marido de Adosinda, hija del gran Alfonso el cántabro y nieta de Pelayo. Ella había hecho valer su linaje y a falta de descendencia propia había adoptado al huérfano de su hermano Fruela escondido hasta entonces en Samos, llevándoselo a Passicim a dónde se había trasladado la corte desde Cánicas. Ambos caballeros discrepaban de su localización, para el godo se había cometido un error garrafal, para el cántabro el lugar era el ideal para controlar el reino, ya que el rey viven en paz con los sarracenos gracias a los oficios de su madre de origen árabe. Todo aquello no le gustaba nada a Ickila, aunque se alegro de que la adopción de Alfonso, que gracias a los monjes poseía una gran cultura y era tan bueno como jinete como las armas.
En la reunión Alana e Indaro –nombre del joven- apenas se miraban mientras seguía la conversación sobre los monarcas. El conde hizo ver que la reina preparaba a su sobrino para ser rey, y que este ejercía cuando el monarca estaba guerreando por Gallecia. Sin embargo el que mejor lo conocía era su hijo, ya que era su escudero que hablo maravillas del mismo. Dejaron la política y hablaron del acuerdo que las dos familias deseaban, Huma renuncio a luchas por respeto a Ickila y amor a Alana.
La vida siguió su curso plácido, hasta que en el invierno del 821 las hogueras anunciaron nuevas inquietantes. No eran contrarios, sino los recaudadores del rey, portaban un sello real diferente al de Silo, Ickila dedujo que había muerto y que lo había sucedido Alfonso, sin embargo la realidad era otra, el coronado fue Mauregato, viejo traidor, hijo de una sierva del que él siempre pensó que estaba involucrado en la muerte de Fruela. Vendrían cada año a recoger tributos y le advirtieron que probablemente subirían al estar negociando el rey con los moros la paz a cambio de tributos.
Los años siguientes revistieron tintes claroscuros. La paz alcanzada a costa de sumisión trajo prosperidad al reino, aunque recluido y obligado a pagar cada vez más. Alana no había vuelto a saber de su prometido, al que trataba en vano de olvidar. Una tarde llegaron los recaudadores del rey, debían de mostrarse sumisos para no sufrir su ira. Huma no pudo explicar el porqué de la aversión inmediata y absoluta ante el jefe, pero la percibió claramente. Alana sirvió el alimento a los extraños y el jefe pregunto quien era, al saber que era hija de los jefes, le pareció excelente, sería una doncella noble más de las cincuenta que entregarían al emir de Corduba como tributo.
XVI. UN CORCEL SILENCIOSO.Un hombre venido de tierra extraña conquistará tu corazón y otro vendrá a robártelo.
Ahora huma ya no tenía dudas, el corazón al que se refería la profecía no era el suyo, no era el sentido que ella había dado a la expresión a lo largo de todos estos años, era el corazón de Alana, mejor dicho era la misma Alana.
Movida por la desesperación, hizo lo que nunca antes había hecho humillarse ante el recaudador y suplicar que no se la llevase, pero el enviado del rey no cedió y comunico que al día siguiente vendrían por todos los tributos incluida su hija. Alana valiente se ofreció a huir, conocía bien los alrededores y podría hacer, pero la ira caería sobre todo el castro y sus padres no lo permitieron. La prepararon para afrontar cualquier cosa, jamás la abandonarían. Al amanecer se dieron un último abrazo bañado en lágrimas, la pareja se hundió en un duelo de los que no se superan fácilmente, a la perdida de su única hija se sumaba el sentimiento de culpa que los corroía, al no oponer resistencia.
No supo si lo que la despertó fue la punzada de dolor agudo o el rostro ensangrentado de su pequeña pegado al suyo, aquello no era un espíritu necesitado de guía, sino la carne de su carne doliente. Despertó a su marido y le obligo a ir a buscarla en aquel mismo momento, no importaba el precio ni el castigo por la desobediencia, pero Alana corría grave peligro y no había tiempo que perder. Emprendió marcha y le dijo que si la localizaba y salvaba enviaría aviso para que se uniese a ella, ya que deberían vivir como proscritos, al menos mientras viviera Mauregato.
Ickila ya no era joven y la vejez comenzaba a notarse en su cuerpo, pregunto hasta llegar a la corte, pero no lo dejaron entrar, estaba claro que era un hombre de los que había luchado con Alfonso y Fruela. Fue en busca de su amigo el cántabro Favila, pero desconocía el camino y le falto dinero, valor y coraje por lo que volvió desolado al castro. Poco a poco se acostumbraron a vivir sin ella, la felicidad tenida se cubrió de un manto de escarcha, pero había que seguir con sus quehaceres.
En Corduba, tras la muerte de Abd al Rahman, su hijo Hixam había subido al trono decidido a liquidar el foco cristiano asturiano. No aceptaba tributos ni prendas de sumisión, su fe le obligaba a declarar la guerra santa a los contrarios a su religión, y además le sobraban medios destinados a tal fin. Nada se interponía entre su afán de victoria y las victimas designadas para inmortalizar su nombre.
En Passicim, Mauregato fallecía antes de cumplir el sexto año desde su fraudulento ascenso a rey de muerte natural. Para desesperación de Ickila, Alfonso no fue nombrado sucesor, sino que fue Bermuda, diácono de edad avanzada alzado por los magnates a un destino que le venía muy grande. Era el hijo de Fruela, el hermano de Alfonso, y fue nombrado en el año 829. Todo se había confabulado en beneficio de Hixam.
De nuevo fueron las hogueras las que avisaron del peligro que se aproximaba, eran fuegos gigantescos hasta ahora nunca vistos. Antes de regresar los emisarios enviados Huma tuvo conciencia de lo que estaba por llegar y se lo dijo a su marido. Era el fin y le pedía que estuvieran juntos, pero sus obligaciones se lo impedían y así se lo hizo saber, el Ickila fanfarrón y pendenciero resucitaba ante la inminencia de la batalla y la necesidad de proteger a su mujer y a sus vecinos. Un brillo de felicidad salvaje ilumino a Huma, que no insistió en un empeño inútil. Se vistió de guerrero, se encomendó al Señor y se despidió de su esposa, ella tenía la certeza de que no le volvería a ver en este mundo, aunque ya no le importaba. Viéndolo con el casco se dio cuenta de que él era el uro del tempestiario y no Noreno como siempre había creído.
Ahora ella captaba todo con absoluta nitidez y sabía exactamente lo que tenía que hacer. El jinete sin rostro que cabalgaba en la bruma, a lomos de un corcel silencioso, no llegaría a tiempo de satisfacer en ella su lujuria. Disponía del agua, miel y veneno de tejo para la mezcla, la morada de la Madre estaría por siempre a salvo, un trago sería suficiente.
Sentía la muerte bajo el quicio de su puerta, aguardándola con la misma impaciencia con la que la recordaba acechando a su madre moribunda, la sentía, pero no le tenía miedo. Un grito resonó en su memoria desde la lejanía de los años de la visita al sacerdotisa que profetizó su futuro: Guárdate mucho de entregar tu corazón, porque todo lo que ames te será arrebatado. Naya le había ahorrado en su bondad esa sentencia implacable.
El veneno iba alcanzando los rincones de su cuerpo, sumiéndola en un sopor agradable. La lucha iba decayendo del lado enemigo, las defensas caían y las mujeres y niños huían al bosque, ella también lo podía haber hecho, pero ni se lo planteo, su sitio estaba allí, en ese castro que era su legado. En sus últimos momentos evocó a la loba solitaria que paría a un único cachorro a las puertas de su casa, en el que sentía su vientre derramarse en el parto, y que cuando vio a la criatura recién parida, hija suya y de la loba, descubrió que era un águila enorme que le destrozaba las entrañas sin dolor alguno. Alana era el águila que volaba cada vez más alto y más alto y Huma era la loba, tan fiera como sedosa, dispuesta a morir por ella.
Un guerrero sarraceno entró en la casa más rica del poblado, no esperaba encontrar grandes tesoros, ya que aquella gente vivía como ascetas, pero esperaba encontrar una mujer con la que desahogarse. Lo que encontró lo enfureció, estaba muerta, se le había escapado por poco y le había aguado la fiesta, como en tantas ocasiones había visto hacer a las mujeres de esta tierra. Salió convencido de que esa arpía cristiana ser reía de él y de sus hermanos en la fe, vengando así la derrota sufrida.
Ahora huma ya no tenía dudas, el corazón al que se refería la profecía no era el suyo, no era el sentido que ella había dado a la expresión a lo largo de todos estos años, era el corazón de Alana, mejor dicho era la misma Alana.
Movida por la desesperación, hizo lo que nunca antes había hecho humillarse ante el recaudador y suplicar que no se la llevase, pero el enviado del rey no cedió y comunico que al día siguiente vendrían por todos los tributos incluida su hija. Alana valiente se ofreció a huir, conocía bien los alrededores y podría hacer, pero la ira caería sobre todo el castro y sus padres no lo permitieron. La prepararon para afrontar cualquier cosa, jamás la abandonarían. Al amanecer se dieron un último abrazo bañado en lágrimas, la pareja se hundió en un duelo de los que no se superan fácilmente, a la perdida de su única hija se sumaba el sentimiento de culpa que los corroía, al no oponer resistencia.
No supo si lo que la despertó fue la punzada de dolor agudo o el rostro ensangrentado de su pequeña pegado al suyo, aquello no era un espíritu necesitado de guía, sino la carne de su carne doliente. Despertó a su marido y le obligo a ir a buscarla en aquel mismo momento, no importaba el precio ni el castigo por la desobediencia, pero Alana corría grave peligro y no había tiempo que perder. Emprendió marcha y le dijo que si la localizaba y salvaba enviaría aviso para que se uniese a ella, ya que deberían vivir como proscritos, al menos mientras viviera Mauregato.
Ickila ya no era joven y la vejez comenzaba a notarse en su cuerpo, pregunto hasta llegar a la corte, pero no lo dejaron entrar, estaba claro que era un hombre de los que había luchado con Alfonso y Fruela. Fue en busca de su amigo el cántabro Favila, pero desconocía el camino y le falto dinero, valor y coraje por lo que volvió desolado al castro. Poco a poco se acostumbraron a vivir sin ella, la felicidad tenida se cubrió de un manto de escarcha, pero había que seguir con sus quehaceres.
En Corduba, tras la muerte de Abd al Rahman, su hijo Hixam había subido al trono decidido a liquidar el foco cristiano asturiano. No aceptaba tributos ni prendas de sumisión, su fe le obligaba a declarar la guerra santa a los contrarios a su religión, y además le sobraban medios destinados a tal fin. Nada se interponía entre su afán de victoria y las victimas designadas para inmortalizar su nombre.
En Passicim, Mauregato fallecía antes de cumplir el sexto año desde su fraudulento ascenso a rey de muerte natural. Para desesperación de Ickila, Alfonso no fue nombrado sucesor, sino que fue Bermuda, diácono de edad avanzada alzado por los magnates a un destino que le venía muy grande. Era el hijo de Fruela, el hermano de Alfonso, y fue nombrado en el año 829. Todo se había confabulado en beneficio de Hixam.
De nuevo fueron las hogueras las que avisaron del peligro que se aproximaba, eran fuegos gigantescos hasta ahora nunca vistos. Antes de regresar los emisarios enviados Huma tuvo conciencia de lo que estaba por llegar y se lo dijo a su marido. Era el fin y le pedía que estuvieran juntos, pero sus obligaciones se lo impedían y así se lo hizo saber, el Ickila fanfarrón y pendenciero resucitaba ante la inminencia de la batalla y la necesidad de proteger a su mujer y a sus vecinos. Un brillo de felicidad salvaje ilumino a Huma, que no insistió en un empeño inútil. Se vistió de guerrero, se encomendó al Señor y se despidió de su esposa, ella tenía la certeza de que no le volvería a ver en este mundo, aunque ya no le importaba. Viéndolo con el casco se dio cuenta de que él era el uro del tempestiario y no Noreno como siempre había creído.
Ahora ella captaba todo con absoluta nitidez y sabía exactamente lo que tenía que hacer. El jinete sin rostro que cabalgaba en la bruma, a lomos de un corcel silencioso, no llegaría a tiempo de satisfacer en ella su lujuria. Disponía del agua, miel y veneno de tejo para la mezcla, la morada de la Madre estaría por siempre a salvo, un trago sería suficiente.
Sentía la muerte bajo el quicio de su puerta, aguardándola con la misma impaciencia con la que la recordaba acechando a su madre moribunda, la sentía, pero no le tenía miedo. Un grito resonó en su memoria desde la lejanía de los años de la visita al sacerdotisa que profetizó su futuro: Guárdate mucho de entregar tu corazón, porque todo lo que ames te será arrebatado. Naya le había ahorrado en su bondad esa sentencia implacable.
El veneno iba alcanzando los rincones de su cuerpo, sumiéndola en un sopor agradable. La lucha iba decayendo del lado enemigo, las defensas caían y las mujeres y niños huían al bosque, ella también lo podía haber hecho, pero ni se lo planteo, su sitio estaba allí, en ese castro que era su legado. En sus últimos momentos evocó a la loba solitaria que paría a un único cachorro a las puertas de su casa, en el que sentía su vientre derramarse en el parto, y que cuando vio a la criatura recién parida, hija suya y de la loba, descubrió que era un águila enorme que le destrozaba las entrañas sin dolor alguno. Alana era el águila que volaba cada vez más alto y más alto y Huma era la loba, tan fiera como sedosa, dispuesta a morir por ella.
Un guerrero sarraceno entró en la casa más rica del poblado, no esperaba encontrar grandes tesoros, ya que aquella gente vivía como ascetas, pero esperaba encontrar una mujer con la que desahogarse. Lo que encontró lo enfureció, estaba muerta, se le había escapado por poco y le había aguado la fiesta, como en tantas ocasiones había visto hacer a las mujeres de esta tierra. Salió convencido de que esa arpía cristiana ser reía de él y de sus hermanos en la fe, vengando así la derrota sufrida.
PROTAGONISTAS.
NAYA, la Hija del Río, madre de Huma, mujer de Aravo. Sacerdotisa sanadora.
ARAVO, esposo de Naya, y a su muerte Caudillo de Coaña.
HUMA. “la que mana” hija de Naya de Aravo.
PINTAIO. Hermano de Huma, ocho años más pequeño.
LIUVA. Recaudador de Recópolis y padre de Ickila.
BADONA. Madrastra de Ickila.
ICKILA. Hijo de Liuva y de su primera esposa. Marido de Huma.
CLOTILDE e INGUNDA, hermanas de Ickila.
ADRIANO. Monje que vivía con la familia de Ickila.
ZOILA. Amiga desde la infancia de Huma.
NEVA. Hermana de Zoila y esposa de Pintaio.
NORENO. Pastor vaquero, salvador y amante de Huma.
PELAYO. Primer rey del reino de Asturias.
ALFONSO. 3º rey de los astures, cantabro con sangre goda, casado con Ermesinda, hija de Pelayo.
FEDEGARIO. Monje llegado a Coaña y expulsado por Huma.
FRUELA. 4º rey astur, hijo mayor de Alfonso y Ermesinda.
VIMALA, el segundo hijo de Alfonso y Ermesinda.
MUNIA. Hija de un rebelde vasco, concubina del Rey Fruela y madre del hijo de éste, Alfonso.
AURELIO. Primo de Fruela y 5º rey astur.
SILO. Esposo de Adosinda, hija de Alfonso el cántabro y 6º rey astur.
MAUREGATO. 7º rey astur a la muerte de Silo. Hijo de sierva.
BERMUDO: 8º rey astur, hijo de Fruela, sobrino paterno del gran Alfonso.
NOTA.
Todos las fechas se corresponden con la Era Hispánica, utilizado desde el siglo *III d.C. hasta bien entrado el XIV, según el cuál el computo de los años se inicia el 38 a.C., fecha en la que los romanos dieron por cerrada la pacificación de Hispania. Para llevarlo a fechas actuales hay que restarle 38 años.
TOPONIMOS.
Alaba. Alava.
Artúrica. Astorga.
Brácara. Braga (Portugal).
Cánicas. Cangas de Onís.
Gegio. Gijón.
Legio. León.
Isbiliya. Sevilla.
Ovetao. Oviedo.
Passicim. Pravia.
Primorias. Primorias (Cantabria).
Recópolis, Madinat Rqqubat. Yacimiento en la provincia de Guadalajara.
Samos. Samos (Lugo)
CONTRAPORTADA
En los albores del siglo VIII, la sacerdotisa del castro de Coaña da a luz una niña en una noche sin luna. Una profecía y una maldición sellarán el futuro de Huma, heredera de un don tan poderoso como aterrador. Al sur, en Recópolis, la gran ciudad fundada por Leovigildo, ocupada por los guerreros de Alá, el joven de estirpe goda Ickila es castigado al destierro y decide buscar futuro en Asturias, el único territorio que resiste al poder de Al Ándalus.
Los destinos de Huma e Ickila se entrelazan aun a su pesar movidos por una fuerza ancestral que los arrastra. Él entra al servicio del príncipe Alfonso en defensa de la Hispania cristiana, mientras ella luchará con todas sus fuerzas para salvar a su pueblo astur, condenado a desaparecer en la bruma del pasado. Juntos serán indestructibles, pero una sombra amenazadora se cierne sobre ellos.
LA AUTORA.
Isabel San Sebastián, nació en Chile en 1959. Esta divorciada pero no soltera y es madre de dos hijos a los que adora. Periodista todoterreno, trabaja en la actualidad en prensa, radio y televisión, actividades a las que roba tiempo para dedicarse a su pasión de escribir. Es autora de la novela histórica “La Visigoda” -por la que ha recibido el Premio Ciudad de Cartagena 2007 y vendido 50.000 ejemplares – “Cuentos de María la Gorda” “La biografía de Jaime Mayor Oreja” y “Los años de plomo”.
MÁS INFORMACIÓN. Pinchar en enlaces.
Resúmenes de libros Dendecagüelu.
"Ser capaz de morir por una idea no es grandeza. La grandeza es tener la idea". Noel Clarasó (1905-85) escritor español.
NAYA, la Hija del Río, madre de Huma, mujer de Aravo. Sacerdotisa sanadora.
ARAVO, esposo de Naya, y a su muerte Caudillo de Coaña.
HUMA. “la que mana” hija de Naya de Aravo.
PINTAIO. Hermano de Huma, ocho años más pequeño.
LIUVA. Recaudador de Recópolis y padre de Ickila.
BADONA. Madrastra de Ickila.
ICKILA. Hijo de Liuva y de su primera esposa. Marido de Huma.
CLOTILDE e INGUNDA, hermanas de Ickila.
ADRIANO. Monje que vivía con la familia de Ickila.
ZOILA. Amiga desde la infancia de Huma.
NEVA. Hermana de Zoila y esposa de Pintaio.
NORENO. Pastor vaquero, salvador y amante de Huma.
PELAYO. Primer rey del reino de Asturias.
ALFONSO. 3º rey de los astures, cantabro con sangre goda, casado con Ermesinda, hija de Pelayo.
FEDEGARIO. Monje llegado a Coaña y expulsado por Huma.
FRUELA. 4º rey astur, hijo mayor de Alfonso y Ermesinda.
VIMALA, el segundo hijo de Alfonso y Ermesinda.
MUNIA. Hija de un rebelde vasco, concubina del Rey Fruela y madre del hijo de éste, Alfonso.
AURELIO. Primo de Fruela y 5º rey astur.
SILO. Esposo de Adosinda, hija de Alfonso el cántabro y 6º rey astur.
MAUREGATO. 7º rey astur a la muerte de Silo. Hijo de sierva.
BERMUDO: 8º rey astur, hijo de Fruela, sobrino paterno del gran Alfonso.
NOTA.
Todos las fechas se corresponden con la Era Hispánica, utilizado desde el siglo *III d.C. hasta bien entrado el XIV, según el cuál el computo de los años se inicia el 38 a.C., fecha en la que los romanos dieron por cerrada la pacificación de Hispania. Para llevarlo a fechas actuales hay que restarle 38 años.
TOPONIMOS.
Alaba. Alava.
Artúrica. Astorga.
Brácara. Braga (Portugal).
Cánicas. Cangas de Onís.
Gegio. Gijón.
Legio. León.
Isbiliya. Sevilla.
Ovetao. Oviedo.
Passicim. Pravia.
Primorias. Primorias (Cantabria).
Recópolis, Madinat Rqqubat. Yacimiento en la provincia de Guadalajara.
Samos. Samos (Lugo)
CONTRAPORTADA
En los albores del siglo VIII, la sacerdotisa del castro de Coaña da a luz una niña en una noche sin luna. Una profecía y una maldición sellarán el futuro de Huma, heredera de un don tan poderoso como aterrador. Al sur, en Recópolis, la gran ciudad fundada por Leovigildo, ocupada por los guerreros de Alá, el joven de estirpe goda Ickila es castigado al destierro y decide buscar futuro en Asturias, el único territorio que resiste al poder de Al Ándalus.
Los destinos de Huma e Ickila se entrelazan aun a su pesar movidos por una fuerza ancestral que los arrastra. Él entra al servicio del príncipe Alfonso en defensa de la Hispania cristiana, mientras ella luchará con todas sus fuerzas para salvar a su pueblo astur, condenado a desaparecer en la bruma del pasado. Juntos serán indestructibles, pero una sombra amenazadora se cierne sobre ellos.
LA AUTORA.
Isabel San Sebastián, nació en Chile en 1959. Esta divorciada pero no soltera y es madre de dos hijos a los que adora. Periodista todoterreno, trabaja en la actualidad en prensa, radio y televisión, actividades a las que roba tiempo para dedicarse a su pasión de escribir. Es autora de la novela histórica “La Visigoda” -por la que ha recibido el Premio Ciudad de Cartagena 2007 y vendido 50.000 ejemplares – “Cuentos de María la Gorda” “La biografía de Jaime Mayor Oreja” y “Los años de plomo”.
MÁS INFORMACIÓN. Pinchar en enlaces.
Resúmenes de libros Dendecagüelu.
"Ser capaz de morir por una idea no es grandeza. La grandeza es tener la idea". Noel Clarasó (1905-85) escritor español.
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