Pregón realizado en el hotel restaurante
Cristina, de Noreña, el 21 de mayo de 2015. Se anexa el pregón.
El inquieto amigo Gustavo Izquierdo
lleva ya más de media década –enero de 2010- organizando mensualmente una
fiesta gastronómica temática con gran acierto y que ya hace tiempo están
totalmente consolidadas.
Los primeros años las organizaba en el
hotel La Cabaña, en Viella, que gestionó durante unos años con su hermano
Monchu con considerable éxito. Posteriormente, ya como coordinador y
colaborador de los establecimientos, fue en el restaurante Casa Carlos, en Llanera, desde dónde paso a
realizarlas al hotel Loriga de Pola de Siero y desde hace apenas un año las
mismas se celebran el hotel restaurante Cristina, de Noreña.
Todas las fiestas están diseñadas desde
la perspectiva de la amistad. Casi todos los asistentes –asiduos en una gran
parte- son conocidos o amigos; las mesas están reservadas por grupos de
afinidad; cada fiesta cuenta con un pregonero, también casi siempre amigo y en
muchas ocasiones de los habituales de las fiestas, que ejerce como tal antes
del inicio de la comida.
Comida a la que la organización facilita
el desplazamiento con la puesta a disposición de un autobús desde Oviedo, y que
cada mes está dedicada a un plato, comida o gastronomía regional concreta, cuyo
coste en la actualidad –todo incluido- es de 25 euros. Ni más ni menos son ya
cincuenta y seis las que Gustavo lleva organizando, y a las menos –por
diferentes causas- a las que el que suscribe ha podido acudir.
El pasado 21 de mayo de 2015, la fiesta
estaba centrada en la primavera y su gastronomía, siendo el amigo común Juan
Granda Diego el que en esta ocasión ha ejercido como lúcido pregonero, motivo
más que justificado para estar presente en la fiesta. Con ambos he compartido y
comparto de forma habitual muy agradables veladas en torno a una mesa desde hace
casi dos décadas.
Gustavo fue el encargado de presentar al piloñes de Sevares, que cuenta con una
edad de 30 años y más de quinientos meses como a él le gusta decir, que después
de estudiar en Oviedo con los hermanos Maristas, se fue primero a Madrid a
diplomarse por la Escuela de Industrias Lácticas de Madrid, y posteriormente a
Francia para estudiar Química Aplicada en la Universidad de Nancy. Estudios que
amplío, años más tarde, con la realización de un master de Biotecnología de los
alimentos en el departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Oviedo.
Profesionalmente siempre desarrollo su labor en la industria alimentaria y
láctea, primeramente con su padre, Manuel Granda, en la empresa familiar que
este fundó en Sevares y posteriormente en Suiza, Francia y de nuevo en España
en diferentes empresas, concluyendo su etapa profesional en la Central Lechera
Asturiana, dónde ejerció diferentes funciones, entre ellas la dirección de la
cueva de elaboración de quesos Cabrales que la misma tiene en Arenas de
Cabrales.
Activo montañero hasta no hace muchos
años; apasionado de la cultura de los indios mayas, de la que se embebe en sus
continuos viajes a Méjico dónde reside una parte de su familia; gastrónomo y
quesomano confeso es cofrade de número del Círculo Gastronómico de los Quesos
Asturianos y de la Cofradía de Amigos del Queso Gamoneu, así como de Honra y
Honor de varías españolas y francesas. En fin, el amigo Juan es un pozo de
sabiduría y experiencia del que nos nutrimos sus amigos.
En esta ocasión este piloñes ejemplar
nos disertó sobre guisos y potajes, siguiendo la petición que le había
realizado Gustavo. Pregón - que se anexa al presente, gracias a su gentileza-
en el que retrocedió en el tiempo y recordó los potajes de abuelas y madres,
con el ingrediente secreto del amor y paciencia. Repaso la historia de la
alimentación empezando por la Prehistoria;
mencionó a Pelayo y el enorme queso que le regalaron los casinos por su
victoria ante los moros; no se olvidó de la comida feudal ni de los
monasterios, y bromeó a costa del jefe de una tribu de caníbales que quería
comer a guisado a un explorador y con los excéntricos nombres de muchos platos
actuales, antes de seguir el consejo de Ibáñez Serrador e invitar a todos a
comenzar a comer los platos que a continuación se iban a servir.
Concluido el pregón, y después de la
entrega de un detalle al pregonero por parte del organizador, dimos buena
cuenta del menú que se festejaba, que estuvo compuesto por: Menestra de
temporada, cortante de mandarina, Lenguado relleno en salsa marinera y Sopa
fría de fruta con helado, acompañado todo ello de vinos de las DOP Rueda y
Rioja y posterior café.
Menú contunde, bien elaborado y sabroso,
que fue aún mejor en la compañía de los amigos Aquilino Suárez, Emilio Argente,
Iñaqui Blanco, Ana Marta, Josele Quiros, José Luis Suárez, Jorge Martínez, compañeros
y amigos de Juan.
Juan, rodeado de sus compañeros círculianos.
Juan, con sus compañeros cofrades gamoneos.
Vaya desde el presente mi enhorabuena y
felicitaciones tanto al pregonero y al organizador. A uno por su disertación y
al otro porque no es nada fácil organizar y coordinar mes tras mes y año tras
año este tipo de actos, y el amigo Gustavo lo hace como nadie.
MÁS
INFORMACIÓN. Pinchar en enlace.
“Ya todos estamos en edad de
tirar por la borda los sentimientos que no sirven para nada y quedarnos sólo
con aquellos que nos ayudarán a vivir”. Isabel Allende (1942 -) escritora
chilena.
PREGÓN
JORNADA DE LA FIESTA GASTRONÓMICA DE LA PRIMAVERA.
Señoras, señores y amigos todos.
Hoy me presento ante ustedes con cierto
temor, se me pide que hable de guisos y
potajes y soy consciente de que entre el público asistente hay personas, sobradamente cualificadas, para hacerlo mejor que yo, pido pues
indulgencia por mi atrevimiento.
Sé que hablar de potajes, nos puede
retrotaer a otros tiempos y comparar, es lo normal en el ser humano, nuestros
recuerdos que nos transportan a aquellos guisos, que en otros tiempos de nuestra vida,
nuestras madres y abuelas nos servían cuando nos alimentaban y que en nuestro recuerdo era por supuesto,
especial y suculento, que tenía un algo
que no encontrábamos al comerlos en
otros lugares. Una buena amiga mía,
Maria Jose, me abrió los ojos a aquel ingrediente secreto, que hacían el potaje
inolvidable, y que no era otro que el gran amor y paciencia empleado en
hacerlo que nuestras madres ponían.. Que
poco sabíamos apreciarlo y con qué gusto lo comíamos, la vida es así de
ingrata, cuan poco se valoran estas cosas.
Quisiera romper una lanza en favor de
potajes y guisos, pues ellos han sido los
pilares de nuestra civilización, son
ciertamente humildes pero no por esos menos importantes.
Entremos en el reloj de la vida, cuando el hombre primitivo se enfrentaba al
problema diario de alimentar a su tribu,
en aquellos primeros días de la vida,
el hombre era cazador y la mujer recolectora.
Salía el hombre de la cueva donde
moraban, a intentar atrapar a cualquier
animal de pelo o pluma que le sirviese de alimento a su prole
La mujer caminaba por el bosque vecino y
allí recolectaba unas raíces , unos tubérculos y unas hierbas que con algunas
frutas, podían aplacar el hambre en caso
de no tener caza.
Normalmente el hombre regresaba con las
manos vacías, cansado, refunfuñando y
comía aquel fruto crudo antes de ir a dormir, un tanto famélico, y acompañado
de un concierto de tripas que para si
hubiesen querido las ranas de la charca vecina. Habría que intentarlo de nuevo
al día siguiente, esperando que la suerte fuera buena compañera en las lides de
la caza.
La mujer sale a hacer su recolección y
se encuentra con algo nuevo, un rayo de
la tormenta de la noche, ha caído sobre
un árbol seco y este arde, con temor y precaución lleva ascuas encendidas a la
cueva y pronto arde allí un confortable fuego, el recipiente primitivo
abandonado al lado del fuego con las verduras, remolachas y otros tubérculos se
han cocido y aquello tiene muy buen sabor y esta apetitoso. Se ha inventado el
potaje.
Cuando el hombre regresa, roto de cansancio y sin nada de caza, la mujer le da algo en un cuenco que el hombre
come y encuentra sabroso, esta calentito y tiene buen gusto, su estómago salta de contento y puede dormir
sin conciertos tripiles. El sustancioso potaje hace su efecto, descansa. Un
nuevo paso en la vida. Pasa el hombre
primitivo a ser cazador y agricultor.
El reloj de la vida da una vuelta
más, estamos ya en la edad media, el
hombre cultiva terrenos. En esas fechas las tierras son propiedad de los
señores feudales, o de los monasterios,
tanto unos como otros las ceden para que se cultiven, recibiendo a cambio una renta que en muchos
casos es en especie.
Al señor feudal, cuya ocupación principal es darse de mamporro
con su vecino, esta renta le bien muy bien,
así alimenta sus mesnadas, y si cae algún regalo la cosa marcha. Cuentan
las leyendas que a nuestro Don Pelayo,
los habitantes de Campo de Caso le regalaron un queso en agradecimiento
por haberlo librado de la morisma, y que era de tal magnitud y peso, que se transportó en un carro tirado por
vacas. El queso se comió, las vacas se libraron de milagro, regresando a Caso enteras, fue un pecado
momentáneo de gula. En fin unas cuestiones de alta política.
Por el contrario en los
Monasterios, el pago en especie iba a la
despensa, allí se almacenaba y se utilizaba para el sustento de monjes y
necesitados. Los monjes todo lo anotaban, tanto lo recibido como lo que
preparaban, al ser buenos cocineros, confiteros y bodegueros, de sus archivos
salieron múltiples recetas de alimentos y bebidas. Es curioso pero en las pinturas medievales
siempre retrataban gordos y lucidos a
los padres priores, problemas de buena mesa, a los legos más flacos, cosas veredes amigos.
En nuestros días los potajes y verduras
son pilar importante de nuestro comer diario. Refugio de una buena comida y
receta para matar el hambre en caso de apuro.
Debo decir aquí que la cocina y sus
condimentos no están libres de peligros.
Cuentan que un pobre explorador de las tierras africanas, fue capturado
por una tribu de caníbales, el gran jefe
después de calibrarlo a ojo, dijo a su
cocinero: “lo quiero guisado para comer”. Paso una hora y luego otra y otra, y
un tanto furioso, el gran jefe con una
gusa tremebunda se fue a reclamar su comida,
encontrándose al explorador sonriente dentro de la marmita, y al cocinero desesperado diciendo,” es la
tercera vez que se come las patatas y así no hay quien guise.” Astucia, hay que
saber amoldarse al momento presente.
La cocina es una constante en evolución,
siempre me han dejado patidifuso, las cartas de algunos restaurantes modernos,
son acertijos incomprensibles, un
ejemplo : decostrucion de alegrías güertanas chicharinadas, asperjadas con zumo arbequinado y olorosas
ranunculas con inflorescecias verdes, y floripondios rastriles, al estilo de nuestro chef. Luego visto en el plato un exclama perplejo
“recuernos esto es menestra”. Claro que con la cuenta, comprendes lo del nombrecito.
Y termino aquí, que mejor que decir aquella frase escuchada
a Ibañez Serrador para finalizar: “
Señores, el cotidiano condumio esta ya a punto para ser deglutido“.
Muchas gracias y que aproveche.
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