miércoles, 27 de mayo de 2015

Juan Granda pregona la fiesta gastronómica de la Primavera, en el hotel Cristina, de Noreña.

Pregón realizado en el hotel restaurante Cristina, de Noreña, el 21 de mayo de 2015. Se anexa el pregón.


El inquieto amigo Gustavo Izquierdo lleva ya más de media década –enero de 2010- organizando mensualmente una fiesta gastronómica temática con gran acierto y que ya hace tiempo están totalmente consolidadas.
Los primeros años las organizaba en el hotel La Cabaña, en Viella, que gestionó durante unos años con su hermano Monchu con considerable éxito. Posteriormente, ya como coordinador y colaborador de los establecimientos, fue en el restaurante  Casa Carlos, en Llanera, desde dónde paso a realizarlas al hotel Loriga de Pola de Siero y desde hace apenas un año las mismas se celebran el hotel restaurante Cristina, de Noreña.
Todas las fiestas están diseñadas desde la perspectiva de la amistad. Casi todos los asistentes –asiduos en una gran parte- son conocidos o amigos; las mesas están reservadas por grupos de afinidad; cada fiesta cuenta con un pregonero, también casi siempre amigo y en muchas ocasiones de los habituales de las fiestas, que ejerce como tal antes del inicio de la comida.
Comida a la que la organización facilita el desplazamiento con la puesta a disposición de un autobús desde Oviedo, y que cada mes está dedicada a un plato, comida o gastronomía regional concreta, cuyo coste en la actualidad –todo incluido- es de 25 euros. Ni más ni menos son ya cincuenta y seis las que Gustavo lleva organizando, y a las menos –por diferentes causas- a las que el que suscribe ha podido acudir.









El pasado 21 de mayo de 2015, la fiesta estaba centrada en la primavera y su gastronomía, siendo el amigo común Juan Granda Diego el que en esta ocasión ha ejercido como lúcido pregonero, motivo más que justificado para estar presente en la fiesta. Con ambos he compartido y comparto de forma habitual muy agradables veladas en torno a una mesa desde hace casi dos décadas.










Gustavo fue el encargado de presentar al piloñes de Sevares, que cuenta con una edad de 30 años y más de quinientos meses como a él le gusta decir, que después de estudiar en Oviedo con los hermanos Maristas, se fue primero a Madrid a diplomarse por la Escuela de Industrias Lácticas de Madrid, y posteriormente a Francia para estudiar Química Aplicada en la Universidad de Nancy. Estudios que amplío, años más tarde, con la realización de un master de Biotecnología de los alimentos en el departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Oviedo. Profesionalmente siempre desarrollo su labor en la industria alimentaria y láctea, primeramente con su padre, Manuel Granda, en la empresa familiar que este fundó en Sevares y posteriormente en Suiza, Francia y de nuevo en España en diferentes empresas, concluyendo su etapa profesional en la Central Lechera Asturiana, dónde ejerció diferentes funciones, entre ellas la dirección de la cueva de elaboración de quesos Cabrales que la misma tiene en Arenas de Cabrales.
Activo montañero hasta no hace muchos años; apasionado de la cultura de los indios mayas, de la que se embebe en sus continuos viajes a Méjico dónde reside una parte de su familia; gastrónomo y quesomano confeso es cofrade de número del Círculo Gastronómico de los Quesos Asturianos y de la Cofradía de Amigos del Queso Gamoneu, así como de Honra y Honor de varías españolas y francesas. En fin, el amigo Juan es un pozo de sabiduría y experiencia del que nos nutrimos sus amigos.










En esta ocasión este piloñes ejemplar nos disertó sobre guisos y potajes, siguiendo la petición que le había realizado Gustavo. Pregón - que se anexa al presente, gracias a su gentileza- en el que retrocedió en el tiempo y recordó los potajes de abuelas y madres, con el ingrediente secreto del amor y paciencia. Repaso la historia de la alimentación empezando por la Prehistoria;  mencionó a Pelayo y el enorme queso que le regalaron los casinos por su victoria ante los moros; no se olvidó de la comida feudal ni de los monasterios, y bromeó a costa del jefe de una tribu de caníbales que quería comer a guisado a un explorador y con los excéntricos nombres de muchos platos actuales, antes de seguir el consejo de Ibáñez Serrador e invitar a todos a comenzar a comer los platos que a continuación se iban a servir.











Concluido el pregón, y después de la entrega de un detalle al pregonero por parte del organizador, dimos buena cuenta del menú que se festejaba, que estuvo compuesto por: Menestra de temporada, cortante de mandarina, Lenguado relleno en salsa marinera y Sopa fría de fruta con helado, acompañado todo ello de vinos de las DOP Rueda y Rioja y posterior café.
Menú contunde, bien elaborado y sabroso, que fue aún mejor en la compañía de los amigos Aquilino Suárez, Emilio Argente, Iñaqui Blanco, Ana Marta, Josele Quiros, José Luis Suárez, Jorge Martínez, compañeros y amigos de Juan.





Juan, rodeado de sus compañeros círculianos.

Juan, con sus compañeros cofrades gamoneos.





Vaya desde el presente mi enhorabuena y felicitaciones tanto al pregonero y al organizador. A uno por su disertación y al otro porque no es nada fácil organizar y coordinar mes tras mes y año tras año este tipo de actos, y el amigo Gustavo lo hace como nadie.


MÁS INFORMACIÓN. Pinchar en enlace.


“Ya todos estamos en edad de tirar por la borda los sentimientos que no sirven para nada y quedarnos sólo con aquellos que nos ayudarán a vivir”. Isabel Allende (1942 -) escritora chilena.


PREGÓN JORNADA DE LA FIESTA GASTRONÓMICA DE LA PRIMAVERA.

Señoras, señores y amigos todos.
Hoy me presento ante ustedes con cierto temor,  se me pide que hable de guisos y potajes y soy consciente de que entre el público asistente hay personas,  sobradamente cualificadas,  para hacerlo mejor que yo, pido pues indulgencia por mi atrevimiento.
Sé que hablar de potajes, nos puede retrotaer a otros tiempos y comparar, es lo normal en el ser humano, nuestros recuerdos que nos transportan a aquellos guisos,  que en otros tiempos de nuestra vida, nuestras madres y abuelas nos servían cuando nos alimentaban  y que en nuestro recuerdo era por supuesto, especial y suculento,  que tenía un algo que no encontrábamos  al comerlos en otros lugares.  Una buena amiga mía, Maria Jose, me abrió los ojos a aquel ingrediente secreto, que hacían el potaje inolvidable, y que no era otro que el gran amor y paciencia empleado en hacerlo  que nuestras madres ponían.. Que poco sabíamos apreciarlo y con qué gusto lo comíamos, la vida es así de ingrata, cuan poco se valoran estas cosas.
Quisiera romper una lanza en favor de potajes y guisos,  pues ellos han sido los pilares de nuestra civilización,  son ciertamente humildes pero no por esos menos importantes.
Entremos en el reloj de la vida,  cuando el hombre primitivo se enfrentaba al problema diario de alimentar a su tribu,  en aquellos primeros días de la vida,  el hombre era cazador y la mujer recolectora.
Salía el hombre de la cueva donde moraban,  a intentar atrapar a cualquier animal de pelo o pluma que le sirviese de alimento a su prole
La mujer caminaba por el bosque vecino y allí recolectaba unas raíces , unos tubérculos y unas hierbas que con algunas frutas,  podían aplacar el hambre en caso de no tener caza.
Normalmente el hombre regresaba con las manos vacías,  cansado, refunfuñando y comía aquel fruto crudo antes de ir a dormir, un tanto famélico, y acompañado de un concierto de  tripas que para si hubiesen querido las ranas de la charca vecina. Habría que intentarlo de nuevo al día siguiente, esperando que la suerte fuera buena compañera en las lides de la caza.
La mujer sale a hacer su recolección y se encuentra con algo nuevo,  un rayo de la tormenta de la noche,  ha caído sobre un árbol seco y este arde, con temor y precaución lleva ascuas encendidas a la cueva y pronto arde allí un confortable fuego, el recipiente primitivo abandonado al lado del fuego con las verduras, remolachas y otros tubérculos se han cocido y aquello tiene muy buen sabor y esta apetitoso. Se ha inventado el potaje.
Cuando el  hombre regresa,  roto de cansancio y sin nada de caza,  la mujer le da algo en un cuenco que el hombre come y encuentra sabroso, esta calentito y tiene buen gusto,  su estómago salta de contento y puede dormir sin conciertos tripiles. El sustancioso potaje hace su efecto, descansa. Un nuevo paso en la vida.  Pasa el hombre primitivo a ser cazador y agricultor.
El reloj de la vida da una vuelta más,  estamos ya en la edad media, el hombre cultiva terrenos. En esas fechas las tierras son propiedad de los señores feudales,  o de los monasterios, tanto unos como otros las ceden para que se cultiven,  recibiendo a cambio una renta que en muchos casos es en especie.
Al señor feudal,  cuya ocupación principal es darse de mamporro con su vecino, esta renta le bien muy bien,  así alimenta sus mesnadas, y si cae algún regalo la cosa marcha. Cuentan las leyendas que a nuestro Don Pelayo,  los habitantes de Campo de Caso le regalaron un queso en agradecimiento por haberlo librado de la morisma, y que era de tal magnitud y peso,  que se transportó en un carro tirado por vacas.  El queso se comió,  las vacas se libraron de milagro,  regresando a Caso enteras, fue un pecado momentáneo de gula. En fin unas cuestiones de alta política.
Por el contrario en los Monasterios,  el pago en especie iba a la despensa, allí se almacenaba y se utilizaba para el sustento de monjes y necesitados. Los monjes todo lo anotaban, tanto lo recibido como lo que preparaban, al ser buenos cocineros, confiteros y bodegueros, de sus archivos salieron múltiples recetas de alimentos y bebidas.  Es curioso pero en las pinturas medievales siempre  retrataban gordos y lucidos a los padres priores, problemas de buena mesa, a los legos más flacos,  cosas veredes amigos.
En nuestros días los potajes y verduras son pilar importante de nuestro comer diario. Refugio de una buena comida y receta para matar el hambre en caso de apuro.
Debo decir aquí que la cocina y sus condimentos no están libres de peligros.  Cuentan que un pobre explorador de las tierras africanas, fue capturado por una tribu de caníbales,  el gran jefe después de calibrarlo a ojo,  dijo a su cocinero: “lo quiero guisado para comer”. Paso una hora y luego otra y otra, y un tanto furioso,  el gran jefe con una gusa tremebunda se fue a reclamar su comida,  encontrándose al explorador sonriente dentro de la marmita,  y al cocinero desesperado diciendo,” es la tercera vez que se come las patatas y así no hay quien guise.” Astucia, hay que saber amoldarse al momento presente.
La cocina es una constante en evolución, siempre me han dejado patidifuso, las cartas de algunos restaurantes modernos, son acertijos incomprensibles,  un ejemplo : decostrucion de alegrías güertanas chicharinadas,  asperjadas con zumo arbequinado y olorosas ranunculas con inflorescecias verdes, y floripondios rastriles,  al estilo de nuestro chef.  Luego visto en el plato un exclama perplejo “recuernos esto es menestra”. Claro que con la cuenta,  comprendes lo del nombrecito.
Y termino aquí,  que mejor que decir aquella frase escuchada a  Ibañez Serrador para finalizar: “ Señores, el cotidiano condumio esta ya a punto para ser deglutido“.
Muchas gracias y que aproveche.

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