En un mundo global, dónde hay
infinidad de factores que no se pueden controlar, la marca o el símbolo de una
empresa pasa por ser su principal valor para distinguirse de la competencia.
Pero no menos importante es la
estrategia de comunicación, fundamental para transmitir su imagen, su historia
y el mensaje elegido para difundir todos los valores que atesora el producto
que se esta comercializando. Y, en una gran parte de las ocasiones, esa
transmisión pasa por el envase y la etiqueta, intrínsecamente ligados a
políticas estratégicas de comunicación y de marketing, ya que ambos son en la
práctica lo que ven la mayoría de los susceptibles clientes y de conseguir
llamar su atención va a depender en muchos de los casos el éxito.
El sector quesero no es ajeno a
ello, y aunque desde hace unos años el marketing y las políticas de
comercialización se han implantado poco a poco en algunas empresas, aún están
lejos de implantarse en un porcentaje muy alto, y más en un sector tan
atomizado como este, y más en el de los sectores artesanos.
Por lo general, el embalaje y el
etiquetado de un más que elevado número de quesos es aún deficiente. Obviamente
todos cumplen la legislación vigente, pero apenas unos pocos aprovechan el espacio
para transmitir los valores de su producto y por ende de su marca, a unos
posibles clientes ávidos de información.
En la actualidad, abril de 2019,
la normativa vigente especifica que en la etiqueta de un queso debe de aparecer
perfectamente visible y legible la siguiente información: nombre comercial;
nombre, domicilio y registro sanitario del elaborador; tipo de leche con el que
está elaborado y su tratamiento; valores nutricionales; fechas de fabricación y
consumo preferente; alérgenos y sello de la DOP o IGP, si procede, y su
referencia.
Pero para un espectro de
consumidores las etiquetas que se ajustan estrictamente a la legislación
vigente pecan de falta de información, y por ello demandan completar la misma,
como ha ocurrido por ejemplo con el sector vinícola en la última década, dónde
los diseños y contenidos de las mismas han evolucionado para transmitir la
mayor información posible sobre el producto y sus bondades.
Un queso envasado esconde aromas,
sabores y sensaciones únicas y diferentes, en las más de las ocasiones
relacionadas con el trabajo y el esfuerzo del artesano elaborador. Por ello es
fundamental que su envasado y etiquetado detalle lo más posible sus virtudes y
sus elementos diferenciadores.
En su envasado, es fundamental
adaptarse a su tipo y tamaño, así como permitir la mejor conservación posible,
tanto previamente a su abertura como una vez realizada esta. Pero también,
aunar un diseño que lo haga ser atractivo y diferenciador, con el objetivo de
servir de reclamo y atracción.
La etiqueta, a la que se debe de considerar
como su biografía, al ser su espacio limitado debe de aprovecharse al máximo,
debiéndose transmitir sus bondades y sus peculiaridades. En ella, por ejemplo,
se pude indicar si la procedencia de la materia prima es de ganadería propia,
tutelada o ajena; el tipo de coagulación aplicada y su procedencia; la familia a la que se relaciona; el tiempo de
maduración con el que se comercializa y dónde se ha realizado; el tipo de
corteza; una pequeña cata o descripción sensorial; la armonización más
adecuada; su corte para una mejor apreciación, y muy importante, consejos sobre
su consumo en el tiempo más adecuado y su vida una vez abierto.
OBSERVACIONES.
MÁS INFORMACIÓN. Pinchar en enlaces.
“Muchas palabras nunca indican mucha sabiduría”. Tales de Mileto
(624-546 a.C) filósofo y legislador griego.
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