martes, 1 de mayo de 2018

Bandujo, en Proaza, el pueblo medieval del Principado de Asturias.

Parroquia y pueblo de Proaza, aldea medieval dormida en los albores de los tiempos.

Proaza es un concejo ubicado en el centro sur del Principado de Asturias, cuenta con una extensión de 76,79 kilómetros cuadrados y un censo poblacional a fecha 2017 de 754 habitantes, estando vertebrado en 8 parroquias: Bandujo, Caranga, Linares, Proacina, Proaza, San Martín, Sograndio y Traspeña.
La primera de ellas, Bandujo, parroquia y pueblo, fue en el siglo XVI su primera capital; está situada en el suroeste del concejo, a 660 metros de altitud, distante 11 kilómetros de la capital, su extensión es de 10,78 kilómetros cuadrados y su censo poblacional en 2017 es de 43 personas.






A ella se accede por la carretera comarcal que parte de la salida de Proaza a la derecha, en la carretera AS-228, que comunica Trubia con el puerto de Ventana, desde Proacina, construida en los años ochenta del siglo pasado. O a través del Camino Medieval, que sale de la actual “Senda del Oso” en el kilómetro 21 de la mencionada carretera, único medio de comunicación histórico de la localidad.





Su historia, al igual que otras tantas localidades asturianas, está marcada por su situación geográfica, ubicada en un valle rodeado completamente por montañas, lo que dificultaba hasta escasos años su accesibilidad, provocando tanto su esplendor medieval como su posterior declive.






Ejemplo excepcional de aldea asturiana que ha conservado a lo largo del tiempo sus características fundamentales, perseverando sus componentes básicos, sin graves alteraciones. Que le ha permitido contar con un conjunto patrimonial de gran importancia, que incluye desde una de las torres bajomedievales mejor preservadas de Asturias, hasta un variado repertorio de viviendas y construcciones auxiliares de tipología tradicional de época moderna y contemporánea, sin que falten ejemplos de arquitectura de esos períodos.







La localidad se encuentra diseminada en el valle, estando formada por nueve barrios: Campal, Palaciu, el Real, Entelailesia, la Campa, la Molina, La Reguera, el Taranu y el Toral. 
La Molina es el más bajo de todos ellos, y de él parte la senda de su Camino medieval.








Arriba del mismo, a continuación, se encuentra la Reguera, dónde se ubica el antiguo lavadero.






Las casas por encima del antiguo molino, que se encuentra pegado al lavadero, forman el de Toral y la Campa.






Enfrente de la Toral, los del Palaciu y el Real, los dos más importantes históricamente.






Por encima de estos, el de Entelailesia, con la iglesia y cementerio como referentes.





Al Taranu se le denomina a la ladera enfrente del de la Entelailesia.






Siendo el Campal, el más alto de todos ellos, de dónde parte la carretera que comunica con la capital municipal y la pista que parte hacia los puertos de Bandujo, su zona de pastos.






En la época medieval Proaza estaba en la ruta principal de comunicación de la zona central asturiana con la meseta, por lo que los valles del Trubia estaban jalonados desde la Edad Media de castillos y torres defensivas que dan fe de su importancia estratégica, siendo Bandujo uno de sus referentes, a lo que unía su cercanía a los polos de poder. La localidad tenía, dentro del sistema feudal, la categoría de behetría, lo que le permitía elegir como Señor a aquél que mejor le conviniese, circunstancia de la que gozaban muy pocos núcleos.







Documentada ya en la Alta Edad Media (siglos VIII-XI) como Vandugio, en torno a la iglesia de Santa María, bajo la dependencia del obispo Gladila.
En la Baja Edad Media (siglos XII-XV) tiene su época de mayor esplendor gracias a la construcción de la torre en el siglo XIV por los Álvarez de Bandujo, linaje local una de las más importantes del reino de quienes descendieron los Miranda y los Tuñón, y a su vinculación a la sociedad feudal.  
En el siglo XVIII su crecimiento se acentúa, manteniendo los herederos del viejo linaje su dominio sobre la tierra y los inmuebles, a la vez que comienzan a levantarse construcciones de los habitantes. Perseverándose todo el entorno durante los siglos XIX y XX, lo que ha permitido que todas las etapas históricas han dejado su huella constructiva, lo que permite que un recorrido por esta peculiar aldea sea un recorrido cronológico por la historia asturiana.







Su elemento patrimonial más destacado es la “Torre de los Tuñón”, una de las torres defensivas bajomedievales mejor preservadas del Principado. Emplazada estratégicamente en una loma, tiene planta circular, construida con mampostería y sillarejo en los vanos y cubierta cónica. 





Asentada sobre un zócalo de piedra, cuenta con cuatro plantas y está coronada con el escudo con los blasones de los Tuñón, Miranda y Bandujo y en el centro una torre con una lanza inclinada en cada costado.






El solar contiguo lo conforma el conocido como el Palacio, con torre cuadrada, datado en el siglo XVIII.







Su iglesia de Santa María es la construcción religiosa de mayor antigüedad del concejo. De estilo románico, que aparece mencionada en la donación de Fruela II a la Catedral de Oviedo en el año 912, aunque el edificio actual es posterior a esta fecha, y no parece conservar nada anterior al siglo XII. Construida en mampostería, cuenta con una sola nave y ábside plano en el interior y semicircular al exterior cubierto con bóveda de medio cañón, luciendo en su sencilla portado un arco de medio punto. Actualmente carece de decoración, aunque hace unos años aún podían verse algunos fragmentos escultóricos en la misma.




A sus pies, luciendo altivo sobre la aldea, se encuentra su peculiar cementerio, compuesto por 27 tumbas, que no tienen dueño. Allí aún perdura una tradición secular, que también existía en otros pueblos, en el que las lápidas y nichos no existen. Los muertos son enterrados en la tierra, y cada año, en el día de todos los Santos, se les recuerda cubriendo las tumbas con trabajadas mantas florales. El número de tumbas no se incrementa, y cuando una persona fallece ocupa el lugar de aquella que más tiempo lleve enterrada, una placa ubicada a los pies de una pequeña cruz recuerda el nombre del difunto durante su período en la tumba, que se cambia al ser sustituido el difunto.






El, posiblemente, más importante conjunto histórico y monumental medieval del Principado de Asturias, se complementa con una asombrosa agrupación de varias viviendas señoriales, con construcciones etnográficas de alto valor, que abarcan un alto número de hórreos, paneras y molinos.







Varias circunstancias convierten al lugar en un pueblo atípico. Su inaccesibilidad, a pesar de estar en el centro del Principado; su peculiar silueta, dominada por la torre circular y sobre todo su rico patrimonio, considerado como el mejor conservado de la época medieval, siendo por ello uno de los cuatro pueblos –junto a Argul (Pesoz), Lastres (Colunga) y Os Texois (Taramundi)-, que gozan de la máxima categoría de protección oficial del Principado de Asturias, la de Bien de Interés Cultural, en su categoría de Conjunto Histórico, reconocimiento realizado en enero de 2010.






Visitar Bandujo es hacerlo a un enclave de naturaleza privilegiada, anclado en el pasado, que permite un recorrido diacrónico por la historia de Asturias, que ha sabido conservar vestigios milenarios compaginándolas con otros tipos de construcciones, adaptándose a unas duras condiciones de vida, que han impedido a sus vecinos disfrutar de las comodidades del mundo contemporáneo hasta los años ochenta del siglo pasado, en los que la carretera, la electricidad y el agua corriente llegó al pueblo.








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“En Banduxu canta l´uxu (búho), en Traspieña, la rapiega (zorra) y baxando pa Caranga, la miseria puñetera”.


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