miércoles, 11 de abril de 2018

Fez el Bali, la espectacular Medina de Fez, en Marruecos.

La actual zona peatonal más grande del mundo, goza de la declaración de Patrimonio de la Humanidad desde 1981.

Emplazada entre la fértil Saïs y los bosques del Atlas Medio, a orillas de los ríos Fet y Zitu, en la región de Fez-Bulmán, Fez es la más antigua de las ciudades imperiales marroquíes, emblema cultural e histórico del país y su capital espiritual y religiosa. Tercera ciudad más grande del país, después de Casablanca y Rabat, su población de 1.115.000 habitantes –censo de 2016- está dividida en tres zonas: Fez el Bali, la ciudad morisca del siglo IX, centro histórico, dentro de las murallas; Fez el Jedid, la ciudad militar e imperial de los benimerines del siglo XIII, dónde se encuentra el Palacio Real y el barrio judío y la ville nouvelle erigida durante el Protectorado francés en el siglo XIX.
La Medina, Fez el Bali, es una aglomeración urbana organizada fortificada, dentro de unas murallas, que tienen una extensión de más de 15 kilómetros. Fundada por Idris II en el año 809, ha conservado sus estructuras medievales, estando considerada como la mayor zona peatonal del mundo, gozando de la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1981.







Verdadero museo al aire libre, dónde la influencia berebere y árabe-andaluza está muy presente, su extensión de más de 350 hectáreas se encuentra habitada por más de 80.000 personas, cuenta con más de 300 barrios, 9.400 callejones, 185 mezquitas, varias madrazas y magníficos palacios entre los 10.572 edificios  registrados, mercados y áreas comerciales dividas por zocos dónde se ubican los artesanos por gremios.








Amurallada, con diferentes puertas de acceso, auténtica maraña de calles, callejuelas y callejones angostos con recovecos, que conforman un auténtico laberinto y en la más de las ocasiones un verdadero rompecabezas para los visitantes, en el que orientarse se convierte en todo un reto y cuyas reglas urbanísticas son caóticas para los occidentales.








Organizada de forma gremial, identificándose las diferentes zonas y barrios por su tradición industrial, en ella no está permitido el acceso a ningún tipo de vehículos, realizándose aún el transporte utilizando los animales de carga. 








Contando sus más de 300 barrios con cinco elementos básicos que se repiten: una mezquita, una escuela, una fuente, un horno y un hammam, para que la religión, formación, comida, agua y aseo estuvieran garantizados.








La entrada oficial a la considerada ciudad más grande del mundo entre 1170 y 1880, es a través de la puerta Bab Bou Jeloud con su gran arco esmaltado en su exterior en azul y en su interior en verde, los colores de Fez y del Islam, construida en 1913 en estilo hispano-árabe, en cuya perspectiva se recortan los alminares de la madraza Bou Inania y de la mezquita Sidi Lezzaz.







Importante es también la puerta de la entrada que la comunica con la Mellah -el barrio judio-, en Fez el Jedid, en uno de sus extremos.





La Medina monumental la componen el conjunto de mezquitas, madrazas, fondouks y palacios diseminados entres sus callejuelas.  Patrimonio mucho del cuál se encuentra en estado caótico y que se está recuperando gracias a un programa auspiciado por la Unesco.







De las 185 mezquitas existentes, las más importantes son las de Karaouiyine, la más grandiosa, la más antigua de Marruecos y primera Universidad del país, fundada en el año 859 por los exiliados de Kairouan; la de los Andaluces, del año 860 y la de Moulay Idris, que alberga la tumba del fundador de Fez y lugar de peregrinaje de muchos musulmanes.









Entre las Madrazas, universidades coránicas que constituyen un testimonio vivo de su pasado intelectual y científico, destacan las de Bou Inania, Attarine, Seffarine y la Cherratine. Diseñadas por los sultanes merínies, entre los siglos XIV y XVIII, desempeñan un papel cultural, educativo y político aún a fecha de hoy.

La biblioteca Karaouiyine, datada en 1613, conserva documentos raros y únicos en el mundo entre los más de 32.000 manuscristos.
De su rico pasado histórico perviven palacios diseminados por los barrios, muchos de ellos reconvertidos en hoteles, restaurantes y alguno en museos, siendo el más destacables es el de Batha, que acoge una importante colección museística de las Artes y Tradiciones de la ciudad.









De los más de 200 fonduks de la época medieval, que cumplían funciones de alojamiento y de almacenes para los mercaderes, algunos de ellos conservan su estructura y decoración original, habiendo sido mucho de ellos reconvertidos, como el de Nejjarine, que acoge el museo de la Madera.








Siendo la esencia de Fez-el-Balí el colorido y los aromas de sus zocos. Su ubicación refleja la jerarquía dictada por el valor que se atribuye a la mercancía que en ellos se vende, encontrándose agrupados los artesanos y vendedores por los productos ofertados. Los de Attarine, Henna, Serrajine, Tillis y Seffarine, son de los más animados.









Mención especial merece el barrio de los curtidores, su zoco más pintoresco y más llamativo para los occidentales, dónde aún pervive una actividad medieval que no deja indiferente a nadie. En el oficio más antiguo de Fez, se siguen utilizando las ancestrales técnicas de tratamiento de los cueros, dónde se perciben los olores más nauseabundos y las paletas más coloridas de las pozas dónde se realizan los tintados.



En Fez-el-Balí, se vive el Marruecos más auténtico, dónde el visitante percibe un conjunto de sensaciones difíciles de igualar. En él se retrocede a tiempos pretéritos medievales, dónde el legado milenario se respira en cada callejón, como el hedor de las curtidoras o los efluvios aromáticos de los comercios de especias; dónde comerciantes, artesanos, compradores, viandantes, gatos, burros, gallinas u ovejas, comparten el reducido espacio en un caótico desorden perfectamente integrado, inundado todo ello por las periódicas llamadas a la oración. Toda una filosofía de vida que admite pocas concesiones a la modernidad, reconocido y posiblemente salvado por la Unesco, que lo convierten en visitada obligada.










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“Cabe la posibilidad de que cualquiera que padezca claustrofobia encuentre que la Medina de Fez es una confusa pesadilla de túneles, de callejones sin salida y de paredes sin ventanas”. Paul Bowles (1910-99) escritor, viajero y compositor estadounidense.

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