sábado, 10 de febrero de 2018

El oficio de curtidor, en Fez (Marruecos).

Las tenerías del siglo XIII con sus curtiembres, son auténticas paletas de pintores.

Emplazada entre la fértil Saïs y los bosques del Atlas Medio, a orillas de los ríos Fet y Zitu, en la región de Fez-Bulmán, Fez es la más antigua de las ciudades imperiales marroquíes, emblema cultural e histórico del país y su capital espiritual y religiosa. Tercera ciudad más grande, después de Casablanca y Rabat, su población de 1.115.000 habitantes –censo de 2016- está dividida en tres zonas: Fez el Bali, la ciudad morisca del siglo IX, centro histórico, dentro de las murallas; Fez el Jedid, la ciudad militar e imperial de los benimerines del siglo XIII, dónde se encuentra el Palacio Real y el barrio judío y la ville nouvelle erigida durante el Protectorado francés en el siglo XIX.
En Fez el Bali, Patrimonio de la Humanidad desde 1981, se ubica la medina, habitado por más de 80.000 personas, cuenta con magníficos palacios, 185 mezquitas y varias madrazas, siendo su característica más peculiar la efervescente vida comercial que tiene con sus múltiples zocos, donde se conservan oficios tradicionales perdidos hace mucho tiempo.
Fez el Bali, la espectacular Medina de Fez, en Marruecos.

La “chouara” o barrio de los curtidores es uno de los más famosos y emblemáticos. Emplazado cerca del río Fez desde la Edad Media, para aprovechar su corriente para limpiar todos los residuos de un proceso productivo que apenas ha sufrido transformaciones a lo largo de los siglos.






Situadas a distancia de los barrios residenciales por el desagradable olor que emiten, las curtidoras contribuyeron de forma importante a la economía de las ciudades en general, y de Fez en particular, siendo la única ciudad que junto a Tetuán dónde aún perviven. 





El oficio de curtidor, que cuenta con diferentes procesos especializados, es el gran responsable del prestigio comercial fesí y su actividad artesanal de mayor peso. Los orígenes del gremio se remontan a la fundación de la ciudad, favorecido por la disponibilidad de agua para su proceso y por ser la región rica en ganado, llegando a existir en la época meriní más de un centenar de tenerías. 






En el barrio, ubicado al sur de la medina, existen cuatro curtidoras datadas en el siglo XIII, una de ellas con ruedas hidráulicas aún de ese período, aunque en los aledaños del río los más humildes trabajan las pieles como buenamente pueden.







La conocida como plaza de los curtidores, es la más visitada, tanto por su tamaño como por el volumen de tiendas que tiene en su entorno.
Para ver el conjunto en las curtiembres, vasijas de piedra rellenas de líquidos y tinturas con forma de panel de abejas, y los trabajos que en ellas se realizan, es necesario acceder a alguno de los edificios que rodean la plaza, que pertenecen a empresas que procesan y venden los derivados de las pieles.






Su visión y olor es impactante, las inhumanas condiciones en las que se realiza el trabajo, se contradicen con el espectáculo de su visión y el traslado a tiempos pretéritos, superponiéndose a todo ello el hedor que flota en el ambiente, que la hoja de hierbabuena que facilitan los comerciantes para mitigar los olores apenas consigue aliviar.
Visitar el conjunto es la mejor ilustración de cómo en Marruecos, aún hay personas aferradas a prácticas de tiempos medievales. El método productivo apenas ha cambiado. Los burros siguen abriéndose camino por las estrechas callejuelas llevando las pieles a las tenerías; los curtidores se organizan de acuerdo a antiguos principios gremiales, la propiedad, que suele ser en cooperativa, es hereditaria y los trabajadores normalmente son hijos de los trabajadores.






Una tenería está compuesta por diferentes partes, perfectamente organizadas, en el que se realiza el proceso productivo sobre unas pieles que allí llegan. Pieles de animales, que una vez sacrificados y despellejados se limpian superficialmente, se les aplica grandes cantidades de sal gorda y se dejan secar, antes de su envío. Las pieles utilizadas son de dromedarios, cabras, vacas y ovejas, siendo más apreciadas las de los dos primeros.






Los pasos que se siguen en las mismas, son:
1.- Introducción en las curtiembres –sahrij-, levemente inclinadas para facilitar el desagüe, donde se ablandan las pieles sumergidas en paquetes atados con cuerdas, mediante fuertes sacudidas.  
2.- Arranque de pelos mediante cuchillas en los talleres ubicados en los bajos colindantes.
3.- Sumergido en tres baños sucesivos de cal, lo que le permite quitar el pelo y los residuos.
4.- Limpieza en las tinas llamadas “merkel”, donde se enjuagan con agua limpia, siendo lavadas y sacudidas durante horas por hombres inmersos en ellas.
5.- Inmersión en los “qasriyya”, pilones con sumideros, donde permanecen en remojo durante varios días en un compuesto mezcla de cal, excrementos de paloma y otros animales, cenizas y orines de vaca, donde se consigue la consistencia deseada, convirtiendo los cueros crudos en suaves y flexibles.
6.- Paso por agua limpia.
7- Revisión concienzuda, retirando todo aquel resto de carne o pelo que quede todavía adherido.
8- Sumergido en cubas, con utilización como pasta de higo y aceites para darles suavidad y curtido, y tintes naturales utilizando especias, minerales y elementos vegetales,  para proporcionarles el color deseado.
9.- Una vez tintadas el último proceso es el de secado. Realizado en las terrazas y azoteas de los edificios, fase en el que las pieles adquieren el color deseado, y







10.- Transformación por los marroquineros en productos acabados dispares, que van desde ropa de vestir, hasta calzado o complementos. Productos que se pueden adquirir en las tiendas sitas en los edificios del entorno productivo.








Proceso, que sin duda, no deja indiferente a nadie, en un traslado a tiempos pretéritos, en el que se pone de manifiesto que el oficio de curtidor es el reconocido como más duro de Marruecos, realizándose el trabajo en unas condiciones insalubres de trabajo, en contacto con desechos y materiales contaminantes, que estarían prohibidos en el mundo occidental. Lo que no está reñido con que la visita a una tenería sea una experiencia cultural fascinante y única.









“La división del trabajo distingue al hombre de los animales; convierte al débil ser humano de menor fuerza que casi todas las bestias, en amo del mundo y creador de las maravillas de la tecnología”. Ludwig Heinrich Edle von Mises (1881-1973) economista, historiador, filósofo y escritor austríaco.

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