viernes, 26 de enero de 2018

La artesanía de la cerámica y el azulejo en Fez

La milenaria ciudad imperial es la capital artesana marroquí.

Emplazada entre la fértil Saïs y los bosques del Atlas Medio, a orillas de los ríos Fet y Zitu, en la región de Fez-Bulmán, Fez es la más antigua de las ciudades imperiales marroquíes, emblema cultural e histórico del país y su capital espiritual y religiosa. Tercera ciudad más grande, después de Casablanca y Rabat, su población de 1.115.000 habitantes –censo de 2016- está dividida en tres zonas: Fez el Bali, la ciudad morisca del siglo IX, centro histórico, dentro de las murallas; Fez el Jedid, la ciudad militar e imperial de los benimerines del siglo XIII, dónde se encuentra el Palacio Real y el barrio judío y la ville nouvelle erigida durante el Protectorado francés en el siglo XIX.
A Fez se le considera la capital de la artesanía del país alauita, en base a su alto número de  fábricas y talleres existentes, que elaboran prácticamente todos los tipos de artesanía existentes en el país; a la celebración  anual de la “Feria de artesanía”, que incluye exposiciones y venta  de  cerámica, cuero, latón, madera, orfebrería, plata, tapicería, tejidos,  tapicería y plata entre otros y por su museo temático de “Artes y tradiciones” sito en el antiguo palacio Dar Batha. 






El trabajo de la cerámica, documentado desde el siglo X, es uno de los más tradicionales, teniendo sus orígenes en los trabajos realizados por los musulmanes andaluces establecidos en la ciudad cuando fueron expulsados de España.





Cerámica y alfarería que goza de merecida fama por su finura y el predominio del azul cobalto, el conocido como “azul de Fez”, el color de la ciudad. Caracteriza por la  maestría de sus trabajos, que cuenta con zoco propio en la medina y  diferentes talleres y fábricas, que organizan visitas a sus instalaciones.






Instalaciones, que gozando de apoyos gubernamentales, actúan como centros productivos, de venta y de formación, estando divididos habitualmente en diferentes salas en las que se realiza todo el proceso productivo artesanal, desde el moldeado y horneado, hasta la pintura y la finalización de las más variados piezas.






La materia prima utilizada suele ser la arcilla gris, la predominante en la zona, que hay que humedecer en bañeras para seguidamente poder unificarla mediante su pisoteo.





El moldeado en torno o en moldes, en función de las piezas a realizar, conforma el tercer paso productivo.





Al que sigue el secado y horneado de las piezas, que primigeniamente se realizaba en hornos que funcionaban con fuego y que en la actualidad prácticamente han sido sustituidos por otros cuyo funcionamiento es base de energía eléctrica o gas.






A cuya conclusión comienza el trabajo de los alfareros. Exquisito trabajo en el que los artesanos elaboran mosaicos o pintan vasijas, tinajas o platos, que en las más de las ocasiones se deben de volver a hornear antes de su finalización.








La paleta pictórica más habitual utilizada es el célebre azul de Fez –mezcla de diferentes óxidos-, el verde, el amarillo y el marrón, coexistiendo lujosas decoraciones con hilos de plata. Pinturas que antes de su aplicación en las piezas, estas deben de ser trabajadas con esmalte estañado para permitir su impregnación.






El otro elemento característico y emblemático de la alfarería safi son los azulejos –los zellig marroquís- y mosaicos, muy presentes en la arquitectura de la ciudad. Azulejos y mosaicos trabajados de forma personalizada, con múltiples aplicaciones como baldosas, fuentes, mesas, murales, y un sinfín de productos finales domésticos y decorativos.








Trabajos que se pueden observar en la visita a las fábricas y talleres, que acercan al visitante a un mundo pretérito en el que se trabaja pieza a pieza con una paciencia infinita, en la que el sello del autor está muy presente.







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