lunes, 24 de abril de 2017

Sinagoga Ghriba, en Djerba (Túnez).

Es la más antigua de las existentes y referencia de las sinagogas africanas.


La isla de Djerba, está situada en el golfo de Gabés, en el sur de Túnez. Sin apenas relieve, su punto más alto está a 50 metros, tiene una extensión de 5384 kilómetros cuadrados, un litoral de 125 kilómetros, su población es ligeramente superior a los 90.000 habitantes y su capital es Houmt Souk, que se encuentra en su extremo norte.
Fue primero de los cartagineses y después de los romanos, para quienes la isla era una importante zona de comercio y de intercambio de mercancías entre África y Europa.  En el siglo VII, fue tomada por los árabes tomaron, estuvo en poder del imperio español y del turco, siendo conquistada en el siglo XVIII por los tunecinos y pasando a estar bajo el protectorado francés desde 1881 hasta la independencia del país.

http://www.dendecaguelu.com/2017/05/djerba-en-tunez-la-isla-que-encanto.html

Según la tradición los primeros judíos llegaron a Djerba en el siglo VI a.C, tras la destrucción del primer templo de Jerusalén y el asedio de Nabucodinosor II, y su dispersión por todo el Mediterráneo, manteniendo su presencia en Túnez hasta la actualidad, aunque la presencia se ha visto muy disminuida en las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX,  con la creación del estado de Israel.
La gran emigración, según las asociaciones sefardíes, está fijada en 1967 con la declaración de guerra de Israel con sus vecinos árabes, y la reacción que se produce en el país con actos vandálicos contra viviendas y comercios de los hebreos.
La población judía disminuyó drásticamente en el país en el siglo XX, pasando de un censo estimado en 1945 de 145.000 a 23.000 en 1967, superando en poco más de 3.000 personas las residentes en Túnez en 2016, de las que la mitad aproximadamente habitan en la isla de Djerba.
La comunidad judía de Djerba se concentra principalmente en el centro de la isla, en pleno campo, en dos pueblos: Hara Sghira y Hara Kebira, distantes entre sí cinco kilómetros y que a primera vista no difieren de cualquier otro pueblo tunecino, con sus palmeras, casas encaladas y ventanas y puertas pintadas de añil, albergando ambos varias sinagogas.
La comunidad es ultraortodoxa y celebra el sabbat y el resto de festividades, además de seguir con los rituales de su comunidad, así cuando circuncidan a sus hijos, cuelgan una sábana roja en la puerta para invitar a otros fieles a presenciar la ceremonia.
A un kilómetro de la aldea de Harah Sghira, en la actualidad llamada Erriadh, se encuentra la principal seña de identidad judía en la isla y uno de sus reclamos turísticos,  la sinagoga La Ghriba, la más antigua de las existentes en África.






Su fama proviene de muchas tradiciones y creencias que hacen hincapié en su antigüedad, dado que su fundación –según la tradición local- fue realizada por los sacerdotes Cohen procedentes de Jerusalén en el año 586 a.C y por el hecho de que sus cimientos fueran realizados con piedras del Templo de Jerusalén, con la llegada y asentamiento de los primeros judíos a Túnez.
Ella y una existente en Persia, serían las dos únicas sinagogas del mundo, con esa peculiaridad.






La leyenda cuenta que el Ghriba –que significa el milagro- se fundó en el lugar donde cayó una piedra sagrada desde el cielo y que una misteriosa mujer llegó al mismo tiempo para supervisar las obras.





Este emplazamiento ha estado ocupado por una sinagoga desde el año 586 a.C. pero el edificio actual, cuya arquitectura está realizada con reminiscencias mudéjares y colores adaptados a la zona, fue totalmente reformada a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
La sinagoga guarda uno de los ejemplares más antiguos de la Torah, el libro que constituye la base y fundamento del judaísmo.





Con el fin de mantener el estatua de la sinagoga, el rabí de Djerba decretó que esté es el único lugar de la isla que puede guardar los rollos sagrados.









Sus doce ventanas de la sala de la oración hacen referencia al Zohar, libro central de la corriente cabalística judía y principal de la cábala, y simbolizan las doce tribus de Israel.








Su interior está decorado con ricos tejidos, tallas de madera y azulejos de cerámica y alberga numerosos objetos donados por peregrinos del mundo entero.










De su mobiliario destaca por su singularidad el precioso receptáculo de la torá y las lámparas de Januká, fabricadas en madera y plata.









Su interior está cargado de inscripciones y exvotos en diferentes materiales y tamaños, con alegorías a presencias y peticiones de deseos.








La estrella de David, el sello de Salomón, se encuentra presente en la misma. Al igual que el muro de las lamentaciones.





Uno de los elementos más característicos de La Ghriba, es lo que se conoce como la “cueva de la niña”. Pequeña cueva horadada en una de las paredes de la parte más antigua de la sinagoga, en la que durante las fiestas de Lag Baomer, la  gente deposita huevos duros con inscripciones manuscritas pidiendo deseos o recordando a los difuntos, y otras mujeres escriben el nombre de alguna soltera para encontrarle marido,





El edificio que alberga la sinagoga se encuentra en la parte izquierda del conjunto, mientras que a la derecha se encuentra el edificio, con un gran patio interior, que alberga servicios administrativos y comunales y habitaciones que acogen a los peregrinos que anualmente acuden a la misma.








Y es que la sinagoga es el objeto de una peregrinación anual, durante la fiesta judía de Lag Baomer, 33 días después de la Pascua judía, celebrándose en  dos días cada mayo, que reúne a miles de peregrinos, judíos y no judíos, siendo una fiesta  compartida y celebrada por todos los vecinos de la población, la mayoría de ellos musulmanes. Convivencia entre judíos y musulmanes que permite la organización de una de las mayores y más antiguas fiestas de peregrinaciones hebreas.






Es más que una gran fiesta, a la que acuden miles de inmigrantes de diferentes puntos de Europa, África y América, que dura dos largas jornadas de la mañana a la madrugada, con tradicionales procesionales y subastas para la comunidad, en la que se baila, canta, y donde se reencuentran familias separadas por la emigración, se hacen nuevas alianzas, mercadea y se come.






La Ghriba esos días no es un centro de culto, es un espacio de encuentro, de estudio y reflexión, un mercado, un lugar de fiesta donde observar y ser visto, una sinagoga vibrante y quizás única en el mundo.
La sinagoga durante las fiestas es y parece ser exactamente lo que debían ser todas las sinagogas del Mediterráneo siglos atrás. En ellas se incluye la visita a la sinagoga, la caridad, las oraciones y la participación en una de las dos procesiones.






La Ghriba quedó marcada trágicamente por el atentado que se atribuyó la organización terrorista Al-Qaeda, el 11 de abril de 2002, cuando un camión de transporte de gas natural equipado con explosivos, atravesó las barreras de seguridad, explotando frente a la sinagoga, asesinando a catorce turistas alemanes, seis tunecinos y un francés, y causando heridas de gravedad a otras treinta personas, y causando considerables daños materiales en el interior. Una placa a la entrada de la misma, recuerda a las victimas.








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“No es bello lo que cuesta mucho, pero cuesta mucho lo que es bello”. Proverbio judío.



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