martes, 28 de marzo de 2017

Sidi Bou Said, el encanto azul y blanco de Túnez.

A 20 kilómetros de la capital, es uno de los pueblos con más encanto de Túnez.


Los alrededores de Túnez capital y la península Cap Bon, en el norte del país, ofrecen buenas playas, tierra fértil y emplazamientos históricos únicos. Las ruinas de Cartago, antaño la segunda ciudad más importante del Imperio Romano, son de visita obligada.
En la colina opuesta, al norte de Cartago, en lo alto de un acantilado se encuentra Sidi Bou Said, un pueblo con mucho encanto que se abre al golfo de Túnez, a 20 kilómetros de la capital a la que pertenece, y que cuenta con apenas cinco mil habitantes.






Sidi Bou Said, fue un sufí, que se instaló en el lugar a finales del siglo XII cuando regresó de su peregrinación a La Meca. Desde entonce, el pueblo antaño conocido como Jabal el Menar, tomo su nombre.







El pueblo con su presencia, se convirtió en el centro del sufismo, comenzó a recibir peregrinos procedentes de todo el país y junto a su tumba empezaron a enterrarse a otros sufíes.







A comienzos del siglo XVIII, el bey Husain Ben Alí ordenó que se construyera allí una mezquita, a la que se accedía por una magnifica puerta tras una escalinata. En la actualidad, la escalinata y la puerta de entrada al café des Nattes, en la plaza de mismo nombre que la localidad, ocupan exactamente el mismo lugar, punto de visita obligada.






En el siglo XIX, el bey Mahmoud erigió aquí su residencia de verano, al que siguieron los acomodados ciudadanos tunecinos, que huían del sofocante calor capitalino.






Pero el lugar no sólo llamó la atención a los nativos tunecinos, sino que también lo hizo a ilustres extranjeros que visitaron el país. Pintores europeos como Paul Klee, August Macke y Louis Molliet, primero y el barón Rodolphe d´Erlanger posteriormente, se inspiraron en la luz tunecina para sus obras y algunos como el barón fijo en él su residencia.






El adinerado francés, de origen alemán, cambió su carrera como banquero por un caballete de pintor, y construyó en honor de su mujer Elizabeth, el palacio Dar Ennejma Ezzahra, entre 1912 y 1922, su lugar de residencia y en la actualidad sede del Centro de Música Árabe y del Mediterráneo.






Está ejemplar construcción, de hermosa arquitectura y magníficos jardines, levantada en una ladera de la colina dominando el mar y el pueblo, fue perfectamente diseñada para no modificar el carácter de un pueblo que mantiene su estructura original, al que el barón le dio el toque que le hace especial, original y diferente, su colorido blanco y azul.










El azul y el blanco dominan calles y patios. Los inmaculados muros encalados contrastan magníficamente con las contraventanas, rejas y puertas de color azul intenso. La multitud de puertas azules del pueblo son idénticas sólo a primera vista, sus tamaños y ornamentaciones son diferentes, con especial incidencia en lunas, estrellas y alminares.








La esencia de Sidi Bou Said son sus bonitas y encaladas casas, entre las que suben y bajan calles adoquinadas y estrechos callejones que remontan el perfil de la colina. Casa con muros que reflejan las diferentes luces del día, cubiertos de buganvillas moradas, azules y rosas, puertas engalanadas con oloroso jazmín y ventanas con volutas de hierro forjado.








Considerado pueblo de artistas, incluso antes de la llegada de los artistas vanguardistas  europeos que le dieron su fama internacional, ha estado intrínsecamente ligado a la llamada “Escuela de Túnez”, inspirada en la luz del territorio y que adoptó como principal tema la vida cotidiana tunecina y sus lienzos están llenos de cafés, mercados y hammams.






Es lugar de residencia de numerosos artistas multidisciplinares, y está repleto de galerías y estudios, con exposiciones permanentes que muestran un arte, que se complementa con la oferta de tenderos y vendedores ambulantes de la más variada artesanía y todo tipo de souvenirs.








Las vistas más demandadas son las que se divisaban sobre la bahía y el golfo de Túnez, con miradores ubicados estratégicamente y cafés escalonados en la colina espectácularmente emplazados para tal fin, como el Sidi Chabaane, ubicado en el que fue la tumba construida en 1870 del místico, poeta y músico Si Sheban.







Y el lugar posiblemente más visitado en el pueblo sea el café des Nattes, el más popular de los existentes, dónde el té verde con piñones es el producto más demandado y lugar preferido por los artistas vanguardistas europeos llegados en la década de 1920. 






Su decoración no ha cambiado en sus más de cien años, símbolo de continuidad y tradición, albergando sus paredes una original tumba y los recuerdos de las visitas de celebridades como Simone de Beauvoir, André Gide y Jean-Paul Sastre.








La localidad cuenta con playa y uno de los puertos deportivos de referencia en el país.










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“El color se ha apoderado de mi. El color y yo somos uno. Soy pintor”. Paul Klee (1870-1940) pintor suizo, con trabajos de inspiración tunecina.

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