Iniciado por el rey Alfonso II, el Casto, monarca del reino de Asturias,
primer peregrino de la historia, en el año 814.
El Camino de Santiago es en la actualidad un fenómeno de masas en
constante expansión, tras haber experimentado una revitalización espectacular
en las últimas décadas, pues a comienzos de los años 80 del siglo pasado había
quedado reducido a un movimiento poco más que testimonial, con un número de
peregrinos que no llegaba a los 3.000 al año frente a los 262.515 del año 2015,
según datos de la oficina de acogida del peregrino de Santiago de Compostela.
Dicha revitalización tuvo una causa meramente económica. Para
contrarrestar el empuje de las celebraciones de la Expo de Sevilla y de las
Olimpiadas de Barcelona, Galicia también quiso situarse en el mundo,
potenciando el Camino y organizando en 1993 el Xacobeo con motivo del año Santo
Compostelano. El éxito alcanzado ha sido tal, que su estela todavía llega hasta
nuestros días transformándose en un fenómeno cultural y económico.
Muy pocos ponen en duda la importancia que las peregrinaciones y el
Camino de Santiago han tenido en toda la cultura y cristiandad occidental en
sus más de 1200 años, ni la vigencia que aún mantienen en este siglo XXI, en el
que cada año miles de peregrinos lo siguen recorriendo, movidos por quién sabe
qué creencias o motivos, convirtiéndole en unos de los fenómenos vivos más
importantes de la historia de la humanidad.
El lema que todos los caminos conducen a Roma, es aplicable a Santiago,
a la que se puede llegar por múltiples Caminos: Del Norte, Francés, Inglés,
Portugués, Mozárabe, Primitivo, Portugués o cualquier otro, tantos como puntas
tiene la rosa de los vientos.
Sin embargo, en ocasiones, el devenir de los tiempos no es justo, y muy
pocos peregrinos y caminantes son conocedores de la historia de aquello que
realizan cargando su mochila de emociones varias, y en el que las dudas sobre
la veracidad religiosa no afectan en absoluto al reto personal de realizarlo.
Alfonso II, el Casto, el primer peregrino de la historia, viaja hacia
el Campo de Estrellas.
El Primitivo, es de acuerdo a las cifras oficiales, uno de los Caminos
menos frecuentados con apenas un 4,35 % del total. Y aunque su crecimiento es
constante y se espera que sea aún más con su reciente reconocimiento –7 de
julio 2015- como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aún es poco
valorado, su papel histórico apenas reconocido y su indiscutible belleza
disfrutada por los menos.
Bueno es recordar el papel fundamental y primigenio que tuvo el
Principado de Asturias, a través de los reyes de la monarquía astur, no sólo en
la proyección del Camino sino y lo que es menos conocido, en la supuesta
invención de la relación del apóstol con España.
Historia o leyenda, el año 814 está marcado como el inicio de todo este
movimiento. Todo comienza con un anacoreta en un rincón galaico, que observa
los maravillosos fulgores que producían varias estrellas descendidas del cielo
en un montículo, acudiendo raudo al obispo de la sede de Iría Flavia –actual
Padrón-. Y este acompañado por prelados y fieles le sigue hasta la cueva, en
cuyo interior descubre el arca de mármol que contenía –teóricamente- los restos
del apóstol Santiago el Mayor, considerado santo en España ya desde la época
visigoda.
El obispo Teodomiro envía de inmediato una comitiva a rendir cuenta del
descubrimiento a la sede real sita en Oviedo, dónde el rey Alfonso II, monarca
singularmente piadoso, reunió a su corte y partió de inmediato a
postrarse a los píes de los restos hallados en aquel Campo de Estrellas,
convirtiéndose de esta forma en el primer peregrino de la historia.
Escultura de Alfonso II el Casto, al píe de la torre de la Catedral de Oviedo.
Alfonso II -conocido como el Casto-, era el séptimo rey de una monarquía
asturiana que abarcaba por el Norte todos los territorios desde Galicia hasta
Álava y por el Sur desde Braga –en Portugal- a los límites que marca el río
Duero. Certificó el hallazgo de la tumba, envió a una comunidad monástica para
su servicio y mandó construir la primera basílica para acoger dignamente
las reliquias descubiertas y crear un lugar santo de culto.
En línea providencialista el descubrimiento fue todo un espaldarazo del
proyecto político y religioso del reino de Asturias, en su lucha permanente
contra el invasor musulmán. Tener en su territorio los restos de uno de los
doce Apóstoles fue tomada como una señal enviada por el Cielo que tenía, ante
todo, un significado conciliador, suponía un privilegio y una distinción
religiosa cristiana de la que sólo gozaba Roma y Jerusalén.
A su vez fue un punto de inflexión para el reino en sus relaciones con
el emperador franco Carlomagno, considerado un precursor de la unidad europea y
el monarca más relevante y poderoso de su tiempo. Documentadas están tres
embajadas astures a Francia, uniendo lazos religiosos con los militares y
políticos frente al enemigo común musulmán, y quizá fruto de lo mismos fue el
relanzamiento realizado por el franco de la Marca Hispánica, territorio bajo su
dependencia entre el sur de los Pirineos y Barcelona, y que libero en gran
parte de la presión musulmana al reino astur.
“Quien va a Santiago y no va a
San Salvador sirve al criado y deja al Señor”.
Asturias y su reino, se convirtieron desde el año 735 en los vigilantes del
cristianismo en España y de sus reliquias. La Cámara Santa de la Santa Iglesia
Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo, goza del prestigio
de ser la guardiana del Arca Santa - con el Santo Sudario y el libro de los
Testamentos- llegadas desde tierra santa y traídas a territorio astur
para alejarlas de la invasión árabe. Oviedo, como ciudad relicario, fue un
importante centro de peregrinación, sobradamente documentado y con un
reconocimiento anterior al del sepulcro en Santiago, cuyo descubrimiento le
supuso un importante añadido de capitalidad.
El Camino seguido por el rey Casto funcionó hasta principios del X como
único y principal entre la sede real y apostólica. Con el traslado a León de la
corte asturiana, Oviedo pierde influencia y poder de decisión en todos los
ámbitos, incluido el del Camino. Que resultó fagocitado por él aún en ciernes
Camino Francés, que comienza a ser transitado por importantes personajes
eclesiásticos y nobles, con el fin de visitar la nueva corte, además de
proseguir la peregrinación por terrenos más cómodos y menos peligrosos.
La competencia entre ambos Caminos en esta época debió de ser notable y
queda reflejada en el dicho sabiamente codificado de “Quién va a
Santiago y no a San Salvador, sirve al criado y deja al Señor” otorgando
a Oviedo un papel principal en la ruta del peregrinaje. Desde la alta Edad
Media las relaciones entre Santiago y Oviedo han sido muy íntimas, son
destinos complementarios y doble meta de muchos peregrinos.
Un trayecto utilizado ya por los romanos.
El trayecto seguido por Alfonso II y su comitiva real desde Oviedo es,
con toda propiedad, el más antiguo de los Caminos, y su origen se remonta a
tiempos pretéritos. Con ligeras variantes, era el mismo que desde tiempos del
Imperio Romano unía Lucus Asturum - junto a la actual Lugo de Llanera a unos 10
kilómetros de Oviedo- con Lucus Augusti - actual Lugo - y continuaba hasta Iría
Flavia, a la que pertenecía Compostela. El itinerario sigue una orientación
Suroeste, lo que tenía una justificación evidente, dado que los caminos eran
escasos y malos lo lógico era buscar los pocos buenos existentes y salvar
la cordillera por el Sur, hasta la ciudad que los romanos fortificaron en el
siglo III, para proseguir seguidamente hasta el lugar del descubrimiento.
Mojón de recuerdo del paso de Alfonso II, por la puerta de San Pedro de las murallas de Lugo.
Catorce etapas y 335 kilómetros de peregrinaje.
La distancia kilométrica entre Oviedo y Santiago de Compostela siguiendo
el Camino Primitivo es de 335 kilómetros. La altitud inicial es de 230 metros y
la final de 253 metros, siendo el punto más alto del recorrido el límite entre
el Principado y Galicia, muy cerca del puerto del Acebo, con 1195 metros,
seguido de Fonfaraon con 1150 metros y el puerto del Palo con 1146, ambos en
territorio de Pola de Allande.
El recorrido se suele realizar en catorce etapas si se hace caminando,
aunque cada peregrino es conocedor de sus fuerzas y capacidad y es el que marca
sus límites y forma de realizarlo.
La primera pasa por Las Regueras y concluye en Grao, con obligada visita
a la Sancta Ovetensis y buscar la bendición ante la talla policromada de
San Salvador del siglo XIII, serena de mirada y majestuosa de gesto. Buen
aperitivo de 21 kilómetros, con paso por bonitos núcleos rurales, remansados
valles y cómodos caminos jaleados de iglesias, capillas y palacios de los
siglos VIII y IX, primeros testigos mudos de la historia de este Camino.
Grao dista 20 kilómetros de Salas, fin de la segunda etapa, con paso por
Cornellana, capital salmonera asturiana regada por el río Narcea. Joyas del
patrimonio asturiano como el santuario del Fresno -siglo XVI-, el monasterio de
San Salvador de Cornellana -siglo XI-, la colegiata de Santa María la Mayor de
Salas -siglo XVI-; palacios, puentes medievales, capillas o el tranquilo
transitar por bosques autóctonos no dejan a los peregrinos indiferentes.
Otros tantos kilómetros de cierta dureza separan Salas de Tineo, en el
que hay que salvar los 400 metros de desnivel que hay hasta el alto de la
Espina, límite con el municipio que lidera la producción nacional láctea
y muy ligado a la monarquía asturiana y al Camino. Tineo es lugar de descanso
entre históricos palacios y un museo sacro ubicado en el convento de San
Francisco del Monte -siglo XIII-, que cuenta con la mejor colección de tallas
de imaginería medieval asturiana. Villa en el que hay que decidir la ruta a
seguir.
Hórreo en Bodenaya (Salas) que acoge parte de las instalaciones del albergue de peregrinos, lugar de paso de la tercera etapa.
Continuar hasta Borres primero y concluir en Pola de Allande, o tomar el
más exigente y duro, conocido como de los Hospitales – salvando 961 metros de
desnivel - y concluir en Berducedo, localidades ambas de Allande, es la
decisión a tomar. Dilema en el que las fuerzas de cada uno y la climatología
tienen mucho que decir. Larga distancia, importante desnivel y terreno de media
montaña aconsejan una sabia decisión.
Peculiar señalización subiendo el puerto del Palo, desde Pola de Allande.
Etapa/s de dura soledad, en las que se recorren más de 40 kilómetros, en
las que el peregrino asciende puertos; disfruta de altos miradores con
divisorias del lejano mar Cantábrico; camina por bosques encantados y suaves
praderías; observan las heridas dejadas por la ingeniería minera romana con sus
extracciones auríferas mediante el método “ruina montium” de la que dan fe los
múltiples topónimos de la zona; y se embebe de historia con los hospitales de
Fonfaraón y Valdeparaíso, del siglo XIII ubicados a 1150 metros de altura o de
monasterios, como el de Obona, importante centro económico, cultural y
jacobeo levantado en el 780 y al que el monarca Alfonso IX le dio el privilegio
de obligado paso en el peregrinaje a Santiago.
Monasterio de Obona, en Tineo.
Con Oviedo ya a 110 kilómetros, se emprenden las dos últimas etapas por
territorio actual del Principado de Asturias. Pequeños núcleos poblaciones,
humildes capillas y ermitas con muestras y emblemas jacobeas; salvar el costoso
salto del río Navia, con una importante bajada en búsqueda del río hasta el
faraónico embalse, levantado en la década de los cuarenta del siglo pasado, y
la remontada posterior hasta Grandas de Salime, hacen la etapa larga y dura
para algunos. En Grandas destaca la basílica del siglo XII dedicado a San
Salvador y su museo etnográfico, icono de los existentes en el Principado, con
más de tres mil metros cuadrados y de once mil piezas expuestas.
Embalse de Grandas de Salime y restos de edificaciones utilizadas en su construcción.
22 kilómetros separan Grandas y Fonsagrada, localidad en la actualidad
perteneciente jurisdiccionalmente a la provincia de Lugo, y hasta 1834
territorio asturiano. Coquetas capillas
relacionadas con hospitales, marcan junto con los modernos parques eólicos, el
discurrir en permanente subida hasta el puerto del Acebo, poco más allá de la
divisoria actual de las Comunidades, señalada simbólicamente con un mojón
piramidal de piedras, y una línea de piedras atravesada a 1195 metros de
altitud, la máxima de todo el recorrido.
En el primer tercio del recorrido, se encuentra el Castro o Chao de San
Martín, uno de los referentes de los muchos asentamientos celtas existentes en
Asturias, cuyo origen se remonta a ochocientos antes de Cristo y que
estuvo habitado durante diez siglos, incluidos los romanos, hasta finales del
siglo II en el que un terremoto obligó a sus habitantes a abandonarlo
precipitadamente. Una visita a su centro de interpretación acercara al
peregrino al pasado celta de estos territorios astur-galaicos.
El Castro o Chao de San Martín, en Salime, visto desde el Camino.
Tierras gallegas que reciben al peregrino con muchos cambios respecto a
lo transitado. Cambia el paisaje; las señalizaciones datando capillas,
iglesias, puentes y otras referencias patrimoniales desaparecen; los mojones
indican la distancia a Santiago, siendo el cambio de señalización lo que más
sorprende al peregrino. La unión de la típica concha, estrella o vieira que
junto a las flechas amarillas lo guiaba desde Oviedo - señalización que se
utiliza únicamente en el Principado de Asturias- cambia por el que señalan las
puntas de las aristas o las estrellas, como en el resto de los territorios por
los que discurren Caminos. Es sin duda un buen momento para que el peregrino
reflexione sobre la idiosincrasia del Camino Primitivo, su historia y sus elementos diferenciadores del resto
existentes.
Placa y marca del linde entre el Principado de Asturias y Galicia.
La visita a Santa María de Fonsagrada y la charla con el padre Mondelo,
uno de los artífices de la recuperación actual de este Camino, recarga las
pilas para los 56 kilómetros que la separan de Lugo, con parada previa en O
Cádavo.
Es un trayecto por la Galicia profunda, con continuos cruzeiros, que pasa
por el alto de Montouto y su capilla y hospital, la dura cuesta del Sapo y el
legendario campo de la matanza, donde dicen combatió en el año 813 Alfonso II a
los musulmanes, testimonialmente reflejado en el escudo del municipio de
Baleira, en el que un cristiano acuchilla a soldados moros.
La imponente iglesia de Santa María en Vilabade –siglo XVI y Monumento
Nacional- y su palacio –hoy hotel rural-; la poblada Castroverde y el
espectacular tramo natural de “as barandas” entre Villar de Cas y Soutomerille,
son la antesala de la llegada a Lugo. A la que se accede a través de la puerta
de San Pedro –una de las cinco entradas al recinto amurallado por los romanos
en el siglo III- emulando a la realizada por el rey Casto en 1814, cómo reza en
un pedrusco allí ubicado.
Mojón en el tramo de Fonfría a Barbeito.
Lugo, dista al igual que Sarria, 100 kilómetros de Santiago, mínima
distancia exigida para obtener la “Compostela”. Certificado en formato pergamino,
versión actualizada de las cartas probatorias que a partir del siglo XIII se
emitían para demostrar la llegada hasta la tumba del Apóstol. Compostela a la
que apenas hace un año -2015- se suma otro de “Certificado de distancia” para
aquél que lo solicite y demuestre mediante el sellado correspondiente, su
procedencia.
Esta peculiaridad hace que el fluyo de peregrinos se incrementa
sustancialmente, a pesar de que según las cifras oficiales de él sale sólo el
1,17 % de los peregrinos, frente al 25,68 % que lo hacen desde el sur lucense,
del total recepcionado.
Antes de abandonar Lugo por la puerta de Santiago, su Catedral –con
reminiscencias románicas y neoclásicas - bien merece una detallada visita. El
entorno rural de salida por San Bartolomé do Burgo y su continuación por
aldeas de casas de piedra, grandes praderías y arbolado autóctono, sorprende
por su relación intrínseca con el Camino y lo marcado que ha quedado el
territorio por su pasado romano y sobre todo celta, con las iglesias de San
Pedro de Mera -siglo XI- y Santa Eulalia de Bóveda -siglo III- como principales
referencias.
San Román de Retorta, a 19 kilómetros de Lugo, es un buen sitio de
parada y comenzar una nueva etapa. Guntin de Pallarés, Friol y Caldas de Rei
son los municipios lucenses que se recorren; pasar por el hospital de Seixas, acceder
por la sierra de Careón a la provincia de A Coruña, y alcanzar Melide. Se han
recorrido 26 kilómetros con subidas y bajadas rompe piernas, en las que las
esbeltas y calizas iglesias y sus cementerios anexos, muestran la inequívoca
religiosidad del pueblo gallego.
Melide, esta considerada centro geográfico de Galicia, y es la
encrucijada entre el Camino Primitivo –aquí llamado de Oviedo- y el Francés, lo
que ha marcado su intensa identidad histórica jacobea, escenificada en el museo
de la Terra de Melide, ubicado en el antiguo hospital de peregrinos del año
1502.
Santiago, a 53 kilómetros, se hace más cercano con el incremento de
peregrinos por la unión de los Caminos. La quesera localidad de Arzúa será la
próxima parada a realizar, pasando antes por Boente, Castañeda, Ribadiso y la
aldea de Compostela, única en todo el Camino con ese nombre e histórico lugar
de enterramiento romano.
34 kilómetros de largo caminar en cortas subidas y bajadas, por un
recorrido sin grandes connotaciones ni paisajísticas ni arquitectónicas ni
históricas lleva al monte do Gozo, dónde la emoción por la cercanía del
objetivo y los recuerdos señalados a peregrinos fallecidos en su intento por
lograrlo, se sobrepone al cansancio acumulado.
Recuerdo en As Barrosas.
El monte do Gozo es una colina desde la que se divisaban las torres de
la Catedral de Santiago, dónde se ubican la humilde capilla de San Marcos,
edificada en el siglo XIX sobre la de Santa Cruz del año 1105 y el monumento
que conmemora la visita a Santiago del papa Juan Pablo II en 1982. Hito este,
en la historia de la peregrinación, al ser el primer Papa que pisaba Santiago y
ser su discurso europeísta un espaldarazo al Camino.
Cinco kilómetros, íntegros urbanos, distan hasta la Catedral. Al tramo
final se accede por la rúa de San Pedro, lugar dónde según el clérigo francés
Aymeric Picaud -autor del Código Calixtinus- se encontraba la puerta do
Camiño, para continuar hasta la emblemática y cercana plaza do Obradoiro, fin
del trayecto.
Monumental como pocas, hermosa y tan variada que engloba en perfecta
armonía cinco dispares y espléndidos monumentos –pazos Xelmirez, Raxoi y San
Xerome, y el actual hostal de los Reyes Católicos- presidida por la románica y
barroca Catedral, celestial sinfonía en piedra.
Al peregrino solo le queda entrar en la Catedral, por su
parte principal, acceder a su interior a través del Pórtico de la Gloria,
abrazar la estatua del Apóstol que preside la Basílica desde el Altar
Mayor y visitar su Sepulcro y tumba, ubicada debajo del altar en una urna
de plata, junto con las de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. El
objetivo se ha cumplido.
Experiencia única, digna de ser vivida.
Desde la experiencia de haberlo recorrido, sólo me cabe a animar a
realizarlo. Es estar en contacto con una historia viva, que se ha ido
desarrollando paralelo a la de Europa y del mundo. Es practicar un senderismo
histórico-cultural único, recorriendo un itinerario milenario, en contacto con
una geografía sagrada y un patrimonio que se ha ido forjando a lo largo de los
siglos.
Cargado de belleza, permite reconocer el poso de la historia con jalones
imponentes; asomarse a joyas artísticas; conocer pequeñas ermitas y capillas
que dan fe de una historia muy presente; ascender puertos; bajar laderas
interminables; disfrutar de parajes únicos; pasar por pequeños pueblos muy vivos
u otros tan fantasmales como bellos; descansar en villas placenteras o ciudades
encantadoras. Es toda una experiencia humana, espiritual, íntima, vital y
personal muy satisfactoria, que cubre cualquier mala experiencia que a uno le
puede suceder en su discurrir, en el que se despejan nieblas y facilita
reencuentros interiores, como bien le pudo pasar a Alfonso II, el rey Casto, el
primer peregrino del Camino de Santiago de la historia.
Artículo publicado en la revista nº 85, correspondiente al año 2016, en la revista del Grupo de Montaña Vetusta, de Oviedo.
MÁS INFORMACIÓN.
Pinchar enlaces.
"Pode ser que
Santiago, o fillo de Zebedeo, non estivera nunca en Galicia nin en España, nin
vivo nin morto, ... pero, en calquera caso, ¡o Camiño de Santiago existe! e nel
atópase a maxia, o espíritu e a semente dun mundo novo, máis humano, millor e
diferente" . Anónimo.
Perfectamente documentado, si bien se te nota un poco el "oviedismo"... jajajaja. Un abrazo Xin Chao.
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