jueves, 8 de marzo de 2012

Rocas con larga historia en los Jardínes de la Fonte Baxa.

Los Jardines, a su amplía y única variedad de árboles, plantas y obras de arte, únicos en el Principado de Asturias, acogen también una parte de nuestra historia geológica.

Los Jardines de la Fonte Baxa, están ubicados en el núcleo rural del Chano, en Valdés, Principado de Asturias, a dos kilómetros de Luarca, capital del concejo. Propiedad particular de José Javier Rivera Larraya, marqués de San Nicolás de Noras, se comenzaron a construir en el año 1992, cuenta con una superficie total de 20 hectáreas, de las que 14 son ajardinadas, constituyendo el jardín privado más grande de España, con un censo superior a las 568 variedades de plantas, que conviven con importantes obras de arte de diferentes estilos.

En la parte de los jardines situada al borde de los acantilados, desde donde pueden contemplarse excelentes vistas de Luarca y sus playas, aparece un afloramiento de rocas que, aunque de tamaño modesto, representa un documento natural en el que han quedado impresos una buena parte de los rasgos generados a lo largo de la historia geológica de la región. El afloramiento está constituido por pizarras negras muy homogéneas, que forman parte de la formación rocosa que el geólogo francés Charles Barrois denominó, en 1882, “Pizarras de Luarca”. Aunque definidas en las inmediaciones de esta villa, rocas de dicha formación pueden encontrarse en todo el occidente asturiano, así como en Galicia oriental y en la parte nororiental de la provincia de León, donde figuran con el citado nombre en los mapas geológicos oficiales. Estas pizarras presentan pequeños cristales de pirita (sulfuro de hierro), que aparecen en sección como pequeños cuadrados o como formas irregulares de color amarillo metálico intenso o con una pátina parda mate, que es el producto de su alteración superficial.










Las características de estas rocas y los escasos fósiles que contienen en la región revelan que fueron en un principio el producto de la compactación de un sedimento arcilloso depositado en un mar con aguas poco oxigenadas hace entre unos 460 y 470 millones de años, es decir, en un período remoto que los geólogos denominan “Ordovícico”. Curiosamente, este depósito se produjo en un punto, no muy alejado del polo sur, que se situaba en el margen septentrional de un gran continente, denominado “Gondwana”, que ocupaba una gran parte del hemisferio austral.
En los períodos siguientes, Gondwana se fue desplazando hacia el norte y, al llegar el período Carbonífero (hace unos 350 millones de años), este continente inició su colisión con otros (Laurentia –o Norteamérica-, Báltica y otros menores), para formar un nuevo supercontinente denominado “Pangea”. Como resultado de la colisión, se originó una gran cordillera, denominada en Europa “cordillera Varisca”, que ocupaba la mayor parte del occidente de la Península Ibérica (Macizo Ibérico) y  se prolongaba en Francia en los macizos Central y Armoricano y, más al este, en Europa central. Por el sur se prolongaba en el borde noroccidental de África, enlazando en Norteamérica con los Apalaches y los montes Ouachitas. El proceso de formación de esta gran cordillera se prolongó durante todo el Carbonífero y finalizó hace unos 300 millones de años.










Como consecuencia de este fenómeno global, la mayoría de las rocas asturianas sufrieron grandes transformaciones, sobre todo en el periodo comprendido entre los 325 y los 300 millones de años. Las pizarras de Luarca se calentaron, alcanzando temperaturas entre 350 y 400ºC, con lo cual los minerales originales de estas rocas, dominantemente arcillosos, se transformaron en pequeñas partículas de micas, y las rocas, en principio sedimentarias, se transformaron en las pizarras (rocas metamórficas) que actualmente podemos observar. Además, las altas temperaturas ablandaron estas rocas, que se volvieron altamente dúctiles y se doblaron intensamente. A la vez, los granos de mica, dominantemente alargados, se orientaron y dieron lugar a una fina división de la roca en lajas (clivaje pizarroso), que, en muchos lugares, en los que estas rocas no han sufrido deformación posterior, pueden utilizarse para techar. Sin embargo, en las rocas de la Fonte Baixa, se observa como las lajas están intensamente dobladas, habiéndose generado diminutos pliegues, a menudo casi microscópicos, y un segundo lajamiento, mucho más grosero que el primero, y que se manifiesta actualmente por superficies de discontinuidad casi verticales.









Con posterioridad a estos 300 millones de años, estas rocas han sufrido pocas transformaciones en su interior. Pangea se escindió, separándose el continente americano de África y Eurasia, a la vez que se formaba el océano Atlántico a lo largo de un proceso que comenzó hace unos 200 millones de años y que condujo a la posición actual de los continentes. Durante los últimos 300 millones de años, las rocas que formaban la cordillera Varisca sufrieron el ataque de los agentes atmosféricos (agua, nieve, viento, etc.) y se fueron erosionando, de forma que rocas que estaban profundamente enterradas, como las pizarras de Luarca de la Fonte Baixa, alcanzaron la superficie, lo que permite que hoy día podamos observarlas y desentrañar su historia.  




“Al fin y al cabo no existe la historia; no hay más que la descripción de la vida”. Ralph W. Emerson (1803-82) poeta y ensayista estadounidense.

3 comentarios:

  1. Javier, esto si que es sorprendente, cada día nos informas de algo nuevo en Asturias. No tenía ni pajorera de "las pizarras de Luarca". Gracias por darlo a conocer. Toño

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  2. He visitado los Jardines, me doy cuenta perfectamente de este pedrusco, pero ni por lo más remoto me imaginaba la historia que cuentas. Juanma Lillo.

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  3. Esa zona es pizarrosa creo por eso la arena de las playas tira a oscuro..digo yo----

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