viernes, 24 de diciembre de 2010

De los amores negados. Ángela Becerra

“De los Amores negados”. Ángela Becerra. Planeta. 1º edición Mayo 2008. Barcelona. 407 páginas.



Capítulo I: La anunciación.
Fiamma se dirige a una entrevista con una periodista del prestigioso programa “Gente que curra” caminando y recordando curiosidades de las calles, cuando desde una casa de la Calle de Las Angustias cae un ángel de una terraza golpeándole la cabeza y dejándola sin sentido.
Fue auxiliada de inmediato por la dueña de la casa, que la llevo al hospital, de dónde se marcho al encontrarse bien sin permiso médico. La acompañante, que resulto llamarse Estrella y ser presidenta de una ONG, la lleva a su casa llena completamente de ángeles, dónde acaba de reponerse y le deja una camisa limpia, al estar la suya llena de sangre y hacer un cuadro la misma muy original. Estrella no callaba y ella se dio cuenta de la necesidad que tenía de ser escuchada, faceta que ella como sicóloga ejercía a la perfección y acabo dándole una tarjeta de su consulta como despedida.
En el camino a su casa fue pensando en el tiempo que ya no existía y la rutina en la que se había convertido su vida, recordó cuando conoció a su marido y del flechazo que fue aquella relación surgida una noche de carnaval en el que ambos por separado huyeron de la fiesta yendo a la playa. Allí coincidieron y él al recitarle un poema comenzó un idilio que duraba hasta la fecha, aunque sin el ardor inicial.
Chorreando de agua llegó a su casa dónde volvió a valorar su monótona vida matrimonial e incluso comparándola con otras parejas, entre ellos sus íntimos amigos Alberta y Antonio que olían desde hacía tiempo a separación. Su marido llegó del viaje y le comento el incidente que había tenido, nada era igual desde hacía ellos, no habían tenido hijos por los tristes recuerdos de su marido de la infancia dónde su progenitor le maltrataba.
Recordó la primera vez que hicieron el amor, habían estado buscando caracolas la gran pasión de Martín, y con una pieza muy especial que habían encontrado “la spirata inmaculada” él recorrió su cuerpo y ambos acabaron fundidos en un gran placer.
Organizaron la boda muy rápidamente y a los quince días ya eran matrimonio, lo primero que hicieron fue recorrer descalzos la playa que los había unido. Acudieron a un concierto del Réquiem de Mozart en la capilla de la Dolorosa, el agua caía con tanta intensidad que inundó la iglesia y todos los asistentes acabaron llenos de agua.
Ella trabaja intensamente, no en vano su despacho era el más prestigioso de la ciudad. Un día recibe la llamada de Estrella Blanco, que no le sonaba de nada, y que no era otra que la dueña del ángel agresor, quería ir a su consulta como clienta. Ella sin embargo seguía recordando aspectos de su relación matrimonial y la gran diferencia entre ellos, con un marido que siempre la estaba corrigiendo ante su aceptación.
Como todos los jueves por costumbre cenaban en el restaurante “El jardín de los desquicios” aquél día él llego tarde –circunstancia que nunca sucedía- ella no le dio importancia ni pidió explicaciones pero su olor a incienso le extraño mucho. Dentro de dos días cumplirían dieciocho años de matrimonio.

Capítulo II: La floración.
El día de la cita buscó con ahínco la blusa que le había dejado el día del accidente y volvió a ver la suya con aquellas ocho rosas en sangre. Estrella tardó en darse cuenta de que tenía la necesidad de ser escuchada, era famosa y se relacionaba continuamente, pero era todo una pantalla que no le dejaba ver la realidad, estaba sola aunque ya sin su marido maltratador y violador. Todo aquello le fue contando entre sollozos, mientras a la sícolaga le costaba seguirla no pudiendo dejar sus pensamientos, pero al final se dio cuenta que su cliente tenía solución.
Salió tarde de la consulta con un bochorno tremendo y entró en la Catedral en busca de no sabía qué, recordó su vida siempre entregando y atendiendo a los demás. Aquella noche el matrimonio intentó buscar algo nuevo que hacer juntos para dar sentido a su matrimonio, pero después de valorar muchas opciones ninguna les convenció, se les había acabado la pasión. A la mañana siguiente observó como Martín se miraba al espejo y coqueteaba, cosa que jamás hacía y que para ella era desconocida, siempre le había atraído, pero en realidad era su inteligencia no su cuerpo.
Había viajado mucho, conocían medio mundo y su casa era un rosario de recuerdos de los mismos, sin embargo el color de las paredes eran productos de sus pasiones, eran los colores con los que uno relacionaban al otro, ella lo veía a él azul y él a ella de rojo con matices naranja. Así estaban pintadas las paredes de su casa.
Estrella la llama excitadísima, la tenía que recibir de inmediato no podía esperar a la próxima cita; le cuenta que había conocido a un ser maravilloso, a un ángel, en uno de los bancos del Parque de los Suspiros dando de comer pan a las gaviotas, comenzaron a hablar y él la llevo a ver los ángeles más bonitos de Garmendia del Viento nombre de la ciudad dónde ellos vivían, que no era otro que la capilla de los Ángeles Custodios. Él le enseño todos y le contó historias jamás soñadas por ella, surgió la necesidad de besarse con la venia del sacerdote, quedando en verse todos los jueves a la misma hora (las seis) y en el mismo banco.
La pareja seguía viéndose, besándose y enamorándose día a día, pero sin consumar el acto, Estrella seguía acudiendo a la consulta describiendo dicha relación momento a momento, Fiamma no solo estaba desorientada, sino que su mente vagaba en el pasado y por momentos sintió envidia de su clienta.
Le gustaba caminar desde la consulta a la vivienda para ir aclarando asuntos relativos a su trabajo, el calor era insoportable y al comenzar a subir las escaleras de la casa comenzó a oír el ruido de la tierra, como en otras muchas ocasiones de su niñez, con dificultad abrió la puerta, toda la casa estaba en movimiento, Martín salio de la habitación sin inmutarse y al darle un beso de bienvenida le olió a mirra ¿habría vuelto a misa? Le pareció ver a otro hombre, más enigmático y más misterioso.

Capítulo III: La equivocación.
En la sede del periódico “La Verdad” había un gran revuelo, se habían producido cambios y Martín fue ascendido de redactor-jefe de la sección política y cultural a director adjunto del diario. Dentro del diario era respetado y admirado y el ascenso le vino después de veintitrés años de trabajo
Pensó que su nuevo cargo le daría mayor libertad y también le valdría para imponer sus opiniones. Pensó en comunicárselo a Fiamma y en llamar a Estrella, eso le hizo reflexionar, ¿qué le ocurría desde que conoció a Estrella? ¿Qué le hacía mentir cuando era lo que más detestaba? él nunca había sido infiel.
Se planteó acabar con aquellas citas, pero las necesitaba, su vida había vuelto a tener sentido, volvía a escribir poesía; él no tener relaciones carnales con ella le hacía sentir fuerte, no había sido infiel a su querida esposa. Llamó a su mujer para comunicarle el ascenso, pero en lugar de un grito de alegría le contesto que ya lo sabía, aquello no le gusto y a su mente volvió Estrella.
A su mente vino la época de interno en el colegio huyendo de los castigos de su padre, y después del Seminario dónde recibió otros castigos aunque disfrazados de regalos divinos, hasta que un día vio al fraile que ejercía las funciones de limpieza Dionisio mear, este resultó ser Dionisia, con la que posteriormente mantenía relaciones sexuales, y a partir de ahí comenzó una nueva vida. Su relación en la iglesia con Estrella buscaba realmente la aprobación de Dios. Por su parte Fiamma nuca había pensado en la infidelidad de Martín a pesar de ver en su consulta los casos más atípicos.
Martín pensó en Estrella y comenzó a escribirle versos, le vino a su memoria la colección de caracolas, que como otros recuerdos de sus primeros años de matrimonio llevaban años encerrados en el desván de la vivienda, y allí se dirigió a la búsqueda de la “Spirata Inmaculada” en la que le grabaría a su nuevo amor el poema escrito.
Fiamma por su parte acabo su trabajo antes de tiempo, y después de pasar por el barrio indio para comprar útiles con olor, se encerró en el baño con los nuevos olores emanando en el hogar acompañando a la Novena Sinfonía de Beethoven, comenzó a tocarse y a notar placer, su cuerpo estaba vivo.
Ninguno de los dos se dio cuenta de la presencia del otro, hasta que el bajo a la habitación y la vio desnuda, nueva y atractiva, le apodero un deseo que enseguida se evaporo. Se puso lívido recordando el motivo que lo había llevado a casa. Esa noche cenaron juntos y se amaron con amor automático, cada uno pensando en su nueva situación.
A Garmendia se avecinaba un ciclón, y ello era causa de terror en la ciudad, los cocoteros de afuera de las murallas con más de quinientos años corrían peligro y era posible que cayeran sobre las casas. Estrella tenía cita con Fiamma, y aquella tarde esta decidió y animo a su clienta a que conociera más sobre su Ángel, del que lo desconocía todo a nivel personal, así como a hacer el amor con él. En realidad su historia ya era su historia y ella era la primera que quería ver que ocurría a partir de ese primer contacto.
Martín por su parte buscó y buscó hasta encontrar a un relojero que le grabara el poema en la caracola. Cuando se vieron y ella comenzó a interrogarle él estuvo inseguro, pero después de entregarle el regalo, ella se entrego y poco le importo quién era o quién no era, acabando los dos en la casa de dónde había caído el ángel impactando en la cabeza de Fiamma, tras sortear con todo tipo de suertes la procesión con la Virgen para evitar el huracán que se avecinaba sobre Garmendia.

Capítulo IV: La frustración.
Martín había llegado tarde y descompuesto al restaurante, a la cena de todos los jueves con su mujer, ella sabía que le pasaba algo, pero no le pregunto nada al no gustarle a él los interrogatorios. En casa viendo el noticiario casi le da algo, echaban imágenes de la procesión y creyó verse con Estrella, estaba sin duda ante su peor noche, había abandonado a Estrella en su casa cuando al hacer el amor fue incapaz de hacérselo y su mujer por poco no lo descubre. Aquella noche se hizo interminable para los dos, aunque por diferentes motivos.
Fiamma al día siguiente se llevó un gran disgusto, todos sus palomos habían muerto de forma repentina y no encontraba la explicación, ello le hizo pensar en la muerte de su madre y cuanto la echaba en falta. Llego tarde a la consulta, pero Estrella su primer paciente no se presentó ni contestaba al teléfono; realmente aquella estaba aún aturdida por los acontecimientos de la noche anterior y no se atrevió a acudir a la cita con la sicóloga.
Martín por su parte no paraba de darle vueltas a la cabeza y de pensar en su fracaso con Estrella, se encerraba en su despacho dónde daba rienda suelta a sus pensamientos y no paraba de escribir. Acude a buscar el cuadro de la camisa manchada de sangre de su mujer, realmente era bonito y original, ahora haber que hacía con él si quedaba por el suelo o se colgaba; recordar las costumbres de la pareja le deja en un continuo sin sabor.
Estrella seguía acudiendo todos los jueves a la Iglesia con la esperanza de que él también acudiera, pero la realidad era que no, el desconsuelo era total a pesar de tener el apoyo del fraile que les espiaba en cada encuentro, y que se ofreció a ayudarla en vista de la situación producida. Se dedicó por completo al trabajo, a nuevos proyectos, viajó a Somalia, pero no era capaz de quitárselo de su cabeza.
Martín estaba en un continuo debate entre el bien y el mal, entre su mujer y su amada. Organizó con Fiamma un viaje a la Isla de Bura en un barco de pescadores, fuera de los circuitos comerciales, a su Isla preferida dónde tantos buenos recuerdos les traían. Sin embargo la realidad fue muy distinta, el huracán previsto para Garmendia, se cebó en la Isla y estuvieron incomunicados, sin luz ni comida durante una semana; allí se dieron cuenta de que el uno no hacía parte del otro y que las incomodidades les había acabado por separar.
Para Estrella el viaje a Somalia había sido un respiro, había conocido al Premio Nóbel de la Paz y ello le permitió evadirse un tiempo, pero a su vuelta la situación de desesperación era la misma. Martín encerrado sin atreverse a llamarla decidió rescatar la carta escrita al día siguiente de su fracaso y tras modificarla dejársela en la Iglesia, en el banco dónde se juntaban, allí la dejo: Ella por su parte aunque acudió como todos los jueves al lugar de reunión, una fuerza superior a ella no le permitió entrar en la Iglesia, debía de superar aquella situación.

Capítulo V: La libación.
Estrella lee la carta que le había dejado, acudió a los quince días de ello a la Iglesia dónde el fraile, cómplice de su amor, se la entregó, después de recogerla junto a una caracola, cuando él la dejo pensando que nadie lo veía. Lloro como nunca, no entendía muchas cosas de las que le decía, pero al menos tenía la certeza de que le amaba, su amor le era correspondido.
La relación del matrimonio seguía estancada, un día ella vio un anuncio de una exposición que le interesaba “Mujeres desoladas” su marido le dijo que tenía invitaciones para el cóctel de inauguración. Estrella después de recibir la carta volvió a la consulta, el viaje a Somalia era una buena disculpa para justificar sus ausencias, su intención era no contar el pequeño fracaso de su último encuentro con Ángel; cree ciegamente en su sicóloga y sus consejos, esta se vuelca en la próxima cita, le da consejos sobre el ritual a seguir para hacer el amor y le deja varios libros al respecto. Estrella no fue a trabajar y preparo la cita a conciencia.
Martín había acudido al Congreso anual de periodismo, y su llegada a Garmendia iba a estar muy justa para llegar a su cita del jueves; se las arregló para marchar sin levantar sospechas y a pesar de ello llegó dos horas más tarde de lo previsto, llamando a su mujer para tranquilizarla. Estrella le seguía esperando a pesar del retraso y el encuentro fue todo un frenesí, que acabo en el ático dónde todas las dudas se disiparon y gozaron como nunca lo habían hecho. A las cinco y medía de la mañana él se fue a su casa, dónde su mujer percibió el olor a sexo, pero se hizo la dormida.
Fiamma por su parte había resuelto caminar esa noche por la ciudad y se dispuso para ello, camino por los diferentes “portales” buscando experiencias nuevas, decidió entrar en la Iglesia de los Ángeles Custodios ya que hacía años que no entraba, un músico callejero le desvió de su intención inicial, lo que permitió que no coincidiera con la pareja en su interior. Después de visitar siguió deambulando por las calles llegando por azar al local dónde se realizaba la exposición que le había llamado la atención; el cóctel estaba acabando y se metió, un hombre llamado David Piedra se le acercó y le dio conversación, ella descargo todo su interior con él a la vez que no paraba de hacer elogios a la exposición y al gran valor de la artista, él la estuvo escuchando hasta su entrada la noche y al ser ya muy tarde la acompaño a su casa.

Capítulo VI: La idealización.
El desayuno fue duró ninguno de los dos se atrevía a hablar de la noche anterior, él le pasó la noticia del periódico que hacía referencia a la inauguración de la exposición, hablaba maravillas del autor de las obras: David Piedra. Ella se quedó de piedra y valoro el ridículo que debió de hacer y lo que pensaría él de ella, al marchar su marido le explico que la tardanza fue motivada por un problema en las maquinas.
Volvió a desandar el camino del día anterior para ir a la consulta y en él se dio cuenta que los detalles dados por David solo podían corresponder a un verdadero artista.
En la consulta ya le esperaba una radiante Estrella, deseosa de contarle la maravillosa experiencia del día anterior, ella la siguió asesorando y dejando libros dónde podía encontrar nuevas formas de encontrar el goce. Pasó el resto del día con la cabeza en otro lado, esperando pasar las horas para poder ver al escultor.
Fue en su búsqueda a la sala de exposiciones y haciéndose la encontradiza se sentó en una terraza con él, tomaron un té y se fueron a pasear por el barrio indio, parecía que se leían los pensamientos.
Martín aquella noche y todas las siguientes aprovechó para encontrarse con su amada, buscó una excusa en unos suplementos nuevos y así no debía dar explicaciones de ningún tipo; las cenas de los jueves se cancelaron y apenas se veían púes el madrugaba para no coincidir. Poco a poco se estaba decantando por Estrella.
Fiamma se debatía entre el derrumbe de su matrimonio y la nueva vida que se le ofrecía al lado del artista, sus deseos e instinto de todo tipo más ocultos jamás realizados se le venían a la mente de forma continua. Un día ensimismada en la playa una paloma roja se le poso en el hombro y estuvo gran tiempo con ella, si permanecía con ella la llamaría “Passionata”.
Estrella la visitaba todos los días y le actualizaba el día a día de sus relaciones, ella sentía una sana envidia de su paciente y comenzó a pensar en los mismos en su relación con David; decidió que a sus encuentros con este los denominaría “felicidad”. Como era su costumbre se reunieron en la garita del baluarte, dónde él la esperaba con una sorpresa una jaula indonesia con una paloma roja en su interior, era Passionata, que todos los días acudía a beber a la fuente de su casa.
A la llegada a su casa encontró a su marido en el portal para sorpresa de ambos, uno encendía el televisor y el otro lo apagaba, él encontró una justificación y de un portazo se fue a la casa de su querida, ella lo había provocado. Ella se quedó dormida y tuvo un sueño erótico, le faltaba su madre para ayudarla a interpretarlo, cuando llegó su marido intento abrazarlo pero él la rechazo.
Passionata comenzó su trabajo de mensajera y la visitó con el papelito dónde era oficialmente invitada a empezar con sus clases de fango y barro. Se inventó una terrible depresión de una clienta para pasar el sábado integro fuera de casa, Martín aprovecho la ocasión para enseñar a su querida su playa preferida. Ella se detuvo a la llegada de la Calle de las Angustias, su calle preferida de la niñez, en dónde vivía Estrella su agresora angelical, pero se sorprendió aún más al ver que él vivía en la única casa violeta que había en la ciudad y que tantas y tantas veces le había llamado la atención.

Capítulo VII: La glorificación.
Martín llevó al paraíso perdido de Agualinda a Estrella, en la playa estuvieron todo el día dándose amor, gozando nuevas sensaciones con su cuerpo, la arena y el agua. En tanto en casa del artista, al primer contacto de las manos con el barro trajo consigo la explosión de ambos cuerpos entregándose a un disfrute carnal que ella no recordaba, aquella casa era todo un espectáculo y la habitación de él con cristales en lugar de techos algo increíble. Su marido le vino a su mente y le llamó para disculparse por pasar la noche fuera, pero el móvil estaba fuera de cobertura.
Al despertar en la playa él creyó ver una sirena encima de un delfín, uno de sus sueños de la niñez, este en realidad era otro, una repetición de aquél. Se fueron al hotelito cercano, regentado por una pareja de homosexuales todo decorado de girasoles, llamó a su mujer que con el móvil apagado le facilito el dejarle un mensaje. Al día siguiente se acercaron al pueblo de Cienagabella, que celebraba el Festival del Caimán Cienaguero, con su famosa carrera de caimanes. La pareja estaba encantada disfrutando de una libertad desconocida, en la carrera el caimán Margarito que se destacó se paro en seco delante de Estrella y le mandó un beso a la vez que le guiñaba un ojo, la gente no daba crédito, ellos eran los únicos turistas y aquello fue entendido por el pueblo como una prueba de buen augurio, el alcalde en nombre de este les agració con el escapulario de la Virgen de Las Aguas, el mismo que había llevado Margarito en la carrera.
Al atardecer el domingo el matrimonio coincidió en la casa sin nada que contarse, no cenaron y ella por miedo al olor de su cuerpo se fue a la hamaca de la terraza.
Passionata le trajo un nuevo mensaje, le ofrecían posar para una nueva escultura, el día se le hizo eterno y cuando comenzó el trabajo su cuerpo y mente se encontraban en un estadio desconocido por la sicóloga.
Estrella seguía acudiendo a la consulta transmitiendo sus miedos e inquietudes, aún no sabía nada de la vida personal de Ángel, del que ya tenía dependencia total, aunque al menos sabía que no tenía hijos. Acudió a la capilla, a rezar a San Antonio, pero el fraile ante la desaparición de la pareja, la había cambiado por Santa Rita, ante la le animó el fraile a rezar, le pidió el divorcio de su amado.
Así llegó el viernes y la cada uno fue preparando el encuentro con su nueva pareja, se encontraron en la casa dónde fueron a ponerse sus mejores galas, pero el miedo a no saber comunicarse valió para que cada uno vigilase al otro y no encontrar el momento de irse. Fue Martín el primero en salir sin decir nada y ella hizo lo mismo al poco tiempo. Él se fue a comprar un ramo de rosas rojas y una botellas de champan francés; con estos regalos lo encontró Fiamma en la Calle de las Angustias camino de la casa de su amada, ninguno de los dos sabia que decir y él solvento la situación diciendo que era una sorpresa para ella, llevaban un tiempo extraños, el trabajo los estaba separando. Llevaron su desilusión a la casa dónde pasaron la noche entre conversaciones pesarosas.

Capítulo VIII: La renunciación.
Fiamma duchándose observo en su baño una mariposa negra, señal de mal auspicio, después de varios intentos acabo con ella, pero sus dedos quedaron por días marcados de polvillo negro; su corazón no daba abasto, estaba partido en dos desde que había conocido a David, había dejado pasar días sin verlo pero su debate interno la tenia en un continuo sin vivir. Uno de los primeros regalos de su esposo, una caracola, apareció sin buscarla revolviendo cosas en la consulta, la dejo encima de su mesa, mientras recibía clientas y más clientas.
Garmendia se preparaba para las fiestas de la Navidad ataviada de lucecitas, farolas y velas, pero aquel año ella no lo vivía como años anteriores, se sentía totalmente extraña, no como en su infancia que disfrutaba tremendamente de esas fiestas. David deseaba verla y le mandó un torbellino de mensajes. Su aspecto no era bueno y hasta a Martín le dio pena, pero no se intereso mucho para no generar sospechas, no tenía claro si la quería abandonar, aunque sus debates internos cada vez eran más intensos.
El tiempo se había vuelto loco, Garmendia estaba helada como hasta la fecha nunca se había visto, todos los actos de las fiestas se suspendieron. Uno de los días más angostos ella no pudo superar la separación forzosa y acudió a ver al artista, este le enseño la escultura para la que había posado, su esplendor la sorprendió y aquella noche él acabo enseñándole y coronándola en su habitación con la Corona Boreal, a la vez que le contaba la historia mítica de la misma; luego la cubrió de mariposas brillantes que esparció por su pelo como estrellas.
Martín había tenido un día de completo desastre, primero intento plantear a su esposa en el desayuno la separación pero no fue capaz, en el periódico cometió un error gravísimo al publicar en el editorial el lío de faldas de la mujer del presidente de un banco con el presidente del otro, ello motivo la llamada de su presidente, un apoyo financiero de ambos bancos corría el riesgo de perderse por tal motivo. Salió del trabajo sin abrigo acabando deambulando por la ciudad, primero entró en una pelea de gallos dónde su camisa acabó impregnada de sangre de estos y luego casi congelado por la frialdad de la noche pensando y debatiendo su situación.
En esas pésimas condiciones llegó a casa de Estrella, que asustada intentó reanimarlo, pero él estaba en otro estadio. Por la ventana se fijó por primera vez en la extraña casa violeta y en que no tenía techos sino cristales, incluso observo la figura de una mujer desnuda con estrellas en la cabeza que le recordó a su esposa, la llegada de un hombre desvió su atención. Paso la noche allí, al igual que su esposa en la de David.
Estrella acude a la consulta dónde le cuenta que Ángel pasó la noche en su casa y que lo encontraba a punto de separarse. En la mesa observa la caracola que Fiamma había sacado de una caja antigua, y se va directa a por la suya, desviando la conversación sobre caracolas. Después de su marcha Fiamma se pone a guardarla, dándose cuenta que aquella no era la suya, al analizarla un frío tremendo recorrió todo su cuerpo, el poema grabado lo conocía a la perfección. Llamo a su marido para que fuera a cenar al Jardín de los Desquicios, tenía que hablar con él.
Sentados ante la comida que ninguno de los dos comió, él se animo a sugerirle que sus relaciones no estaban en el mejor momento y propuso darse un tiempo los dos para pensar. Ella no se inmuto ante la culpabilidad que le hacía sentir él, como una única respuesta le acercó la caracola grabada de su amante. En Garmendia se había desatado una tormenta de nieve gélida que inundó hasta el restaurante, que no cesó durante cuarenta y cinco días y noches.

Capítulo IX: La liberación.
Después de los tremendos estragos del invierno la vida recuperaba su actividad normal, después de dos meses la vida de Fiamma seguía con su habitual rutina, pero la casa la tenía totalmente abandonada, sus recuerdos estaban muy vivos, en principio su separación no la había alterado, pero la procesión iba por dentro, por Alberta supo que a él lo habían despedido del diario por un escándalo de banco y que vivía con Estrella. A David le dijo que necesitaba un tiempo para poner sus cosas en claro, con su familia no quiso hablar, a pesar de que les dio cuenta de su nueva situación
Martín había abandonado el restaurante sin decir nada, al ver la caracola había enmudecido de vergüenza, aunque realmente de lo que más vergüenza sentía era que ella sabía más de sus relaciones que él mismo por las confidencias de Estrella. Un día abandono su casa con la ropa mínima y con una nota en el que no quería nada material y que un abogado se pondría en contacto con ella para realizar la separación legal. La ruptura le había dejado una sensación de vacío paupérrimo y le había hecho sentirse un ser despreciable. A ello se unió el despido del diario por los editoriales de los banqueros, le despedía por haber dicho “la verdad” era la primera vez que el diario iba contra su filosofía. Estrella que no paraba de protegerle y darle cariño, le dio la vuelta al despido como una oportunidad única para disfrutar del tiempo y le propuso un viaje a Europa, irían a Italia.
Se volcó en el viaje y dejo por completo su vida anterior, ni amigos, ni tertulias ni nada, su único contacto con su pasado era Antonio, que le acercaba noticias de su ex mujer. Estrella por su parte extrañaba las visitas a Fiamma y sus continuos consejos y directrices a seguir, como su situación económica era muy desahogada gracias a su condición de heredera única de padres millonarios y que en su trabajo tenía totalmente autonomía, preparó con esmero y sin escatimar gastos un viaje que deseaba realizar hace tiempo.
Llegaron a Roma, que disfrutaron a fondo hospedados en un lujoso hotel, dónde él comenzaba a recordar sus viejos tiempos de seminarista, y la guiaba con la maestría de conocer el terreno que pisaba y lo que ella anhelaba descubrir: ángeles y arte por raudales; le enseñaría “la ruta de los ángeles”.
En la visita al Vaticano se quedaron prendidos de la Capilla Sextina, hasta el punto de que tumbados en el suelo mirando su esplendor, quedaron encerrados la noche en la misma. Al día siguiente un diplomático de su país tuvo que interceder para que los pudieran soltar los carabineros. Aquella noche él tuvo un sueño desgarrador, le juzgaban por sus hechos en el cielo y ella no lo había defendido, era la segunda vez que tenía un sueño estando con ella, creyéndose despierto.
Alberta no supo callarse la noticia y le comunicó a Fiamma el viaje de la pareja a Italia, a la Toscaza, para ella la noticia fue un duro golpe, el fondo creía aún que su matrimonio se podía arreglar; le pidió a su amiga que nunca más le diera noticias de él.
Passionata va a visitarla con un nuevo mensaje, revoloteando a su alrededor y jugando con ella, se posa en el cuadro de las “ocho rosas” que estaba sin ellas, la sangre se había desparramado y estaba en el suelo, no sabía como interpretar aquello, pero si que hacer: destrozar el cuadro.
A pesar de que no estaba seguro de querer volver al escultor, fue a su búsqueda a la garita, y después de caminar por la playa y acantilados, él la llevo a la “gruta del viento” dónde acabaron haciendo el amor y él puliéndola cuando esta se encontraba en la posición de “ovillo” que tanto le gustaba cuando los problemas la atormentaban. Sus encuentros se volvían a repetir diariamente, pero ella seguía en su casa, no quería abandonarla una fuerza sin explicación la mantenía en ella.
Se aficionó a las aficiones de su amante, sabía y entendía mucho más que él de mariposas, que campeaban a sus anchas por el enorme invernadero que él tenía en su casa. De tanto observo vio que todas las esculturas de la casa tenían su rostro, recordó el primer día no eran las esculturas las que la habían sorprendido, era verse reflejadas en ellas. Comenzó a trabajar el barro y adentrarse en él hasta convertirse en obsesión, aprendía a pasar agigantados y a ello se dedicaba en cuerpo y alma.
Aunque cada día le costaba más seguía con la consulta, un día estando con una paciente, su situación la supero, en una ataque de ira rompió, esparció y tiró todo su trabajo de años y se fue dejando todo a su secretaria que observaba atónita la situación. Camino sin sentido hacía la playa dónde había conocido a Martín, y decidió dedicar su vida a esculpir, su situación económica se lo permitía, empezaría a vivir para ella, no sirviendo a los demás. David al ver que no venía acudió a la consulta dónde observando la situación se dio cuenta del paso dado por ella, y buscando de lugar en lugar la encontró en la playa y después de cinco meses volvió a dormir bajo el estrellado lecho.
Cerró su piso, llevándose una exigua maleta y dejándolo todo en idéntica posición y se fue a vivir a casa del escultor: Acudió con la llave a la playa y la tiró al mar, así mataría las tentaciones de volver al recinto de su pasado. Después de unos días él le propuso un viaje de tres meses por la India, ella fascinada por aquél país acepto de inmediato. Prepararon con ahínco el viaje, consultaron guías, libros y se dejaron aconsejar por gente que conocía bien el país.
Por su parte en Italia el viaje seguía como estaba diseñado, aunque él ya un poco cansado del consumismo innecesario de ella, él se había contagiado de todo el romanticismo de Roma. Fueron a la Toscaza a encontrarse con el Renacimiento, se instalaron en el Firenze en Florencia en un apartamento, haciendo vida de ciudadanos, acudiendo incluso a un curso de “cucina povera” siguiendo allí “la ruta de los ángeles”. De allí continuaron viaje a Siena, Lucca, Pisa y acabaron acudiendo al lugar al que deseaba volver él, al seminario franciscano de Asís, dónde había hecho votos de silencio en su juventud.
Tardaron en dar con él, y a través de una recomendación del Obispo de Garmendia y ex compañero de él, el prior acepto a pesar de la despectiva hora dar hospedaje al antiguo seminarista en su antigua celda. Una vez dentro y conociendo como conocía el recinto salió en busca de ella, haciendo el amor como nunca durante toda la noche. Al día siguiente se fueron sin dar explicaciones, ante un fraile que los conocía bien, que los vio disfrutar de la noche ante su desosiego y que en aquel justo momento decidió dejar la orden, era el mismo de sus primeros encuentros en la iglesia. Estrella recibió el aviso de su asistente en la ONG, que Nauru Hatak, el Premio Nobel de la Paz que había conocido en su viaje a Somalia, tenía que hablar con ella. Este le ofreció el puesto de directora de un centro de recogida y rehabilitación de mujeres con maltratos étnicos que iba a construir en Somalia.
Hacia semanas que Fiamma y David estaban en la India, los bestiales impactos visuales, táctiles y gustativos les habían excitado las ideas creativas. Fiamma estaba feliz y todo la ilusionaba, David vivía una experiencia nueva: un viaje compartido, cosa que jamás había realizado. Fueron de un lugar a otro, dejando para lo último el motivo del viaje: los templos del Khajuraho, él quería conocer el impresionante expresionismo de sus figuras y ella aprender el verdadero significado del Tantra, conocer los secretos del amor absoluto y del erotismo sagrado.
Después de algunos días en el Khajuraho tomarían por unos días caminos distintos, él ser dirigiría a las canteras de Panna, dónde tenia pensado encontrarse con algunos maestros que todavía estudiaban y trabajaban las esculturas jainíes. Ella tenía pensado perderse en un monasterio que quedaba en los montes Vindhya, lugar recomendado por su amigo yogui del barrio indio de Garmendia, que le había explicado que si viajaba allí sin esperar nada lo alcanzaría todo.
Provista de un pequeño maletín con lo imprescindible para sobrevivir un mes, se dirigió al lugar, caminando un gran rato en una plenitud total; llegó al monasterio que sin puerta alguna, parecía estar en un orden y sencillez difíciles de entender. Un anciano llamándola por su nombre le dio la bienvenida, pero no le dio ninguna orden ni explicación del proceder a realizar allí, y despareció de su vista. El monasterio era austero, pero ella se fue encontrando todo lo necesario para sobrevivir, la tranquilidad era total y cada cinco días recibía una intrigante nota que aludía siempre a uno de los sentidos, esas notas fueron: “Deja que tu oído escuche” “Deja que tus ojos miren” “Deja que tu paladar saboree” “Deja que tu piel sienta” “Deja que tu nariz huela”.
Después de ir experimentando al máximo los sentidos y de tanto ayuno y silencio, un día amaneció con deseos de meditar, y delante de un salto de cascada guiada por la voz interior de su conciencia, había encontrado el Tantra. Del trance la despertó llamándola por su nombre Libertad, una mujer a la que había visto en trance en uno de los templos del Hhajuraho con David, que la había estado vigilando desde su llegada y era la que le había ido poniendo las diferentes pruebas para ir percibiendo sus sensaciones. Le contó toda su historia hasta llegar allí, y el estado de plenitud en el que se encontraba, todo aquello le era familiar a ella, era su misma historia. Aquella tarde despertó a la vida, a sus cuarenta años había vuelto al origen de su corazón, hablaron y hablaron, Libertad le explico muchas cosas y ella se quedó con una máxima: “en la sensibilidad era dónde residía la base de la armonía” y “que meditar no era ningún estado sino estar cien por cien en la realidad”. Con un fuerte abrazo se despidió de su descubridora.
Llego al hotel de Khajuraho después de dos meses, uno más tarde de lo previsto, como una mendiga, teniendo problemas para poder acceder al interior, había adelgazado quince kilos y su aspecto era muy diferente. Allí se ducho, corto el pelo y mirándose al espejo vio el inmenso cambio de su cuerpo, no importaba estaba reconciliada con ella misma. Se dirigió caminando a uno de los templos, David avisado desde el hotel, se dirigió en su búsqueda pero a pesar de tropezarla en varias ocasiones no la conoció y cuando se detuvo cansado delante de ella y teniéndola enfrente no la vio.

Capítulo X: La realización.
En Garmendia habían vuelto las temibles borrascas, hacía tiempo que habían regresado de la India, y ella buscaba un sitio dónde trabajar a fondo la piedra, encontrando una zona calcárea totalmente deshabitada y con unas condiciones de vida durísimas debido a su aridez. Desde su encuentro en Khajuraho David había reaccionado violentamente a su cambio físico y había rechazado su abrazo; estaba ante un caso clínico, el síndrome de Pigmalión, escultor griego que enamorado de su estatua pidió que le dieran vida, ella no era para él nada más que su estatua. A ello se unió que él comenzó a tener celos de ella por su excelente trabajo.
Allí se dirigió a Roncal del Sueño, guiada por un acuerpado mulato de una amabilidad impropia de la zona, Epifanio, que le sirvió de guía y al que finalmente contrató. La zona habitada más cercana lo era por unos indígenas aborígenes con costumbres ancestrales, entre ellas la observada por ella cuando iba de paso de desenterrar a sus muertos cada diez años y celebran con ellos una fiesta.
Con la ayuda del mulato construyo un cobertizo que le serviría de vivienda y se dedico en cuerpo y alma a martillar y construir esculturas por un lado y otro del Roncal, todas sobre las mismas piedras que la naturaleza le ofrecía. Estaba feliz, trabajando a destajo, sin acordarse para nada de su vida anterior, la etapa de David esta completamente olvidada y a Martín lo recordaba con mucho cariño. Vivía con poquísimo, pero lo tenía todo, salvo el amor nada le faltaba. Los nativos sin entender su obra la consideraban una diosa. Su obra era majestuosa.
En Garmendia los familiares y amigos se habían vuelto locos buscándola, supieron de su viaje a la India, pero por los registros también de su vuelta, la relación con David no les era conocida. Desesperados al cabo de cinco años decidieron darla por muerta, y como tal le organizaron un funeral en la iglesia dónde había tomado su primera comunión, la de los Ángeles Custodios, incluido un inmaculado ataúd vacío y por allí desfilo todo su mundo. Aquél día en Roncal el viento paro de sonar y una gran manada de mariposas Monarca se iba posando por sus esculturas, eran las del invernadero del escultor que las había soltado, le recordaban demasiado a ella.
En el otro lado del mundo, Estrella aceptó el ofrecimiento, y se asentaron en Mogadiscio, la capital de Somalia y ella comenzó su labor en el centro de Mujeres Salvados. Ella se dedicaba íntegramente a su trabajo, veía poco a su querido aunque las cosas iban bien, y no se separaba de Naru Hatak, por el que sentía una admiración que rayaba en adoración, él escribía las historias por ella contadas y las publicaba en Internet. Al cabo de un año él comenzaba a recordar en demasía su vida pasada, a sus cincuenta años notaba que no había alcanzado la felicidad, solo los viajes que hacían le servían de esparcimiento, su vida se había vuelto en realizar tres cosas: escribir, cocinar y hacer el amor con Estrella de todas las formas habidas y por haber.
Fue dejando los viajes y se dio cuenta de que ella se había enamorado del líder humanista, después de cinco años de relación había vuelto a fracasar en su intento de tener una relación. Se fue en barco a la India, a Goa, no dejando que Estrella le despidiera, en los doce días de travesía, vivió su propio calvario: la imagen y el recuerdo de Fiamma lo tenía continuamente presente, decidiendo comenzar a escribir todo lo que sentía.
Se alojo en un hotelito de playa ubicado frente al mar con kilómetros de playa, el lugar respiraba sencillez y tranquilidad absoluta. Comenzó a escribir poemas, le venía y le venían, era una fuente inagotable. Se relacionaba con todo el entorno y de todo él se enriquecía. En el mercado hippy de la zona, conoció a un americano huido de sus padres editores, que le ayudo a publicar los poemas, pero a su petición con un nombre falso. El americano puso su nombre, se justifico ante sus padres, y su obra “Los versos azules” del Farero Azul comenzó a ser famosa, a recorrer el mundo, hasta llegar incluso a Garmendia.
En los últimos años, Roncal del Viento se había ido convirtiendo en un rojo jardín de esculturas volumétricas; parecía mentira que unas manos hubieran modificado todo un paisaje. Epifanio logro sacar una piedra de gran tamaño de lapislázuli, y ella la reservo hasta encontrar un buen uso de la misma. Como Martín había vuelto a su mente y ahora veía realmente lo que sentía por él, decidió hacer en lo más alto de la colina una escultura que reflejara el verdadero amor de ambos, el monumento a su amor negado: “La llama eterna”.
Levantaría una escultura en forma de lengua de fuego vivo, que guardara en su interior los cuerpos desnudos de un hombre y una mujer en un abrazo eterno; dos figuras que encajaran a la perfección, ella cóncava y él convexo; ella roja y él azul. Dispondría de un mecanismo secreto que accionado pudiera abrir y separar la llama en su vértice más alto. Necesitaba vaciarse de recuerdos, injertar toda su frustración de amor en una pieza inerte.
Comenzó su gran obra, y a pesar sus calenturas y cansancios, y una sed constante, y a pesar de los consejos de Epifanio para que tomara descansos, ella no paraba de martillar pero no conseguía liberarse de las fatigas, que la obligo incluso a permanecer en cama muy a su pesar, dónde sus sueños con Martín se sucedían.
En Goa Martín intentaba en vano ponerse en contacto con Antonio, necesitaba saber de Fiamma; su obra seguía siendo un éxito, pero necesitaba su amor. Una tarde decidió dejarlo todo e irse a Garmendia en busca de su amada.
En Roncal, después de una fiebre intermitente, ella seguía trabajando, vivía embrujada por el mismo, y a pesar de que su enfermedad crecía día a día, su obra lo hacía en igual manera y su última obra destacaba colosal sobre las demás, casi humillándolas. Había contraído la enfermedad del “dengue hemorrágico indígena” sin ella saberlo y su estado físico era lamentable. Le pidió a Epifanio que la subiera a la colina, dónde acabó su obra perfecta y contempló la luna llena desde la llama terminada; estando en trance le entraron ganas de bailar con la luna, y envuelta en un charco de sangre la encontró su fiel trabajador al amanecer del día siguiente.
Martín desesperado en la búsqueda de Fiamma por Garmendia, acaba en casa de su amigo Antonio, que con gran dolor le comenta el funeral celebrado hace años por el alma de su amada. Desesperado y en un lloro permanente era incapaz de superar la noticia y todo lo que ella significaba.

Epilogo.
Garmendia vivía tiempos tranquilos, pero Martín no conseguía sobrellevar la situación, recorría playas, acantilados y todo lo que le recordaba a su amada. Decidió acudir a su antigua casa de la Calle de las Almas, sin saber exactamente lo que había ido a buscar.
Lo que vio le inundo de tristeza, todo en la casa estaba igual que cuando la había dejado, solo el tiempo se había encargado de inundarlo todo con vegetación, telas de araña y suciedad. Solo hecho de menos el cuadro de la camisa ensangrentada y que su caja de caracolas estaba abierta, cuando él tenía la seguridad de haberla dejado cerrada. Él no estaba preparado para afrontar tanta desolación, de todos sus rincones brotaban episodios vividos. Cogió la caja de las caracolas, que curiosamente estaba llena de agua, agua de las lágrimas de Fiamma; decidió lanzar al amar lo único que le quedaba de ella, sus lágrimas para que se mezclaran con las olas.
En la playa dónde se habían conocido hacía treinta años, al lado de la vieja barca de pescadores que les sirvió de encuentro, tiró el baúl, viéndolo llevar y voltear por las olas. Comenzó a llover, pero el olor de la lluvia no llevaba humedades, olía a azahares, olía a Fiamma. A pocos metros vio sentada en la arena a una mujer descalza, vestida de lino blanco, sin duda era ella; él la reconoció. Estaba bella en su madurez serena. Un ola, suave como un beso, les lamió los pies, dejando en su partida una vieja llave oxidada que hacía diez años navegaba perdida.

PROTAGONISTAS:
 Fiamma del Fiorio. Sicóloga y uno de los personajes principales.
 Martín Amador. Marido de Fiamma y periodista.
 Antonio y Alberta. Pareja amiga del matrimonio.
 Estrella Blanco. Dueña de la casa de dónde le cayó el ángel a Fiamma y
 David Piedra. Escultor y amante de Fiamma.
 Passionata. La paloma roja que hacía de mensajera entre David y Fiamma.
 Libertad. Guía espiritual de Fiamma en el monasterio de la India.
 Naru Hatak. Premio Nobel de la Paz y posterior amante de Estrella.
 Epifanio. Mulato indígena, al que contrato Fiamma y que le fue fiel hasta su muerte.



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"Ofrecer amistad al que busca amor es dar pan al que se muere de sed". Anónimo.

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